martes, 2 de septiembre de 2025

Enlace con un pasado que no acaba de pasar

Ayer mismo publicaba esto el siempre interesante Valentín Tomé. Lo recojo tal cual, sin comentarios y sin cambiar ni una coma.

Recuerdo aquel juicio y su siniestra cadena de "accidentes", propia de una película de cine negro. Pero la fotografía me activó otros recuerdos de aquel tiempo, porque el primero por la izquierda (por la izquierda) es mi buen amigo Javier Munáiz, que participó en aquel peligroso fregado y que fue mi abogado en un juicio por despido improcedente. De oca a oca, esto me lleva a recordar a otros buenos amigos abogados que en aquel tiempo se comprometieron en la lucha por las libertades. Honrados sean los que continúan siendo honrados.

Y todo para que ahora sigan los mismos bailando con las mismas. Con las mismas malas mañas. Pero no hay que cejar:

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo...





Ante la escasez de aceite de oliva, durante el franquismo se repartieron por parte del territorio español una serie de depósitos para almacenar el oro líquido, y echar mano de ellos cuando subía mucho de precio o cuando las cosechas eran malas.

En marzo de 1972 se hizo necesario recurrir a estos depósitos. En Vigo, D. José María Romero, director general de REACE (Refinería de aceites y grasas) al hacerlo comprobó que faltaban unos ¡4 millones de kilos de aceite!. Cuatro días después de la denuncia, uno de los principales accionistas de REACE era detenido en un tren Madrid–Bilbao, Isidro Suárez como principal imputado.

Seis meses después de poner la demanda, aparece sospechosamente muerto José María Romero junto con el cadáver de su mujer y de su hija. Año y medio después aparecía muerto en prisión Isidro Suárez. Por esas fechas también fallece en extrañas circunstancias un empresario vigués de una conservera que compraba este aceite de REACE en el mercado negro. Un taxista que era el encargado habitual de transportar a toda esta gente por la ciudad olívica apareció muerto en su taxi con tres impactos de bala.

Sin embargo, ya en democracia, el principal sospechoso de este turbio asunto, Nicolás Franco Bahamonde, fallecería plácidamente en 1977 sin haber llegado a declarar por decisión del juez que se negó a que el hermanísimo del Generalísimo fuese procesado.

El juez era Mariano Rajoy Sobredo, padre de Mariano Rajoy, y actuaba como fiscal Cándido Conde Pumpido, padre del que fuera Fiscal General del Estado Cándido Conde Pumpido. El sumario desapareció y nada más se supo.

Poco después de aquello, unas de las consideradas más difíciles pruebas de toda las plazas funcionariales, la de Registrador de la Propiedad, fueron aprobadas por M. Rajoy, en su primer intento y con 24 años de edad, por lo que se convirtió en el registrador más joven de la historia de España (el récord cronológico sigue sin ser batido).

Su hermano menor, Enrique, estuvo a punto de arrebatarle el record, cuando unos años después aprobó la misma oposición, ostentando la marca del segundo más joven. Hoy en día su labor la desempeña en el registro de Cáceres (sufriendo sanción disciplinaria por mala praxis recientemente).

Consiguió también ser registradora su hermana María de las Mercedes, hoy titular de uno de los Registros de Getafe.

El cuarto hermano, Luis, sin embargo, concurrió con similar éxito a las igualmente duras pruebas de acceso al Notariado, obteniendo plaza en Ourense, terminando en El Escorial.

jueves, 28 de agosto de 2025

Espeluznante lo que estamos viendo y viviendo

Hace tiempo lo hubiéramos considerado increíble, pero a la fuerza habrá que creer lo que vemos pasar ante nuestros ojos. El instinto atribuido falsamente al avestruz es en realidad muy humano: mejor no saber que amargarse. Y bien que lo saben fomentar los culpables que piensan, absurdamente, que se van a librar de lo que están causando, a mayor gloria de sus carteras.

El desfase entre los ciclos económicos, biológicos y ecológicos es, como sabemos, brutal; pero el placer del lucro inmediato les puede, diríamos que "les pone".

Y lo mejor que encuentran es cegar la visión de lo que ocurre, pues lo primero son sus dividendos. Para colmo han colocado en el puesto de máximo poder a un cenutrio con gran capacidad para los negocios, y así nos va a todos.

Lo que mostraba la  película No mires arriba es ahora una realidad aún más descarada.

Antonio Turiel denuncia cómo se está cegando la investigación medioambiental, no vaya a ser que sepamos demasiado y logremos chafarles el negocio.

Pero además de este interés (interés compuesto, of course) hay un hecho más que demuestra los límites, no ya del crecimiento físico, sino de la capacidad para saber más y más en tantos campos abiertos. Así de claro lo dice este científico:

"Estamos empezando el proceso de finalización tecnológica: nuestra sociedad hipercomplejificada no puede sufragar el coste de mantener activas todas las tecnologías que ha desarrollado, y, con el paso del tiempo, irá abandonando aquéllas que le den menor retorno o cuyo sacrificio le suponga menor coste."

Buenos vientos soplan, en cambio, en cambio, para seguir fomentando la investigación militar.

El fin de la observación de la Tierra desde el espacio

Antonio Turiel
13 de agosto de 2025



Queridos lectores:

Como muchos de Vds. ya saben, una buena parte de mi trabajo de investigación se centra en la observación de los océanos con satélites artificiales. Desde hace 18 años he trabajado intensamente en la misión SMOS de la Agencia Espacial Europea (conocida como ESA por sus siglas en inglés). El profesor Jordi Font, mi jefe cuando yo llegué al Instituto de Ciencias del Mar, y una gran persona y científico, fue el co-líder de esta misión satelital de observación de la Tierra, y unos años antes de jubilarse me cedió a mi la dirección del grupo de investigación de salinidad por satélite del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona, donde trabajo. Aparte de con SMOS, he trabajado con datos provenientes de una docena de otras misiones, especializadas en medir la temperatura de la superficie del mar, el color del océano o las corrientes superficiales, entre otras variables. Y de vez en cuando he usado datos de otras misiones de observación de la Tierra, más allá del océano, en el contexto de muchas colaboraciones nacionales e internacionales.

Por este motivo, estoy bastante al corriente de los cambios que se están produciendo en los últimos años en referencia a la observación de la Tierra por satélite. Y particularmente de un proceso al que yo denomino "finalización tecnológica". No es un evento abrupto, no es un cambio radical de la noche al día, pero sí una sucesión de eventos, espaciados en el tiempo aunque con algunos momentos destacados, y que tienen en común que definen el lento camino a través del cual una tecnología va siendo abandonada. Creo sinceramente que éste es el caso del ámbito tecnológico sobre el cual trabajo. Y también creo que estamos en un momento de aceleración de ese abandono tecnológico, motivado por los cambios evidentes y no tan evidentes que se están dando en la escena geopolítica mundial.

En julio de este año se ordenó la finalización del Programa de Satélites Meteorológicos de la Defensa (DMSP). Se trata de un conjunto de satélites del Departamento de Defensa de los EE.UU. que se utilizan para mejorar las predicciones numéricas de los modelos meteorológicos, y particularmente la previsión de los huracanes, por parte de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), la agencia estatal norteamericana que se encarga de la previsión meteorológica, oceánica y climática. En su momento se alegó que el impacto de la finalización del DMSP iba a ser menor, teniendo en cuenta que la decisión de acabar con el programa se tomó ya en 2015, que los satélites a desactivar ya han pasado con largueza su vida útil y que en realidad se procederá a una sustitución por otros satélites más modernos.

Sin embargo, otros movimientos en paralelo indican que la situación dista de ser tan brillante. La NOAA tomó hace meses la decisión de postponer el mantenimiento de los satélites del Sistema Conjunto de Satélites Polares (JPSS), que es uno de los sistemas que se supone que tiene que sustituir al DMSP. Al mismo tiempo, ya se han ordenado reducciones de personal y reestructuraciones en la propia NOAA, y se anticipa que cuando en octubre se apruebe el nuevo presupuesto federal los despidos van a ser masivos. Muchos investigadores de ésta y otras instituciones han empezado a sondear la posibilidad de irse a Europa (algunos incluso a España).

