viernes, 5 de julio de 2024

Por qué se derechiza la clase obrera europea (y III)

Aunque la Historia nunca termina, aquí termina la historia esbozada en las partes  I  y  II  de esta serie.

Intereses inmediatos de grupos de trabajadores, coincidentes con las intenciones de un capital europeo que se bate en retirada entre los BRICS y la potencia norteamericana (para la que Europa juega siempre un papel subalterno), excitan los sentimientos racistas y xenófobos, también antifeministas en muchas ocasiones, negacionistas del cambio climático o de la crisis energética (y de materias primas).

Los partidos de la derecha tradicional, herederos de otros tiempos de bonanza y rivalidad con el socialismo, tardan en adaptarse a la nueva situación. La extrema derecha "sin complejos" les come terreno, y tienden cada vez más a aceptar sus mismos postulados. La nueva y peligrosa alianza que se aproxima no se da ya entre liberales y socialdemócratas, sino entre derecha y extrema derecha.

Las enajenadas masas de trabajadores, en el mejor de los casos, pasan de la política ("todos son iguales..."). Peor aún, muchos se acercan a quienes presumen de defenderlos frente a los inmigrantes, advenedizos que compiten por los escasos puestos de trabajo.

Presentar como puestos de trabajo aceptables los de la industria armamentística ha servido para poner nuestra industria naval, por ejemplo, al servicio de la exportación inaceptable de buques de guerra a países también inaceptables. Difícil explicárselo a quienes se ha despojado previamente del concepto obsoleto de "internacionalismo". Difícil convencer a los trabajadores de las fábricas de armas que constituyen uno de los negocios más florecientes en España.

La manipulación y encanallamiento de los medios de distracción masiva y el agotamiento laboral harán que muchos prefieran ver un partido de fútbol a desplazarse para votar.

¿Puede extrañarnos a estas alturas que movilice más gente un concierto de rock que las protestas contra la barbarie israelí en Palestina?











Por qué se derechiza la clase obrera europea (y III)

Pedro Andrés González
29/06/2024

En la primera colaboración concluíamos que la derechización de Europa nos remitía a la derechización de su clase obrera. En la segunda, abordábamos el esqueleto de nuestro análisis destacando las categorías que nos permitirían entender este fenómeno, yendo de lo concreto a lo abstracto. Finalmente, desde lo abstracto a lo concreto, nos aproximamos de manera comprensiva a la derechización de la clase obrera europea.

La acumulación mundial de capital se caracteriza, en el momento actual, por el enfrentamiento, más o menos velado (guerras, aranceles, sanciones) entre dos grandes bloques, uno que avanza (BRIC’s) y otro que retrocede (USA-Europa). En esta alianza en retroceso, el capital europeo es la parte débil, teniendo un papel auxiliar y subsidiario, con menos acceso autónomo a mercados y a recursos, que en última instancia debe a su menor capacidad para competir en el mercado mundial por su menor productividad en las ramas en que se ha especializado dada la división internacional del trabajo. Esto se expresa en el bajo crecimiento del capital europeo y en la situación de estancamiento desde hace años.

Esta debilidad, en el ámbito internacional, donde se juega la distribución del plusvalor mundial, reclama incrementar la producción de plusvalor en el interior de la UE. Cuestión que condicionará el tipo de políticas que se impulsen desde la Unión Europea e incluso desde los propios gobiernos integrantes de la misma. La situación bélica no solo agrava la subordinación al capital americano sino que además acentúa el carácter restrictivo de las políticas comunitarias, acaparando presupuesto y reorientándolas hacia lo militar.

Además, la acumulación europea de capital se desarrolla a través de sectores avanzados, maduros y en retroceso. De hecho la UE tiene que favorecer la innovación tecnológica en unos sectores (aeronáutica, hardware), dar ayudas para el mantenimiento del empleo en otros (automoción) y garantizar la viabilidad de las explotaciones en sectores que no son competitivos a nivel internacional (agrícola y ganadero, por ejemplo). Ante la diversidad de la situación de los capitales, por sectores y países, la UE ha de atender necesidades diversas e implementar políticas distintas según este fraccionamiento del capital.

De esta manera, las instituciones de la Unión Europea, la superestructura (jurídica, política e ideológica) que representa políticamente al capital europeo en su totalidad, desplegarán una legislación, presupuestos y medidas que favorezcan la mayor explotación de la fuerza de trabajo europea para aumentar la mencionada extracción de plusvalor, a la vez que atiende a los intereses de los distintos tipos del capital europeo en el marco de los requerimientos belicistas.

Estas políticas en que se concreta el tipo de intervención pública europea pasan, en definitiva, por menos derechos humanos, menos derechos sociales y menos compromisos medioambientales, que se deciden en las instituciones europeas. Por tanto, el capital europeo actual reclama un parón de la agenda social tradicional europea. Antes que la Comisión Europea lance estas políticas (restrictivas en lo social y expansivas en lo bélico) con destino a los distintos países, han de pasar en mayor o menor medida por la eurocámara, donde los partidos votan las diversas leyes, planes, presupuestos y políticas.

