Pues esperemos que el estado de excepción sea transitorio.
De una entrevista a Renán Vega Cantor, historiador y economista colombiano:
Mientras hay vida... |
...es bueno recordar el carácter contradictorio de la agricultura
capitalista por excelencia, que es la de los Estados Unidos. Si la
agricultura de este país se analiza en términos estrictamente
económicos, uno puede estar de acuerdo con los análisis convencionales
de los economistas que la exaltan como la agricultura más productiva que
jamás ha existido. De ahí deducen que el capitalismo puede vivir sin
agricultura campesina, la agricultura se puede tecnificar al máximo –en
Estados Unidos solamente el 2 por ciento de la población económicamente
activa se dedica a la agricultura-, se pueden usar todo tipo de
innovaciones tecnológicas, la tierra se puede tratar como cualquier otro
medio productivo y los resultados, en términos económicos, son
espectaculares. Como resultado de todo ello, Estados Unidos exporta sus
excedentes agrícolas a muchos países del mundo. Pero esta es una visión
terriblemente economicista, y muy limitada. Si tenemos en cuenta no los
costos económicos, sino los costos ambientales, esta agricultura es la
peor de todos los tiempos. Esto se demuestra con cifras muy elementales:
con la inversión energética de entrada y con el resultado energético al
final, que es el análisis que propone la economía ecológica. ¿Cuánta es
la cantidad de energía que se invierte para producir una tonelada de
trigo, y al final en términos energéticos cuanto representa esa
tonelada? Quienes han estudiado el fenómeno concluyen que ya se está
casi equiparando, que hay que invertir tanta energía para producir esa
tonelada de trigo, como la que aparece expresada en la tonelada final de
trigo. Como quien dice, energéticamente hablando, es una agricultura
absolutamente improductiva –si pudiéramos utilizar el término en este
ámbito- e ineficaz. Pero claro, como la lógica que se ha impuesto es la
de una agricultura con una fuerte inversión en derivados del petróleo,
eso no importa, porque se supone que se va tener petróleo por siempre.
Aquí hay un problema estructural, puesto que se está hablando de una
crisis alimenticia, que está relacionada con la crisis energética, que
es, a mi modo de ver, el elemento central que explica esta crisis
civilizatoria. ¿Y por qué decimos que es el elemento central? Porque se
ha construido un tipo de capitalismo que se basa en la explotación
intensiva de energías fósiles, y principalmente de petróleo, algunos
hablan de un tipo de capitalismo petrolífero, que ha existido en el
último siglo y que ha posibilitado todo lo que nosotros conocemos en la
civilización moderna: grandes ciudades con sus rascacielos, autopistas,
automóviles… Todo eso está relacionado con esa fuente energética, que
también soporta una crisis terminal. Por eso, yo creo que el eje
explicativo de la crisis está ahí. Algunos dirían que esta es una
postura típica de un determinismo energético, pero la cuestión estriba
en que cualquier sistema sólo puede funcionar con energía, como lo ha
demostrado la termodinámica. No puede haber móviles que funcionen sin
energía, como dirían los teóricos de la termodinámica. Este es un
aspecto fundamental, al cual le huyen la mayor parte de los analistas y
de los economistas, en virtud de que predomina una mirada mágica del
asunto, Yo me rio cuando leo análisis, incluso de economistas de
izquierda, que no tienen en cuenta la disposición energética. Más o
menos, sin caricaturizar, se supone que un determinado patrón energético
intensivo en petróleo, como el que hoy existe, puede sustituirse
fácilmente, casi por decreto, por otro patrón energético y las cosas
seguirán siendo como hoy las conocemos. Esa sí es una mirada
absolutamente lunática, demencial, y yo diría que suicida, sin nexos con
la realidad.
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