viernes, 14 de agosto de 2015

La contabilidad de la vida y el jardín imperfecto.

Si imperfecto significa inacabado, lo perfecto es lo acabado. Vista así, la vida humana se perfecciona con la muerte, que cierra el paréntesis que abre el nacimiento. Las religiones que dan a sus fieles esperanza en otra vida ultraterrena crean una expectativa bifurcada, muy bien captada en el célebre monólogo de Hamlet. Morir es dormir, pero ese sueño puede ser maravilloso u horrible. La creencia en dioses poderosos y buenos hace mantener una esperanza de prolongación beatífica si hemos sido justos.

Los arbitrarios y peligrosos dioses griegos dieron a Epicuro el motivo para desterrarlos de la mente, y con ellos la preocupación por otra problemática vida. Buda, ante la amenaza de una eterna reencarnación, pone la esperanza en el Nirvana, que cierra definitivamente el paréntesis. Las religiones monoteístas, en cambio, ofrecen la vida eterna.

Pero el curso entre paréntesis de la existencia se inscribe en un texto mucho más largo, que por ahora está sin cerrar. Y al margen de la vida personal que no se prolonga queda la vida de la obra de cada cual. Por eso, cuando se calcula y se compara lo que uno considera que le queda por hacer y lo que realmente cabe en el tiempo que probablemente le quede para ello, surge una inquietud y una frustración.

De ahí otra razón para el deseo de prolongar la vida: prolongar la obra hasta perfeccionarla. Pero lograr esa perfección es imposible para una mente activa e inquieta. Próximo a su fin, Menéndez Pelayo se lamentaba: ¡morirme ahora, cuando me quedaba tanto por leer!

Él pensaba en leer, que era su alimento y el de su obra.

En El País Semanal del pasado domingo, Luisgé Martín insistía en esta idea en un artículo titulado La contabilidad de la vida. Echa sus cuentas
Yo le dedico a la lectura unas dos horas diarias de media. Eso quiere decir que, haciendo una ponderación intermedia de tamaños, aún podré leer antes de morirme 2.000 libros. En las estanterías de mi casa –los tengo inventariados– hay en este momento 770 obras pendientes de lectura. Cada año ingreso de promedio, según mi registro, alrededor de 130 títulos nuevos, lo que supone que de aquí a mi fallecimiento el catálogo se habrá engordado hasta los 4.300. La cuenta, por lo tanto, es fácil: 4.300 menos 2.000. Es decir, habrá 2.300 libros (no sé en qué proporción encuadernados o digitales) que quedarán sin abrir. Palabras mudas.
"Una media de dos horas de lectura diarias permitirían acabar 2.000 libros..."

















Cuando hace dos cursos "pasé a la reserva", yo también eché mis cuentas, y entonces me conformaba con dar a la luz, en estos años jubilares, algo de mis obras mejores o peores, en mi primera profesión como arquitecto o en la segunda como profesor. Bien es cierto que en ambos casos algo habrá quedado. Media docena de edificios que no me dan vergüenza (algunos sólo de papel), una tesis, publicaciones en revistas que se archivan sin leer, libros de texto que dejarán poca huella en nuestra universidad, en la que los recortes sucesivos (Bolonia y antes) dejaron escuálida mi área de conocimiento.

Incluso abrigué la idea de viajar a otro país en que esta labor no se perdiera. Luego me conformé con este blog. Con cuentagotas voy dejando en él algunas cosas, pero los "daños colaterales" de la etiqueta crecen muy lentamente, y los años pasan...

Es entonces cuando me encuentro esta reflexión consoladora de Jorge Riechmann en su blog que con sinceridad encomiable titula Tratar de comprender, tratar de ayudar. ¡Qué menos!:


Un jardín imperfecto

Debo una muerte a la naturaleza, decía Freud, hablando por cada uno de nosotros y nosotras. Difunto viene del latín defunctus, participio del verbo defungi: cumplir, pagar lo debido. El difunto es, etimológicamente, quien ha saldado su deuda. 
Montaigne –Miguel de Montaña lo llamaban nuestros tatarabuelos–, en esa impresionante meditación sobre la muerte que hila en el capítulo 20 del libro primero de sus Ensayos, emplea esta imagen: hagamos cosas, concibamos proyectos y prolonguemos en lo posible –no a cualquier precio— una vita activapero que la mort me trouve plantant mes choux –mais nonchalant d’elle, et encore plus de mon jardín imparfait (“que la muerte me encuentre plantando mis coles, pero despreocupado de ella, y aún más de mi inacabado huerto”). Con las herramientas en la mano, pero desapegado de ellas; consciente de que el huerto quedará inacabado –en muchas ocasiones otros seguirán cuidándolo–; y alegre por haber sabido construir, en el breve plazo de la vida humana, un jardín imperfecto.
Mientras pueda, seguiré con las herramientas en la mano. Sin pausa, pero también sin prisa. Llegaré hasta donde pueda.

