miércoles, 13 de agosto de 2014

El síndrome de McCain

Si no lo veo, no lo creo. Falso. Creo porque creo ver.

La evidencia no es más que un conjunto de percepciones. Pocas de ellas directas. Mi interpretación del mundo se basa sobre todo en información indirecta. No he visto lo anterior a mi nacimiento ni la mayor parte de lo contemporáneo. Del inmenso saber acumulado históricamente cada uno de nosotros conoce una ínfima parte, mezcla de algunas experiencias directas e innumerables actos de fe.

No puedo comprobar la mayor parte de las cosas que me dicen. Creo aquellas que me parecen posibles y probables. Seguramente, algunas son falsas.

Pero si la completitud es imposible, la coherencia es exigible.

Dudar es importante. Hay creencias ampliamente compartidas que se fundamentan en testimonios de los que hay motivos para dudar.

¿Cómo discernir lo cierto de lo falso en este torbellino de noticias que repiten fuentes que creemos fiables, pero que sospechamos interesadas? No se me ocurre otra forma que la vieja pregunta "cui prodest?".

Es más fácil formarse juicios acertados si se siguen estos principios:

  • Diversificar las fuentes. Los que pensamos a contracorriente tenemos ventaja, porque conocemos la corriente principal. Los de la corriente principal suelen ignorarlo casi todo sobre otras fuentes de conocimiento.
  • ¿Que pretenden que crea? ¿Qué me dicen y qué me ocultan? ¿Por qué?
  • ¿Tengo criterios éticos? ¿Todo me es indiferente? Quien me diga que es así seguramente me engaña, y en primer lugar se engaña a sí mismo. Criterio de la práctica: písale un callo.

Todos tenemos interés en nuestra persona. Muchos lo extienden a su familia, sus amigos, sus "próximos"; a sus paisanos, sus correligionarios, los de su clase...

A sus descendientes, a la humanidad entera, presente y futura. A la vida en su más amplio sentido.

Por algún motivo interior, relacionado con la evolución de la especie, amamos la verdad y la justicia. Sólo el conocimiento de la primera nos hará ser conscientes de en qué lugar podría habitar la segunda.

Esa que amamos sin haberla conocido.



Rebelión

Sufre de este mal el que acepta sin chistar mentiras pueriles que se justifican con argumentos torpes y engañabobos. Se recuerdan algunas: En Rusia, el general frío derrotó a Napoleón y a Hitler; hace 70 años se lanzaron dos bombas atómicas sobre Japón, rara vez se menciona quién las lanzó y por qué; Stalin y Hitler son iguales; el socialismo es una doctrina para vagos, como si la FED derramara una sola gota de sudor para imprimir los dólares con que EE.UU. adquiere la mitad de las riquezas del planeta; en Bolivia, Ecuador y Venezuela no hay libertad; Fidel está loco; Pinochet salvó a Chile; nuestras guerras son humanitarias y contra el terrorismo; Israel es víctima de la agresión palestina; Bin Laden derrumbó las torres; el gobierno de Kiev es democrático; Oswald asesinó a Kennedy; Putin repite en Ucrania lo que Alemania hizo en Checoslovaquia; los Rosenberg entregaron secretos atómicos a la URSS; en Venezuela hubo fraude electoral, en Honduras, no; el referéndum de Crimea y el del sureste de Ucrania son ilegales, el de Kosovo fue legal; EE.UU. ganó la II Guerra Mundial, y así por el estilo.

Rara vez se menciona que Napoleón perdió la Batalla de Borodinó el verano de 1812, que el ejército nazi peleó contra la URSS más veranos que inviernos y que en Alemania también hace frío; que EE.UU. practica el terrorismo todos los días; que Israel lanza misiles contra piedras palestinas; que los judíos huyen aterrorizados de Kiev; que le era imposible a Oswald realizar el atentado; que Occidente entregó Checoslovaquia a Hitler en Múnich; que los Rosenberg eran inocentes; que no hubo referéndum en Kosovo sino una guerra terrorífica contra Serbia; que el 75% de las Fuerzas Armadas de la Alemania nazi fue destruido por la URSS, y así por el estilo.

Basta que un representante del imperio pronuncie cualquiera de estas frases para que en el último periódico, radio, canal de TV, del más apartado rincón del mundo, e incluso en el cine, se repita hasta convertirla en una falsa verdad. Con este método, la monstruosa maquinaria de propaganda que engatusa a la humanidad hace creer que lo bermejo es blanco.

Estas mentiras se justificarían en boca del senador McCain, puesto que él fue derribado en Vietnam, donde pasó largos años en un agujero, lo que lo dejó turulato, pero cuando las propagan políticos o periodistas o ingenuos que no han sufrido los avatares de este pobre hombre, da para pensar que se han entregado al imperialismo o sufren de senilidad precoz o le temen al lobo feroz.

¡Cuánta ruindad hay en este mundo!

domingo, 10 de agosto de 2014

El sistema no es reformable, y "Podemos" tampoco

Estas reflexiones de Miguel León me parecen lúcidas. Por eso las traigo aquí. No asumo sin más la proclama que da título al artículo, que tiene más de llamada de atención que de afirmación rotunda.

¡Naturalmente que todos los sistemas son reformables! Pero la contraposición entre reforma y revolución no significa eso. Son revolucionarios los cambios que minan el sistema. Son reformistas los que lo apuntalan.

Cuando se dice que un sistema no es reformable se denuncian los retoques dirigidos a consolidarlo, sea o no esa la intención.

Así que Podemos sería, como tantas cosas, profundamente reformable. Tan profundamente que dejaría atras sus pecados originales, sus ambigüedades calculadas, sus llamadas a compromisos que no comprometen, dirigidas a poco comprometidos adherentes periféricos.

El peligro de Podemos es acoger, como hacía la legión de Millán Astray, a unos indignados recientes bien provistos de (des)información y muy desprovistos de formación y, en medio de la urgencia de debates confusos dirigidos a conformar una heterogénea mayoría, renunciar a contribuir a que esos indignados se formen.

