S O S
Las siglas no son cosa de ahora. Desde el SPQR al INRI o el RIP se tiende a interpretar como tales los conjuntos enigmáticos de letras. De ahí que al SOS se le hayan dado interpretaciones varias, como las inglesas «Save Our Ship» («salven nuestro barco»), «Send Out Succour» («envíen auxilio»), o la latina «Si Opus Sit» («si es necesario»).
Entre todas ellas la más popular es «Save Our Souls" («salvad nuestras almas"), que evoca el suplicante y devoto ruego de quienes ponen su salvación en las manos de Dios.
Elijo este significado en la llamada que encabeza este comentario, pero con la intención de proclamar un nada suplicante ¡salvad (salvemos) nuestras mentes!, ahogadas en el mundo virtual de la comunicación que nos mantiene tan mal comunicados.
Como puede ver cualquiera que entre de vez en cuando en este blog, es mi preocupación constante contribuir a esa salvación de las mentes, y por eso expongo a continuación tres reflexiones que ayudan a entender lo que se avecina.
El lenguaje puede tanto disfrazar como enseñar, y eso es lo que señala Jorge Riechmann aquí, cuando se evitan términos alarmantes y se emplean eufemismos para ocultar las realidades:
Discutimos (por ejemplo dentro de Ecologistas en Acción) sobre si emplear o no la palabra “colapso”… Pero si el problema fuese sólo el sustantivo más adecuado para indicar el rumbo que de hecho siguen las sociedades industriales, no habría problema. Podríamos llamarlo “patatús” por ejemplo (es el nombre con que se ha autobautizado un colectivo zaragozano para la investigación y acción sobre el colapso ecológico y social, colectivo que se creó en 2017). Mas la cuestión de fondo son los marcos de análisis que se hallan detrás de la negativa a emplear un término como colapso: y a menudo sucede que, tras esa negativa, sigue alentando la ilusión de la posibilidad de un “desarrollo sostenible” dentro de los parámetros del sistema, o de una “economía verde” que no cuestione el capitalismo, o de una “transición 100% renovable” que no implique un uso de energía primaria muy inferior al actual… Si nos deshacemos de esa clase de ilusiones y atendemos al mejor conocimiento disponible sobre la trayectoria que siguen nuestras sociedades ¿por qué no vamos a emplear la palabra colapso?
El artículo que sigue pone el acento en uno de los temas acuciantes, el de los residuos que envenenan el planeta.
Queridos lectores,
Con unas importaciones de unos 10 millones de toneladas métricas por año el año pasado, China es el principal importador de residuos plásticos del mundo, absorbiendo un poco más de la mitad del total mundial. A eso debe añadirse que el segundo principal importador es Hong Kong, que suma más del 20%, con lo que la inmensa mayoría de la importación de plásticos del mundo acaba en China, bien sea directamente bien sea a través de la ex-colonia inglesa (que, al fin y al cabo, sólo actúa como intermediario de tan lucrativa actividad). Tal vorágine importadora de lo que en el mundo occidental se considera un residuo se explica por la voracidad de materiales de la economía china, que transforma todo ese plástico usado, tras su clasificación, en resina de plástico que después es usada por las fábricas de la factoría del mundo para crear los mil enseres que luego nos son vendidos. Visto así, el trasiego de plástico usado hacia China y de productos elaborados desde China cierra un círculo virtuoso, al decir de las escuelas de negocios (de aquí). Y así era hasta que la cosa se torció.
En julio del año pasado China anunció a la Organización Mundial del Comercio que a partir de 2018 prohibiría completamente la importación de 24 tipos de plásticos, además de la de papel y material textil (de las que no hablaré aquí aunque también representa otro serio problema). Durante estos seis meses básicamente no se ha hecho nada aparte de intentar convencer al Gobierno de China que se replanteara la prohibición. Y ahora Occidente se encuentra delante de un problema de grandes dimensiones, el cual carece de capacidad de afrontar, dada la profundidad insondable de los cambios que se requeriría hacer.
En julio del año pasado China anunció a la Organización Mundial del Comercio que a partir de 2018 prohibiría completamente la importación de 24 tipos de plásticos, además de la de papel y material textil (de las que no hablaré aquí aunque también representa otro serio problema). Durante estos seis meses básicamente no se ha hecho nada aparte de intentar convencer al Gobierno de China que se replanteara la prohibición. Y ahora Occidente se encuentra delante de un problema de grandes dimensiones, el cual carece de capacidad de afrontar, dada la profundidad insondable de los cambios que se requeriría hacer.