Tzvetan Todorov, director de investigaciones del CNRS y autor, entre otras obras, de Crítica de la crítica y Las morales de la historia, da el título de "El jardín imperfecto" a otra de sus obras. Encuentro de ella esta reseña:
Hace ya dos siglos que el hombre moderno ha conquistado su libertad: la libertad de escoger sus propias normas y de conocer el mundo sin preocuparse demasiado por aquello que dijeron los antiguos. Pero ¿acaso no habrá que pagar un precio por esta libertad? Y si el hombre moderno quiere conservarla, ¿acaso no deberá renunciar a ciertos valores comunes, a la vida en sociedad, a su yo coherente y responsable? Entonces, ¿qué hacer? Varias estrategias se han adoptado frente a esta cruel alternativa. La de los humanistas consiste en conservar esa preciosa libertad sin abandonar, por otra parte, los valores, la sociedad y el yo. Ése es, por lo menos, su parecer, el que expone este libro basándose en el pensamiento de los grandes humanistas franceses, de Montaigne a Constant pasando por Rousseau. En el fondo, la existencia humana se parece mucho a ese «jardín imperfecto» del que habla Montaigne: ni enteramente determinado por las fuerzas que lo producen, ni infinitamente maleable por la voluntad de los poderosos. Ese lugar, en fin, en el que aprendemos a fabricar lo eterno a partir de lo fugitivo. Allí donde el azar del reencuentro se transforma en necesidad vital.
Que resuene algo a partir de lo fugitivo. Sembrad, que algo quedará.

lunes, 10 de agosto de 2015

Dominación

Eliminar a los no productivos, después de extraerles todo el producto posible (no antes, desde luego), es una apuesta bastante racional. A fin de cuentas, ¿cómo funciona una explotación ganadera?

Pero lo que se hace indisimuladamente con los animales, no es tan fácil cuando el explotado forma parte con el explotador de una misma comunidad de comunicación. Entonces hay dos caminos: la persuasión y la fuerza bruta. Ambas cosas reguladas por la correlación de fuerzas (que también es de debilidades, como precisó Vázquez Montalbán).

Siempre que sea posible, una sociedad funcionará por consenso entre las partes. Si esto fracasa, queda la fuerza bruta. Si el oprimido resiste, hay que demostrarle que "no tiene alternativa". La fuerza como referencia más o menos velada de la persuasión. La represalia que centuplica el acto del rebelde es un caso extremo (se sabe que la practicaron los nazis, pero es muy anterior y también muy posterior), coloca al combatiente ante un dilema moral: ¿seré yo el culpable de ella?

Los guerreros de cuerno duro ni se lo plantean. Para los demás queda la vieja pregunta: ¿Qué hacer?

(Es de muy mala baba sostener que el trabajo del esclavo lo hace libre. "El trabajo hace libre". Pero ¿a quién?)






La Jornada

En todo tiempo ha sido importante conocer los modos en que dominan las clases dominantes. Buena parte del pensamiento anti-sistémico, en sus más diversas vertientes, ha estado dedicado a la comprensión de esos modos, en particular en los periodos de cambio y viraje, cuando los de arriba crean nuevas formas de opresión, en ocasiones brutales, las más de las veces sutiles e invisibles.

El historiador catalán Josep Fontana publicó semanas atrás un removedor artículo titulado La lógica del campo de concentración (Sinpermiso, 19 de julio de 2015), en el que afirma que Grecia se ha convertido en un campo de concentración donde los trabajadores no tienen derechos y además tendrán pensiones miserables, que es el modo de eliminar a los que ya no son productivos.

Fontana es uno de los más respetados historiadores vivos, de vasta producción y sólida formación marxis­ta. No es una persona que acostumbre agitar sin fundamento. En su breve artículo (que merece la mayor difusión) y con base en los más recientes trabajos sobre los campos, sostiene que no eran –solamente– lugares de exterminio, sino organizaciones industriales gestionadas con criterios económicos peculiares, pero muy racionales, para obtener los máximos beneficios.

Dice que hasta la propia aniquilación de los judíos fue pensada con criterios de rentabilidad, forzados los prisioneros a trabajar hasta el agotamiento y la muerte en la construcción de carreteras, minas de carbón, granjas y hasta en la fábrica de caucho sintético de IG Farben.

Para Fontana, es importante pensar en las semejanzas que hay entre la lógica de los campos de concentración y las políticas de austeridad que nos imponen, ya que los fundamentos son los mismos: reducir al mínimo los costes del trabajo y eliminar a quienes no producen. Suena muy fuerte, pero es una invitación a reflexionar sobre el mundo en que vivimos, algo que nos resulta urgente en América Latina.

Giorgio Agamben, en Homo sacer (Pre-Textos, 1998), advierte: El campo de concentración y no la ciudad es hoy el paradigma político de Occidente (p. 230). Dice más: Desde los campos de concentración no hay retorno posible a la política clásica (p. 238). Llega a esa conclusión a través del concepto de nuda vida, vida desnuda, desprovista de derechos reales, carne sin más, indistinción entre derecho y hecho, norma y vida biológica.

Nos dice Agamben que hoy la dominación consiste en que nuestras vidas han sido despojadas de toda cualidad humana, como si los seres humanos hubiéramos sido reducidos a vegetales o carne animal.

No se trata de pensar el campo de concentración como espacio cercado de alambradas y torres de vigilancia, sino como mecanismo más sutil (a veces), que reduce nuestras vidas a un mero ir y venir desde el trabajo (casi esclavo) al consumo (ambos en espacios hipervigilados con cámaras). Vida biológica, donde a los sujetos les han quitado la menor posibilidad de regular sus tiempos de trabajo y de reproducción. Heteronomía en estado puro, como ya sucede en la maquila, pero en realidad en todos los espacios y tiempos de la vida cotidiana. Dominación de tiempo completo. Por eso Agamben señala que la vida desnuda, nacida en los grandes estados totalitarios del siglo XX, es hoy la vida normal.