De los tres ejemplos analizados en el artículo que sigue, el primero los condiciona a hacer un análisis sin análisis. El medio televisivo de las frases cortas y los minutos contados, del control en la elección de los tertulietas, del diálogo para besugos, de la permanente reconducción, ejercida por el mal llamado moderador... Este medio, y sobre todo su más o menos invisible dueño, impide explicar a fondo la realidad. Por algo era tan televisivo aquel programa que se llamó "59 segundos"..

De esta imposibilidad se sigue el segundo ejemplo. Como No Podemos explicar, banalicemos el mensaje, adaptándolo a orejas entre las cuales se interiorizó hace mucho tiempo que la reforma política era la ruptura anunciada. Como no hay en una mayoría de espectadores conciencia de la continuidad entre franquismo y monarquía, "No Podemos" renuncia a un análisis fino y habla en grueso de "la casta". No niego que exista esa casta, pero las mentes heterogéneas de los oyentes pueden interpretar cualquier cosa si no se explica bien en qué consiste.

Los fascistas de toda laya pueden emplear términos así y aplicarlos a quienes quieran, desviándolos de los verdaderos causantes y beneficiarios, sustituidos por una entelequia que, aunque imaginada como ese pequeñísimo grupo de poderes financieros, los mantiene en una penumbra inalcanzable, y lanza sus proyectiles indiscriminadamente contra "los políticos", todos. (¿Incluidos los miembros de Podemos?).

El tercer ejemplo aducido es el objetivo inmediato de ganar elecciones. Cierto que es un paso esencial, pero sin una masa crítica coherente puede ser el paso hacia el derrumbe de ilusiones no bien explicitadas. Con la consecuencia de una desmoralización colectiva que nos haga llegar demasiado tarde a los problemas, cuando la degradación universal de la naturaleza y de los valores aleje definitivamente las soluciones que hoy aún son posibles.

Podemos será reformable en el mismo sentido en que lo llegue a ser el sistema que quiere reformar. Forma parte del mismo, pero esto nos ocurre a todos, nos guste o no. No será reformable mientras acepte sin discusión los medios y los métodos habituales, aunque pregone otros fines..

Esperemos que no los confunda el oleaje de su éxito reciente, que puede ser efímero (y de consecuencias devastadoras) si no contribuye a la creación de algo más sólido, unitario y con ideas mucho más claras.

Una convergencia necesaria, que no pueda digerir el sistema. No vaya a convertirse, con el hundimiento del PSOE, en el nuevo partido "por el cambio" para que nada cambie, impidiendo la solidificación de un gran movimiento de izquierda. No será, desde luego, el único responsable si eso llega a ocurrir.

Rebelión
Este es el texto de mi intervención en el acto organizado por el Círculo de Podemos de Arganzuela el pasado 2 de Agosto de 2014, y en el que también participó José Errejón. A nuestras dos intervenciones siguió una hora de debate en el que intervinieron unas 20 personas; una gran cantidad de ellas plantearon cuestiones y críticas relacionadas tanto con lo que aquí sigue como con mi anterior artículo sobre Podemos [1]. No pude responder como hubiera querido a esas intervenciones, así que me permito añadir al final unas breves notas en las que intento recoger el guante y aclarar ciertos matices que no siempre expreso tan bien como sería deseable. Algunas notas, que tampoco figuraban en la primera versión, también están escritas en diálogo con esas observaciones.

***

En primer lugar, me gustaría agradeceros enormemente la invitación. Es para mí un placer tener la oportunidad de participar en este debate con vosotros y un honor que se me ofrezca la posibilidad de contribuir a delimitar las coordenadas de la discusión. Dicho eso, he de reconocer de entrada, y porque se me ha sugerido la posibilidad de que haga una intervención propositiva, lo problemático que es estar hoy aquí, participando en uno de esos “grupos de discusión” a los que llamamos círculos. Esa es una contradicción que resolver, y mi idea es hacerlo planteando una intervención, unas contribuciones, que sean útiles para vosotros, que me habéis invitado, pero que no sean digeribles por la organización. Por eso mismo creo que tengo que plantearos cuál es mi posición con toda franqueza antes de decir nada más: el sistema no es reformable y el “fenómeno Podemos” tampoco. No digo que sea imposible que quienes han visto en Podemos una oportunidad valiosa consigan aunar fuerzas y subvertir la situación actual, sino que esa subversión no puede realizarse sin pagar un alto coste electoral y de visibilidad mediática. Por tanto, diría que lo que yo puedo aportar a la discusión es una crítica re-constructiva.

Una segunda advertencia inicial es que, aunque también se me había propuesto que abordara el problema del análisis de clase, yo he decidido omitir en su mayoría las referencias explícitas a esta cuestión, porque para discutir con seriedad en qué consiste un análisis marxista y cuál es su utilidad, hace falta aclarar primero cuál es el lugar político de la teoría y del análisis. Ese asunto, que reconozco que no suena atractivo, va a estar en el centro de mi intervención. Podemos es un proyecto impulsado por intelectuales y que está teniendo especial éxito, como apuntó Íñigo Errejón [2], entre los votantes “considerablemente educados”. En ese sentido, que yo sitúe la discusión en ese plano tampoco está fuera de lugar ni para ellos ni para mí, que me dedico a “la lucha de clases en la teoría”.

Tal y como yo lo veo, Podemos nace lastrado por una cierta falta de rigor teórico que es causa y al mismo tiempo resultado de lo que me parece una grave irresponsabilidad en lo práctico. Falta rigor porque el proyecto Podemos está basado en la confusión, sea intencional o involuntaria, de lo analítico con lo estratégico. Hay, por otra parte, irresponsabilidad porque nadie parece haberse parado ni siquiera un segundo a pensar qué puede suceder si este despliegue de audacia termina siendo, por la razón que sea, un estrepitoso fracaso.

Mi intervención se va a centrar en desarrollar con cierto detalle este par de ideas.

Podríamos convenir que los desacuerdos en el seno de “la izquierda” tienen dos causas: o bien son analíticos o bien son estratégicos [3]. Cuando tienen un origen analítico, nuestros desacuerdos son objetivamente fáciles de resolver, puesto que basta con ser rigurosos. Cuando, por contra, tienen un origen estratégico, es mucho más difícil llegar a un acuerdo, porque entramos en esa parte de la política que más tiene de “arte”.