Esta noticia ha tenido un eco bastante importante por todo el mundo, debido a los problemas ambientales que está empezando a causar la acumulación de residuos en los países de origen, que son básicamente todos los países occidentales (España incluida). Resulta bastante impresionante que ningún medio analiza la noticia desde el punto de vista chino: ¿cómo es que China hace colapsar una industria propia que ocupa a un gran número de personas y prefiere pasarse a la resina de plástico virgen, que es mucho más cara? En algunas noticias se apunta a razones ambientales y de salud de la población, que fueron las razones que alegó China en su anuncio a la Organización Mundial del Comercio, pero se comenta siempre de pasada, y en ningún caso analizando el grave problema ambiental que ya ha causado en China esta industria sucia que se sustenta en la explotación de las clases sociales más desfavorecidas. Pues efectivamente, para conseguir un reciclaje eficiente se necesita hacer una buena clasificación de los residuos plásticos, y la manera más barata y eficiente para hacer eso es usar mano de obra humana mal pagada, que en China aún abunda. Como refleja con horrible precisión el documental "Plastic China", la separación de residuos la hacen miles de personas que literalmente viven en medio de la basura, en unas condiciones de vida miserables e insalubres. Esencialmente, los chinos están explotando en el presente las minas del futuro de las que hablaba en este blog hace más de 7 años, aunque no con el objetivo de conseguir energía sino materiales, y lo están haciendo no introduciendo más tecnología sino con mano de obra semiesclava, justamente como se anticipaba también aquí hace 6 años. Frente a los adalides del tecnooptismo más irredento que se creen que la tecnología es prácticamente un sustituto de la energía, aquí no se ha visto ninguna implantación de nuevas tecnologías extremadamente eficientes a gran escala, no; lo que se ha producido aquí es una explotación inmisericorde del "ejército laboral de reserva" que tanto abarata la Gran Exclusión. No es ninguna casualidad: la tecnología no lleva siempre y necesariamente a un abaratamiento de los costes, y particularmente cuando se trata de hacer procesamientos complejos, para los cuales un ser humano con un poco de entrenamiento habitualmente hará el trabajo mejor y con menor coste energético que cualquier sistema automatizado. Aunque para que las cuentas salgan es fundamental que los salarios sean escandalosamente bajos y que no se respeten las mínimas normas de salubridad, que sólo servirían para encarecer el proceso. Es por eso que este tipo de reciclaje no se ha hecho aquí, aunque lo que ha pasado en China es una advertencia de lo que nos puede acabar pasando a nosotros mismos si continúa progresando la devaluación interna.
Hay dos aspectos de esta crisis que no he visto tratar en ninguna de las noticias que he leído sobre este tema, y que me gustaría destacar.
En primer lugar, que además del grave problema ambiental y de salud que comporta el procesamiento y reciclaje de esos residuos, es bastante probable que si China se ha decidido a tomar tan drástica medida es debido a que ya no tiene prácticamente capacidad de absorber más residuos. Tengan en cuenta que lo que se reaprovecha para hacer resina plástica es sólo una fracción del volumen total, y el resto ha de ser incinerado (con mayor contaminación atmosférica) o bien enviado al vertedero. Es muy probable que los vertederos chinos estén ya muy saturados, y la peligrosidad de algunos residuos (pues Occidente ha aprovechado el envío de estos residuos para colar de matute materiales muy contaminados, aparte de lo contaminantes que ya de por sí son sobre todo algunos plásticos) hace imposible optar por la incineración. Mientras Occidente ha estado presionando a China para aceptar más de su basura, China se ha encontrado probablemente saturada e incapaz de asumir más.
El segundo aspecto de la noticia que me gustaría destacar es lo que yo calificaría de "cinismo industrial" de muchas de las empresas que en Occidente dicen dedicarse al reciclaje. Como ha evidenciado esta crisis, muchas de estas empresas no son verdaderamente empresas de reciclaje, sino más bien intermediarios o, en el mejor de los casos, plataformas de gestión logística de los residuos en su camino de ida y vuelta a China, seguramente llevándose una buena tajada por no realizar la tarea que se supone que es tan importante hacer, y que ellos en realidad se la han endosado a otros.
