sábado, 9 de febrero de 2019

Comprar, comprar, comprar...

Me encuentro en el blog el otro algunos fragmentos de La formación de las necesidades, obra de Günther Anders, certero análisis de la sociedad de consumo.

"Compro, luego existo" estaba escrito, según me contó una persona confiable, en las bolsas de un centro comercial estadounidense. En una espiral sin fin (pero con final previsible a corto plazo), el consumo es la salida momentánea para una producción siempre en aumento. Producción a costa de lo que sea para mantener los beneficios crecientes de una minoría.

              "Vamos a hacerle una oferta que no podrá rechazar"

El consumo como sumidero perfecto para una fuente que se va secando.



Comprar, comprar, comprar…

“…con el deber, según Kant, hay que cumplir también cuando va en contra de las inclinaciones de uno, y sobre todo entonces, así es que hoy se ha de cumplir también, y sobre todo, cuando el deber entra en contradicción con el propio “haber”. También los mandamientos de las ofertas son categóricos, y cuando ellas proclaman su must, alegar la precaria situación del deber y haber de uno es puro sentimentalismo.”
(Günther Anders)


En la sociedad de consumo capitalista el que se resista a la estandarización consumista lo lleva claro. De momento se convierte en un enfermo social, en situación de pecado, y se ve obligado a consumir remordimientos prefabricados por los aparatos oficiales de propaganda y adoctrinamiento. Los consume, los remordimientos, porque, una vez que ha pecado, no puede permitirse, por segunda vez, desobedecer otro mandamiento. O sea, y para entendernos, otra oferta categóricamente irrechazable… entiéndase que salvo para locos, o enfermos, estólidos o elementos antisociales. Ya digo, el que se resista o disienta del ‘mandamiento de la oferta’, en este orden social lo lleva claro.

Con la mercancía se puede jugar, con la adquisición de la mercancía no se juega. Pagar a plazos es un juego que resulta caro pero si no se tienen mejores naipes, que no se suelen tener, no queda otra. De todos modos el cliente disfruta de la tenencia y uso de la mercancía ‘antes de pagar’. De tal manera que acaba ‘usando’ la mercancía (‘de tontos es comprar pan y no comerlo’), porque la tiene: ‘con lo cual ésta se convierte en su criatura’. Y por ahí se desarrolla la trampa llamada fetichismo de la mercancía, mediante lo cual el sujeto que la adquiere y la consume (la utiliza, y no solamente la utiliza sino que, ya que la tiene, también acaba por necesitarla –y de ese modo es utilizado, ya que las ‘órdenes’ de las mercancías, incluso en estado de inservibles, no admiten objeciones. En resumidas cuentas el comprador se vende con cada compra.), aunque no la haya pagado en su totalidad, pierde definitivamente la posibilidad de, como supuesto ser autónomo,  encontrarse a sí mismo ‘fuera de esa relación de necesaria obediencia y sumisión’ que exige circular continuamente por el mismo carril: comprar-consumir-comprar-consumir…: ‘al final, uno no acaba teniendo lo que necesita, sino necesitando lo que tiene’:

“En cierto sentido, la “adicción” es el modelo de las necesidades actuales; con lo cual queda dicho que las necesidades deben su existencia y su modo de ser al hecho de que existan determinadas mercancías.

Pues bien: entre esas mercancías, las más refinadas son las que, por su cualidad, producen necesidades acumulativas. Que Dios o la naturaleza hayan implantado en el hombre un basic need, una necesidad elemental de consumir Coca-Cola, es cosa que nadie sostendría, ni siquiera en el país que la produce; pero el caso es que allá, al otro lado del charco, la sed se ha adaptado a la Coca-Cola, y eso –y aquí llegamos al meollo del asunto
a pesar de que la función última y secreta de dicha bebida no es apagar la sed, sino producirla: esto es, producir, en concreto, una sed específica de Coca-Cola. Aquí resulta, pues, que la demanda es un producto de la oferta y la necesidad un producto del producto, mientras la necesidad producida por el producto sigue funcionando como garantía de la ulterior producción acumulativa del producto.”

(…)

“Nadie puede permitirse abrir brechas en el sistema del que, como hijo de nuestro tiempo, participa, lo quiera o no, pues con ello quedaría privado del sistema entero. El hecho de que cada mercancía que, según está mandado, se nos ofrece y se compra, encierra a su vez otras necesidades que se convierten en nuestras necesidades, representa la culminación del fenómeno de los moldes, ya que nuestras necesidades ya no son más que las improntas o reproducciones de las necesidades de las mercancías mismas.”

2 comentarios:

  1. Capitalismo, en fin.

    En el siguiente enlace puedes descargar un librito de Iñaki Gil de San Vicente ("El Capital, un libro que asusta al capital… y al reformismo") cuya lectura seguramente te interesará.

    http://lhblog.nuevaradio.org/b2-img/gildesanvicente_elcapitalunlibro.pdf

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