Pero no todos los partidos sirven para aprobar las medidas restrictivas y los recortes presupuestarios que reclama, en el contexto de guerra, el aumento de la explotación de la fuerza de trabajo europea. Aquellos partidos en cuyos programas se combinan en mayor o menor medida el liberalismo económico (individualización, liberalización, privatización, recortes laborales y sociales) y el regulacionismo ciudadano (restricciones a las libertades y derechos civiles y humanos, recortes presupuestarios) (ver Apuntes sobre Derecha e Izquierda en criticonomia.blogspot.com), están en mejores condiciones de representar esta necesidad del capital europeo. Esto tiene como expresión la derechización del arco europarlamentario, incluyendo a la propia izquierda empezando por la más moderada (socialdemocracia), fenómeno que no es reciente, como puede comprobarse en el gráfico que muestra el reparto de los escaños del Europarlamento desde 2014.

Evolución de la derecha vs izquierda en el Europarlamento. Pedro Andrés González











Hasta ahora la gran coalición de centro ha venido siendo un instrumento útil en la medida que liberales y sobre todo socialdemócratas han ido cediendo en favor de una agenda más cercana a la derecha (neoliberal). Actualmente, aunque tampoco es algo novedoso, una manifestación de que el imperativo del capital reclama acelerar el proceso, es el auge de la extrema derecha que permitirá avanzar de manera más amplia y más rápido de lo que hemos venido teniendo (un ejemplo, el pacto sobre migración que es visto por muchas organizaciones como un retroceso ha tardado en aprobarse más de cuatro años, y otro tanto las regulaciones medioambientales recientes).

Las distintas políticas puestas en marcha por las instituciones europeas, los debates entre partidos para aprobarlas, la configuración de los diversos grupos europarlamentarios, las elecciones europeas y las luchas partidarias en el marco electoral son otras tantas formas en que se desenvuelve la lucha de clases que caracteriza a la sociedad capitalista europea. Enfrentamiento entre clases que se desarrolla, pues, en diversos ámbitos territoriales (europeo y nacional), y se establece entre las distintas fracciones de las clases en liza, la burguesía y el proletariado europeos.

Esta lucha europea de clases manifiesta la diversidad de necesidades e intereses de las clases sociales y sus segmentos. Al punto que, en el caso de los partidos, que expresan dichas necesidades e intereses, se configuran cada vez en mayor medida, como veremos, en organizaciones políticas interclasistas, porque así se presentan en lo inmediato esos intereses y necesidades.

Tomemos el caso de la clase obrera. La segmentación de la clase obrera que tiene que ver con la tipología de la fuerza de trabajo (sexo, edad, formación, cualificación, nacionalidad, entre otras), con las características del capital que la emplea (avanzado, estancado o en retroceso) y, en última instancia, con la materialidad del proceso de producción (el uso de tecnologías como robotización, automatización, digitalización).

"La enajenación de la conciencia libre de la clase obrera es un resultado del fetichismo de la mercancía que ya descubriera Karl Marx. No es nuevo, pero menos cuenta se le echa en el quehacer político cotidiano"

Estos segmentos introducen necesidades e intereses específicos junto a los generales (los que afectan a todos los vendedores de fuerza de trabajo). En determinados momentos, estos intereses específicos cobran más relevancia que los generales, acentuando la división dentro de la propia clase, y permitiendo que la representación política de dicho segmento sea ostentada por partidos o corrientes ideológicas que, ausentes anteriormente, ahora ponen foco en esa especificidad. Por ejemplo el feminismo, la inmigración o el ecologismo, que siendo aspectos abanderados por la izquierda y a los que la derecha se ha ido sumando de manera ralentizada y moderadamente, son percibidos de manera distinta por los diversos segmentos de la clase obrera.

Más concretamente, la oposición al feminismo y a la inmigración en algunos sectores de la clase obrera tiene que ver con la competencia en el mercado laboral, cuestión que se agudiza más en las ramas productivas estancadas y en retroceso, así como en las cualificaciones donde es más efectiva tal competencia (en el caso de los inmigrantes los puestos menos cualificados y en el de las féminas se va transversalizando por el avance de las mujeres en su formación). La respuesta política de la conciencia enajenada es la restriccion de derechos hacia dichos colectivos. Pero, lo mejor es que esta expresión de sus intereses inmediatos puede coincidir con los intereses no tan inmediatos de fracciones del capital, que solo pueden sobrevivir sobreexplotando la fuerza de trabajo para lo que requieren pagar bajos salarios, que cuelan mejor cuando la fuerza de trabajo está desprotegida, aislada o es ilegal.

Como se ve, la enajenación en el capital (en su capital, el que lo emplea) y en la mercancía (su mercancía, la fuerza de trabajo), va adquiriendo matices que se expresan políticamente en lo inmediato de manera diversa y a veces convergente con sectores de la clase antagónica que, en esto, hace causa común.

Otro ejemplo lo proporcionan los asalariados de renta alta acorde con la situación de su capital, su cualificación y su formación. Estos, como la burguesía, ven en el Estado social (o en los aspectos sociales del Estado, servicios públicos de masa) un enemigo dispuesto a expropiarlos a base de impuestos. Además, igual que la burguesía, no necesitan estos servicios públicos (sanidad, educación, pensiones, prestaciones por desempleo) desarrollados (ampliamente extendidos) porque ellos acceden a la modalidad privada de los mismos: aseguradoras sanitarias, educación concertada o privada, fondos de pensiones y bajadas de la fiscalidad. Los partidos de la derecha expresan mejor estas necesidades e intereses que los de la izquierda (hasta ahora).