Al final, toda esta crisis es un buen ejemplo de cómo algo, que podría haberse anticipado y que se origina bajo la lógica del despilfarro a la que aboca nuestra sociedad de sobreconsumo, se gestiona desde la lógica capitalista imperante. La necesidad de mantener apretado el acelerador del consumo lleva un sobreconsumo de plásticos, sobre todo en forma de envases y embalajes, y este sobreconsumo acaba creando una "industria" que se dedica a su "reciclaje"; y la lógica de seguir creciendo impide poner freno a esta locura hasta que se llega un momento en que el problema tiene dimensiones tales que no se puede gestionar y estalla una crisis como la actual.
¿Y cómo se va a gestionar la crisis actual, una crisis que ya está aquí y que cada día que pasa va generando más residuos que se acumulan en los puntos donde se recogía la mercancía que ya no se puede enviar a China?
El segundo aspecto de la noticia que me gustaría destacar es lo que yo calificaría de "cinismo industrial" de muchas de las empresas que en Occidente dicen dedicarse al reciclaje. Como ha evidenciado esta crisis, muchas de estas empresas no son verdaderamente empresas de reciclaje, sino más bien intermediarios o, en el mejor de los casos, plataformas de gestión logística de los residuos en su camino de ida y vuelta a China, seguramente llevándose una buena tajada por no realizar la tarea que se supone que es tan importante hacer, y que ellos en realidad se la han endosado a otros.
Al final, toda esta crisis es un buen ejemplo de cómo algo, que podría haberse anticipado y que se origina bajo la lógica del despilfarro a la que aboca nuestra sociedad de sobreconsumo, se gestiona desde la lógica capitalista imperante. La necesidad de mantener apretado el acelerador del consumo lleva un sobreconsumo de plásticos, sobre todo en forma de envases y embalajes, y este sobreconsumo acaba creando una "industria" que se dedica a su "reciclaje"; y la lógica de seguir creciendo impide poner freno a esta locura hasta que se llega un momento en que el problema tiene dimensiones tales que no se puede gestionar y estalla una crisis como la actual.
¿Y cómo se va a gestionar la crisis actual, una crisis que ya está aquí y que cada día que pasa va generando más residuos que se acumulan en los puntos donde se recogía la mercancía que ya no se puede enviar a China?
Por un lado, estamos escuchando muchos cantos de sirena sobre la oportunidad de negocio que se abre para las empresas de aquí y cómo esto va a favorecer la innovación y gestión local de los residuos, creando nuevos y mejores puestos de trabajo. Pero, como comentábamos arriba, es imposible hacer este reciclaje de manera mínimamente competitiva sin la mano de obra semiesclava que se prodiga en China. E incluso aunque nuestros grandes emprendedores locales consiguieran encontrar la manera (más probablemente, explotando el ejército laboral de reserva local) se requerirían unos cuantos años para poner a punto una industria local a la altura del volumen de residuos que generamos. Y no olvidemos que tal industria tiene fecha de caducidad, porque sólo se recicla efectivamente una fracción del total, mientras que el resto tiene que ir al vertedero o ser incinerado.
Justamente son esas dos (vertedero e incineración) las dos soluciones terribles que se están proponiendo a corto plazo para abordar este problema. Ya se anticipa el problema ambiental que supondría cualquiera de las dos soluciones, aunque obviamente es mucho peor en el caso de la incineración por la liberación de dioxinas y partículas en general. Pero los plásticos siguen amontonándose a gran velocidad y se tiene que encontrar una solución rápida. Así las cosas, es evidente que los países occidentales van a presionar a algunos países del tercer mundo o asimilables para que se conviertan en los nuevos importadores de residuos de último recursos para el mundo occidental, incluso sin tener la pretensión que estos importadores intenten hacer algo parecido a reciclar y se muestren claramente como lo que serían, los vertederos mundiales. Lo peor de esta lógica absurda de la huida hacia adelante y la búsqueda de la solución más económica a corto plazo que guía los razonamientos de mercado tradicionales es que tan sólo es un parche, una solución a corto plazo, hasta que los nuevos vertederos globales se saturen, y con la seguridad de que durante este tiempo añadido nadie va intentar buscar una verdadera solución a largo plazo.