En principio parece muy sencillo llegar a un acuerdo de mínimos en el plano analítico y esperar que un diagnóstico común facilitará que encontremos estrategias comunes, ya que es incuestionable que de un mal diagnóstico no puede surgir una buena estrategia. El problema es, por otra parte, que un buen diagnóstico tampoco garantiza que la estrategia sea buena, y por eso los debates estratégicos nos ubican en un terreno necesariamente resbaladizo pero que es en último término ineludible. En cualquier caso, de lo dicho no puede derivarse que el análisis esté blindado por la neutralidad y la estrategia esté contaminada por la toma de partido: el posicionamiento político determina evidentemente el análisis, pero tomar partido no significa hacer concesiones en detrimento del rigor teórico.

Si aplicamos estas ideas básicas a Podemos, vamos a descubrir inmediatamente que en el planteamiento de sus promotores análisis y estrategia no están correctamente identificados, discutidos, ni delimitados. Hay una fascinación con la estrategia que distorsiona el análisis y, en consecuencia, también impide tratar la parte “artística” de la política de forma adecuada. Dicho de otra manera, Podemos comparte con el resto de la izquierda española, institucionalizada o no, un déficit crónico de análisis, de trabajo teórico, de intelectualidad orgánica.

Hay una anécdota que vale la pena traer a colación, porque ilustra muy bien lo que quiero señalar:

Recién celebradas las elecciones europeas leí en Facebook unas líneas escritas por alguien personal y políticamente muy cercano a los promotores de Podemos. Esa persona, que hasta apenas unos días antes de las elecciones no daba (en público) un duro por Podemos, escribió el día 26 de Mayo: “Lo que es absurdo es pensar que [Podemos] es un folio en blanco y un proceso en disputa: anoche se zanjaron todos los debates teóricos de calado y se demostró que el discurso funciona y las formas también (y lo dice uno que no lo compraba hasta hace un par de semanas)”. Tal vez compartáis conmigo que lo que acabo de citar es un disparate. Tal vez esta postura no sea representativa de lo que sucede entre los miembros de los círculos de Podemos. Pero me temo que se trata de un retrato nítido de la postura adoptada de facto por sus promotores, por mucho que pueda haber honrosas excepciones individuales.

Esa cita muestra que el fenómeno Podemos delimita de facto un campo de intervención política cuya forma y cuyos límites no pueden ser discutidos. A la luz de los resultados de Podemos es urgente discutir seriamente la pertinencia de recurrir a la televisión; o sobre el papel político de los sentimientos; o si es inevitable pasar, tarde o temprano, por la ordalía electoral; o si debemos camuflar nuestros posicionamientos ideológicos para evitar el rechazo que provocan los tabúes vigentes [4]. Son discusiones estratégicas pertinentes, por no decir fundamentales, pero Podemos las da por cerradas y verdaderamente las cierra al convertir determinadas opciones estratégicas en falsos elementos de análisis. Esto quiere decir que no es el análisis el que sustenta la estrategia sino la estrategia la que predetermina lo que se puede y no se puede decir en el análisis. Así, no estamos ante un análisis que toma partido, sino ante un análisis que realiza constantes concesiones (y distorsiones de la realidad y de la teoría) para legitimar una estrategia definida acríticamente, en términos meramente técnicos.

Una vez constatado ese defecto, y por mucho que yo considere que los promotores de Podemos (al menos algunos de ellos) son científicos sociales extremadamente competentes, no tengo más remedio que concluir que en este caso concreto muestran una preocupante falta de solidez intelectual y que eso tiene consecuencias políticas potencialmente desastrosas. Si no tuviéramos más evidencias que las que proporciona el propio proyecto de Podemos, diríamos que sus promotores no tienen un conocimiento sólido de las contribuciones teóricas fundamentales sin las cuales es imposible pensar el presente (me refiero sobre todo a las de Karl Marx y Max Weber), que retuercen los planteamientos de Gramsci hasta hacerlos irreconocibles, que ignoran completamente las más fundamentales observaciones teóricas acerca del origen y la naturaleza del fascismo, que distorsionan la realidad latinoamericana según su conveniencia, que obvian la historia política y constitucional de España, etc. Y todos esos defectos son consecuencia, al menos, de una comprensión muy pobre de lo que es ser audaces en política.

Abordemos tres ejemplos concretos en los que la estrategia está evidentemente determinando el análisis (o, dicho en otros términos, en los que el medio está determinando el mensaje):

(I) Los medios de comunicación de masas. Los promotores de Podemos defienden con total convencimiento que es necesario emplear los medios de comunicación de masas como palanca de movilización del electorado en una determinada dirección. Sin embargo, ese posicionamiento cierra automáticamente el debate, que tiene que darse previamente, acerca de los condicionantes ideológicos implícitos en las forma, el ritmo, el lenguaje… propios de la televisión convencional. Y de hecho los promotores de Podemos asumen como dados e incuestionables esos condicionantes, y lo hacen no solamente en los canales convencionales (Cuatro, La Sexta…) donde el presentador corta inmediatamente a aquél que quiera dar una explicación compleja y no un mitin, sino también en sus propios programas televisivos, donde igualmente mantienen, innecesariamente, hábitos, métodos y formas que contribuyen a la “tertulianización” (y consiguiente banalización) del debate político. Esta cuestión es todavía más sangrante si se tiene en cuenta que estamos hablando de científicos sociales, puesto que solamente la bibliografía de Pierre Bourdieu sobre medios de comunicación [5] debería ser más que suficiente para pensar críticamente el problema de la comunicación política.

(II) La actitud frente a la historia contemporánea de España. Si la precaución que muestran los promotores de Podemos a la hora de tratar ante las grandes audiencias la Guerra Civil, los cuarenta años de franquismo y la Transición, fuera sólo resultado de una cierta prudencia política, todavía podría abrirse una discusión sobre la pertinencia estratégica de basar el discurso político en la reivindicación perpetua, tal vez inútilmente nostálgica, del legado que nos deja la II República, pero no es el caso.