Podríamos seguir con otros fragmentos del obrero colectivo y con otros asuntos que se sitúan en un primer plano; en esta última cuestión tiene mucho que decir la función enajenante de los medios de comunicación (campañas “informativas” contra la okupación que atemorizan a los propietarios de viviendas, que destacan los efectos fiscales de la inflación, mencionan rasgos nacionales o raciales de los delincuentes cuando son extranjeros, o influencers que discuten la idoneidad de las mujeres para ser bomberos, entre otras muchas portadas), pero lo dejamos para otro momento.

Un último caso concreto de segmento de clase obrera, éste muy vinculado a la desafección electoral (abstención) o al voto a la derecha en su modalidad extrema, es el de los integrantes del ejército laboral de reserva (población parada) o empleados en sectores en retroceso, cuya fuerza de trabajo no requiere excesiva cualificación y pueden ser sustituidos con facilidad por fuerza de trabajo inmigrante. En este caso, la conciencia enajenada en la mercancía pasa por defender la compraventa de la fuerza de trabajo de manera insolidaria y excluyente, tendiendo a votar a quienes les prometan acabar con la culpable competencia foránea. Sobre todo en esta capa, y alimentado por el discurso antipolítico (la política no vale para nada, son todos iguales, solo quieren llenarse los bolsillos), otro mecanismo enajenante, muchos preferirán seguir a su equipo favorito a perder su precioso tiempo votando.

Por supuesto, a medida que se asciende en concreción, van entrando en juego más determinantes de la conciencia: la historia y las experiencias laborales, vecinales, familiares, pueden resaltar aspectos o difuminar otros. Entramos así en el fantasmagórico mundo de la particular forma de la conciencia libre enajenada en el capital, la conciencia individual.

La conciencia libre enajenada (libertad subsumida en la enajenación) que produce la relación social general (capital), en este caso sobre la clase obrera y en las circunstancias actuales (el papel del capital europeo en la acumulación mundial de capital), en ausencia de operadores sobre la producción de dicha conciencia (experiencias, discursos y teorías desenajenantes), nos permite entender la acción política de ésta y su forma electoral en la actualidad.

La enajenación de la conciencia libre de la clase obrera es un resultado del fetichismo de la mercancía que ya descubriera Karl Marx. No es nuevo, pero menos cuenta se le echa, en el quehacer político cotidiano (y en su correspondiente organización).

Si tuviésemos que resumir lo dicho, de manera apretada, la derechización de Europa es la expresión de la acción política de las clases sociales, particularmente de la clase obrera europea (por acción u omisión, de sus fracciones más influyentes), como resultado de su enajenación en el capital europeo que, a falta de iniciativas desenajenantes, la lleva a apoyar a los partidos que mejor representan las políticas (civiles y sociales) que el capital europeo reclama como respuesta inmediata a su debilidad en el marco de la competencia internacional de capitales. Otra cosa es ver las salidas que una organización de la clase obrera, con el propósito de superar la subordinación de las personas al capital, se pudiera plantear para operar sobre la producción de la conciencia enajenada de la clase obrera. Pero esto será en otro momento.

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Pedro Andrés González Ruiz es licenciado en Ciencias Económicas.

jueves, 4 de julio de 2024

Por qué Europa ha girado a la derecha (II)

En la primera parte de esta serie pudimos constatar como un hecho probado que el ascenso de la extrema derecha en Europa se producía sobre todo por la desafección de gran parte de la clase obrera hacia los partidos que tradicionalmente la han representado, con un peligroso deslizamiento hacia la extrema derecha de los más insatisfechos. La segunda parte indaga en las razones de la disgregación del interés común de los asalariados en diversos intereses de grupo frecuentemente contrapuestos.

La derecha y sobre todo la extrema derecha aprovecha la contraposición entre unos y otros grupos poniendo en primer plano la competencia entre ellos, que se une a la que el ejército de reserva que forman los parados provoca entre los que compiten por los mismos puestos de trabajo. La insolidaridad se alimenta así tanto a nivel individual como grupal.

Como la clase obrera está inmersa en un proceso productivo dirigido por el capital, su propia supervivencia está ligada a la de las empresas que utilizan su fuerza de trabajo. Estas a su vez compiten entre sí, a expensas del plusvalor que obtienen de sus asalariados. A escala mundial, los flujos de capital se dirigen a distintos países y a distintos sectores, en busca de optimizar beneficios. Todo este entramado de intereses contrapuestos, unido a la diversidad de posiciones laborales dentro de la misma empresa, dificultan la acción común.

Esta acción común se expresa en dos niveles, el sindical y el político. En la lucha sindical se disputan las condiciones inmediatas de trabajo. Para la lucha política la organización pasa necesariamente por partidos que expresen sus intereses. En ellos se ven representadas las diversas fracciones de la clase obrera. Compiten electoralmente por situar a sus representantes en las instituciones políticas, en las que la disputa se concreta en leyes, planes y presupuestos, todos los cuales benefician en mayor o menor medida a unas u otras fracciones de la clase obrera y de la burguesía.

Cuando un trabajador vota (o se abstiene) actúa políticamente. Podemos pensar que lo hace simplemente por que le da la gana. ¿Sigue a su conciencia individual, o a una conciencia de clase? En todo caso habrá que explicar las condiciones materiales determinantes de su decisión.