Particularmente grave es el decomisionado de los satélites Terra, Aqua y los satélites NOAA-15, NOAA-18 y NOAA-19. Con ellos, EE.UU. se queda sin sensores AVHRR (quedarán todavía los embarcados en los Metop europeos), acabándose así la serie más larga de datos de temperatura de la superficie del planeta. Más grave aún, se queda sin sensores CERES, poniendo en peligro la continuidad de una serie ahora mismo crucial para estudiar el desbalance radiativo del planeta (el cual se ha incrementado alarmantemente en los últimos años; es esa gráfica que suelo comentar en mis últimas presentaciones que es la más importante que van a ver este año).

De nuevo, el argumento es el de que estos sistemas (todos ellos con muchos años a sus espaldas) van a ser sustituidos por otros más modernos. Sin embargo, a día de hoy esas sustitución no está tan clara, ya que los nuevos sensores no permiten medir las mismas variables que los antiguos, y algunas series quedarán sin duda interrumpidasUna situación que no me resulta en absoluto ajena de manera más directa y personal, saltando ahora a Europa: llevamos años intentando garantizar la continuidad de las observaciones en radiometría de la banda L de los microondas (que es la que usa SMOS para medir la salinidad de la superficie marina), y como mucho conseguiremos observaciones de menor resolución espacial y temporal gracias al satélite CIMR (y eso si su lanzamiento llega a tiempo de impedir que haya un agujero de datos en la serie).

Pero hay dos eventos recientes en los EE.UU. que certifican que entramos en un momento radicalmente nuevo, que va más allá de la simple decadencia por falta de fondos. Por un lado, la administración Trump ha decidido que a final de año se eliminarán los satélites OCO que miden los niveles de CO2 atmosféricosEn este caso, no se trata de satélites viejos, e inclusive se cuestiona la legalidad de la medida, pero la orden es clara: se debe forzar la reentrada de los satélites, lo cual comportará su destrucción. Si la orden finalmente se ejecuta, el daño estará hecho, pues reemplazar estos satélites requeriría años. La intencionalidad política es clara: hay que dejar de medir el CO2, y particularmente indagar sobre dónde se está emitiendo más. Si no se observa, no hay responsabilidades exigibles a los que más contaminan.

Por el otro, hace unos días el Departamento de Energía norteamericano publicó un informe sobre los impactos en el clima de las emisiones de CO2 de los EE.UU.. Las conclusiones son desoladoras por lo grotescas: de acuerdo con este informe, el impacto del CO2 es muy pequeño y el de las emisiones de los EE.UU. en particular es indetectable.

Resulta por tanto obvio que en los EE.UU., por la vía de hecho, se va a dejar de investigar en Cambio Climático, y para asegurarse de que así sea se van a ir no solo reduciendo fondos, sino eliminando sistemas de medidas e incluso series de datos actualmente disponibles, mientras que se fabrica un discurso aberrante exculpatorio. Nada sorprendente con un presidente negacionista, aunque el nivel de osadía supera todas las expectativas.

Y, mientras tanto, ¿qué está pasando en esta orilla del Atlántico?

Pues no tenemos todavía plena confirmación, pero aquí las perspectivas tampoco son muy brillantes, en nuestro caso por otro motivo: los planes de rearmamento para la preparación de las nuevas guerras coloniales. Por lo poco que mis colegas y yo hemos podido llegar a saber, el nuevo programa de la ESA "Resiliencia desde el Espacio", centrado en la seguridad, va a ser la gran apuesta en la próxima reunión ministerial de noviembre, y probablemente la aportación económica de los países va a reducirse en otros programas considerados menos críticos, como es el de Observación de la Tierra (irónico en un momento en que los problemas ambientales son cada vez mayores, como estamos viendo estos días de salvajes incendios en España). A nivel de la Unión Europea las cosas no están tan definidas, pero parece avanzarse sobre la misma dirección y concepto de "resiliencia". Pero donde soplan vientos más fríos aún es en el ámbito español: no tenemos ningún comunicado oficial, pero después de ver los resultados de la última convocatoria de proyectos del Plan Nacional y por los mensajes que nos llegan de diversas personas vinculadas a su evaluación, en los próximos años se va a poner el acento en que la investigación que realicemos tenga un carácter "dual". Eso quiere decir que se va a favorecer el trabajo sobre tecnología y aplicaciones que tengan carácter tanto civil como militar. La clave: poder justificar parte de la inversión en ciencia como respuesta a ese 2,1% del PIB que el presidente Pedro Sánchez se ha comprometido a gastar en fines de defensa y armamento. Como pueden imaginar, esto ha causado gran inquietud en mi comunidad, y es un asunto de discusión muy activa en este momento. ¿Qué debemos hacer? ¿Bajar la cabeza y empezar a buscar aplicaciones de nuestro conocimiento para el arte de matar personas? ¿O bien rebelarse y negarse a ello, aceptando que tendremos que despedir a la gente joven --y no tan joven-- ya que nuestros fondos se reducirán drásticamente?

Irónicamente, a nivel de acceso a las observaciones, el gran empuje en observación de la Tierra de China, que siempre fue muy reacia a compartir sus datos, podría ayudarnos a mantener las líneas de trabajo y desarrollo actuales. Pero seguiremos teniendo problema de acceso a financiación, a no ser que o bien encontremos un nicho de investigación razonable o bien aceptemos trabajar para los militares.

Epílogo personal: Hace un par de años yo cedí la dirección del grupo de salinidad a mi compañera, la doctora Estrella Olmedo, a pesar de que aún me queda más de una década para jubilarme, porque creo que ella se lo ha merecido con su trabajo intenso todos estos años y porque es importante dar oportunidades a la gente que aún tiene que desarrollar su carrera, y así yo podría dedicarme en la recta final de mi propia carrera a trabajar en multitud de temas que tengo abiertos y que me gustaría investigar, aunque siempre estando presente para ayudar en cuanto fuera menester. Yo era consciente del fardo que cargaba sobre sus capaces espaldas (nada es gratis en este mundo), pero lo que realmente no me imaginé es que ella (junto con mis otras compañeras senior con las que trabajamos) se vería abocada a tomar decisiones muy duras. Tampoco puedo decir que lo que está pasando sea algo realmente sorprendente, teniendo en cuenta la temática de este blog y de mi divulgación. Como decía al principio, estamos empezando el proceso de finalización tecnológica: nuestra sociedad hipercomplejificada no puede sufragar el coste de mantener activas todas las tecnologías que ha desarrollado, y, con el paso del tiempo, irá abandonando aquéllas que le den menor retorno o cuyo sacrificio le suponga menor coste. Era un proceso previsible, como también era bastante previsible que particularmente las tecnologías espaciales, y más en concreto las relacionadas con la observación de la Tierra para fines civiles, serían de las primeras cosas en caer, en llegar a su finalización tecnológica. Por supuesto estamos hablando de un proceso, no de un evento puntual, y así seguirá habiendo observación de la Tierra por satélite durante décadas, aunque cada vez será menor y más marginal. Queda ver si como sociedad somos capaces de encarar no ya éste sino tantos otros retos como tenemos pendientes y podemos revertir la tendencia. Solo el tiempo lo dirá.

Entre tanto, en el aquí y el ahora de los grupos de investigación que nos vemos afectados, y en el concreto caso del mío, tendremos que pensar cómo vamos capeando estas turbulentas aguas, mientras seguimos la curva de descenso inevitable de la civilización industrial. Ideas no nos faltan, talento --sobre todo el de mis compañeras-- tampoco. Solo necesitamos oportunidad.

Salu2.

AMT

miércoles, 27 de agosto de 2025

Capitalismo inflamable

Culpar únicamente al cambio climático de la sucesión de inundaciones e incendios que estamos padeciendo es una simplificación que aprovechan los negacionistas, que siempre podrán atribuir estos desastres a causas naturales ("siempre hubo fenómenos extremos..."). 

Pero las estadísticas demuestran que si uno de estos fenómenos extremos se producía aproximadamente cada cierto número de años, ahora aumenta su frecuencia e intensidad. Inundaciones que tardaban décadas en repetirse son ahora cuestión de años. Las agravan además los cambios de uso del suelo por la urbanización o la agricultura intensiva, entre otros muchos factores de origen antrópico.

Los desequilibrios causados por nuestra actividad agravan las catástrofes. Cualquier ecosistema, dejado en paz, encuentra en algún momento un nuevo equilibrio, pero la rapidez con que alteramos el medio no deja tiempo para ello.