El “régimen del 78” es la etiqueta que sirve, en el discurso, para presentar el orden político vigente no como la continuación del “régimen del 18 de Julio”, sino más bien como el producto de la degradación las virtudes de la Transición por obra del paso del tiempo y de la “traición” socialista. Estamos ante un tipo de omisión histórica que, aparentemente justificada por motivos estratégicos, de hecho ignora, entre otras cosas, que 40 años de franquismo no nos vacunan frente al fascismo, sino todo lo contrario. Y esa omisión puede tener efectos prácticos de gran envergadura, a pesar de los réditos electorales que proporcione en el corto plazo. Se trata de una incomprensible concesión al “sentido común” basada, como sugería hace un segundo, en una dudosa lectura de Gramsci.

Esa misma falta de perspectiva histórica sirve para obviar la relación específica que existe en España entre movimientos sociales e instituciones. Podemos obvia que, dada la propia génesis y desarrollo de nuestras instituciones políticas, éstas funcionan de forma casi inevitable como tapones para los movimientos sociales allí donde se producen tentativas de fusión. Ese es probablemente además el principal motivo por el que en España el anarquismo tiene una potencia y naturaleza sin parangón en ningún otro país europeo, y también por el que el comunismo español es particularmente torpe a la hora de desmarcarse del liberalismo (y de ahí salen ciertas formas incomprensibles de trotskismo) y de los métodos de la Restauración (donde tenemos las prácticas de aparato que el PCE desarrolló durante la Transición).

Teniendo eso en mente resulta de una irresponsabilidad política escalofriante la recuperación directa del término “casta política”, que en España había sido hasta ahora patrimonio de un tipo de derecha muy particular, y muy peligrosa, dentro del PP y su entorno intelectual y mediático (Esperanza Aguirre, Percival Manglano, Gabriel Albiac, Jiménez Losantos y la plana mayor de Libertad Digital) [6]. Quiero decir con esto que Podemos corre el riesgo de estar alimentando a un monstruo, el fascismo español latente, que está precariamente embridado.

(III) La vía electoral. Si uno dice “la vía electoral es la única vía posible de toma del poder”, está automáticamente cerrando la discusión, fundamental y de carácter analítico, sobre cómo el electorado por sí mismo no es un vector de poder constituyente sino un órgano del poder constituido. Y frente a esa tesis difícilmente caben discusiones, porque no hay otra forma de explicar cómo es posible instaurar el sufragio universal sin que automáticamente se produzca una transformación del orden social; o, mejor dicho, cómo es posible que no se produzca una transformación del orden social antes de la instauración del sufragio universal. Sólo una vez que ese análisis se ha realizado se puede evaluar y discutir adecuadamente la relevancia estratégica real de la vía electoral, considerando además las peculiaridades institucionales españolas que he mencionado hace nada.

Al hilo de este asunto me gustaría plantear una curiosa realidad lingüística del castellano, que es la clarísima diferenciación semántica entre ganar y vencer. Creo que no es ninguna tontería apuntar que en castellano las elecciones se ganan y las guerras se vencen, porque en la diferencia entre ambos términos se halla también la diferencia entre dos formas de enfrentamiento absolutamente distintas, y, por cierto, también entre dos maneras de comprender cuál es el papel que debemos asignar a la lucha de clases como factor de transformación política revolucionaria.

Cuando Pablo Iglesias dice que Podemos sale “a ganar”, está circunscribiendo la contestación política al espacio electoral y además está “emocionando” a los votantes de Podemos con una retórica que no es la de lo político, sino la de lo lúdico-deportivo, y que por tanto parte de una inexplicable aceptación de las reglas del juego. La actitud de Podemos implica una movilización de votantes que depende de la probabilística del cálculo electoral y no de la definición de una posición política. En ese sentido, convendría preguntarse cuántos votantes del PSOE, del PP y de otras opciones “mayoritarias” no eligen su opción electoral guiados por convicciones políticas claras sino simplemente buscando la apuesta segura y el placer fácil que proporciona una victoria casi garantizada de antemano. Estaríamos ante un serio problema de ludopatía electoral que tal vez contribuiría a explicar su contraparte: la apatía de quienes se abstienen sistemáticamente.

Pero es que, por otra parte, la recuperación del término “vencer” es absolutamente contradictoria con los fines de Podemos. En primer lugar, porque la idea de “victoria” implica un tipo de enfrentamiento incompatible de entrada con un respeto formal a los pilares del orden vigente. En segundo lugar, porque todo hijo de vecino ya sabe que las elecciones se pueden ganar pero no sirven para vencer. En tercer lugar, porque las resonancias bélicas del término son incompatibles con el intento de obviar en la medida de lo posible el lapso de tiempo 1936-1978. Por último (y no menos importante) porque, cuando el objetivo es vencer y no ganar, automáticamente emerge una serie de problemas (la vinculación a la OTAN, la dependencia político-económica de la Eurozona, los insostenibles hábitos cotidianos de vida y consumo, etc.) que tienen, es obligado decirlo, muy difícil solución, y que sin embargo deben ser resueltos para poner el programa de Podemos en práctica.

Dados estos problemas de partida, no tiene sentido pedirle a Podemos que analice y tome en consideración la estructura socio-económica de este país. No tiene sentido que nos extrañemos si Podemos no se pregunta cómo se expresa en España el conflicto entre capital y trabajo. No tiene sentido que le exijamos a Podemos mayor atención al plano sindical, porque de hecho las estrategias de Podemos difícilmente funcionarían en las elecciones sindicales: nuestra negociación colectiva es todavía más deudora del fascismo español que nuestro sistema político, y la falta de homogeneidad entre trabajadores no se suple con “ilusión” y duelos verbales con Paco Marhuenda.

La izquierda española en general no es capaz de dar una respuesta certera a las cuestiones que acabo de enumerar porque ni siquiera se dan en su seno las condiciones para poder formular las preguntas pertinentes. En el caso de Podemos esas condiciones tampoco se dan porque de partida aunar esfuerzos con los promotores de Podemos significa aceptar que “han quedado zanjados todos los debates teóricos de calado y se ha demostrado que el discurso funciona y las formas también”. Que Podemos funciona significa que tiene posibilidades de ganar, pero no que pueda vencer.