Y estas condiciones materiales nos llevan al motor de todos los procesos económicos: la incesante acumulación del capital. Esa sed por el crecimiento constante determina los conflictos entre bloques económicos, entre países y entre ramas productivas, pero también entre empleadores y empleados y en el seno de la clase trabajadora.

Quedan por concretar las causas de la actuación electoral de la clase obrera, que no es una elección caótica sino la síntesis de múltiples determinaciones.

Malagón


Por qué Europa ha girado a la derecha (II)

Habíamos quedado en que la derechización de la Unión Europea nos remitía a la derechización de la clase obrera (ver criticonomia.blogspot.com), que es el fenómeno al que nos queremos aproximar en lo que sigue.

Para ello, procedemos mediante el análisis (separación) y la abstracción (quitar determinaciones) para obtener las categorías explicativas. Este será el cometido en la exposición que sigue.

Cualquier miembro de la clase obrera actúa políticamente cuando realiza una elección, ya sea esta abstenerse o votar (a un partido de la derecha o de la izquierda). Así considerado, se trata de un sujeto que lleva a cabo una acción política (electoral) y nos preguntamos por lo que le mueve. Respondiéndonos que su conciencia individual. Por tanto, para entender su acción hay que mirar su conciencia.

Esta conciencia individual, que da pie a distintas acciones (abstención, voto a la izquierda o voto a la derecha), tiene muchos determinantes, pero el principal -en nuestra opinión- es la conciencia de clase obrera. Tal conciencia obrera se presenta bajo diversas modalidades, hemos de detenernos en esto. En cualquier caso, la conciencia obrera es un atributo del ser obrero, por lo que hemos de preguntarnos por la clase obrera y su fragmentación.

La clase obrera o asalariada, integrada por el conjunto de personas que venden su fuerza de trabajo, se nos aparece fragmentada, según la modalidad de fuerza de trabajo que personifica. Nos preguntamos por esta diversidad, que es la forma de su unidad. Efectivamente, la fuerza de trabajo presenta diversas características según formación, cualificación, sexo, edad, etc. Además de ser empleada, la clase obrera reproduce su fuerza de trabajo (habita, consume, descansa, …). En definitiva, las condiciones materiales y sociales que rodean el consumo y la reproducción de la fuerza de trabajo están presentes en la segmentación de la clase obrera. 

Entre los integrantes de la clase obrera se establece una relación de competitividad por la venta de la fuerza de trabajo y que, en ausencia de una relación de solidaridad (sindicato), va a determinar la venta de su fuerza de trabajo por debajo de su valor dada la sobrepoblación obrera que genera el capital (parados).

"Si nos paramos en la conciencia individual, alguien podría pensar que los obreros votan así porque les da la gana; o si nos paramos en la conciencia de clase tenemos que la conciencia, en abstracto, determina la acción política sin explicarnos tal conciencia"

La clase obrera no existe sola, sino junto a sus empleadores, los que le compran la fuerza de trabajo, la clase capitalista o burguesía. Estos, en cuanto propietarios de los medios de producción, deciden en lo inmediato qué, cuánto y cómo producir, con el objetivo de obtener más valor (plus valor) del que adelantaron (salario). Para ello deben explotar a la fuerza de trabajo que contratan, o sea haciendo que esta genere más valor del que finalmente cobra. Tanto en la compraventa de la fuerza de trabajo, acordando el salario, como en el uso de dicha fuerza, lo que gana uno lo pierde el otro. O sea, burgueses y asalariados, mantienen una relación antagónica, la lucha de clases.

Esta lucha se expresa de diversas formas, una es la sindical donde se disputan las condiciones inmediatas de trabajo (salario, jornada, entre otras) y otra es la jurídico-política que obliga a intervenir a las instituciones (jueces, gobiernos, u otros). Ambas formas presuponen que la clase obrera se organiza en sindicatos o partidos, que expresan sus intereses y en los que las diversas fracciones de la clase obrera se ve representada, por lo que hemos de detenernos en la diversidad de partidos (y como caso extremo la dicotomía derecha e izquierda).

Estos partidos compiten electoralmente por situar sus representantes en las instituciones políticas, caso del Parlamento Europeo. Allí, se establece una lucha institucional, donde la disputa adopta la forma de medidas, políticas, planes, legislaciones y presupuestos, que benefician en mayor o menor medida a unas u otras fracciones de la clase obrera y de la burguesía (también con su fraccionamiento). Las instituciones de la UE representan políticamente al capital europeo en su totalidad.

Al mirar esta lucha de clases, al margen de sus formas concretas (sindical, judicial, institucional, política, pongamos por caso) vemos que es la manera en que las clases establecen la relación de capital, la compraventa de la fuerza de trabajo. Y que el movimiento de esta relación nos remite a la acumulación de capital, que a su vez nos lleva al proceso capitalista de producción, al proceso de valorización en cuya materialidad (proceso de trabajo) hay que buscar los atributos que el capital necesita y, por tanto, la diversidad de fuerzas de trabajo demandadas por el capital. A su vez, el proceso de producción nos hace mirar el capital, el dinero, el valor y la mercancía (todo esto y lo anterior está en Marx).

