jueves, 29 de marzo de 2012

Más allá del problema del paro: capitalismo y marginación sistémica

Arturo Borra, en Rebelión (fragmento)

Horroroso...
Pero lúcido.
El primer paso, ser consciente.
El segundo, no caer en la desesperación.
El tercero, prepararse para luchar contra el monstruo.

Moloch

Si la promesa del “pleno empleo” constituye una imposibilidad estructural en este modo de producción, en las actuales condiciones (y no sólo en Europa) esta imposibilidad consolida la realidad de la carencia expandida en cientos de millones de personas, declaradas técnicamente prescindibles 

La conclusión es drástica: desde la perspectiva del capital, esos millones de vidas humanas carecen absolutamente de relevancia, tanto desde la dimensión de la producción como del consumo. El “problema” queda restringido a la gestión de esta masa marginal. Se trata de una ciudadanía de segunda mano, cada vez más extendida, tratada en la práctica como «desecho humano» (por usar los términos de Zygmun Bauman), esto es, como excedente que hay que reciclar en cierta medida (2). Apenas somos suficientemente conscientes de lo que supone construir el planeta como una poderosa y descontrolada fábrica de residuos. La naturalización de una «cultura de los residuos» carece de precedentes. Ante el “horroroso espectro de la desechabilidad” (3), incluso quienes serán los próximos en la lista prefieren frecuentemente cerrar los ojos o desviarse hacia un centro comercial, soñando con hacerse «indispensables» a partir de unos «méritos» con fecha de caducidad

Desde una perspectiva sistémica, lo que cuenta no es ya la existencia misma de esas vidas sino meramente su tratamiento: su gestión como residuos. Si por un lado la falta absoluta de reciclaje podría conducir a riesgos más o menos imprevisibles (terrorismo, criminalidad, trata de personas, etc.), la inversión que supone el reciclaje (formación para el empleo, subsidios, ayudas a la vivienda, programas de reinserción laboral, ayudas para la cooperación y el codesarrollo, etc.), en la actual ecuación basada en el rendimiento, no puede ser más elevada que el costo de desecharlos completamente. De modo periódico, la economía política del reciclaje deberá decidir hasta qué medida recicla

No hay ningún significado estable en ese cierta medida. Si el límite de la social-democracia era la indigencia (reciclar para evitar la miseria o pobreza extrema dentro de las fronteras nacionales), el neoliberalismo no parece tener un límite intrínseco: las únicas razones para el reciclaje residen en la gestión del riesgo, esto es, en regular la aparición de la “amenaza terrorista”, el incremento de la “delincuencia” y la aparición de “movimientos sociales” con potencial subversivo (identificados, en última instancia, como una variante local del terrorismo global [4]). En el contexto de la globalización capitalista, no es la evitación de la muerte de millones lo que importa sino la gestión de un excedente de supervivientes que hay que mantener bajo control. La constitución del capitalismo en una máquina biopolítica fascista, ligada a regulaciones culturales específicas, no es ninguna metáfora: cada día, por medios diferentes, confina y elimina flujos humanos “técnicamente prescindibles”
(Las citas, en el enlace)

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