miércoles, 26 de noviembre de 2025

Me sentiría mal...

...si dejara pasar estos días sin hacer alguna referencia a lo que estamos viendo venir.

¿Cómo digo viendo venir? ¡Si ya está aquí!

Ya estaba aquí. De forma no tan cruda, porque aún trataban algunos de cubrir las apariencias. Ahora no les importa que se les note, al contrario, presumen de su capacidad para que "el que pueda hacer, que haga".

Mis maltrechas neuronas se resisten todavía a admitir su principio moral, el único que siempre ha practicado la clase dominante: "el que pueda explotar, que explote".

Por eso su enemigo es siempre el que se oponga a la explotación. Contra ese enemigo vale todo, absolutamente todo. Es la lucha de clases, esa que van ganando los explotadores, al decir de uno de sus más insignes representantes. Ya no hay que disfrazarla, más bien se ven con capacidad para ostentarla: aguanta, gusano, si no quieres que te pise.

Si en este gobierno no estuviera incrustada alguna izquierda de intención transformadora, si eso no pusiera en peligro los negocios sucios que el bipartidismo permitía en tiempos no tan lejanos, nunca habrían osado actuar contra el Fiscal General del Estado con semejante desfachatez. Además de defender a un poderoso corrupto, hay en este juicio un ataque directo al gobierno de coalición. Este es un Golpe de Estado Judicial.

Pero no es solo aquí donde surgen los monstruos. Trump, Milei, Bolsonaro, Netanyahu... no son casualidades, sino una forma nueva de presumir de poder explotar, ahora que parece innecesario disfrazar conductas. Lo que priva, como en los fascismos anteriores, es la capacidad para desmoralizar a los explotados. El miedo como forma eficaz de dominación. Nos dirigimos de nuevo a aquellos tiempos en que, como dijo Jardiel Poncela, "lo que no está prohibido es obligatorio".

Tan impotentes asistimos a tanta manipulación y tanta injusticia aquí y en todo el mundo, que a veces no reaccionamos hasta que alguna gota derrama el vaso. La gota para mí es esta sentencia. Un fallo rápido que se pronuncia rápidamente en una fecha simbólica, pero cuya justificación se aplaza hasta que les salga de debajo de las togas. Lo pronuncia un tribunal cuya mayoría procede de nombramientos hechos por un Consejo del Poder Judicial caducado... No sigo. Todos lo hemos visto. No podía dejar de verlo, ni debía callarlo, alguien que fue también juez del Tribunal Supremo: José Antonio Martín Pallín:

Si el tribunal no expone ahora sus razonamientos, una de dos: o no los tiene elaborados o quiere prolongar sine die la incertidumbre. El primer supuesto es una chapuza descomunal, si no es algo peor: condenar sin justificar. El segundo, al no justificar, deja indefensos a quienes podrían desmontar las "justificaciones" que por ahora ocultan.

Juzgad vosotros, aunque sea sin capacidad ejecutiva, cuando además la actuación de Manuel Marchena nos deja flagrantes contradicciones, como esta.

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