lunes, 13 de agosto de 2012

Recordemos cosas elementales

La desobediencia es legítima, nos recuerda  Isabel Alba en Rebelión.

No va mucha distancia de Pangloss a pánfilo. Aunque pocos se atreverán a decir taxativamente que estamos en el mejor mundo posible, esa creencia parece implícita en las mentes biempensantes que anteponen la ley a la justicia, defendiendo nuestro ordenamiento jurídico por encima de todo, como si fuese lo mismo "estado de derecho" que "estado de derecha". 

Pero la parte mejor de nuestra constitución no es más que papel mojado, por cuanto su cumplimiento no puede ser reclamado ante los tribunales.

¡Esto no da más de sí!

Estos días políticos y periodistas han invocado sin cesar la ley para descalificar la acción realizada por el SAT en Carrefour y Mercadona. Se ha afirmado, incluso desde algunos sectores de la izquierda, que entrar en un supermercado y llevarse comida para las personas necesitadas no era legal y que por lo tanto era reprobable. Todas estas indignadas declaraciones olvidan que, en efecto, un acto es legal o no si se ajusta o no a la ley, pero un acto es legítimo si es conforme a la justicia. De este modo, un acto puede ser legal, pero injusto y por ello ilegítimo y puede ser justo y legítimo, pero no estar conforme con la ley. Las leyes las hacen personas, y pueden hacerlas al servicio del bien común, o al servicio de los intereses egoístas de unos pocos.

2 comentarios:

  1. Por qué Mercadona y no carrefour? Alguien sabe?

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  2. Los asaltos fueron a las dos cadenas. La respuesta en Carrefour fue más inteligente, porque primero avisaron a la policía y luego donaron carros "generosamente".

    Lo incautado (o donado) en ambos casos les hace un inapreciable daño simbólico. Su problema sería que cundiera el ejemplo.

    Lo cierto es que la simple protesta es perfectamente asimilable por el sistema. Manifestaciones, concentraciones, marchas, desgastan muy levemente a los gobiernos. Y nada al sistema que los sostiene, porque siempre está el otro equipo para hacer más o menos lo mismo, con matices. ¿Qué hacer entonces?

    Además, la legalidad es un mecanismo flexible, que se adapta a las necesidades del momento. No hay una frontera clara entre estas democracias y el fascismo. Con el poder de hecho en la mano el fascismo llega en grado variable y de modo perfectamente legal.

    Todos los poderes parten en algún momento de un acto fundacional, revolucionario o reaccionario, más o menos sangriento. A partir de él construyen sus aparatos represivos: leyes, tribunales, etc. Después evolucionan de modo diverso, pero siempre en función de la correlación de las fuerzas en presencia.

    Reconozcamos que en nuestro país este acto fundacional fue la sublevación de 1936.

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