Llegados a este punto, debemos preguntarnos: ¿cómo se hace política en estas condiciones? ¿Cómo se trabaja para la emancipación? La respuesta más acertada es que no sabemos, que tenemos que aprender, reflexionar, probar. Desconfiar de quien tiene ya la respuesta preparada.

La pregunta decisiva: ¿qué izquierda, qué tipo de movimientos, para una realidad de dominación y control de este tipo?

La experiencia reciente de Grecia puede ser un buen comienzo. Decir que Tsipras es un traidor es el peor camino, porque sugiere que todo consiste en poner a otro en su lugar para resolver el dilema. Cuando el problema es, precisamente, que cualquiera que ocupe ese lugar no puede hacer otra cosa. En términos del campo, el que ocupa esos cargos no puede sino hacer el papel de guardián. O lo aniquilan.

A partir de estas consideraciones, para quienes seguimos empeñados en la resistencia y la emancipación parece necesario reflexionar en dos direcciones.

La primera es poder discernir sobre las distintas modalidades que va asumiendo el paradigma del campo de concentración en nuestras sociedades, cómo se manifiesta, cuáles son las alambradas inmateriales que nos cercan, quiénes son los guardianes, dónde están los barracones, y así hasta tener un panorama claro.

Es tarea central, que nos permitirá situarnos dónde estamos, observar qué características tiene la dominación, pero también cuáles son sus puntos débiles. En principio, y salvo demostración contraria, las instituciones estatales deben ser consideradas parte del dispositivo campo.

La segunda es comenzar a construir un tipo de organización para operar dentro del campo, con la perspectiva de escapar y, en algún momento, destruirlo. Hasta ahora la mayor parte de las organizaciones, partidos de izquierda y movimientos populares han actuado más como guardianes que como organizadores de fugas, aun no siendo conscientes de ello.

Serán necesarias organizaciones capaces de construir espacios seguros fuera del control de los poderosos (James Scott), donde sea posible organizar fugas y otras acciones. Ya no estamos en la era fabril (disciplina en espacios cerrados), cuando la opresión se concentraba en el taller, donde burlaban el control de los capataces. Lo mismo vale para las mujeres, que siempre crearon espacios de libertad en la opresión. “La biopolítica –escribe Agamben– hace vano cualquier intento de fundar las libertades políticas en los derechos del ciudadano” (p. 231).

Para recorrer este camino no hay manuales. La experiencia histórica, la de los esclavos y los indios, puede servirnos de inspiración. La comunidad y el quilombo parecen referencias ineludibles. Lo demás deberá ser improvisado. Salvo la ética y el deseo de libertad.

¿Desmontamos un poco más a "El País"?

Pues sí, después de la entrada anterior, me apetece desempolvar algunos artículos del año pasado, en los que demuestra un poco más su militancia otánica y tal.

La ocasión es de más actualidad, cuando analizamos estos editoriales a la luz de la vergonzosa entrega definitiva de la base de Morón. Estos artículos cobran así su dimensión de "preparación artillera" para "ablandar las resistencias del enemigo", que aunque no lo sepan bien, son precisamente sus lectores.

¡No os lo perdáis! Lo he leído, lo he leído: la presencia de tantos marines es una oportunidad para crear puestos de trabajo (especialmente en barras americanas y similares: ¡mocitas, estáis invitadas!)





No nos dejen aislados

El Gobierno debe explicar cuanto antes qué aporta al esfuerzo global contra el yihadismo


Más compromiso

Gran coalición mundial contra el yihadismo. España opta equivocadamente por un perfil bajo

El País ¡que país!

Un artículo, o editorial firmado, o lo que pueda ser en tal contexto, estando como está entre los editoriales sin firma con los que se hermana, ha llamado hoy mi atención. Parece lamentar la pérdida de prestigio del que toma como el mejor mito fundacional de este país (y, claro, también de "este País"). Su título así lo indica: La Transición, epopeya agrietada

Y aclara inmediatamente:
España ha tenido serias dificultades para encontrar una empresa heroica que sirviera de cimiento a la nación. Hay una que podría servir, pero que está en crisis: la construcción de un régimen constitucional tras la dictadura franquista.
Así, apuesta claramente por la tesis de los "mitos fundacionales", narraciones construidas a posteriori, justamente para construir y consolidar los estados-nación. Un hecho histórico o legendario, real o inventado, comúnmente exagerado e idealizado, pero sobre el que, como dice el autor, "mientras la narración resulte verosímil y facilite la convivencia, las complejidades de lo ocurrido no traspasan las fronteras de los debates académicos". Buen pragmatista el que así escribe (o el "así" que escribe).

En España, construcciones como la lucha contra Napoleón o la conquista de América no han sido suficientes para galvanizar las almas patrióticas. De ahí la utilización de la "Transición desde el franquismo a la democracia" y la exaltación de los "valores democráticos" como un intento, que ahora comienza a fallar, de crear un patriotismo constitucional concepto este propugnado, defendido y difundido, con ciertas semejanzas situacionales, por Jürgen Habermas.

Pero claro, esto sería posible si los hechos crueles y los artículos de papel mojado (los mejores artículos) de la constitución actual se correspondieran de alguna forma. Por eso precisamente ya no convence esta proclamación de valores. 