He dicho en un par de ocasiones que Podemos está mostrando una irresponsabilidad política escalofriante, y esa es una observación que vale la pena recuperar para recapitular de alguna manera y sintetizar las razones de mi profundo pesimismo. El franquismo y su prolongación setentayochista han tenido efectos devastadores sobre la cultura política española y el 15M, con todas sus potencialidades, no puede tomarse como una prueba de que nos hemos recuperado de ese trauma por ciencia infusa, sino más bien como señal de que hay posibilidades de acción política (no electoral) que hasta ahora eran simplemente impensables.

No se trata de dudar que los procesos electorales puedan constituir ventanas de oportunidad que alimenten la movilización social (ese es el punto esencial que defiende Íñigo Errejón haciendo una lectura cuestionable, al menos en su extrapolación a España, del proceso ecuatoriano). Ni siquiera se trata de negar radicalmente que eso pueda suceder jamás en España. Se trata simplemente de plantear que todavía estamos muy lejos del momento en el que esa estrategia pueda siquiera ser discutida razonablemente. Con más razón estamos lejos, por tanto, de esa coyuntura histórica en que sea pertinente ponerla en práctica con éxito (y aquí éxito significa vencer, no simplemente ganar).

La irrupción de Podemos ha acelerado (todavía más) el proceso de degeneración y regeneración política en España, y ha espoleado innecesariamente las iniciativas de renovación de las instituciones. De hecho, los autores del pre-borrador de la ponencia política han hecho gala en el texto de una sorprendente desfachatez al apuntar que la crisis política puede cerrarse mucho antes que la económica, ya que esa posibilidad gana peso gracias, entre otras cosas, al espejismo de las primarias abiertas (es decir, cocinadas) que Podemos ha contribuido a generar.

Los obstáculos a los que Podemos va a hacer frente a escala municipal, autonómica y estatal son demasiados y demasiado importantes como para pretender diluirlos con dosis descontroladas de ilusión, porque en el momento en que se produzca el fracaso mas mínimo la euforia será contrarrestada por un desconsuelo proporcionalmente intenso que no dejará tras de sí ni siquiera una elaboración ideológica sólida, sino un ataque indeterminado contra “la casta”. En el estado actual de cosas es previsible, por desgracia, la degeneración progresiva de las actuales demandas, genéricas pero radicales, de democracia, que al final quedarán reducidas a la creación de mecanismos banales de participación telemática. Se contará, por supuesto, con el inestimable apoyo de las grandes corporaciones mediáticas, que juegan un papel esencial en la forja de líderes carismáticos que son buenos comunicadores, pero no necesariamente comunican buenas ideas.

Estoy de acuerdo con los promotores de Podemos en que es ahora o nunca, pero no porque esta sea una coyuntura irrepetible sino porque no estamos en condiciones de permitirnos nuevos errores. Sé que es cruel pedir paciencia y análisis cuando nos azotan las urgencias del presente, pero es perentorio desterrar el prejuicio según el cual la teoría no es una forma específica de praxis. Esa es una idea extraordinariamente importante en nuestra situación actual, porque cada paso en falso suma cuarenta años más de travesía en el desierto, y nosotros llevamos por lo menos ochenta años entre dunas.

Decía al inicio que Podemos no es reformable y el sistema tampoco. Podemos no es reformable porque su importancia actual no reside ni en una radical democratización ni en un salto adelante en el campo de la argumentación política, sino en un súbito éxito electoral y en una sospechosamente alta visibilidad mediática que es necesario analizar con detenimiento. ¿Es capaz Podemos de hacer frente a sus tabúes y resolver los problemas aquí planteados sin perder pujanza electoral, visibilidad mediática, y por tanto gran parte de su fuelle? Yo lo dudo mucho.

Pensar cuesta trabajo, y por desgracia sigue siendo una actividad terriblemente impopular, pero es lo que hace falta. Mafalda diría que tenemos que bajarnos del mundo, y Walter Benjamin que hay que tirar del freno de mano de la Historia para declarar un estado de excepción real que interrumpa el estado de excepción permanente en el que vivimos. Esa es mi única propuesta, pero de momento Podemos le está echando carbón a la locomotora.

***

Tomando en consideración el debate surgido a raíz de mi intervención, es conveniente matizar que, si Podemos no fuera algo más que sus promotores y una masa indeterminada de votantes, no tendría para mí ningún sentido escribir sobre sus defectos. Lo que me interesa en Podemos son sus círculos, porque sólo ellos pueden poner fin a la situación subsidiaria en que se encuentran actualmente dentro de la organización y a la que parecen condenados, por pocas posibilidades que me parezca que tengan a este respecto. El problema de Podemos en su configuración actual es que los círculos son mecanismos de succión y capitalización de las habilidades, los esfuerzos, las ideas, de sus miembros, y que no existen mecanismos para controlar en qué grado ni con qué fines funciona ese mecanismo. A cambio de esa contribución desinteresada, los miembros de los círculos han recibido solamente, en el mejor de los casos, la excusa que necesitaban para ponerse manos a la obra: una contribución importante cuyo valor real disminuye debido al efecto negativo de las múltiples distorsiones que acompañan al proyecto de Podemos.

A quienes han elegido, y puedo entender perfectamente sus razones, remar a contracorriente dentro de Podemos, les deseo ánimo y suerte, y ojalá que los textos que he escrito les sean de utilidad para realizar sus propios diagnósticos. La batalla que quieren librar me recuerda a otras de menor escala en las que yo he estado enzarzado: supusieron un enorme desgaste y no coseché el menor éxito. Espero que ellos sean más competentes y tenaces que yo. Desde la distancia me atrevo a sugerirles que se estudien muy despacio los pre-borradores que aspiran a delimitar la discusión en la Asamblea Ciudadana, especialmente el organizativo, y que no se dejen llevar por las prisas durante la preparación de la Asamblea ni durante la celebración de la misma: es su oportunidad, tal vez la única, de refundar Podemos y no sólo intentar reformarlo. Les sugiero también que apliquen cotidianamente la máxima básica que guió mi intervención en el debate del otro día: no hay nada en Podemos que esté cerrado, todos los debates de calado están abiertos, hay algo más que el discurso y la forma.