Lo lógico sería comenzar a dar a este problema un tratamiento integral. No hay duda de que el uso masivo de envases y embalajes mantiene una fuerte industria local en los países occidentales, pero es un malgasto de recursos (que en realidad ya no nos podemos permitir, en las vísperas del declive energético) y genera el grave problema de gestión de residuos en el que estamos inmersos. Hay mucho camino posible a recorrer en la dirección en la que pocos analistas miran, que es la reducción. Si no se quiere explorar ahora que es más fácilmente gestionable, se tendrá que hacer cuando sobrevenga la nueva crisis de altos precios del petróleo. De momento tenemos a China como nuevo cliente global de resina virgen de petróleo tensionando este mercado, justo cuando la producción de hidrocarburos líquidos ya está cayendo.
Salu2,
AMT
Pero no hay problema: los estupefacientes están servidos:
Publicado el 17 enero 2018 por Rafa Garzó
A cualquier análisis de la situación social y las reacciones populares hay que añadir, necesariamente, el brutal poder de los medios de comunicación, y en especial el de la televisión. Se debe asumir que existe, en cada hogar, un aparato que modifica, transforma y manipula la realidad de una forma prácticamente universal. Sin tener en cuenta esta consideración no podremos explicarnos por completo los porqués del comportamiento, muchas veces incoherente, de las Clases Trabajadoras.
Debe observarse, asimismo, que las cadenas televisivas son propiedad del Capital. Esto, aunque a priori parezca una obviedad, ha de insertarse dentro de la dinámica de la Lucha de Clases y su correspondiente Correlación de Fuerzas. Correlación que, en estos momentos, es muy desfavorable para la Izquierda y para sus aspiraciones de transformación revolucionaria de la Sociedad.
La televisión ha tenido, y tiene, un enorme efecto sobre las capas sociales. El Pueblo, en general, ya no piensa por sí mismo, o sólo por sí mismo, sino que lo hace acompañado y dirigido de una manera terriblemente eficaz por la televisión… Capitalista. Ejemplos de esto podemos verlos tanto en el conflicto de Catalunya como en la extraña e incoherente valoración de la crisis que para la mayoría de la gente se da como superada, así como en los resultados de las encuestas de valoración de partidos políticos.
Por tanto, es necesario comenzar una lucha por la apertura y libre acceso a los canales televisivos, empezando por el análisis de la Ley 7/2010, de 31 de marzo, General de la Comunicación Audiovisual, siguiendo por su puesta en tela de juicio a nivel estatal para conseguir una Libertad de Comunicación real, de modo que la izquierda transformadora pueda alcanzar la conciencia de las clases trabajadoras de la única manera que, en estos momentos, se puede llegar con efectividad, dado que el poder de comunicación de Internet se encuentra limitado, paradójicamente, por su enorme difusión que tiene el efecto de difuminar el mensaje que se pretende destacar entre una inmensa nube de sobreinformación.
La televisión sigue siendo el medio de comunicación claramente dominante entre todos los demás. Por ello, es deber y necesidad de la izquierda revolucionaria luchar por la accesibilidad a la misma, tanto en cuanto Derecho fundamental como necesidad comunicativa y organizativa, para su supervivencia y para la consecución de un mayor impacto en la mal llamada “Opinión Pública”, conformada en estos momentos por los canales de televisión privados y capitalistas.
Enredados en el círculo vicioso (la televisión anula la mente de los que deberían apropiarse de su control), no hay, pues, que preocuparse. Mientras quede SOMA...
Si la humanidad no hace de este problema y de su solución una cuestión prioritaria, estaremos avocados al colapso tantas veces advertido, enunciado y... desoído. Pero, amigo, el simple hecho de intentar asumir colectivamente la prioridad de dicha tarea, siempre encuentra su primer obstáculo en los arraigados hábitos y en la inercia de los mecanismos propios del sistema en que vivimos: el abominable capitalismo.
ResponderEliminar¿Se podría gestionar el planeta y nuestras vidas de manera más sensata, justa y conveniente para ambos? Sin duda. La mayor parte del disparatado y demencial consumo mundial, sobre todo el de los países más ricos, es tan perjudicial -desde todo punto de vista- como innecesario.
El punto ineludible de partida es la educación. Educar en valores opuestos a los que el capitalismo impone, es condición indispensable si queremos cambiar el rumbo catastrófico que llevamos. Y esto, claro está, pasa irremediablemente por usos y aplicaciones muy distintos de los que actualmente damos a las tecnologías, eufemísticamente llamadas "de la comunicación".