La causa de estos desequilibrios crecientes es un desbocado crecimiento exponencial, tanto en el uso de los recursos naturales como en el aumento de los residuos que envenenan el suelo, la atmósfera y los mares. Ya no hay disimulo posible: el mayor causante es el capitalismo, fase final por ahora del desarrollo humano. Por su propia naturaleza, el capitalismo, especialmente en su actual etapa financiera altamente especulativa, no puede sobrevivir sin cambios acelerados y un crecimiento desbocado que choca con todos los límites. El agotamiento y el empobrecimiento de la variedad y riqueza naturales son ya patentes.

Por eso los científicos más lúcidos y mejor informados denuncian ya al capitalismo como el gran enemigo de la vida en la Tierra. Así lo declara abiertamente Antonio Turiel, persona prudente a quien no podemos tildar de panfletario:

La lucha contra estos incendios es lucha de clases, concepto que repetidamente se dice superado pero que en realidad emerge continuamente.

Prendedlos

Antonio Turiel












Queridos lectores:

No tenía intención de escribir sobre los catastróficos incendios que están asolando varias provincias, y muy particularmente la de mi León natal, porque yo no soy para nada especialista en temas de incendios forestales y porque ya se ha escrito mucho sobre el tema, muy buenos artículos por parte de gente con verdadero conocimiento de la materia. Sin embargo, omitir toda mención a lo que ahora es motivo de gran angustia en España y particularmente en mi patria chica, en un blog como éste dedicado a la pérdida de sostenibilidad de nuestra sociedad, me ha parecido poco apropiado.

Pero, como digo, al no ser experto en la materia, no entraré en la cuestión técnica. Atendiendo a lo poco que yo sé sobre el tema (el impacto del Cambio Climático), sería tentador atribuir todo lo que está pasando a los efectos del Cambio Climático, pero no es verdad. Cierto, las altas temperaturas favorecen incendios más difíciles de controlar y facilitan la aparición de incendios de sexta generación. También es verdad que las lluvias muy abundantes de la primavera, alimentadas por las alteraciones climáticas actuales, han creado lo que se conoce como "efecto latigazo": la lluvia anormalmente abundante hace crecer rápidamente todo tipo de plantas que se secan de manera más rápida cuando llegan las actuales temperaturas extremas y añaden una gran cantidad de combustible seco. Pero de manera similar a lo que pasó con la catastrófica DANA que asoló Valencia el año pasado, una gran parte de lo que está pasando está asociado a un modelo de gestión del territorio. Escaso interés en la prevención, falta de toma de medidas adecuadas, abandono del medio rural espoleado por las políticas dirigidas al extractivismo masivo, recortes en medios públicos para la extinción de incendios (percibidos por nuestros gestores como un gasto inútil o de poco retorno económico)... Nada de esto es casual, es una consecuencia de un sistema económico depredador y ecocida, que no es capaz de pararse delante de nada y que atenta contra las bases mismas que sustentan la vida, la humana incluida. Estos días estoy leyendo un libro magistral que condensa todas estas ideas, "Incendios" de Alejandro Pedregal --espero poder hacer una reseña de él en breve-- y que desde luego les recomiendo para tomar una perspectiva amplia de lo que nos pasa.


Me gustaría por tanto simplemente hacer unas reflexiones de carácter más social sobre lo que está pasando. La carencia de medios de extinción, junto con el gran volumen de incendios (mayoritariamente provocados, eso es seguro) ha hecho que en muchos pueblos los vecinos se hayan encontrado solos, sin ningún tipo de ayuda. Los responsables autonómicos, con sus declaraciones y también con sus elocuentes silencios, reconocen su impotencia. Incluso el propio Estado: hace unas horas, la ministra de Defensa, Margarita Robles, reconoció que dada la magnitud de la catástrofe no hay realmente medios para atajar estos incendios, y que estamos a merced de que un cambio de tiempo traiga la ansiada lluvia. La idea que se transmite es que hay zonas en las que ya no hay nada que hacer, ergo no se va a hacer nada, y esto va seguir ardiendo hasta que pare por sí mismo. Sin embargo, para los que viven en esos lugares, eso equivale a perder su vida: sus casas, sus medios de subsistencia, su patrimonio, todo. Por eso no es de extrañar que, en medio del abandono institucional, los vecinos de muchos de estos lugares, valientemente, con los pocos medios que tienen, hayan luchado en una desigual batalla por salvar lo que es suyo. Por salvar su vida. En muchos casos perdiéndolo todo, hasta su vida misma, por desgracia. Esa gente no pueden permitirse la ligereza de darlo todo por perdido desde un despacho de la gran capital. Pocos hechos ilustran tan claramente que la lucha contra estos incendios es una lucha de clase, un concepto que repetidamente se dice superado pero que en realidad emerge continuamente.

Y en medio de esta catástrofe, observamos --como ya pasó en el caso de la DANA-- una nueva pugna absurda por la atribución de la responsabilidad, entre las autonomías y el estado. Ciertamente las autonomías tienen las competencias sobre la prevención y la extinción de los incendios, y es culpa de ellas su falta de adecuación, y máxime con el agravamiento de las condiciones materiales que nos está trayendo el Cambio Climático. Y ciertamente el Estado puede en cualquier momento elevar el grado de emergencia y tomar el mando. Pero no lo hace porque sabe que desde las autonomías se le acusará de intervencionista, y obviamente le cargarán toda la responsabilidad cuando la imposibilidad de hacer algo útil sea manifiesta. Al mismo tiempo, las autonomías no piden al estado que asuma el mando porque sería reconocer su impotencia y diluiría la responsabilidad del estado en el fracaso final. Unos por otros, al final nadie se mueve y no se declara el estado de emergencia nacional, que sin duda lo es, y no se moviliza todo lo que se podría movilizar --aunque fuera para comprobar que ni con eso hay bastante. En el fondo hay cierto miedo a hacer evidente que, en realidad, tras décadas de dilución y destrucción de lo público, el Estado realmente no cuenta con medios para dar respuesta a los retos del futuro. Porque eso llevaría a la ciudadanía a plantear una serie de preguntas incómodas que nadie quiere responder, y a exigir una asignación diferente de recursos del Estado que no se quiere plantear, no fuera el caso que se cuestionase asignar tanto dinero a obras inútiles o un armamento que más vale que no se use.

Vivimos un momento de creciente inoperancia del Estado, a medida que los recursos se hacen más escasos, las dificultades (particularmente, pero no solo, las ambientales) mayores, y las oportunidades de ganancia del capital (que es al final a quien responde el Estado) más pequeñas. A medida que todas las crisis se hagan más agudas, más inútil será el Estado. Es algo característico del proceso de descomposición del capitalismo.

Lo que pasa con el fuego no es una casualidad, sino una necesidad. Es algo que resulta conveniente al capitalismo depredador, que busca vaciar todo el espacio y almacenar a la gente en las ciudades, para poder convertir todo el territorio en una mina, en un lugar de extracción. Lo que estamos viviendo es solo una fase más de la lucha final. La lucha por la vida. Porque son los bosques los que nos mantienen vivos, los que realizan funciones ecosistémicas fundamentales para nuestra vida, desde regular el ciclo del agua hasta contener las escorrentías, desde mantener la biodiversidad hasta hacer de barrera para la propagación de las enfermedades, desde contener la temperatura hasta garantizar la salud de nuestros cultivos. Incluso los urbanitas más alienados perciben que cuando perdemos un bosque hemos perdido algo profundo, importante, íntimo y vital. No podemos mantener este (des)orden. Tenemos que parar ya.

Salu2.

AMT

Mucho más sobre una crisis que no es solo climática

Esto es lo que podréis encontrar en este memorable número de la revista teórica y política del PCE, Nuestra Bandera. Recomiendo encarecidamente su lectura y, sin ánimo partidista (¿o sí?, ¿cómo estar seguro?) que os suscribáis, porque nunca decepciona.

El artículo de Jorge Riechmann que reproduje hace pocos días y que también podéis descargar es solo uno de los muchos que incluye este número 267 del segundo trimestre de 2025.

Para abrir boca, aquí está la introducción y presentación que hace su directora Marga Sanz.

Vivir dentro de los límites planetarios: otro paradigma es posible

MARGA SANZ





















Sin un cambio de los valores de relación con la naturaleza, cualquier proyecto de transformación social está abocado al fracaso. El “comunismo del decrecimiento” exige de una producción cooperativa en la que los recursos naturales se controlen en común en interés de la sociedad actual, pero también de las generaciones futuras.


El título se refiere al tema central que abordamos en el número 267 de Nuestra Bandera del 2º trimestre del año, impulsado por el Grupo de Ciencia y Tecnología del PCE, y coordinado con la redacción de la revista, concretando las obras de diversos autores y autoras que aportan al análisis de la construcción del socialismo dentro de los límites planetarios una gran rigurosidad a la vez que pedagogía.