Notas:

[1] Los tabúes de Podemos, por Miguel León.

[2] ¿Qué es Podemos?, por Íñigo Errejón.

[3] Como bien se apuntó en una de las intervenciones durante el debate, el término “estratégico” es confuso, puesto que podría entenderse que los promotores de Podemos realizan acciones estratégicas cuando es evidente que sus movimientos son tácticos. Sin embargo, utilizo la contraposición analítico/estratégico para no caer en el tópico teoría/praxis, ya que la contraposición entre ambos términos me parece políticamente perjudicial. En el caso del binomio estrategia/táctica, también propondría una ruptura en favor de lo operacional”.

[4] Es necesario aclarar, en relación con mi primer texto sobre Podemos, que mi denuncia de los tabúes va encaminada a reivindicar la necesidad urgente de emplear en el análisis y en el discurso determinados significados, y no tanto de hacer uso público de determinados significantes (al menos en un comienzo).

[5] Se puede encontrar la lista de referencias (en francés) aquí.

[6] Quiero pensar que los promotores de Podemos han identificado bien los movimientos discursivos de ese sector de la derecha española y que la recuperación del término casta sirve para hacerles frente en su terreno. Lo que me preocupa es que no hay forma de distinguir claramente las críticas a “la casta” de parte de Pablo Iglesias de las que escribe Gabriel Albiac (ver, por ejemplo, el reciente artículo de G. Albiac, El síntoma Pujol).

lunes, 4 de agosto de 2014

Convivencia y colonialismo. Algunas aclaraciones

Kamal Cumsille Marzouka. Profesor del Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, explica algunas cosas.

Es fácil perder la perspectiva cuando algo se ve desde muy cerca, especialmente si se ignora una historia de muchos siglos y se la sustituye por otra, construída a todo correr a la medida de intereses sesgados. Pero es fácil entender si uno se preocupa un poco.

Córdoba, a Maimónides


Rebelión

Durante las últimas semanas, en relación a la masacre israelí de los palestinos de Gaza, han saltado algunas voces “pro-paz” que, sosteniendo la idea de que este es un conflicto entre extremistas de “ambos bandos”, proponen “no importar” el conflicto a Chile y “exportar paz”, como si lo que está causando el exterminio de los palestinos de Gaza hoy en día, se tratase de un problema de “convivencia” entre árabes y judíos. De acuerdo a esto, lo que entonces habría que hacer es “acercar” a ambas culturas para que aprendan a convivir desde la infancia. Esta visión, induce a la ignorancia del fondo del problema de la violencia en este caso, que es la colonización de Palestina por parte de un movimiento europeo nacionalista judío –el sionismo- igual de racista con los árabes que los ingleses y franceses, y también con los judíos árabes. Ignorar el fondo de la violencia es una falta ética, porque es en fin, ignorar que la masacre diaria de más de cien palestinos en Gaza, se debe a un proyecto colonial sobre Palestina que contempla el exterminio y la expulsión de los palestinos y, no a un problema de “convivencia” [1]. Este discurso que, sea bien o mal intencionado, tiene efectos perversos en la comprensión de una masacre que no hay razón ética que la justifique. Por este motivo, en lo que sigue, plantearé una serie de aclaraciones acerca de “lo árabe” y “lo judío”.

De partida es un error aplicar la palabra “convivencia” a lo árabe y lo judío. Ya que ambas identidades no se excluyen, pues existen desde hace muchos siglos judíos árabes, es decir, los judíos son y han sido siempre, parte de la cultura árabe, la judeofobia es una cosa europea que nada tiene que ver con el espacio árabe ni musulmán. Aquello que el relato nacionalista sionista sitúa como la época de Oro del pueblo judío, fue un desarrollo que tuvo lugar en el espacio cultural lingüístico árabe del Islam clásico, de mayoría musulmana y con minorías cristiana y judía y también de otras religiones según la zona del Imperio de la cual se tratara. Cualquier lector que quiera comprender seriamente a Musa o Moshé Ben Maimun (Maimónides), importante filósofo judío cordobés del siglo XII, tendrá que aprender árabe, pues este pensador escribió la mayor parte de su obra original en árabe. Y es así como lo ha hecho el gran Leo Strauss, filósofo judeo-alemán radicado en EEUU desde los años 30, que a propósito de sus trabajos sobre Maimónides produjo un verdadero revival en el estudio de la filosofía árabe del Islam clásico en la academia occidental. Podríamos extender una enorme lista de personajes, momentos y formaciones culturales en que lo árabe y lo judío interactúa y se mezcla.

Para poder ser breves, vamos solo a los elementos modernos. ¿De qué problema de convivencia se habla? No hay árabe al que no le den ganas de bailar con el raqs el hawanem (del gran violinista y compositor sirio de religión judía, Sami Al Shawa, 1889-1965). No hay árabe que no sienta un verdadero éxtasis (tarab) con las canciones de Laila Murad (1918-1995), afamada cantante egipcia, también de familia judía e hija de un importante compositor.

En Chile y América Latina, el primer cantante de música árabe que tuvieron las colectividades en los comienzos de la inmigración, fue el judío sirio Azur Shami (o Ezrah Cohen). De hecho, la canción más popular en las comunidades árabes de Chile – law kunet teir wa ‘andi yinah (“Si fuera ave y tuviera alas”), proviene de una cantante egipcia, también judía de 1905 – Zakiah Al-Masriyah – y, fue Shami quien trajo la canción a nuestro país y la hizo popular. De hecho, esta canción es tan popular que, la barra del Club Deportivo Palestino –equipo que a propósito de su camiseta con un mapa de la Palestina histórica protagonizó un interesante hecho político- la ha adoptado desde hace ya décadas como uno de sus principales cánticos, cambiando las palabras obviamente por unas de aliento al equipo – “Palestino en la cancha…”.

