viernes, 21 de septiembre de 2018

XIV Congreso del Partido Comunista de Galicia. Tesis preliminar.

Va a hacer ya un año, coincidiendo casi exactamente con el centenario de la Revolución de Octubre, se celebró el XIV congreso del PCG.

También en coincidencia con el segundo centenario del nacimiento de Marx, celebrará este partido el transcurso de medio siglo desde su fundación, en el seno del PCE.

Los aniversarios, en especial los muy señalados, son buenas ocasiones para recordar trayectorias, y también para revisarlas y analizarlas en el contexto del momento de la celebración. Es fútil celebrar en ellos meras ceremonias hagiográficas o laudatorias. Por eso quiero recordar, faltando pocos días para su comienzo, el Congreso Internacional Pensar con Marx hoy que organiza la Universidad Complutense en colaboración con la Fundación de Investigaciones Marxistas, junto a otras organizaciones de ámbito europeo.

Y en este mismo sentido de "pensar hoy" qué sentido pueda tener el comunismo en el preocupante contexto actual, quiero publicar, traducida del gallego para su mayor difusión, la tesis preliminar del citado XIV Congreso.




Preliminar


Antes de abordar las tesis que se debatirán en este congreso parece natural comenzar presentando la situación global y la encrucijada en que nos encontramos, a la manera de un marco en que encuadrarlas ya que de otro modo nos encontraríamos ante un cuadro sin marco.

El marco debe comenzar situándonos ante los grandes retos de este siglo para el conjunto de la humanidad, y aún para gran parte de las formas de vida del planeta. Un siglo que ha sido llamado “el siglo de la gran prueba”, porque en su transcurso se resolverá, o será definitivamente irresoluble, la gran crisis, que más que sistémica habría que llamar total, en la que ya estamos inmersos.

Y no debemos olvidar que ya ha transcurrido una sexta parte de este siglo.

Se derivan todos los problemas que se nos hacen presentes de las características de nuestro modo de vida y de producción, lo que se ha llamado desde hace tiempo “la sociedad de consumo”. No olvidemos que el consumo y el despilfarro son parte consustancial del sistema capitalista, abocado a producir cada vez más para mantener el beneficio del capital, único motor que lo mantiene con vida.

Porque el sistema productivo no atiende a la satisfacción de las necesidades humanas, sino al mantenimiento, a una escala siempre creciente, de los beneficios del capital privado. Sin beneficio no hay inversión, sin inversión no hay producción. Sin producción no habrá consumo.

Por eso, la tarea primordial de los partidos comunistas es despertar al grueso de la población del sueño de una recuperación económica que, de producirse, solamente conducirá a un declive posterior todavía más rápido. En pocas palabras, se trata de cambiar el sentido común capitalista por un sentido común anticapitalista, esto es, comunista.

Un argumento que ya es de dominio público es el más que demostrado cambio climático, de consecuencias que se suelen calificar de imprevisibles, cuando son de hecho bien previsibles. Y que serán de una escala difícil de contrarrestar. Para hacerlo, el tiempo corre en contra nuestra, porque los problemas pueden dispararse bruscamente, como ocurre con todos los crecimientos exponenciales.

No se pueden esperar soluciones del llamado “capitalismo verde”, pero bien sabemos que bajo su capa se presentarán nuevas oportunidades de negocio. Porque el capital superviviente siempre encontrará, hasta su final, nichos de desarrollo. Basta ver los argumentos sobre las nuevas “tierras del norte” que se abrirán al cultivo (olvidando que, contra lo que parece en algunos planisferios, el norte se estrecha progresivamente hasta un punto único que es el polo), o las nuevas rutas árticas de navegación.

El cambio climático es uno de los grandes problemas, pero otros están ya aquí, y uno de ellos es el agotamiento de los recursos, siendo otro el envenenamiento de tierras, mares y atmósfera, dada su limitada capacidad para la eliminación de los residuos.