Tomando la acumulación europea de capital podemos ver las distintas formas y fracciones del capital europeo, con necesidades comunes y específicas. Particularmente, hay capitales europeos más avanzados que se expanden, otros en fase de maduración que se estancan y capitales más atrasados que se reducen. Este distinto grado de desarrollo tiene que ver con las características propias de los capitales (tecnología, productividad) y con su inserción en el mercado mundial (especialización). Allí el capital europeo compite con capitales de otros bloques económicos, actualmente EE. UU. y BRICS; junto a la lucha por los mercados se produce la lucha por los recursos, abriendo el abanico de posibilidades que nos muestra la geopolítica mundial (tratados, acuerdos comerciales, aranceles, sanciones, guerras, entre otros).

En la exposición anterior nos hemos remontado desde lo más concreto (acción electoral) hasta lo más abstracto (acumulación mundial de capital), destacando las categorías que nos sirvan para explicarnos aquella realidad. Es importante no pararse antes de llegar al final porque ello da pie a la naturalización de la categoría, a una reproducción mental parcial o superficial del fenómeno (ideológica) y a la mutilación de su conocimiento.

Así, por ejemplo, si nos paramos en la conciencia individual, alguien podría pensar que los obreros votan así porque les da la gana; o si nos paramos en la conciencia de clase tenemos que la conciencia, en abstracto, determina la acción política sin explicarnos tal conciencia (condiciones materiales en que es producida), con lo que no solo incurriríamos en una abstracción sino también en una idealización. De igual manera, si nos detenemos en la clase social, en el partido político, en las instituciones políticas, o en el capital europeo sin llegar al capital mundial.

Ahora nos queda retornar al concreto (acción electoral de los miembros de la clase obrera), pero ya no como representación caótica de la realidad, sino como un concreto pensado, síntesis de múltiples determinaciones.

Pero esto quedará para la siguiente entrega.

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

martes, 2 de julio de 2024

Por qué Europa ha girado a la derecha (I)

Cuando recorro las calles de mi ciudad me da por pensar que muchos de los transeúntes con los que me cruzo son votantes de la derecha. Lo más preocupante es que esa derecha cada vez se desliza más hacia peligrosas posiciones radicales, y que cada vez son más los votantes arrastrados a esas posiciones. No es una broma, porque los activistas de esos grupos radicales de derechas se están haciendo muy agresivos y el ciudadano que no quiere líos con ellos procura, por lo que le pueda ocurrir, no hacerse notar. Se hacen así con facilidad dueños de la escena pública. ¿Qué puede ocurrir si se instalan en el poder con mayoría absoluta?

Un artículo de la escritora Azahara Palomeque titulado: ¿Y si tu vecino es un nazi? recoge de su experiencia estadounidense las formas en que los violentos de vocación fascista mantienen acobardados a muchos ciudadanos pacíficos, temerosos de ser señalados como pertenecientes a algunas de las minorías a las que odian y sobre las que ejercen sin miramientos una violencia brutal. No es pues ninguna broma el clima que siembran estos bárbaros, punta de lanza de los poderes a los que sirven, como hemos visto en otros tiempos históricos y vemos crecer ahora mismo.

El hecho indudable es que, como vimos en las elecciones europeas y ahora más claramente aún en las francesas, cada vez son más los votantes a los que esto no asusta porque se sienten fuera de peligro, o que simpatizan claramente con la exclusión de quienes consideran sus competidores en la lucha por la supervivencia. Los discursos de odio, desgraciadamente, calan.

Cada vez hay más, y lo más inquietante es que el fascismo, lejos de asustarlos, empieza a anidar entre los trabajadores europeos, como señala, desde la crítica marxista de la economía política, el economista Pedro Andrés González Ruiz en una serie de tres artículos. No se trata de escandalizarse, sino de comprender las causas objetivas del fenómeno.

En el primer artículo, aparecido en infolibre y en rebelión, investiga el peso del voto de derecha en las distintas clases sociales. Después de constatar el hecho de la derechización obrera, en los siguientes examina las causas probables.


Por qué Europa ha girado a la derecha (I)


Fuentes: Rebelión












Los resultados de las recientes elecciones europeas ponen de manifiesto el giro hacia la derecha en la Unión Europea (UE), nos proponemos aproximarnos a este fenómeno desde la perspectiva de la Crítica de la Economía Política (CEP).

Por si todavía alguien tiene dudas de que la ciudadanía europea ha votado mayoritariamente a la derecha, cuestión esta menos novedosa que se viene produciendo de manera tradicional, y que ha incrementado su apoyo a las opciones políticas conservadoras y retrógradas (derecha), veamos brevemente los resultados.

La participación ascendió, en el ámbito europeo, al 51,1%. Puede parecer poco, pero es el máximo de los últimos 20 años, suponiendo un crecimiento respecto de 2019 (50,7%) y 2014 (42,6%). Por tanto, la abstención fue del 48,9 por ciento.

https://results.elections.europa.eu/es/participacion/













En cuanto a resultados electorales bajo la dicotomía izquierda/derecha. En la parte de la izquierda europea las votaciones han dado los siguientes resultados: socialdemócratas obtienen 135 eurodiputados perdiendo 19; los verdes sacan 53 y reducen en 21, respecto del anterior Europarlamento; y la izquierda cuenta con 36 por lo que disminuye en 5. En total la izquierda europea obtiene 224 (31%) dejándose en el camino 45 escaños.