¿Por qué los personajes judíos de una cultura no europea nunca son nombrados entre los grandes que levanta el sionismo como los protagonistas de la historia intelectual del pueblo judío (la típica seguidilla: Einstein, Marx, Freud, Arendt, Kafka, etc.)? Es lo que reclama el mismo hijo de Shami en un periódico comunitario argentino [2]. La respuesta a ello, la esbozamos más arriba, el sionismo ha construido un relato nacional fundamentalmente europeo, surgido como respuesta a problemáticas europeas (el nacionalismo, la cuestión judía y el antisemitismo), y así mismo, absorbe la mirada racista y colonial sobre lo no europeo.

Para concluir, como podemos ver, el llamado conflicto árabe-israelí o palestino-israelí, no se trata de un problema de convivencia entre los árabes y los judíos, ha existido siempre (salvo en ciertos lugares del mundo árabe en momentos críticos con respecto al sionismo [3]), como hemos dicho, no una convivencia, sino una verdadera cultura judeo-árabe. La cultura árabe no es solo musulmana. Si bien, en términos poblacionales predomina el Islam, en términos de la producción cultural y la composición social, hay importantes elementos cristianos y judíos. De manera que no es cierto que los musulmanes quieran matar a todos los cristianos y los judíos. Eso nunca ha sucedido en el mundo árabe, y esperemos no suceda nunca. Eso solo fue posible en Europa en contra de los judíos producto de sus propias ideologías nacionalistas, que progresivamente han colonizado las mentes del mundo árabe y causado desastre tras desastre. Mientras Europa perseguía a los judíos y a los cristianos disidentes del catolicismo, la esfera cultural del Islam que tenía el árabe como lengua culta los tenía como parte de su sistema de comunidades confesionales y de su vida en común, tanto cotidiana como artística y científica. Si hay grupos islámicos que interpretan erradamente el Corán, eso no justifica situar el problema en el Islam. Y si bien Hamás forma parte de aquellos grupos que interpretan el Corán de manera errónea, sin tomar en cuenta nada de lo que fue la civilización del Islam clásico, ese no es el motivo de su acción armada, sino la colonización israelí de Palestina. Hay en todo caso una sobre-demonización de Hamás, por el hecho de ser “islamistas” y “armados”, eso los convierte inmediatamente en terroristas, aunque lo que hagan sea resistir legítimamente a una ocupación. En ese sentido, tampoco es cierto, como hoy pretende instalar cierta propaganda mal intencionada, para desviar la atención del exterminio, que Hamás sea homofóbico y persiga a los gays. De partida, no existe en las subjetividades árabes la categoría de sexualidad. Esta es una categoría absolutamente europea [4]. Además, en relación a la resistencia armada, que es lo que se juzga como terrorista, los grupos que hoy hacen frente a los ataques israelíes son muchos más que Hamás, este último es el mayoritario, evidentemente, pero hay brigadas tanto del FPLP como de Al-Fatah y del Jihad Islámico. Si Hamás proclama la destrucción de Israel, como muchos de estos grupos lo hacen (es solo Al-Fatah el que ha reconocido a Israel), es porque proclama la destrucción del ocupante. No la expulsión y el exterminio de los judíos que viven allí. Eso nunca ha estado en el programa de un grupo palestino, estos siempre han proclamado solamente la destrucción de Israel en tanto ocupante, de hecho, la OLP desde su fundación manejó la tesis de un solo Estado. Sí en cambio está en los comienzos del sionismo el proyecto de expulsión y/o exterminio de los árabes de Palestina [5], para crear su hogar nacional allí en la forma excluyente de “el Estado de todos los judíos del mundo”, no el Estado de quienes viven allí.

Espero estas líneas hayan servido para aclarar que la cuestión de Palestina se trata de un problema de colonización y no de convivencia, ni menos de desconocimiento de las culturas.  
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Notas

[1] Sobre esto véase: Masalha, Nur. La expulsión de los palestinos: el concepto de “transferencia” en el pensamiento político sionista, 1882-1948. Buenos Aires: Editorial Canaán, 2008; Pappé, Ilan. La limpieza étnica de Palestina. Barcelona: Crítica, 2008.

[2] http://www.sefaraires.com.ar/pdf/066-SEFARaires-octubre2007.pdf Véase p. 2, Carta de Raúl Chami. 

[3] Y por efecto de este y su instalación colonial en Palestina, más el nacionalismo como efecto colonial europeo en los países árabes, produjeron una situación en la que estas comunidades judías se vieron, en algunos casos obligadas, en otros simplemente incentivadas, a emigrar al naciente Israel. Hoy son una minoría discriminada por la élite europea, al igual que los judíos africanos. 

[4] Véanse a este respecto Foucault, Michel. Historia de la sexualidad I- la voluntad de saber (Siglo XXI Editores, Argentina, 2002) y; Massad, Joseph. Desiring Arabs (University of Chicago Press, 2007). 

[5] Khalidi, Walid. “Plan Dalet: Master Plan for the Conquest of Palestine”, Journal of Palestine Studies, Vol. 18, No. 1.

domingo, 3 de agosto de 2014

La “moral” del soldado judío

Renuncio desde aquí a seguir razonando sobre estos argumentos. El lector de este blog debe ser lo suficientemente inteligente, y sobre todo humano, para juzgar por sí mismo.

Basta con ver la propaganda del ejército israelí, que se ve a sí mismo como protector de sus civiles y hace de los palestinos criminales que colocan a los suyos como escudos humanos, para así crear un problema moral a los muy humanitarios israelíes. Con un pueblo hacinado hasta extremos increíbles, lo que exige Israel es que los combatientes enemigos se coloquen frente a su fuego para matarlos a todos selectivamente, "con limpieza" y sin "daños colaterales".

Cuando se logra persuadir a un pueblo de su superioridad y de la inhumanidad de los otros, se acaba encanallándolo. Los grupos que se creen elegidos por un dios, o con un destino manifiesto, son capaces de todo. Sobre todo, de todo lo malo.

Y claro, ¿quién que no logre superar heroicamente las pasiones sentirá piedad por ellos, si encima es imposible separar a los canallas de los honestos?