La reutilización, el reciclaje y la optimización son necesarios, pero no podemos pensar que van a resolver el problema, porque las leyes de la Física, y en particular el funcionamiento de la ley de entropía en sistemas cerrados (y la Tierra lo es a casi todos los efectos) hace imposible el crecimiento sin límites que necesita ese tumor maligno que es el capital, y que en apariencia y momentáneamente resuelve con una financiarización que disimula el no crecimiento real de la economía productiva y con una falsa productividad lograda a costa de la pauperización de los asalariados y la sobreexplotación de la naturaleza.

Habrá que insistir en que ya hemos llegado al máximo posible de producción de petróleo, y que pronto se llegará al pico de los demás combustibles fósiles y del uranio, y al pico de materiales tan necesarios como las escasas tierras raras. Y que lo que se extrae se hace cada vez con mayor gasto energético, cuando precisamente va escaseando la energía.

Se ha calculado que, como el decrecimiento se va a producir en todo caso, un decrecimiento ordenado supondría una reducción anual de varios puntos del PIB, pero nos dicen que para frenar la destrucción de puestos de trabajo son necesarios crecimientos del 3%. Algo no encaja, y debemos ponerlo de manifiesto.

Decir estas verdades puede parecer poco rentable políticamente en el corto plazo, desanimando a la clase trabajadora, única en cuyas manos está, no lo olvidemos, la producción. Pero ocultar la realidad y crear falsas expectativas conducirá al descrédito a quienes lo hagan, y desanimará aún más a los potenciales agentes de la imprescindible revolución que acabe con el cáncer capitalista.

No debemos ocultar peligros y dificultades. El mensaje optimista de Syriza, unido a su falta real de radicalidad, produjo luego un choque anímico en la población griega, y lo mismo puede ocurrir con las izquierdas de este país si no ponen en primer lugar un claro anticapitalismo y explican nítidamente las cosas como son.

Aunque se haya puesto el acento en una visión productivista y desarrollista del marxismo, acentuada por los afanes de la Unión Soviética por alcanzar a toda costa a los países capitalistas avanzados, la preocupación por los límites del crecimiento y la destrucción ecológica aparece ya en muchos escritos de Marx. Y aunque no sea muy conocido el hecho, fue Lenin quien propuso la creación de un parque natural en la región del Volga, posiblemente el primero de esta naturaleza, para proteger el ecosistema. Y es importante considerar que esta preocupación se manifestaba en uno de los peores momentos de la guerra contra los guardias blancos de Kolchak, que ya habían cruzado los Urales.

De manera que la tradición comunista, contra lo que se suele decir, ha sido muy consciente de estos problemas.

En este año se cumple el centenario de la Revolución de Octubre, y junto a esta anécdota conservacionista debemos destacar algunos de los logros tempranos de aquel acontecimiento y de la historia posterior de la Unión Soviética.

Porque, no lo olvidemos, fue el primer país en conceder la igualdad de derechos de la mujer, incluido el sufragio. El primero, ya en los años 20, en poseer una sanidad pública universal, que en otros países comenzó a existir sólo después de la segunda guerra mundial. Y solamente con gobiernos comunistas existió el pleno empleo, que para los capitalistas sería una lacra que empoderaría a los trabajadores y les haría perder sus plusvalías. Algo parecido al pleno empleo se produce únicamente en coyunturas de elevado crecimiento, que ya sabemos a lo que conducen.

Y los derechos laborales que avanzaron en los “treinta gloriosos”, además de que no se concedieron gratuitamente, sino a costa de duras luchas, fueron reconocidos porque existía un sistema alternativo al capitalismo. Desaparecido éste, ya no era necesario mantenerlos.

Esto nos lleva a considerar un aspecto al que no siempre se presta la debida atención, como es el carácter geopolítico de los conflictos. Sin un contrapeso, la globalización capitalista domina el mundo, convertido en un continuo económico en que los Estados, que siguen siendo imprescindibles para administrar y subordinar a las poblaciones, entran en una competencia liberal que iguala sus políticas sometidas al dictado del capital, que a estas alturas es ante todo el capital financiero, y que hegemónicamente se manifiesta en el imperio norteamericano. No podemos analizar ningún conflicto, incluidos los nacionalistas y las “primaveras democratizadoras”, sin tener en cuenta los intereses imperiales, que son los del capital. Ni juzgar ninguna “dictadura” sin considerar si es funcional a esos intereses o se les opone.