“Ustedes hagan la ley, que yo haré el reglamento”, dijo una vez el conde de Romanones. "Haced la constitución, que yo la pilotaré y haré las leyes" debieron decir los franquistas reconvertidos. Y empezaron por la mismísima ley electoral. No faltaron, desde luego, complicidades entre los glorificados "padres de la patria", algunos de ellos, además, notables representantes del régimen anterior.

Pero no doy este brochacillo para repetir (aunque ya lo haya hecho) cosas bien sabidas. Sólo pretendo destacar cómo este pragmatista defiende sus propias verdades. Está muy claro quién tuerce los hechos.

¿Cómo se pueden ironizar así tantos hechos comprobados, caricaturizados por el catedrático plumífero de servicio, (verdad no tan objetiva: hoy la pluma se usa poco para escribir) presentándolos como exageraciones y falsedades? Y yo, como decía Fraga Iribarne, "no tengo nada más que añadir".

Efectivamente, la fachada se cae a pedazos.



(...)

El acuerdo sobre ese marco histórico se ha deteriorado de manera muy rápida conforme se agrandaba la crisis de legitimidad del sistema político español. La Transición lleva camino de ser, más que un momento fundacional compartido, una bandera melancólica de la generación que la hizo. Algunos historiadores han puesto de relieve las exageraciones en que incurrieron sus apologistas, pero las fuentes de ese deterioro proceden sobre todo del ámbito político. En primer lugar, la reivindicación de la llamada memoria histórica por quienes tuercen los hechos y ven en el pacto democrático una traición a los derrotados de la guerra, que no se atrevió a depurar responsabilidades por los crímenes de la dictadura y se limitó a aprobar una amnésica amnistía. Según los ensayos más militantes, ese defecto denotaba la tutela de la joven democracia por los sectores autoritarios, con lo que la alabada Constitución de 1978 era una forma de sobrevivir para los poderes tradicionales; y Juan Carlos I, poco más que el sucesor de Franco a título de rey. A la vez, se construía un mito alternativo, que idealiza la Segunda República y transforma a los combatientes del bando republicano en la Guerra Civil —también a los más aguerridos anarquistas o estalinistas— en demócratas sin tacha. Los recientes escándalos de corrupción han apuntalado la discutible idea de que en los años setenta se conformó un régimen podrido que hay que derruir, mientras se venía abajo el juancarlismo que arropaba a la Monarquía. Ni siquiera el horizonte europeo conserva ya su atractivo.

(...)

P. S.: la nostalgia que destila no la superaría ni el ABC en sus mejores tiempos.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Insostenible pero eterno

Paradoja. De la instantaneidad a la eternidad hay un corto trecho, el mismo que separa lo infinitamente rápido de lo inmóvil, lo infinitamente pequeño de lo infinitamente grande, lo infinitamente lejano de lo "infinitamente cercano". ¿Puede concebirse lo infinitamente cercano? ¿cercano a qué? El lenguaje lo permite, y la imaginación lo acompaña siempre. Lo que podemos decir lo podemos imaginar.

Pero esos significantes extremos carecen propiamente de significado tangible. De hecho los eliminamos, salvo como concepto, de nuestras vidas. Son, nada más, un límite para el pensamiento.

En medio de estos extremos (in)imaginables está la realidad sensible, única a la que directamente, o por medios de observación interpuestos, podemos acceder. Nunca alejándonos demasiado (pero ¿qué es "demasiado"?).

La demasía se ha instalado en nuestra manera de vivir. A la velocidad de la luz viajan las órdenes de los que controlan vidas y haciendas. Con ello la instantaneidad se apodera de la Historia. Y la sensación de tiempo se vuelve absurda. A partir de ahí solidificamos el instante, y ya estamos instalados en la ilusoria eternidad.

En el tiempo suspendido, el instante es eterno.


Tanatocapitalismo

De que "esto se acaba" no me cabe duda. No hay vuelta atrás. Aunque muchos se aferren a "desempolvar los viejos ídolos". En otro momento reflexionaba yo sobre la viscosidad de los cambios, sobre todo de los cambios de mentalidad, a duras penas capaces de seguir a los hechos consumados cuando se aceleran las transformaciones.

El ejemplo de la dinámica de los fluidos muestra cómo la aceleración del movimiento torna en turbulento un régimen laminar, ordenado. Cuando un régimen se vuelve caótico la incertidumbre sobre lo que ocurrirá después hace imprevisible el futuro.

Claro que es entonces cuando cobran importancia las pequeñas (o no tan pequeñas) decisiones de cada uno, y no digamos las que sinérgicamente tomemos entre todos. Ahí es donde cobraría importancia el logro de la "comunidad universal de diálogo", ideal y esperanza de filósofos como Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas, para el que es la base deliberante objetiva de una más que deseable democracia participativa.

A esta comunidad universal de comunicación aspira idealmente (y en parte, sólo en parte, la realiza) la comunidad científica. La realizará sólo en la medida de que el diálogo se dé entre iguales. Extenderla a los organismos que toman las grandes decisiones, de modo que las presida una auténtica razón práctica universalmente compartida, sería fundamental, sobre todo en estas situaciones críticas.

Vemos que no es así: el intento griego de reconducir racionalmente el tratamiento de su deuda ha chocado brutalmente con la desigualdad de partida de las situaciones de los que negociaban. La comunidad real de negociación no era nada análogo a la comunidad ideal de comunicación. Al menos, las escamas (las legañas cegadoras) caen de los ojos cándidos de los que pretendían convencer para vencer. Y esperemos que de las de muchos más, que son los que, por compartir posiciones iguales, podrán constituirse en comunidad deliberante.