Citando en su centenario a Manuel Sacristán, el conjunto del trabajo reivindica y deja claro que en el fondo de la obra de Marx y Engels subyace una idea primigenia, que no por no explicitarse deja de tener menos fuerza y resonancias en aquellos que nos consideramos sus herederos: que la clase obrera, y el género humano en general, somos habitantes de un planeta que tiene una serie de límites finitos que condicionan su capacidad de crecimiento. Un análisis que constata que, desde hace tiempo y de manera polémicamente interesada, ha sido atribuida al pensamiento marxista una visión productivista que para nada responde a la orientación de sus clásicos.

Si algo ha quedado claro al movimiento comunista a lo largo de la historia es que la construcción del nuevo mundo requiere ser capaces de transcender los valores del viejo mundo, lo que significa la construcción de una nueva manera de ver el ecosistema.

La concepción del socialismo no puede ser la de una sociedad de crecimiento ilimitado y acumulación infinita, que hoy es inviable como nos demuestra el propio capitalismo; la negación implícita de los límites naturales lleva a una ruptura de lo que se define en El Capital como la ruptura metabólica. Y es que Marx trató a la naturaleza como una extensión del cuerpo humano, quien dijo que debe mantener un diálogo continuo con ella o de lo contrario morirá. De ahí su feroz crítica al extractivismo de los latifundios que “agotaban” la tierra, sin llegar a imaginar el nivel que alcanzaría hoy en día.

Queda claro, y los trabajos lo señalan, que la única manera de afrontar esa ruptura del metabolismo entre la sociedad y la naturaleza, es superar el modo de producción capitalista, eliminando la necesidad intrínseca de crecimiento ilimitado. Es decir, si el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas es destructivo, el comunismo debe implicar la renuncia a una parte de estas fuerzas productivas.

Como diría Kohei Saito, marxista japonés, lo que defiende Marx en sus últimos tiempos podría definirse como un “comunismo decreciente”: una idea provocadora y heterodoxa que tenemos que analizar porque, contrariamente a lo que se viene defendiendo, que decrecimiento conlleva generalmente una disminución de riqueza, el investigador demuestra lo contrario, que la apropiación de las tierras comunes en el proceso de fin del antiguo régimen por parte de la burguesía llevó a que la riqueza pública desapareciera y apareciera la escasez. Es decir, la noción de abundancia o escasez es una noción social: el desarrollo de las fuerzas productivas bajo relaciones capitalistas de producción puede conducir al aumento la escasez social. Una sociedad que aspire a superar la escasez, debería basarse en la abundancia de los bienes comunes.

Por ello, sin un cambio de los valores de relación con la naturaleza, cualquier proyecto de transformación social está abocado al fracaso. El “comunismo del decrecimiento” exige de una producción cooperativa en la que los recursos naturales se controlen en común en interés de la sociedad actual, pero también de las generaciones futuras.

Este número de Nuestra Bandera pretende ser una contribución en este debate abierto, ya que nos aporta una batería de análisis y propuestas que deben ser centrales en el futuro e incorporarse en el programa político de transformación que estamos permanentemente construyendo.A este debate destinamos la Sección Política y la de Autor Invitado, dando el título principal a la revista.

Contamos con el trabajo de Irene Calvé y Paula Navascués centrando los 9 umbrales que ponen en peligro la continuidad de la vida tal y como la conocemos en el planeta Tierra. Le sigue el artículo de Maria Iglesias Caballero que nos relaciona en su artículo la acidificación con la lucha de clases.

El agujero de la capa de ozono es el asunto del escrito de Carlos Morales, que analiza la complejidad del equilibro planetario en su conjunto. La crisis hídrica y la necesidad de una transición justa a un nuevo modelo de gestión centran las líneas escritas por Leandro del Moral.

El secretario general de VerdsEquo-Compromis, Natxo Serra, ofrece una visión certera sobre lo que significa los cambios de usos del suelo, relacionándola magistralmente con la DANA del 29 de octubre del pasado año. La pérdida de diversidad y sus efectos son el motivo del artículo de Pablo Jiménez,Biodiversidad y (de)crecimiento”.

Joan Benach, Ferran Muntané y Humberto Jiménez, escriben sobre contaminación química indicando que es un problema global y no localizado puntualmente. Representa una realidad material que estructura y condiciona la vida y la salud contemporánea:

A continuación, este límite planetario es desarrollado también por Paula Navascués, que hace un profundo análisis sobre los contaminantes emergentes, sus causas y consecuencias, las actuales limitaciones para abordarlos y la lucha anticapitalista como respuesta.

El impacto en la salud de la crisis ecosocial, en el que Héctor Tejero analiza. Sin olvidar los nuevos riesgos en salud laboral.

Cerrando la sección, Elena Krause da una visión general del momento actual, sin ocultar las tremendas amenazas a las que nos enfrentamos señalando que la salida de esta encrucijada está en nuestras manos.

Y, finalmente, el Autor Invitado, Jorge Riechmann hace un exhaustivo repaso de lo que viene a significar el Cambio Climático Antropogénico, sus causas y sus perspectivas de futuro. Pero, lo más importante, también plantea alternativas, el qué hacer.

Siguiendo con los contenidos del número, la Sección de Cultura nos trae de la mano de Alfredo Iglesias Diéguez, un estudio sobre la contribución de Faustino Cordón a la comprensión de la emergencia del pensamiento humano.

En A vueltas con los Clásicos, Nuestra Bandera rinde homenaje al pensador Carlos París Amador (1925-2014), catedrático de Filosofía en las universidades de Santiago, Valencia y Madrid, militante comunista. De su quehacer ofrecemos una valoración muy completa por parte del profesor Francisco J. Martínez, catedrático emérito de la UNED y colaborador habitual de NB. En su faceta humana hemos solicitado la colaboración de su hija Inés, reputada cineasta, y de Lidia Falcón, su última compañera vital, con sendas aportaciones.

La Sección de Libros cierra con tres reseñas y una presentación de obras. Javier Moreno reseña el libro Negociación Colectiva, de Ramón Rueda López y Jaime Aja Valle. Manuel González presenta su obra, La huelga más larga. La reseña de Francisco Sierra Caballero sobre el libro de Werner RÜGEMER Una amistad condenada. La conquista de Europa por los Estados Unidos y, finalmente, contamos con el trabajo de Eloina Terrón Bañuelos sobre libro de Enrique-Javier Díez-Gutiérrez Guerra cognitiva y cultural: la nueva “batalla cultural” del neofascismo.

Como siembre, esperamos que sea de interés.

MARGA SANZ

martes, 26 de agosto de 2025

Estamos avisados, pero no veo que reaccionemos

Lo que bien podría ocurrir aquí ya ha ocurrido en otros lugares, la última en BoliviaPor si no es suficiente lo que escribí ayer al respecto, dejo hoy esta píldora envenenada.

Si hay un partido al que no se le puede echar la culpa, porque una y otra vez se ha plegado a acuerdos que lo dejaban en segundo plano pese a su fuerza orgánica, ese el PCE. Echad si queréis un vistazo a la Historia, antigua o más reciente.

Los obreros y parados, a los que aburre tanta controversia menor para ver quien la tiene más larga (la visión política, claro está), pueden, en un movimiento sin duda suicida, echarse en los brazos del fascismo.

Así que habrá que tirar de las mickeyanas orejas a tantas cabezas de ratón que especulan con sus puestos de salida en las elecciones mientras el monstruo avanza.

lunes, 25 de agosto de 2025

La ineludible unión de las izquierdas

Desde que la III Internacional acordó, ante el avance del fascismo, la política de frentes populares, procurar la unidad de la izquierda ha sido una constante en la trayectoria del PCE. Lo fue antes de la guerra, durante la misma y a lo largo de todo el franquismo hasta cristalizar en la Junta Democrática, aumentando la apuesta hasta lograr integrarla con la plataforma que por su cuenta creó el PSOE. Y después siguió esta lucha por la unidad con la creación de Izquierda Unida.

¿A qué seguir? Recordemos Unidos-as Podemos, renunciando a un mayor (y merecido) protagonismo en estas organizaciones, o la integración en el grupo Sumar...

Si hubiera que culpar a alguien de las rupturas de estos movimientos unitarios, no será al PCE ni a Izquierda Unida. Por eso, nadie más autorizado para criticar los desastres que provoca la desunión de las izquierdas que este partido.

