sábado, 10 de octubre de 2015

¿Por qué la empresa privada es más eficiente que la pública?

Los defensores de la libre empresa suelen esgrimir un argumento de peso: la ineficiencia de la empresa pública frente a la privada. Esto suele medirse comparando la productividad de ambas.

La economía habitual evalúa el producto con criterios de mercado. El valor añadido por las empresas se compara a partir de precios de venta obtenidos minimizando costes. Las empresas parten de lo que invierten (cuanto menos mejor) y excluyen los costes que externalizan. Unos son costes socializados. Otros son trabajos no mercantilizados (domésticos, voluntariado...), socialmente necesarios pero de los que se desentienden y que no cuentan en sus estadísticas. Y difícilmente miden la devaluación y el agotamiento que puedan causar a la naturaleza.

Para la economía habitual no se considera la diferente explotación de los trabajadores. La libre empresa, aquí, juega con ventaja, sobre todo en tiempos de crisis y elevado desempleo. Solamente un estado muy despótico puede hacer una legislación laboral tan leonina como la que desean las empresas. Que además encuentran mil formas de saltársela. El Estado, en principio, no puede hacerlo de la misma forma.



En un Estado libre y democrático, la libertad y la democracia no traspasan la puerta de la libre empresa.

Joseph Stiglitz, la economía vulgar y el socialismo es un artículo de Francisco Umpiérrez Sánchez, del que sólo copio este párrafo, que desmonta la argumentación habitual:
La falta de eficiencia de las empresas del Estado se debe en lo fundamental a que viven atrapadas en un mundo profundamente capitalista, y en especial bajo el cruel dominio del capital financiero. Las injusticias que cometen las empresas privadas contra los trabajadores, con deslocalizaciones, despidos, bajos salarios y falta de libertades sindicales, no puede hacerlas el Estado. Y en esto radica buena parte de su falta de eficiencia.

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