Por su lado, la derecha, que son el resto de partidos, ha obtenido 496 parlamentarios de un total de 720, o sea casi el 70 por ciento. Por insistir en la derechización de la ciudadanía europea, veamos sus tendencias: los liberales obtienen 79 y pierden 29; el partido popular saca 189 y gana 7. En cuanto a la extrema derecha, según una investigación del diario Público, más de 40 partidos en los 27 países que han votado, suponen 192 europarlamentarios, casi el 27 por ciento, con un crecimiento de 52 sillones. El resto, unos 36 eurodiputados, pertenecen a partidos difíciles de ubicar, o que se autoubiquen en la dicotomía derecha-izquierda (caso de los 5 estrellas italianos que están en los no inscritos junto a Junts, por ejemplo), pero son pocos y alteraría en menos de 5 puntos el análisis.

Una vez aclarado lo que entendemos por derechización de Europa o de la ciudadanía europea, encaremos este fenómeno e intentemos explicárnoslo. Para ello usaremos las herramientas que nos procura la CEP procediendo conforme a las indicaciones de Karl Marx en el prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política. De otra manera, ya sabemos lo que ha hecho la ciudadanía europea, ahora tratemos de saber qué han hecho las clases sociales de la UE.

Bajo nuestro punto de vista, ello pasa por reproducir en el pensamiento este fenómeno concreto (derechización de la UE) poniendo en juego una serie de categorías: capital, instituciones políticas, clases sociales, lucha de clases, conciencia de clase, acción política, sujeto político, entre otras.

Pero, antes sinteticemos a través de un cuadro el comportamiento de las clases europeas en las recientes elecciones. Las cifras que se exponen son porcentajes respecto del total del electorado. La tabla presenta en las columnas a las clases sociales, y en las filas las acciones políticas que ha realizado el conjunto de los miembros de cada clase (abstención, votar a la derecha o votar a la izquierda).










En la confección de este cuadro hemos tenido en cuenta los siguientes datos: según el Parlamento Europeo la participación ha sido del 51 por ciento y la abstención del 49 por ciento; el porcentaje de ciudadanos que ha votado a la izquierda (socialdemócratas, verdes y la izquierda), teniendo en cuenta los 224 (31% de escaños) que ha sacado, asciende al 16 por ciento; mientras que el porcentaje de ciudadanos que votó a partidos adscritos a euro grupos de la derecha (el resto), sabiendo que obtuvieron 496 asientos (69%), ha sido el 35 por ciento. Esto queda reflejado en la última columna de la tabla.

"El comportamiento electoral de la clase obrera sale como resultado de restar el comportamiento capitalista al ciudadano. De los 80 miembros de la clase obrera que hay en cada 100 ciudadanos europeos deciden abstenerse 39, votan a la derecha 26 y votan a la izquierda 15"

Ahora veamos cómo se ha comportado cada clase social. Partimos de un reparto de la ciudadanía europea entre las clases sociales del 80 por ciento para la clase obrera y el 20 por ciento para la clase capitalista (ver criticonomia.blogspot.com). Esto se expresa en la última fila de la tabla.

Suponemos que la participación electoral es similar en ambas clases, es decir del 51 por ciento; y, en cuanto a la propensión al voto de la clase capitalista, que el 90 por ciento vota a la derecha mientras el 10 por ciento vota a la izquierda; la columna tercera nos muestra el comportamiento electoral de la clase capitalista/burguesa. Es decir, de 20 capitalistas por cada 100 ciudadanos europeos, 10 se abstienen, 9 votan a la derecha y 1 vota a la izquierda. El comportamiento electoral de la clase obrera sale como resultado de restar el comportamiento capitalista al ciudadano; o sea, de los 80 miembros de la clase obrera que hay en cada 100 ciudadanos europeos, deciden abstenerse 39, votan a la derecha 26 y votan a la izquierda 15, tal como se refleja en la segunda columna de la tabla. Desde este punto de vista, la derechización de Europa tiene que ver con la derechización de su clase obrera, del conjunto de sus personas asalariadas. Así que hemos de interrogarnos por esto último, pero esto será en la próxima entrega.

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 1 de julio de 2024

“EEUU juega una terrible baza de muerte”

El capital financiero especulativo ha transformado las relaciones económicas a escala planetaria, pero eso no significa que sus intereses sean homogéneos y compartidos por todas sus fracciones. El agravamiento de la crisis hace más grande y cruenta la pugna global entre sectores del capital. Tres tendencias que se disputan la hegemonía capitalista global son analizadas en un interesante artículo publicado por Andrés Piqueras y que recoge también el blog arrezafe. Lo reproduzco, tras un breve comentario por mi parte.

Nos engañan los que hablan de reducir el papel del Estado en la economía, porque sin Estado que asegure su funcionamiento es imposible para el capital garantizar el cumplimiento de sus propias reglas. La diferencia fundamental entre las tres tendencias aludidas sería el alcance de ese Estado. Para unos sería deseable un Estado global sin barreras al flujo financiero; pero para el imperialismo norteamericano ese papel le corresponde (por designio divino) a los Estados Unidos, y en consecuencia han de ser ellos ellos los que impongan y controlen las barreras que consideren necesarias.

Pero dentro de esta tendencia se produce una bifurcación, porque para unos lo importante es fortalecer el poderío de su país y de su dólar, potenciando el complejo industrial-militar-petrolero-farmacéutico. Este grupo guerrerista busca una mayor implicación en todos los conflictos, manteniendo lo multinacional bajo su dominio.