Habla la voz de la experiencia en este amargo comentario, tras lo ocurrido en las elecciones presidenciales del 17 de este mes en Bolivia. No estamos tan lejos de un gobierno de extrema derecha en España si persisten los comportamientos particularistas. Téngase en cuenta lo difícil que es construir y lo fácil que resulta destruir. Meses lleva edificar lo que una voladura controlada allana en un santiamén.

Bolivia: una lección sobre la unidad de la izquierda

19/08/2025

Fuente Directa









Las elecciones en Bolivia el pasado domingo 17 de agosto han dado como resultado que dos candidatos de la derecha se disputarán la presidencia en la segunda vuelta, tras unos comicios en los que las divisiones internas de la izquierda relegaron a su principal candidato hasta el cuarto lugar, víctima de la fragmentación del campo progresista.

Para el Partido Comunista de España los comicios bolivianos dejan una enseñanza clara, amarga y necesaria, «la división irresponsable y la guerra fratricida entre distintas familias de la izquierda solo conducen al desastre». «Cuando la izquierda convierte sus diferencias en enfrentamiento interno, el único beneficiado es el enemigo de clase», añaden desde el PCE quien considera además que la confrontación en ocasiones «no responde a diferencias estratégicas de fondo sino a disputas personalistas y sectarias».

No se trata solo de la pérdida de un gobierno, expresa en su análisis el PCE, sino que «se ponen en riesgo conquistas sociales que costaron décadas de lucha, sacrificio y organización popular». «Se abre la puerta a la restauración conservadora y neoliberal que borra, en muy poco tiempo, lo que al pueblo le costó décadas conquistar», añaden.

Porque «el sectarismo divide y la unidad multiplica», el Partido Comunista de España se reafirma en su posición de que ha de imponerse la responsabilidad histórica, por ello, se han de construir «alianzas amplias frente a la reacción, articular frentes unitarios en torno a los intereses de los pueblos y ser capaces de leer con seriedad el momento histórico».

sábado, 23 de agosto de 2025

Profundizando en el conocimiento de la crisis climática

No es algo por venir porque ya está aquí. ¿Es que no lo veis?. Cuando al saber científico se suma la evidencia, el negacionismo obstinado ha de tener alguna profunda raíz psicológica.

Desmontar ese obstinado rechazo a saber la verdad es tarea ardua, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero es tarea necesaria. A ello se han dedicado varios números de la siempre interesante revista Nuestra Bandera. El más reciente está especialmente dedicado a encontrar la forma de (sobre)vivir dentro de los límites planetarios.

Destacaré la importante contribución de Jorge Riechmann, que copio aquí y que podéis descargar también en PDF.

La crisis climática ya es la mayor amenaza para la humanidad














Jorge Riechmann
Departamento de Filosofía de la UAM y Ecologistas en Acción-Sierras (Comunidad de Madrid)

1

Hay pocos asuntos más deprimentes que mirar de frente ese abismo llamado cambio climático antropogénico. Y, sin embargo, hemos de hacerlo: se trata de una cuestión de vida o muerte.

Sabemos de qué estamos hablando, ¿verdad? Las sociedades industriales (que son sociedades fosilistas) han desequilibrado el clima terrestre lanzando a la atmósfera grandes cantidades de GEI (Gases de Efecto Invernadero), principalmente dióxido de carbono y metano. Estas emisiones se deben a una gran cantidad de prácticas industriales, agropecuarias y domésticas, entre las cuales destacan la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y los “cambios de usos del suelo” (deforestación, extensión de superficies de cultivo, crecimiento de las ciudades y las infraestructuras, artificialización de los suelos…).[1]

2

Así, con la emisión masiva de dióxido de carbono y otros gases, las sociedades industriales vienen modificando la composición química de la atmósfera desde hace más de siglo y medio. Desde los años cincuenta del siglo XX nos hemos ido haciendo conscientes de los tremendos riesgos asociados con este fenómeno. Ya en 1957 los investigadores Roger Revelle y Hans Suess advertían que “en la actualidad los seres humanos están desarrollando un experimento geofísico a gran escala, de un tipo que no podía haberse producido en el pasado, ni podrá repetirse en el futuro. Estamos evaporando e incorporando al aire el petróleo, el carbón y el gas natural que se acumularon en la Tierra en los quinientos millones de años anteriores. Esto puede tener un profundo efecto sobre el clima.[2]

Sucede que “casi todo lo que sabemos en la actualidad del calentamiento global ya lo sabíamos en 1979. Si había algo de bueno en aquel momento era que se comprendía mejor”[3] (porque las estrategias de desinformación que pusieron en marcha grandes grupos industriales, comenzando por las empresas petroleras, todavía no habían logrado confundir tanto a nuestras sociedades).

La respuesta básica de las sociedades industriales ante las perspectivas apocalípticas que se derivan de la crisis ecológico-social (uno de cuyos aspectos, sólo uno, es la emergencia climática) es un hacer como si.

3

Veamos. Nuestras sociedades, donde prevalece ampliamente una visión de túnel de carbono (donde las múltiples dimensiones de la crisis ecosocial se reducen a la “emergencia climática”), ¿al menos responden adecuadamente al calentamiento global? Ya que a la Sexta Extinción Masiva o a la toxificación de la biosfera todavía les prestan menos atención…

Tadzio Müller, cofundador del movimiento alemán por la justicia climática Ende Gelände, observa con amarga ironía que “la política climática mundial (…) es probablemente el único ámbito político que no afecta al clima”. Y comentan los coautores de un artículo importante sobre el papel del Estado en (y frente a) la crisis ecológico-social: “En su hipérbole, este comentario apunta hacia una verdad crucial: en los más de treinta años transcurridos desde la creación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático [en 1992], los Estados han fracasado rotundamente a la hora de detener el implacable ascenso de las emisiones mundiales de carbono”.[4]

Un estudio de 2024 pone números a este fracaso. Annika Stechemesser (del Instituto de Física de la Universidad de Potsdam) y otros investigadores han examinado 1.500 políticas climáticas adoptadas por los 41 países que más CO₂ emiten (juntos dan cuenta del 80% de las emisiones mundiales, que suman unos 38.000 millones de toneladas de ese gas) y, simplemente, han evaluado si han servido para algo desde 1998 hasta 2022. Impresiona constatar que el 96% de esas políticas importan entre poco y nada (sólo se han salvado 63 de las 1.500).[5]

¿Y España? Según los datos del Observatorio de Sostenibilidad que dirige Fernando Prieto, expuestos en rueda de prensa el 18 de diciembre de 2024, las emisiones de GEI aumentaron en España (que se supone está descarbonizándose) un 1% ese año último. “En comparación con el año pasado, en España se consumió mucho más petróleo, combustible fósil detrás del cual está una parte importante del impacto al medio ambiente. En concreto, el incremento interanual fue del 4’2%. Un repunte que de manera significativa se detectó en el transporte por carretera, donde el Observatorio cuantifica en un repunte del 1’6%. También el uso del avión, con el queroseno como combustible contaminante, aumentó…” Transporte y turismo son los sectores principalmente responsables del incremento (cuando las emisiones deberían estar descendiendo al menos el 7% anual).[6] Y todo esto ocurre cuando ha habido incrementos del 44% en la generación eléctrica hidráulica y el 19% en la fotovoltaica, señaló Prieto en la presentación de este informe Descarbonización 2024. Es cierto que las renovables aportaron el 56% de la generación eléctrica en 2024 (una cifra récord), pero el sector eléctrico sólo supone el 11% del conjunto de las emisiones de GEI.