Y es que, como la amistad, la democracia basada en una comunidad de comunicación sólo se puede dar entre iguales.

El análisis biempensante de la comunidad ideal de Habermas, inmerso como estaba en la sociedad del bienestar que se ha desvanecido, habrá que trasladarlo al interior de las comunidades reales. Para eso habrá que volver al análisis de clase (¿otro viejo ídolo a desempolvar?), construyendo (deliberada y deliberativamente: ¿cómo si no?) la clase para sí de los humanos igualados, otra vez, y cada vez más, por el infortunio.

Y en esas estamos. Algunos. Hacen falta más.






Socialismo 21

Todo lo que nos venga de arriba a abajo y nos incite a sustituir nuestra participación y nuestro protagonismo por el voto, está abocado a la frustración (que para muchos adquirirá la forma de “traición”). Tsipras es una tan inmejorable como patética muestra de ello.

Son necesarios sujetos activos que generen democracia directa, democracia económica, democracia social, sin delegar la propia emancipación a otros


El avance del capitalismo alberga un consustancial proceso de automatización productiva, el cual entraña dos dramáticas consecuencias. Una es la sobreacumulación de capital (exceso de maquinaria o de tecnología en relación al valor, traducido en ganancia, que se genera). Esta es la clave de la inclinación recurrente de este sistema a la crisis. La otra implicación atañe a la disolución de la relación salarial, esto es, el agudo declive del empleo.

Ante esta disyuntiva quedarían en principio dos caminos. Bien, bajo una intensa presión social, se reparte el trabajo al tiempo que se mantiene el salario; donde el salario directo (nómina) estaría cada vez más compensado por el indirecto (servicios sociales) y el diferido (pensiones de jubilación), a partir de una redistribución del valor agregado o de la riqueza social total generada (aquí tendría también cabida una renta básica universal). O bien se acelera la destrucción de empleo y la miseria general de la sociedad.

En cualquiera de los dos casos el modo de producción capitalista es puesto en cuestión y podría dar paso a otro modo de producción. En el primero porque se ve obligado a realizar reformas no-reformistas, que van empoderando a la población. En el segundo porque sin relación salarial muy difícilmente podremos seguir hablando de “capitalismo”.

Pero las consecuencias de esta segunda opción son desastrosas. Lo que ahora se define como “desempleo estructural” es en realidad un desempleo permanente (camuflado a menudo de contratación basura, autoempleo o “emprendedurismo”) e inseguridad laboral, acompañado por tanto de inseguridad de ingresos, de vivienda, de bienes de consumo, etc., para la mayor parte de la sociedad. Es decir, el fin de todo lo relacionado con la seguridad social.

Todo esto tiene otro correlato: la creciente brutalización laboral para quienes de una u otra forma se enganchen, todavía, a la relación salarial. El despotismo patronal no podrá sino aumentar según aumente el ya de por sí ingente ejército laboral de reserva mundial.

Así pues, una y otra de las dramáticas consecuencias a que aludimos al principio conducen probablemente al colapso del modo de producción capitalista, que además pierde su base energética vital para poder reproducrise. Dicho de otra manera, el capitalismo se está agotando a sí mismo. Por eso cada vez más el capital vuelve a su forma dinero (de ahí lafinanciarización de la economía), fuera de la producción. Señal inequívoca de la involución que arrastra este sistema, que marca justo el proceso contrario al de su nacimiento y desarrollo (cuando el dinero se fue convirtiendo en capital).

Hasta ahora la última Gran Crisis capitalista que arrastramos desde los años 70-80, ha sido desviada o aplazada en virtud de diferentes medidas que han funcionado como “fusibles” impidiendo que los cortocircuitos sectoriales destruyeran o hicieran excesivo daño al sistema: se combatió a los principales sindicatos o bien se llevó a cabo su destrucción o cooptación para impedir que incidieran en el mercado laboral y en el ámbito social; se adoptaron políticas monetarias y de tipo financiero (reemplazando el ingreso salarial por un acceso fácil al crédito) y políticas presupuestarias (austeridad-deflación para proteger a los acreedores rentistas); la Reserva Federal estadounidense y los Bancos Centrales de Inglaterra, Japón y finalmente la UE, han venido literalmente inventando dinero sin ningún respaldo material, con la intención de restablecer parte de los activos que se volatilizaron.

Sin embargo, todo ello ha terminado por generar una economía ficticia (burbujas, especulaciones, derivados, macro-obras, eclosión de mafias…) que muestra la extenuación de tales medidas y la imposibilidad de prolongar el funcionamiento capitalista de forma “normal”, dado que las tres categorías fundamentales del capitalismo, el trabajo, el valor y el capital, han entrado en crisis permanente.

En su degeneración final el sistema muta hacia un tanatocapitalismo. Esto es, un capitalismo terminal, eminentemente despótico, basado en necropolíticas que tienen por objetivo el descuartizamiento de lo social y la eugenesia poblacional (multiplicando los “estados de excepción”, de “exclusión” y de “asedio”); antes de desembocar en otros modos de producción.

Por eso, la Guerra de clase, económica o militar, se va convirtiendo en la principal forma de regulación del sistema a escala tanto estatal como global. El patrocinio del terrorismo es estrategia de combate en auge entre las elites mundiales.