Y en contraposición, otros consideran prioritaria la reindustrialización de EE.UU. y un mayor centramiento del país en sí mismo para poder salir de su aguda crisis, aunque está claro que su repliegue continental abarca como propio todo el continente americano.

Si la primera estrategia es defendida por la mayor parte del partido demócrata, las otras dos se reparten sobre todo en el partido republicano. La última, bien representada por Donald Trump, es la opción más minoritaria entre las élites, pero la más exitosa de cara al particular proceso electoral estadounidense.

No he de insistir demasiado en que empequeñecer el Estado se refiere a su papel asistencial y planificador, pero nunca a su estructura represiva.

No hay más que ver, sin salir de nuestro país, como cuatro ministerios clave quedan siempre fuera del alcance de la Izquierda: Interior, Defensa, Justicia y Exteriores están férreamente controlados. Los tres primeros son esenciales para el mantenimiento del orden interno, y el cuarto para el sometimiento al orden externo.

Este sometimiento no es privativo de nuestro país, porque toda Europa está contaminada de ese guerrerismo subalterno. El casi defenestrado Macron es un ejemplo de seguidismo otánico, renunciando a la 'singularidad patriótica' que mantuvo el gaullismo. La extrema derecha lo sabe, y al menos en apariencia pretende reavivar el 'espíritu nacional'.

De todo esto habla aquí José Antonio Zorrilla, diplomático español retirado y antiguo embajador en Moscú:

Sigue a continuación el artículo de Piqueras:


¿HASTA DÓNDE ESTÁ DISPUESTO A LLEGAR EL IMPERIO OCCIDENTAL PARA INTENTAR PALIAR SU DECADENCIA ECONÓMICA MEDIANTE LA SALIDA MILITAR?

Andrés Piqueras
26 de junio de 2024

La crisis del capital se expresa crecientemente en la sobredimensión de su forma monetaria: cada vez más dinero circulando fuera de la inversión productiva, preferentemente en su forma ficticia.

Cuanto mayor es la crisis, más grande y cruenta es la pugna global entre sectores del capital, donde el capital a interés especulativo parasitario (CIEP) parece haber tomado la delantera, con redes globales de control que persiguen la definitiva abolición de la soberanía de los Estados, así como el desleimiento de las sociedades para su conversión en dirigidas masas amorfas (recordemos que a diferencia del CIEP, el capital productivo sí necesita de ciertas formas de sociedad, a las que contribuye a su manera a sostener).

Así por ejemplo, en el caso de la principal potencia que comanda el capitalismo global, tenemos tres tendencias pronunciadas, con claras extensiones a escala global. La globalista, la continentalista unipolar imperial, y la continentalista de repliegue.

1. El globalismo financiero busca, posiblemente, un Estado global sin barreras al flujo financiero; plataformas de servicios financieros conectadas con empresas transnacionales (ETNs); control de los Bancos Centrales independientes de gobiernos estatales; pérdida de entidad de lo estatal-nacional; posibilidad de una fuerza armada global, como la OTAN; una moneda independiente de cualquier país; adueñarse del complejo financiero-militar-industrial USA y de su Reserva Federal. En esa Red financiera global tenemos a Wall Street – City London – Bolsa de HongKong – S & Poors – los Rotschild – Cargill – Monsanto – Citigroup – Barclays – HSBC – Lloyd’s – ING Barings – Santander – CH… y la mayor parte del Partido Demócrata.

2. El continentalismo financiero imperial, por su parte, persigue fortalecer el poderío de USA y de su dólar, potenciando el complejo industrial-militar-petrolero-farmacéutico (aquí se asientan los “halcones”). Es la base del unipolarismo estadounidense continuador de la Trilateral para “un nuevo siglo americano” y se expresa a través del desarrollo de lo multinacional bajo el dominio de Estados-continentes liderados por EE.UU. Aquí se encuentran actores como Moody’s – Rockefeller – Goldman Sachs – Warren Buffet – Esso J.P. Morgan – The Washington Post – Halliburton (Dick Cheney) – Bank of America – Kraft Food, más el capital estadounidense de Clarín, El País y otros periódicos globales… Está opción está sostenida por una parte del Partido Republicano y también, más minoritaria, del Demócrata.

3. El continentalismo nacional productivo (“America First”), la opción más minoritaria pero la más exitosa de cara al particular proceso electoral estadounidense, busca la reindustrialización de EE.UU. y un mayor centramiento del país en sí mismo para poder salir de su aguda crisis, y especialmente la conectada a su mundo financiero-especulativo de capital ficticio y dinero inventado sin valor, lo que se traduce en una reubicación de las ETNs, un repliegue militar a cambio de la venta de tecnología armamentística. También en la contención migratoria. Su continentalismo pretende un repliegue que abarca como propio todo el continente americano, por lo que es profundamente hostil a cualquier proceso de autonomía en NuestraAmérica. Bajo este epígrafe se encuentran parte del Partido Republicano – Tea Party – Trump – la gran industria, en clara minoría frente a los otros dos.

Como quiera que esta última fracción no está interesada en la guerra directa contra Rusia ni en el mantenimiento de una muy cara OTAN, ni en la exacerbación ficticia-financiera ni en la expansión militar de USA, las otras dos facciones han conseguido hasta ahora desplazar del gobierno a su candidato Trump mediante un “golpe blando”, hostigándole mediática y políticamente sin cesar. Proceso en el que los demócratas especialmente se han servido de algunas de las claves ideológicas destacadas de la Agenda 2030 (exhibiendo el “feminismo postmoderno”, el “verdismo”, el “antirracismo postural”, la supuesta preocupación por la inmigración, etc.).