Según el Plan Nacional de Energía y Clima (principal instrumento para desarrollar la Ley de Cambio Climático), en nuestro país deberían reducirse las emisiones un 23% para el año 2030 (con respecto al año de referencia de 1990). Ahora la reducción es sólo de un 3% con respecto a aquel año, por lo que deberían recortarse veinte puntos porcentuales cuando apenas queda un lustro para 2030…

Como resume amargamente con su visión planetaria James Hansen (a quien llamo a veces, en broma, el Climatólogo en Jefe del Planeta Tierra), “lo único que hemos hecho es reconocer que tenemos un problema. Lo reconocimos en 1992 (en la cumbre de Río) y lo volvimos a reconocer en París en 2015 (en la cumbre sobre el cambio climático). Lo que no hemos hecho es acordar cómo solucionarlo. Las promesas de París son papel mojado. Los gobiernos nos han estado estafando desde los años noventa”.[7]

4

A causa del cambio climático, “en amplias zonas del mundo, las condiciones ya se están volviendo demasiado extremas y no hay forma de adaptarse”, escribe la ensayista británica Gaia Vince, quien publica El siglo nómada (geoPlaneta, 2024). Pone como ejemplo los anómalos 30°C que se han llegado a registrar en algunas partes de Siberia. También menciona Bangladés, un país que, con un tercio de la población viviendo en una “costa baja y en continua erosión”, se está “volviendo inhabitable”. O naciones como Sudán, a las que se las está comiendo el desierto para volverlas “invisibles”. La escritora científica, que ha trabajado en Nature o Scientific American, recuerda, además, que “se ha duplicado la cantidad de días con temperaturas superiores a 50 grados con respecto a hace 30 años” en todo el planeta Tierra.[8] En el mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 3’6% de la población mundial, a día de hoy, vive fuera de las fronteras en las que nació: existen 281 millones de migrantes internacionales, con una proporción creciente entre ellos y ellas de migrantes climáticos.[9]

Según otro estudio (del centro CICERO para la Investigación Climática Internacional), casi tres cuartas partes de la población mundial pueden sufrir fuertes y rápidos cambios en las temperaturas extremas y las precipitaciones en los próximos veinte años, a menos que se reduzcan drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. La investigación (que publicó en 2024 Nature Geoscience) señala que grandes zonas de los trópicos y subtrópicos, que abarcan el 70% de la población actual, pueden “experimentar fuertes tasas conjuntas de cambio en las temperaturas y precipitaciones extremas combinadas durante los próximos veinte años, en un escenario de altas emisiones”, según la Universidad de Reading (EE.UU.), que cobija a algunas firmantes del artículo.[10]

Debido a los aumentos de temperatura, los cambios en los patrones de lluvia y las elevadas concentraciones de dióxido de carbono en la superficie terrestre, los rendimientos de cultivos básicos como el maíz pueden verse afectados ya desde el decenio de 2030.[11] La conjunción del caos climático con el cénit del petróleo y el gas natural (combustibles fósiles de los que el sistema agroindustrial que prevalece es pesadamente dependiente) hace prever un futuro de hambrunas dantesco.

En efecto: en 2022 y 2023 tuvimos escasez planetaria de aceite de oliva. En 2024, escasez de café y cacao. Se trata no sólo de la demanda en auge (crece la población humana, y dentro de ella los sectores de lo que cabría llamar “burguesía mundial”), sino de los efectos del calentamiento global, que golpea los cultivos con sequías prolongadas o lluvias torrenciales en mal momento. Cuando en vez de cultivos “de lujo” fracasen las cosechas de trigo o arroz, el resultado no será inflación, sino muerte masiva.[12]

5

En el otoño de 2024 se publicó “The 2024 state of the climate report”, un trabajo de síntesis donde algunos de los mejores científicos vivos gritan que “estamos al borde de un desastre climático irreversible”. Hablamos de investigadores como el mayor experto en corrientes oceánicas (Stefan Rahmstorf), el autor principal del trabajo sobre los límites planetarios (Johan Rockström), la autora de la mejor investigación sobre la financiación del negacionismo (Naomi Oreskes)…[13] “Se trata de una emergencia mundial fuera de toda duda. Gran parte del tejido mismo de la vida en la Tierra está en peligro. Estamos entrando en una nueva fase crítica e impredecible de la crisis climática. (…) A medida que aumentan las presiones y se incrementa el riesgo de que el sistema climático de la Tierra pase a un estado catastrófico, cada vez más científicos han empezado a investigar la posibilidad de un colapso de la sociedad. (…) Se han identificado al menos 28 bucles de retroalimentación amplificadores. Un bucle de retroalimentación especialmente preocupante es el del permafrost, en el que el aumento de las temperaturas provoca el deshielo. Este proceso libera más CO2 y metano, ergo, más calentamiento…”[14]

6

Un estudio de la Universitat Politécnica de Catalunya concluye que España podría pasar en poco tiempo de un clima mediterráneo a un clima estepario y semidesértico a causa del cambio climático.[15] Si continúa la tendencia de calentamiento experimentada los últimos años, en 2050 se producirá una reducción de las precipitaciones de entre un 14% y un 20% respecto a las actuales. Por este motivo, advierte Blanca Arellano (la autora principal), el calentamiento global provocaría un cambio en el clima español “muy acusado” de cara al 2050, pasando de un clima mediterráneo típico a uno más seco y cálido, estepario e incluso desértico.[16]

2050 está a la vuelta de la esquina.

El análisis de las olas de calor registradas en 2022 y 2023 en el Mediterráneo confirma que el cambio climático se está acelerando y que sus efectos más extremos, previstos para finales de siglo, se estarían adelantando ¡en casi 75 años! (según un estudio liderado por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y publicado en Nature).[17]

A finales del siglo XXI, tres cuartas partes del territorio peninsular pueden ser puro desierto. ¿Dónde creen los biempensantes que irán a vivir?[18]

7

Antonio Guterres, Secretario General de NN.UU., declaraba el 6 de septiembre de 2023 (después de un verano terrible de megaincendios como en Canadá, megainundaciones como en Grecia, retroceso de los hielos en todas partes –Antártida incluida–, temperaturas disparadas en tierra, mar y aire): el colapso climático (climate breakdown) ha comenzado.

Y eso sólo con +1’3/ +1’5ºC (de incremento sobre las temperaturas preindustriales), cuando estamos avanzando hacia +3ºC y luego mucho más.

No es una mera crisis climática: es un final de mundo. Se trata de una ruptura histórica sin parangón con nada que haya conocido antes la especie humana, con la perspectiva de una Tierra inhabitable (para seres como nosotros). Y nuestra sociedad subestima enormemente la dimensión de la crisis ecosocial en curso.

8

Irene Lozano no es una cualquiera: escritora, periodista (en El Mundo, en ABC, en El País), política de “extremo centro” (diputada con UPyD, luego con el PSOE; a punto estuvo de serlo con Ciudadanos), cargo público (secretaria de Estado de la España Global, presidenta del Consejo Superior de Deportes, directora de Casa Árabe), amiga de Pedro Sánchez y co-escritora de su famoso Manual de resistencia… En una tribuna de prensa, Lozano escribe: “Vivimos bajo dos narrativas de la extinción: los de izquierdas, en la climática; los de derechas, en la teoría del reemplazo. Sea cual sea tu visión del mundo, hay un futuro peor que la muerte individual: la colectiva”. Y acto seguido viene la frase que resuena y golpea como un mazazo: “Da igual que sea verdad o mentira: son narrativas, y como tales configuran nuestro pensamiento”.[19]

Da igual que sea verdad o mentira: lo mismo vale la mejor ciencia disponible sobre clima que la peor conspiranoia del Gran Reemplazo, todo son narraciones. Que alguien como ella se instale en ese lugar nos hace verificar, otra vez, el grado en que como sociedad nos hemos convertido en materia corrupta. No en cualquier sociedad alguien tan instalado entre las elites del poder (mediático y político) puede aseverar que da igual que sea verdad o mentira, pero en la nuestra sí.

9

Recordemos: el presidente valenciano Carlos Mazón cerró, nada más llegar al poder en 2021, la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) y la Agencia Valenciana de Cambio Climático, organismos que su gobierno de coalición con Vox calificó como “chiringuitos” y “ocurrencias” del gabinete anterior.

Tras cancelar la UVE, Mazón concedió 17 millones de euros de subvención al sector taurino.

Luego vino la DANA del 29 de octubre de 2024, con sus cifras impresionantes de muerte y destrucción.[20]

El fascismo es el desprecio, sí, como sugería Albert Camus: el desprecio por la igualdad social. Pero es también el desprecio por la verdad.