Testimonia esto el golpe en Ucrania (y posiblemente pronto en Transnistria) para acosar más a Rusia, la ofensiva de fondo contra China, la guerra sucia a Siria, el descuartizamiento de Estados como Irak, Libia, Somalia, Yugoslavia, Afganistán, muy pronto Nigeria, Mali, etc., la “nueva” estrategia del Pentágono para forzar las negociaciones para el TTIP y hacer que la población europea tenga que tragarse las espantosas condiciones adjuntas.

Y ahora Grecia.

El aplastamiento de este país, la masacre de esa sociedad, es un claro indicador de los procesos apuntados: ya no hay posibilidades de regeneración económica ni de crecimiento, y por tanto ya no hay espacio para la democracia.

La UE se fagocita a sí misma. Dentro de ella hace tiempo que el país más poderoso, Alemania, no tiene en términos territoriales la correspondencia de su poderío económico. Para intentar compensarlo, su clase capitalista desató una política expansiva en el cuarto final del siglo XIX y dos Guerras contra Europa que se hicieron “Mundiales”. 100 años después de la primera, vuelve a destrozar al Viejo Continente, ahora bajo un supuesto proyecto común, la UE, que en realidad es la Gran Alemania. Su Guerra contra Grecia hace imposible concebir mayor desprecio a las poblaciones, a la democracia y a la Vida.

Pero no se detendrá en Grecia. Pronto vendrá contra nosotros.

En el actual capitalismo postdemocrático es sumamente importante, por tanto, para las formas organizadas de la conciencia social emancipadora darse cuenta de esto y ajustar las estrategias políticas y los proyectos sociales. El capitalismo “amable”, regulado, keynesiano, no volverá.

Por eso, creer en opciones electorales que hablen de “regenerar” el capitalismo o de una salida por la izquierda dentro del capitalismo, no lleva muy lejos. Tampoco seguir a líderes que dicen tener las recetas que nos sacarán de la crisis y de la indignidad. Por el contrario, las posibilidades están en la construcción de fuerzas sociales desde las mismas raíces de la sociedad en la preparación del postcapitalismo, para ir activando pasos sin marcha atrás en su disolución. Sujetos activos que generen democracia directa, democracia económica, democracia social, sin delegar la propia emancipación a otros. Todo lo que nos venga de arriba a abajo y nos incite a sustituir nuestra participación y nuestro protagonismo por el voto, está abocado a la frustración (que para muchos adquirirá la forma de “traición”). Tsipras es una tan inmejorable como patética muestra de ello.

domingo, 2 de agosto de 2015

Un rescate diseñado para fracasar

Esta entrevista que Claudi Pérez ha realizado a Yanis Varoufakis la publica hoy mismo El País. El entrevistador recoge en un recuadro algunos comentarios más del entrevistado:
Preguntado por las declaraciones en las que Mariano Rajoy sugiere que otros países pueden tomar la misma deriva que Grecia si ganan peso opciones similares a Syriza, Varoufakis apunta que el país heleno “se ha convertido en una especie de pelota de fútbol para los políticos de derechas, que insisten en asustar con Grecia a la población”. 
“Los españoles tienen que mirar su situación económica y social y sobre eso valorar qué es lo que su país necesita independientemente de lo que pase en Grecia o donde sea. 
El peligro de convertirse en Grecia siempre sigue ahí y se hará real si siguen repitiendo los mismos errores que se impusieron en Grecia”, dice el exministro. “Castigar el orgullo de un país para atemorizar a otros no es la idea de Europa por la que lucharon Felipe González, Valéry Giscard d’Estaing o Helmut Schmidt. Tenenos que recuperar el significado de ser europeo, encontrar maneras para recrear el sueño de combinar prosperidad con democracia”. 
Varoufakis no cree que Podemos haya perjudicado a su Gobierno: “Nunca diría que Podemos ha sido un problema para nosotros. Puede haber intensificado el proceso. Pero sin Podemos, Europa habría usado la misma estrategia del miedo”.
Y estas ideas básicas:
"El 'plan Schäuble' es imponer la troika en todas partes. Sobre todo, en París"
"En Bruselas nunca hubo interés en un pacto mutuamente beneficioso"
"Lo ocurrido es un golpe de Estado: la asfixia de un país a través de restricciones de liquidez"
Se me ocurren varias reflexiones:

  • Me asombra (bueno, es un asombro retórico, porque estas cosas se cuentan para"embolicar" a los idiotas que miran el dedo cuando señala la luna) que se de importancia a las fotos de Paris Match. Que alguien cene en su casa con toda normalidad ¿da una imagen insólita de opulencia?
  • Parece admitirse que "las instituciones se sienten ofendidas" por el "lenguaje agresivo" de Tsipras o Varoufakis. ¿Desde cuándo los paquidermos tienen la piel tan fina?
  • También se dice que "las instituciones se equivocan". Visto el callejón sin salida de la vuelta keynesiana al crecimiento ¿seguro que se equivocan? ¿no están más bien aprovechando los últimos días de Sodoma?
  • Como suele ocurrir, las pugnas "menores" entre países que aspiran al dominio sobre los otros (y el caso de Alemania es de una tozudez en cierto modo admirable) conducen a la ruina de todos
  • Como decía el Manifiesto Comunista, encontramos, a gran escala, pero también en lo menudo, a "opresores y oprimidos, siempre frente a frente, enfrentados en una lucha ininterrumpida, unas veces encubierta, y otras franca y directa, en una lucha que conduce siempre, a la transformación revolucionaria de la sociedad o al exterminio de ambas clases beligerantes".
  • Pues eso. A la ruina, al exterminio, cantando disciplinadamente a coro.