Pero Trump vuelve a la escena política con una agenda ultrarreaccionaria, salvaje en lo social (aún más que la de Biden), aunque con prédicas de reindustrialización y empleo que atraen al trabajador medio estadounidense (e incluso a cada vez más parte de las golpeadas “clases medias”), empobrecido y desalentado de la para él inservible pantomima electoral que se repite cada cuatro años. La prioridad del trumpismo, por ello, es enfrentar a China como principal rival económico, aunque para eso tenga que convertirla en enemigo militar. En ese proyecto resulta importante para esta fracción de la elite gringa desactivar la agresión a Rusia e intentar deshacer el nudo de mutuo apoyo y solidaridad que se ha establecido entre ella y China.

Es por esto que Trump ha propuesto un plan de paz que ve como posible finalizador de la guerra por intermediarios que sobre todo el sector globalista del Eje Anglosajón y sus subordinados de la OTAN llevan a cabo en Ucrania contra Rusia. Estas son sus principales propuestas:

  • POSPOSICIÓN INDEFINIDA DE LA ENTRADA DE UCRANIA A LA OTAN
  • CESE AL FUEGO CON BASE EN LAS LÍNEAS DEL FRENTE
  • PRESIONAR A KIEV PARA NEGOCIAR BAJO LA AMENAZA DE CESAR LA AYUDA MILITAR 

Propuestas que difieren sutilmente de la que hace muy poco presentó Putin:

  • RETIRADA DE LAS TROPAS UCRANIANAS DE LOS NUEVOS TERRITORIOS RUSOS
  • ESTATUS NEUTRO DE UCRANIA, NO NUCLEAR, NO ALINEADO A BLOQUES
  • ALTO AL FUEGO INMEDIATO Y NEGOCIACIONES

Mas está claro que aquí podría haber un entendimiento. Por eso, precisamente, las otras facciones del capital estadounidense, y especialmente la globalista-demócrata, están incrementando y acelerando la escalada de agresión contra Rusia, para que no haya posible retorno aun cuando asuma Trump de nuevo la presidencia.

EE.UU. juega así una terrible baza de muerte, una vez más a costa de toda Europa, pues atacar a Rusia en su propio territorio mediante una escalada de agresiones terroristas de distintas banderas, a costa de población civil indefensa, no hace sino provocar a la que es quizás primera potencia en calidad (que no en cantidad) de armas nucleares, capaces de barrer Europa en horas y de golpear a EE.UU. en su propio corazón.

Sólo la exquisita paciencia estratégica de Rusia, que se sabe ganadora en el terreno militar, económico e incluso político-diplomático frente al Imperio Occidental, ha permitido que la desesperación de éste no haya llevado ya a un conflicto nuclear (¿nos podemos imaginar qué hubiera hecho EE.UU. si un misil ruso hubiera explotado sobre una playa de Florida llena de bañistas, por ejemplo?).

La pregunta, no obstante, sigue estando en el aire: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el Imperio Occidental para intentar paliar su decadencia económica mediante la salida militar?

No deja de sorprender la enorme preocupación mundial que suscitó la “crisis de los misiles” en los años 60, entre USA y la URSS. Y hoy que el riesgo es mucho mayor, nuestras sociedades parecen flotar en un limbo abúlico, ajenas al peligro que corren. No cabe duda de que esto forma parte del proceso de analfabetismo político y despolitización estupidizante que el Sistema ha llevado a cabo contra las sociedades desde su ofensiva neoliberal allá por los años 80 del siglo pasado.

Es por eso imprescindible y urgente levantar un Gran Movimiento por la PAZ en toda Europa. Llamar la atención en cualquier lugar de trabajo y en cualquier ámbito social sobre la necesidad de la PAZ, “que no nos arrastren a la guerra”, como el inefable rey de España ha ido a exhibir a los países bálticos hace poco, y como los Borrell, Von der Leyen, Michel y demás agentes del capital guerrerista llevan incitando desde hace años.

Tan imprescindible y urgente como que nos jugamos la vida en ello.

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Dejo aquí unos enlaces que creo pueden aportar más reflexión e indicadores al extraordinario momento crítico, bélico, que vivimos:

LA PREGUNTA NO ES SI HABRÁ GUERRA, SINO QUÉ GUERRA HABRÁ

De nuestra página del Observatorio Internacional de la Crisis:

RUSIA LE DICE A LA EMBAJADORA DE EEUU: “YA NO ESTAMOS EN PAZ”

ESTADOS UNIDOS CRUZA LA LÍNEA ROJA Y RUSIA AHORA ESTÁ LISTA PARA RESPONDER CON FUERZA

LA “GUERRA” DE PUTIN PARA REMODELAR EL ZEITGEIST ESTADOUNIDENSE

Una llamada a la juventud que, a pesar de mis diferencias con el texto, ojalá se leyera por esa juventud:

Carta abierta a los jóvenes sobre la Tercera Guerra Mundial

Para terminar, entrevista a José Antonio Zorrilla, diplomático español retirado y antiguo embajador en Moscú:

«Macron y Europa son los culpables de seguir a EEUU en una guerra que nos está matando»

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