10

Una manera interesante de abordar el negacionismo es la taxonomía tripartita que presenta Stanley Cohen en States of Denial: Knowing about Atrocities and Suffering (Wiley, 2001): negación literal, interpretativa e implicatoria. La resume así Andreas Malm junto con el colectivo Zetkin: “Si alguien afirma que algo malo no ocurre y no es verdad, su negacionismo es literal; si acepta que ocurre, pero le otorga un significado menor del que tiene –si replantea el evento, ofusca sus efectos, exculpa a los responsables, etc.–, se trata de una negación interpretativa. Pero la forma más insidiosa tal vez sea la tercera, la negación implicatoria. En esta modalidad, se aceptan los hechos y la gravedad del asunto, pero no se actúa. El problema no es el desconocimiento. El daño se admite completamente, pero la obligación de intervenir se suprime mediante alguna técnica cognitiva. Profundizando en las ideas de Cohen, Kari Marie Norgaard argumenta en su obra Living in Denial: Climate Change, Emotions and Everyday Life que el negacionismo implicatorio ha sido la respuesta general a la crisis climática en los países capitalistas avanzados”.[21]

11

“El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) definió un escenario que daba un 50% de posibilidades de mantener el calentamiento por debajo de 2ºC; ese escenario es ahora imposible”, afirma James Hansen (quien en febrero de 2025 publicó con su equipo un nuevo trabajo sobre la aceleración en curso del calentamiento global). “El objetivo de 2ºC está muerto, porque el uso mundial de energía está aumentando, y seguirá aumentando”.[22] Según el nuevo análisis, es probable que el calentamiento global alcance los +2ºC ya en 2045.[23]

Lo que jamás debería ocurrir se encuentra cada vez más cerca de nosotros: recurrir la geoingeniería para tratar de frenar el calentamiento global. Se utilizarían aerosoles atmosféricos especialmente diseñados, con métodos como lanzar partículas reflectantes a la atmósfera —a la estratosfera, situada aproximadamente a entre 10 y 50 kilómetros de altura— con el fin de disminuir la incidencia de la luz solar sobre la superficie terrestre. “Sin embargo, existen serios problemas para decidirse a emplear esta u otras técnicas, y los científicos son muy conscientes de ello, como se vio en la reunión de la Sociedad Geofísica Americana celebrada en Washington D.C. el pasado diciembre, en donde se discutió el asunto. ¿Cuántas partículas habría que inyectar en la estratosfera para conseguir una determinada reducción de temperatura? ¿Cuántas y dónde diseminarlas? Y ¿qué efectos puede tener en la dinámica del clima, en la biodiversidad o en la salud humana, el “contaminar” —pues eso es lo que es— la atmósfera con productos ajenos a ella? Menos aún se conocen las consecuencias de otras posibles tácticas para reflejar la radiación del Sol, como lanzar a la atmósfera aerosoles procedentes de la sal marina…”[24]

12

La geopolítica militarista aleja cualquier perspectiva seria de descarbonización.

13

Sólo en un año, 2019, se extrajeron más materiales de la corteza terrestre que la suma de todo lo extraído desde el arranque de la historia humana hasta 1950 (es lo que tienen los crecimientos exponenciales en la Gran Aceleración). Y eso, cabría preguntar, ¿es mucho o poco? Depende, todo depende, cantaba Jarabe de Palo… Si nos consideramos la última o penúltima generación que ha de vivir en la Tierra, no nos parecerá mucho.

14

En la mini-cumbre climática de Nueva York, el 20 de septiembre de 2023, decía Antonio Guterres, secretario general de NN.UU.: “La humanidad ha abierto las puertas del infierno”.[25] (Bueno, más bien las naciones industriales y sobre todo sus clases dominantes que la humanidad… pero eso ya no puedo desarrollarlo en este artículo.)

Los plutócratas y tecno-oligarcas nos conducen, sin dudarlo ni un instante, al infierno (climático y ecosocial). Les basta con que ellos tengan reservadas unas cuantas suites de lujo en el infierno, y puedan durante algún tiempo seguir dando algunas órdenes a los diablos atormentadores…

Otra vez Guterres: “El colapso climático ha comenzado. Todavía podemos evitar lo peor del caos climático. No tenemos un momento que perder.”[26]

15

Hace unos meses Ariadna Martínez, periodista de eldiario.es, me pidió opinión cuando ella estaba escribiendo un artículo con este enfoque: cómo afrontar el miedo que sentimos ante un clima que está cambiando (en base a la catástrofe que ha ocurrido con la DANA en Valencia). Le envié estas notas sobre el qué hacer:

1) Abrir los ojos (cuidando de esquivar la depresión, para lo cual, enseguida iré a ello, lo esencial es poder elaborar lo traumático en comunidad). Comprender la situación histórica absolutamente excepcional en que nos encontramos (para lo cual hace falta estudiar un poco).

2) Asumir la realidad: climática, energética, alimentaria… Perspectivas de colapso ecosocial: ecocidio más genocidio. Tenemos duelos por elaborar: la destrucción presente, los buenos futuros que hubieran sido posibles y ya no están a nuestro alcance…

3) No quedarnos solos: el peso de esa realidad que tratamos de asumir es insoportable para individuos aislados. Hemos de acompañarnos y elaborar en grupo: ayuda mutua. ¿Qué grupos hospitalarios tengo cerca? (En mi caso, por ejemplo, estoy en Ecologistas en Acción y en Anticapitalistas.) Si no hay ninguno ¿puedo fundar un grupo con gente cercana? (Junto con otros compañeros y compañeras, fundamos Ecologistas en Acción Sierras -Comunidad de Madrid en 2019.) Recordemos la auto-organización desde abajo y desde lo cercano en 2020, con la pandemia de coronavirus…

4) No podemos limitarnos a funcionar como grupos de autoayuda (aunque ya eso sea importante). La idea básica es ayuda mutua desde abajo y desde lo cercano: barrios, pueblos… Para resistir, pero también para (desde ese ámbito, y en la medida de nuestras fuerzas) transformar. Una herramienta posible: informe sobre Transición Ecosocial Justa del Foro Transiciones (y su Guía metódica).[27]

5) Desarrollar otras formas de hacer las cosas: vivir, en lo posible, de otra manera. Pre-figurar las formas de vida buena, aunque sea en los intersticios. Acción intersticial. Economía social y solidaria, cooperativas, etc.

6) Si en esta tarea de construcción desde abajo se puede obtener algo de ayuda y recursos desde lo institucional (un ayuntamiento, por ejemplo), estupendo. Pero se trata de construir autonomía colectiva sin hacernos dependientes de las instituciones de representación política, que han fallado y fallarán más veces. El Estado capitalista no es una herramienta neutral que podamos reconvertir para fines revolucionarios.

7) Construcción institucional desde abajo que aspira a ganar hegemonía: asambleas ciudadanas (también conocidas bajo otros nombres: mini-populus de Dahl, Núcleos de Intervención Participativa, etc.). Las tradiciones consejistas del movimiento obrero.

8) Nos han transformado en sujetos neoliberales (“materia corrupta”, diría el Maquiavelo de los Discorsi) y no es fácil ver cómo podría surgir lo que más necesitamos: un sujeto ecosocial revolucionario en tiempo y forma. Pero la vía, si hubiera una, está en esa articulación desde abajo: construir vínculo social en el barrio, el centro de trabajo, la asociación de vecinos… Las formas antiguas y también las nuevas, que vamos inventando sobre la marcha (PAH, sindicatos de inquilinas, nuevos colectivos feministas, etc.).

9) Lo prepolítico y lo político no bastan: cultivar nuestra humanidad terrestre y común (ecoespiritualidades). La importancia del cambio cultural profundo (cosmovisiones).[28] 

10) Aguardamos, y tratamos de construir, coyunturas revolucionarias.

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NOTAS

[1] Expliqué esto con cierto detalle en Jorge Riechmann, “El cambio climático”, capítulo 12 de Joaquim Sempere y Jorge Riechmann, Sociología y medio ambiente, Síntesis, Madrid 2000.

[2] Roger Revelle y Hans Suess, “Carbon dioxide exchange between atmosphere and ocean, and the question of an increase of atmospheric CO2 during the past decades”, Tellus 9, 1957, p. 18-27.

[3] Nathaniel Rich, Perdiendo la Tierra. La década en que podíamos haber detenido el cambio climático, Capitán Swing, Madrid 2020, p. 13. En 1979 se celebró en Ginebra la I Conferencia Mundial sobre el Clima, que puso en marcha el Programa Mundial del Clima. Científicos de cincuenta países acordaron de forma unánime que “es urgentemente necesario actuar”.

[4] Ilias Alami, Jack Copley y Alexis Moraitis: “The ‘wicked trinity’ of late capitalism: Governing in an era of stagnation, surplus humanity, and environmental breakdown”, Geoforum, 153, artículo 103691, 2023. https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2023.103691. Hay traducción al español: https://contracultura.cc/2023/08/10/la-perversa-trinidad-del-capitalismo-tardio-gobernar-una-era-de-estancamiento-humanidad-sobrante-y-colapso-ambiental/

[5] Da cuenta de ello Javier Sampedro (quien, por cierto, apenas parece entender nada de la crisis ecológico-social) en su artículo “El Homo quejumbrensis”, El País, 24 de agosto de 2024; https://elpais.com/opinion/2024-08-24/el-homo-quejumbrensis.html. Véase Chris Stokel-Walker, “Most climate policies do little to prevent climate change”, New Scientist, 22 de agosto de 2024.