"Matadlos a todos; Dios reconocerá a los suyos", es una frase que vale para los que aún creen en una justicia divina. A mí no me sirve. La justicia no se ejerce contra un colectivo, porque los criminales son personas concretas.

En este ciclo infernal, se concibe que en muchas ocasiones podamos alegrarnos del mal ajeno. Es un problema moral insoluble.

Un libro de Domenico Losurdo, "La cultura de la no violencia", lo deja claro. Losurdo comparte una tesis ya defendida por Alfonso Sastre según la cual si renegamos de la violencia de todo Estado es que negamos el Estado y si denunciamos la violencia de todos los movimientos y organizaciones no estatales estamos sólo condenando al más débil.

La no violencia extrema, demuestra Losurdo, puede ser la mayor violencia para los que la practican. El martirio es también violencia para el mártir, y recomendar sumisión para evitarlo también es fomentar la violencia.

Solamente queda asumir el hecho y tomar partido por lo que es justo. Y sin hacer por ello apología de ninguna violencia.

Espero poder tomar partido sin volverme un canalla.

"Israel usa armas para proteger a sus civiles, Hamas usa civiles para proteger sus armas"




























José Steinsleger


El llamado conflicto de Gaza suele agitar un confuso entrecruzamiento de prismas, datos, ángulos de mira, obsesiones, disciplinas (o relatos y lecturas, como se dice ahora) que sutilmente, abrumándonos con la inquietante presencia del sheriff Woody y el discurso del gran filósofo sionista Buzz Lightyear, busca remontarnos hasta el infinito… ¡y más allá!

Si el apotegma es válido, habrá que sopesar la cósmica energía de las mujeres de Gaza que nos interpelan, mirando al cielo con los brazos abiertos y las ropas empapadas con la sangre de sus hijos. ¿Verdades y mentiras? El comentarista se resiste a ensayar la cínica y serena imparcialidad de los que renuncian a fijar las verdades y mentiras de los hechos.

Hacia finales del siglo XIX, un pensador al que las razones de Occidente trastornaron sus facultades, dijo: No hay hechos. Sólo hay interpretaciones (Nietzsche). Cosa que neoliberalmente suena razonable, pues nos permite permanecer equidistantes (¿cómplices?) frente al drama de un pueblo que se niega a desaparecer bajo el fuego humanitario de los invasoras que ocupan su tierra desde 1948. El plural se justifica: sin el respaldo criminal de Estados Unidos y la Unión Europea, no existiría el enclave neocolonial llamado Israel.

¿Árabes versus judíos? ¿Hamas versus Netanyahu? Simplistas y reduccionistas, abstenerse. Porque así como las democracias occidentales fueron cómplices junto con Alemania nazi de la suerte de los judíos en Europa central, ningún Estado árabe se muestra hoy apurado en ayudar a Palestina. Con excepción de Irán, país islámico, pero no árabe que, cuando se llamaba Persia, salvó a los judíos en dos ocasiones: con Ciro II (Libro de Esdrás), y Jerjes I (Libro de Ester).

La Biblia guarda inconmensurable valor literario. No obstante, su valor historiográfico es nulo. Así es que en 2014… hechos. Por un lado, la entidad ultranacionalista inventada siglo y medio atrás por el sionismo. Por el otro, pueblos que para dicha o desdicha nacieron en Palestina, y que desde la publicación de Autoemancipación, del polaco Leo Pinsker (1882), y El Estado judío, del austrohúngaro Teodoro Herzl (1895), fueron maldecidos con dolosas interpretaciones del Antiguo Testamento.

Con esa moral, los soldados del ejército que se jacta de ser el más ético del mundo asesinan a bebés, mujeres y ancianos, destruyen escuelas y hospitales, disparan con artillería pesada, lanzan bombas de racimo y proyectiles revestidos con uranio enriquecido, y han convertido la venganza en un valor occidental aceptable (Gilad Atzmon).

En 2007, el diario Haaretz de Tel Aviv publicó un reportaje acerca de los soldados judíos que usan camisetas, gorras y sudaderas exaltando el asesinato de embarazadas palestinas. En el batallón Lavi, por ejemplo, un soldado mostraba en su camiseta a una joven palestina magullada, con el lema: Apuesto a que te han violado. En la brigada Givati, otro militar lucía en la suya el lema: Un disparo, dos muertes, inscrito bajo un dibujo de un punto de mira que apunta al vientre de una palestina embarazada vestida con la típica túnica islamita.

Al ser preguntado, el militar admitió con cinismo: Hay gente que cree que no está bien. Yo también lo creo, pero no significa nada. Nadie va a disparar a una mujer embarazada. Luego, en 2007, se hicieron camisetas con el lema Más pequeño, más difícil, en la que había el dibujo de un niño con la leyenda: Es un niño, así que tienes más problemas a nivel moral, y además el objetivo es más pequeño.

Otra de las camisetas fue encargada por una unidad de francotiradores, y llevaba el mote Mejor usa Durex, junto a un bebé palestino muerto con su oso de peluche al lado, y su madre llorando junto a él. Otra más mostraba la supuesta evolución de un niño palestino que crece hasta convertirse en miliciano. La leyenda rezaba: No importa cuándo comience. Le pondremos fin.

En el reportaje, los mandos de cada unidad afirmaron no tener control. Aseguran que ese tipo de prendas están prohibidas en ciertas unidades, pero son permitidas en otras. La oficina de relaciones públicas del Tsahal (Ejército de Defensa, sic) se justificó diciendo que si bien son de mal gusto (sic), se trata de “…ropas privadas, impresas en empresas privadas, a petición privada de los soldados que terminan los cursos”.

Millones de judíos del mundo que empiezan a sospechar adónde conducen tales métodos de impunidad y gratuita crueldad se atreven a pensar distinto. Sin embargo, raros son los judíos antisionistas (de izquierda o derecha) que cuestionan la naturaleza asesina del Estado de Israel. Algunos creen que la solución radica en los dos estados. Y otros esperan algo así como la paz sin vencedores y vencidos.

¿Y todo ese horror ilustrado para qué? Para mantener a salvo el económica y políticamente rentable antisemitismo y defender la inviabilidad de un despropósito: la identidad colectiva judía.