Desde hace tiempo sufro una pérdida auditiva que me distorsiona la música sinfónica. En un concierto anterior se interpretó la quinta sinfonía por antonomasia, y pensé que siendo una pieza que sé de memoria podría seguiría sustituyendo mentalmente las notas no percibidas. ¡Pues de eso nada! Los fuertes piporrazos del acompañamiento me tapaban las notas de la melodía principal que no podían sustituir mis mudas notas mentales.
En este caso, al tratarse de un solo instrumento, pensé que no ocurriría esto. Error profundo. Fue mucho peor, porque no percibí una sola nota. Además de mi sordera (verdadera, no como la de Vicente Soto) tenía un catarrón de aquí te espero, así que pasé un rato de lo más aburrido. No salí de allí por no molestar.
Me consolé decidiendo escuchar el concierto en casa, a través de internet y con los auriculares adecuados. Y he aquí que ¡oh maravilla! buscando encontré un vídeo que me ha entusiasmado, porque recorre la partitura nota a nota y acorde tras acorde. Antes de oírlo entero he querido transmitir a mis amigos la buena noticia del contenido hallado.
Como demuestra el cine, arte total, la imagen y el sonido se complementan. Leer la partitura y oír la melodía al mismo tiempo es algo a incorporar en la didáctica musical.
Entre las siete "artes liberales" (que los antiguos ponían por encima de las despreciadas "artes manuales", impropias de las clases ociosas), el Quadrivium (numerus, tonus, angulus, astra) complementaba al Trivium (tropus, lingua, ratio). Con buen criterio reunieron la música y la astronomía con las matemáticas.
Matemática, imagen y sonido relaciona Douglas R. Hofstadter en su libro Gödel, Escher, Bach: Un Eterno y Grácil Bucle. El músico elegido no podía ser otro.
| Johann Sebastian Bach tocando el órgano, c.1881 |
«Estas variaciones están maravillosamente organizadas: partimos de un Aria de 32 compases a la que siguen 30 variaciones que nos devuelven al Aria inicial. En total tenemos 32 piezas, tantas como compases tenía el Aria. Pero este es solo el comienzo para descubrir que nos encontramos ante todo un cosmos: las 30 variaciones se pueden dividir en dos grupos de quince (comenzando la segunda parte con una Obertura a la francesa); y en 10 grupos de 3 (terminando cada uno de ellos con un cánon, a excepción del último grupo). La voz canónica entra siempre en el intervalo que corresponde al lugar que el cánon ocupa: al unísono en el primer cánon, a la segunda en el segundo, a la tercera en el tercero, etc... Pero este sistema rompe en el ultimo momento: allí donde deberíamos encontrar un cánon a la décima (décimo grupo de tres variaciones) nos encontramos con un Quodlibet (antigua forma musical en la que distintas melodías populares se entrelazan contrapuntísticamente) ¿Por qué abandona Bach la estructura que el mismo se impuso?
Que Bach otorgase a un Quodlibet el lugar de honor que estaba reservado al esperado cánon debe hacernos reflexionar. ¿qué significado tenía para Bach este Quodlibet? Cuando Forkel escribe sobre Bach y su familia nos cuenta como esta se divertía improvisando Quodlibets durante sus reuniones. Si para Bach este Quodlibet evocase a su familia y los momento felices vividos con ella, no cabe duda de que este ciclo cobraría un significado transcendental. ¿Serán pues estas variaciones la representación de un viaje con retorno en el que al final nos reciben nuestros seres queridos y no un cánon a la décima?
Sea como sea, esta obra no dejará de hacernos soñar. de admirarnos con su manantial inagotable de originalidad, y de consolar nuestras angustias, como las del conde aquel, que, durante las interminables noches, repetía a su clavicembalista: "toca, querido Goldberg, alguna de mis variaciones".»

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