[6] Mikel “Más petróleo, más coches, más aviones: España ya ha emitido más gases de efecto invernadero que en 2023”, El Independiente, 18 de diciembre de 2024; https://www.elindependiente.com/economia/2024/12/18/mas-petroleo-mas-coches-mas-aviones-espana-ya-ha-emitido-mas-gases-de-efecto-invernadero-que-en-2023/. Véase también Antonio Cerrillo, “Las emisiones de CO2 crecen el 1% y alejan a España de su meta climática”, La Vanguardia, 19 de diciembre de 2024.

[7] Entrevista a James Hansen, 23 de junio de 2018; https://www.eldiario.es/theguardian/cientifico-NASA-supuestos-esfuerzos-climatico_0_784622438.html

[8] Raquel Nogueira “La ‘nueva gran migración’ ya ha comenzado: ¿cómo reconfigurarán el mundo los refugiados climáticos?”, El Español, 26 de agosto de 2024; https://www.elespanol.com/enclave-ods/historias/20240826/nueva-gran-migracion-comenzado-reconfiguraran-mundo-refugiados-climaticos/879912192_0.html

[9] Eso sin contar, como explicaban en el último informe sobre Tendencias globales de desplazamiento forzado de ACNUR, con las cifras oficiales de personas refugiadas y desplazadas a nivel mundial, que no dejan de crecer. Se trata de aquellas que no migran, sino que solicitan asilo en el exterior o huyen de la violencia o las inclemencias climáticas dentro de las fronteras de su propio país.

[10] Redacción EFE Verde, “Sin las medidas adecuadas hasta un 70 % de la población mundial podría sufrir clima extremo en 2050”, 10 de septiembre de 2024; https://efeverde.com/sin-medidas-adecuadas-poblacion-mundial-clima-extremo-2050/

Si las emisiones se reducen lo bastante como para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, la población que podría tener que enfrentarse a riesgos climáticos extremos bajaría al 20%.

[11] Ellen Gray, “Global climate change impact on crops expected within 10 years, NASA study finds”, 2 de noviembre de 2021; https://climate.nasa.gov/news/3124/global-climate-change-impact-on-crops-expected-within-10-years-nasa-study-finds/

[12] En 2024, la producción de maíz en Rumanía (el principal productor europeo, junto con Francia) cayó un 30% respecto de 2023. La fuerte sequía, junto con altísimas temperaturas (40ºC durante la polinización en julio), ha llevado la producción a mínimos históricos tanto en cantidad como en calidad. Véase Raúl Sánchez Costa, “El maíz rumano hace un roto a la Unión Europea”, El País/ Negocios, 17 de noviembre de 2024.

[13] Me valgo en este resumen de un hilo de tuits de Juan Bordera: https://x.com/JuanBordera/status/1843705577123524637

[14] William J. Ripple y otros: “The 2024 state of the climate report: Perilous times on planet Earth”, BioScience, 8 de octubre de 2024; https://doi.org/10.1093/biosci/biae087

[15] El trabajo “Spain: towards a drier and warmer climate?” se presentó el jueves 5 de septiembre de 2024 en el Congreso Internacional de Meteorología de la European Meteorologial Society (EMS) en Barcelona; analiza la evolución de las temperaturas y las precipitaciones del 1971 al 2022 en toda España y hace una proyección del clima peninsular-balear hasta el 2050.

[16] El estudio puede consultarse en https://www.upc.edu/ca/sala-de-premsa/pdfs/arellano_roca_zheng_towards_drier_warmer_climate_spain.pdf. Véase también https://www.ecoavant.com/medio-ambiente/clima-en-espana-sera-estepario-en-2050-a-causa-del-cambio-climatico_13976_102.html

[17] Ana Tuñas Matilla, “El calentamiento se acelera, los efectos extremos se adelantan unos 75 años”, Efe Verde, 24 de septiembre de 2024; https://efeverde.com/el-calentamiento-se-acelera-y-los-efectos-extremos-se-adelanta-unos-75-anos/

[18] Joel Guiot y Wolfgang Cramer (2016): “Climate change: The 2015 Paris agreement thresholds and mediterranean basin ecosystems”. Science, 354, 465-468. https://doi.org/10.1126/science.aah5015 . https://science.sciencemag.org/content/354/6311/465

Ramin Skibba: “Climate change could flip Mediterranean lands to desert. Warming beyond 2 ºC could send the region’s forests moving north, and cause extensive drying”. Nature, 27 de octubre de 2016; https://www.nature.com/news/climate-change-could-flip-mediterranean-lands-to-desert-1.20894

[19] Irene Lozano, “Ahora que todo el año es septiembre”, El País, 7 de septiembre de 2024; https://elpais.com/opinion/2024-09-07/ahora-que-todo-el-ano-es-septiembre.html

[20] El 21 de marzo de 2025 Francisco José Gan Pampols, vicepresidente segundo del Consell (Generalitat valenciana), presentó el Informe de Diagnóstico del Plan de Recuperación Económica y Social de la Comunitat Valenciana (sin mencionar el cambio climático, como sí lo había hecho en otras ocasiones antes del pacto de Mazón con Vox que se había sustanciado la semana anterior). Los números que evalúan los daños son una prueba inequívoca de la magnitud de la tragedia: 225 muertos (a los que hay que sumar tres desaparecidos), 306.000 personas afectadas, 141.000 vehículos siniestrados, unos 10.000 ascensores (el 60% aún sin reparar), 800 kilómetros de carreteras, 350 kilómetros de cauces, 16.000 toneladas de cañas, 275.000 trabajadores, 64.104 empresas… En total, Gan Pampols ha estimado en 17.800 millones de euros el impacto económico de la DANA, un cálculo similar al proporcionado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), de 17.000 millones. Ferran Bono, “La dana golpeó más a los vulnerables: la mitad de los 306.000 afectados son mayores y migrantes”, El País, 22 de marzo de 2025; https://elpais.com/espana/comunidad-valenciana/2025-03-21/la-dana-golpeo-mas-a-los-vulnerables-la-mitad-de-las-306000-afectados-son-mayores-y-migrantes.html

El estudio de atribución del proyecto europeo ClimaMeter, en el que han participado dos investigadoras españolas, señala que la variabilidad climática natural no puede explicar por sí sola la cantidad de precipitación registrada con esta terrible DANA. Sus autores inciden en la importancia de una gestión eficaz de las alertas tempranas ante este tipo de eventos extremos. Eduardo Robaina, “Un segundo estudio reafirma el papel del cambio climático en esta DANA”, Climática, 4 de noviembre de 2024; https://climatica.coop/estudio-atribucion-dana-climameter-cambio-climatico/

Véase también José Albelda, Lorena Rodríguez Mattalía y Jorge Riechmann: “¿Aprender de las catástrofes? Reflexiones tras la dana en Valencia”, ecologista 122, diciembre de 2024.

[21] Andreas Malm y colectivo Zetkin, Piel blanca, combustible negro, Capitán Swing, Madrid 2024, p. 571-572.

[22] Damian Carrington, “Climate change target of 2C is ‘dead’, says renowned climate scientist”, The Guardian, 4 de febrero de 2025; https://www.theguardian.com/environment/2025/feb/04/climate-change-target-of-2c-is-dead-says-renowned-climate-scientist

[23] James E. Hansen y otros, “Global warming has accelerated: Are the United Nations and the public well-informed?”, Environment 67/1, enero de 2025; https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/00139157.2025.2434494

[24] José Manuel Sánchez Ron, “¿Será la ciencia la que frene el cambio climático?”, El Cultural, 31 de enero de 2025.

[25] El País, 21 de septiembre de 2023; https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2023-09-20/antonio-guterres-secretario-general-de-la-onu-la-humanidad-ha-abierto-las-puertas-del-infierno.html

[26] https://twitter.com/antonioguterres/status/1699408389934084169

[27] https://forotransiciones.org/2024/10/16/informe-transicion-ecosocial-justa-del-desanimo-a-la-esperanza-activa/

[28] Sobre esto he discurrido en mi libro Ecoespiritualidad para laicos, El Desvelo eds., Santander 2024 (2ª edición actualizada en 2025).