“El tercer rescate de Grecia está diseñado para fracasar”

El exministro de Finanzas opina que España corre el riesgo de acabar igual que su país


“El despotismo sádico de la ideología dominante”. “La lectura moral de esta crisis”. “El abrazo mortal de la deuda”. Yanis Varoufakis (Atenas, 1961) recibe a EL PAÍS en su céntrica casa de la capital griega, con su famosa moto aparcada en la esquina. En las distancias cortas, el ya exministro se muestra amable y desenvuelto. Acerca al periodista una taza de café, se sirve otra y al asomar la grabadora demuestra por qué se le considera una de las lenguas más afiladas de la izquierda europea. 45 minutos después, duele dejar fuera de este texto un puñado de frases como las que sirven para arrancar el párrafo.

De su cabeza perfectamente rasurada no dejan de brotar ideas y alguna que otra contradicción. El tercer rescate a Grecia, vaticina, no va a funcionar; “está diseñado para fracasar” y es el punto final a una especie de “golpe de Estado” de los acreedores. Berlín tiene un plan para llevar a la troika hasta París, “el premio gordo”. Y la Europa que atemoriza con la salida de Grecia del euro, sostiene, va camino de convertirse en una idea siniestra, con fuertes dosis de prejuicios morales y un pésimo diagnóstico de la crisis que ha llevado a recetar políticas profundamente equivocadas una y otra vez.

Pregunta. Dejó el ministerio hace poco. ¿Cómo es su día a día?

Respuesta. Los periodistas sospechan que estoy desanimado, pero no entré en política para hacer carrera. Entré para intentar cambiar las cosas. Y hay que pagar un precio por tratar de hacerlo.

P. ¿Cuál es ese precio?

R. El desdén, el profundo odio del establishment. Si uno llega a la política sin querer hacer carrera acaba metiéndose en problemas.

P. ¿Tiene la sensación de haber logrado cambiar las cosas?

R. Por supuesto. ¿Por qué si no ha venido usted a verme? El Gobierno griego fue elegido para negociar duro, con argumentos que no eran aceptables para la eurozona. El mandato de Syriza era claro: conseguir un pacto con Europa con la idea de decirles a los socios que no podían seguir ahogando a Grecia de esa forma inhumana. Los griegos nos lanzamos con una fuerza imparable contra un Eurogrupo con una lógica inamovible e irracional. El resultado ha sido un montón de ruido. Y espero que también algo de luz.

P. En su último libro, Economía sin corbata, le explica la crisis a su hija. Con el tercer rescate, Grecia seguirá bajo tutela de la extroika hasta mediados de siglo; hasta que su hija tenga más o menos su edad. ¿Cómo lleva eso?

R. Se equivoca. No es la antigua troika: la troika ha vuelto.

P. ¿Y qué le parece que los hombres de negro vayan a seguir en Atenas hasta que sus nietos sean adultos?

R. No lo harán. El acuerdo no tiene futuro. Se basa en proseguir con la farsa de la patada hacia adelante: prorrogar la crisis con nuevos préstamos insostenibles, y fingir que eso resuelve el problema.

P. ¿Qué espera entonces de los próximos meses? ¿Nada bueno?

R. El tercer rescate está diseñado para fracasar. Seamos sinceros: el ministro alemán, Wolfgang Schäuble, nunca estuvo interesado en pactar nada que pueda funcionar. Su plan es rediseñar la eurozona: parte de ese rediseño es echar a Grecia. Creo que está completamente equivocado, pero tiene mucho poder. Una de las falacias de estos días es presentar el pacto entre Atenas y los acreedores como una alternativa al plan de Schäuble. No es así: el acuerdo es parte del plan de Schäuble.

P. ¿Da por seguro el Grexit?

R. Ojalá no sea así. Pero habrá mucho ruido, retrasos, incumplimiento de objetivos, más recesión, problemas políticos. Cuando llegue el momento se verá si Europa quiere o no seguir adelante con el programa de Schäuble.

P. Berlín acaba de sugerir un plan para aplicar las reglas del euro aún con más dureza.

R. Schäuble quiere dejar de lado a la Comisión y crear una especie de autoridad fiscal con capacidad para echar abajo los presupuestos nacionales, incluso en países que no estén bajo programa. Es como poner a todos los socios bajo programa. El plan Schäuble es imponer la troika en todas partes. En Madrid y en Roma. Pero especialmente en París.

P. ¿París?

R. París es el premio gordo, el destino final de la troika. El Grexit se usará para crear el miedo necesario en Madrid, Roma y París.

P. ¿Sacrificar Grecia para cambiar la fisonomía de Europa?

R. Es una demostración: esto es lo que pasa si no os sometéis a la troika. Lo ocurrido en Grecia es un golpe de Estado: la asfixia de un país a través de restricciones de liquidez. En Bruselas nunca hubo interés por ofrecer un pacto mutuamente beneficioso. Las ayudas no llegaban; había que hacer frente a continuos pagos al FMI y al BCE, y al final nos quedamos sin dinero. Luego nos dieron un ultimátum y nos vimos obligados a cerrar los bancos. El resultado es el mismo que haber derrocado a un Gobierno o haberle forzado a derrocarse a sí mismo.