Esto se acentúa precisamente ahora que los recursos escasean, y se produce una lucha sin cuartel para evitar que se les escapen de las manos. Como vemos, están dispuestos a destruir a cualquier país que ponga en riesgo su acceso a las fuentes de energía y minerales que consideren imprescindible.

El verdadero poder, que es el financiero, cuyo ejemplo mayor es el complejo militar industrial de los EE.UU., gobierna las estructuras de los departamentos de estado y defensa norteamericanos. Están abiertos a todas las hipótesis, y pueden apoyar tanto el fortalecimiento de un Estado afín a sus políticas como los movimientos disgregadores si se sale del guión establecido. El caso de España no es algo aparte. Con seguridad están muy atentos a la situación actual. De ahí la necesidad de tener muy en cuenta esto para huir de cualquier interpretación simplista del tema catalán, y recordar que nuestra postura ha sido siempre la implantación de un Estado Federal que mantenga los derechos nacionales pero evite insolidaridades que vayan en contra de la igualdad real entre los ciudadanos.

Las luchas cotidianas son la base de los movimientos sociales, imprescindibles para la toma de conciencia militante, pero estos movimientos, sin una visión política correcta, se convierten en sectoriales y más que cooperar tienden a competir.

Como directrices generales de nuestra política deben quedar claros los siguientes principios:
  • Los límites planetarios obligarán al decrecimiento y la simplificación de los procesos productivos y a una economía de proximidad, sin que eso deba suponer el abandono de la tecnología ni la primitivización de la sociedad.
  • El capitalismo es incompatible con una sociedad mínimamente humana, y la única salida posible en su seno es la destrucción progresiva de los más débiles y de las poblaciones innecesarias para la clase dominante, en una espiral decreciente que ya está en marcha. Los derechos humanos dejarían de existir como tales y el capital se amparará en mecanismos fascistas, como ha hecho siempre que lo ha considerado posible y necesario para sus intereses.
  • Solamente una sociedad comunista, alejada de la lógica del beneficio y volcada en la satisfacción de las necesidades puede ser, si somos realistas, una solución para el futuro.
  • Se impone una ordenación planificada democráticamente del decrecimiento, que no es ya más que un hecho, y una jerarquización de las necesidades, comenzando por extender a todos la satisfacción de las más básicas.
  • El análisis geopolítico, en estas circunstancias, es una necesidad para entender la situación y oponer la lógica de los pueblos a la de los poderosos. El abordaje del problema nacional no es ajeno a las estrategias de los que manejan el mundo, y debe tenerlas en cuenta.
  • Tenemos que ser capaces de hacer entender todo esto a la población, que si no se hace consciente de ello seguirá el camino equivocado de defender lo acuciante (que debe ser naturalmente defendido) sin enmarcarlo en lo más general. Porque lo urgente no debe hacernos abandonar lo importante, que ya es también urgente, y mucho. 
  • La formación política necesaria debe comenzar por nosotros mismos, porque la abandonamos muy frecuentemente, acuciados por la inmediatez de los problemas y la pequeñez de nuestras organizaciones, pero no olvidemos que el Manifiesto Comunista se decidió alrededor de una mesa y lo redactaron dos personas, y que el Partido Comunista Chino lo fundaron unas cincuenta personas.
Necesitamos crecer, a partir de la expansión del conocimiento de lo esencial, como una necesidad ineludible, para desdoblar nuestra estructura, al menos en tres direcciones, sin que se trate de compartimentos estancos, lo que es igualmente peligroso:
  • estructura organizativa
  • estructura institucional
  • estructura operativa, para todo lo demás: acción política, instalación en los lugares de trabajo, formación, divulgación, y la necesaria batalla de las ideas.

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