P. ¿En qué lugar queda Europa en ese relato?

R. Nadie puede ser libre si una sola persona está esclavizada: esa es la paradoja de Hegel. España y los demás socios no pueden prosperar, ser libres o cuidar de su soberanía y sus democracias si se impide a otro socio la prosperidad, la soberanía o la democracia.

P. Nadie discute que la austeridad era excesiva ni la necesidad de reestructurar la deuda: se discute su estrategia negociadora.

R. Nada de lo relacionado con la austeridad y el alivio de la deuda era indiscutible en enero: es indiscutible ahora, porque pusimos ese debate sobre la mesa. A todos los que me dicen que hemos fracasado, les diría que hemos logrado abrir un debate no solo sobre Grecia, sino sobre Europa, que vale su peso en oro.

P. ¿Le satisface el resultado?

R. El euro estaba mal diseñado, como se vio tras el colapso de Lehman. Desde entonces, Europa vive en estado de negación y ha hecho lo contrario de lo que debía. Un país como Grecia, con apenas el 2% del PIB europeo, eligió a un Gobierno que ha puesto sobre la mesa asuntos cruciales; tras seis meses de lucha hemos perdido la batalla. Pero ganamos la guerra: hemos cambiado el debate.

P. ¿Entonces le basta con eso?

R. Por supuesto. No puedo cuantificar ese resultado; no puedo decirle cuántos miles de millones vale transformar el debate. Pero hay cosas que se miden por su valor, no solo por su precio.

P. Usted tenía un plan B: una moneda paralela dentro del euro. ¿Aún puede activarse?

R. Vamos a separar dos cosas. Había un esquema, denominado plan X, un plan de contingencia para responder a los actos de agresión por parte del BCE, el Eurogrupo y demás instituciones. Y un diseño para un nuevo sistema de pagos a través de la oficina de impuestos. Este sistema se debería haber aplicado de todos modos; debería aplicarse mañana. Pero el plan X ya es historia.

P. Según Tsipras, no había alternativa al pacto. ¿Con el plan B está usted diciendo lo contrario?

R. Desde joven he rechazado esa idea thatcheriana de que no hay alternativa. Siempre la hay.

P. Ha hablado de terrorismo monetario y de tortura fiscal. ¿Esa retórica no fue muy nociva?

R. Esa idea de la tortura fiscal es una descripción exacta de lo sucedido. La idea es que al torturado se le mete la cabeza en el agua; antes de que se asfixie, se le permite respirar para después volver a sumergírsela, y así hasta que confiese. A Grecia se le asfixia con la falta de liquidez. Incluso tras el rescate, los socios han dado solo 7.000 millones, lo justo para pagar al FMI y al BCE: de esa manera el Gobierno sigue bajo absoluto control. En cuanto al terrorismo, el 25 de junio los acreedores nos obsequiaron con una propuesta para cinco meses, a sabiendas de que era imposible cumplir las condiciones. Decidimos someterla a referéndum, y pedimos una extensión del rescate de dos semanas para votar en paz. El Eurogrupo nos negó esa ampliación; nos obligó a cerrar los bancos. En una economía moderna, cerrar los bancos es la peor forma de terrorismo monetario. ¿Qué es el terrorismo, sino perseguir una agenda política mediante el miedo? Eso hicieron: aterrorizar a la gente sobre los efectos de votar no. Si en Bruselas se hubieran abstenido de asustar a los griegos, yo no habría usado esa palabra.

P. ¿Llamar criminal al FMI, como hizo Tsipras, favoreció en algo las condiciones del acuerdo?

R. Seamos precisos: Tsipras habló de un programa de negligencia criminal que impuso a los griegos una crisis monumental, incluida una crisis humanitaria. No subimos el nivel de nuestra retórica hasta final de junio. Hasta ahí fuimos extremadamente corteses, pese a la increíble hostilidad del Eurogrupo. Para entonces, Tsipras había acordado el 90% del programa. ¿Qué hicieron los acreedores? Dar marcha atrás y volver a plantear medidas inaceptables, por ejemplo en el IVA. Ese fue un acto de agresión: ahí hablamos de negligencia criminal.

P. Si el acuerdo es tan malo, ¿por qué lo aceptó Tsipras?

R. Eso debe preguntárselo a él.

P. ¿Por qué no consiguió un solo aliado en el Eurogrupo?

R. Esa idea de que el Eurogrupo son 18 contra uno es ilusoria. Hay una pequeña minoría que cree en la austeridad. Hay un grupo mayor de Gobiernos que no creen en la austeridad, pero están obligados a defenderla porque la impusieron. Y todavía un tercer grupo, con Francia, que ni cree en la austeridad ni la practica.

P. ¿Los griegos que votaron a un partido de izquierdas entienden las fotos en Paris Match?

R. Dese un paseo conmigo por las calles y verá. Aun así, me arrepiento de esa sesión fotográfica, por lo demás estéticamente terrible. Puede que no me crea, pero cuando acepté no conocía Paris Match. Cometí el error de aceptar la sesión de fotos. Pido disculpas.

P. Una vez dijo que el legado de Thatcher fue la peligrosa financiarización de la economía y, sobre todo, Tony Blair. ¿Qué legado dejará Angela Merkel?

R. Europa corre el riesgo de convertirse en una jaula de hierro: espero que la canciller Merkel no quiera dejar esa herencia.