miércoles, 30 de abril de 2014

Usar a Ucrania para calentar el planeta

Naomi Klein comenta la situación de Ucrania y las maniobras estratégicas en torno al gas que se desarrollan alrededor, en el contexto de la penuria energética y el cambio climático.

Sin duda, el uso como arma de los suministros de gas es motivo de preocupación. Los buenos vendedores de las industrias extractivas aprovechan la situación para ofrecer, como una panacea, las técnicas de fractura hidráulica. Una vez más, ofrecen la "solución definitiva" a una escasez evidente de energía (de paso, hay que decir que esa escasez es modulada en los mercados de futuros en función de estrategias de los grandes especuladores).

Con independencia de la defensa que hace la autora de las energías renovables, la esperanza que deposita en ellas y su alerta sobre el efecto invernadero del metano que probablemente se libere de las rocas, me interesa destacar un aspecto al que la mayoría no dedica demasiada atención.

Es el tema de las burbujas. De igual modo que antes de la inmobiliaria se dieron otras, de las que quiero recordar la de las "nuevas tecnologías", creo que todo el revuelo montado sobre el fracking, tanto a favor como en contra, es un engaño especulativo más.

La tasa de retorno energético (cociente entre la energía empleada para obtener un recurso energético y la extraída luego de él) es difícil que supere con mucho, para la fractura hidráulica, la unidad. Llegado este nivel, el recurso puede (y debe) quedarse tranquilamente en la tierra, puesto que no obtendremos de él nada que no tengamos ya.

Y eso o si nos limitamos al gasto neto y no tenemos en cuenta los "daños colaterales" de todo tipo que puede producir en el futuro. Basta pensar en las cantidades de agua necesarias, los productos químicos no muy bien explicitados y el propio coste de la tecnología, por no citar otros. Y otro factor a no olvidar: el tiempo de retorno energético, que es el necesario para recuperar la energía invertida en la fabricación de un dispositivo de aprovechamiento energético renovable. Este tiempo, como nos recuerda la autora, juega en contra de las renovables y a favor de las maniobras especulativas. Ya se sabe que, en nuestros vertiginosos mercados, lo urgente (la ganancia urgente) pasa siempre por encima de lo importante.

En las explotaciones convencionales de hidrocarburos, las primeras en agotarse, las tasas de retorno eran altas, como puede verse en las tablas del enlace que ofrezco. Cada nuevo procedimiento es más costoso que el anterior, y por eso sólo se emplea cuando esa técnica agota sus posibilidades o cuando el producto, por razones generalmente geoestratégicas, resulta inaccesible o excesivamente costoso para el que lo necesita. Los petróleos no convencionales son menos eficientes energéticamente que los abundantes que se quemaron hace más de un siglo, y su obtención es mucho más peligrosa y destructiva.

No creo que esta técnica, defendida sobre todo por la parte interesada, llegue a desarrollarse mucho más, salvo por su uso como arma económica. No creo que llegue proporcionar la abundancia energética exigida por una demanda que desean creciente. Romper la corteza terrestre para extraerle las últimas gotas de energía fósil se parece a querer seguir chupando de la pajita un granizado cuando solo queda hielo. Por muy picado que esté.


En fin, que de nuevo tenemos al elefante bailando sobre la burbuja...



La Jornada


(...)

Qué importa si la única solución que la industria ofrece a la crisis climática es expandir drásticamente el uso del fracking, que libera a la atmósfera cantidades masivas de metano, desestabilizador del clima. El metano es uno de los gases de efecto invernadero más potentes, 34 veces más fuerte para atrapar el calor que el dióxido de carbono, según los más recientes cálculos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Y eso ocurre durante un periodo de 100 años, con el poder del metano reduciéndose a lo largo del tiempo.

Es mucho más relevante, argumenta Robert Howarth, bioquímico de la Universidad de Cornell, observar el periodo de 15 a 20 años, cuando el metano tiene un impresionante potencial de cambio climático: 86 a 100 veces mayor que el dióxido de carbono. Y recuerda: no construyes infraestructura multimillonaria en dólares a menos que planees usarla durante al menos 40 años. Así que la respuesta que le damos a nuestro planeta que se calienta es la construcción de una red de hornos atmosféricos superpoderosos. ¿Estamos locos?

No sabemos cuánto metano se libera al perforar y hacer fracking y con toda su infraestructura. Aun cuando la industria del gas natural vende sus emisiones de dióxido de carbono como ¡más reducidas que el carbón!, nunca ha realizado una medición sistemática de sus fugas de metano. La industria del gas, en 1981, salió con el astuto discurso de que el gas natural era un puente a un futuro de energía limpia. Eso fue hace 33 años.

Y en 1988 –el año que el climatólogo James Hansen alertó al Congreso, en un histórico testimonio, sobre el urgente problema del calentamiento global– la Asociación Estadunidense de Gas comenzó a explícitamente describir su producto como respuesta al efecto invernadero.

El uso que la industria hace de Ucrania para expandir su mercado global, bajo la bandera de la seguridad energética, debe verse en el contexto de este ininterrumpido historial de oportunismo ante las crisis. Sólo que esta vez muchos más de nosotros sabemos dónde está la verdadera seguridad energética. Gracias al trabajo de reconocidos investigadores, como Mark Jacobson y su equipo en Stanford, sabemos que el mundo puede, para 2030, obtener su energía exclusivamente de renovables. Y gracias a los más recientes y alarmantes informes del IPCC sabemos que hacerlo es ahora un imperativo existencial.

Depende de los europeos transformar su deseo de emancipación del gas ruso en una demanda de una acelerada transición a renovables. Tal transición –a la cual las naciones europeas están comprometidas por el Protocolo de Kyoto– fácilmente puede ser saboteada si el mercado mundial es inundado con combustibles fósiles baratos que fueron extraídos mediante fracking del lecho de roca estadunidense. Responder a la amenaza de un calentamiento catastrófico es nuestro más urgente imperativo energético. Y simplemente no podemos darnos el lujo de distraernos con el más reciente ardid de mercadotecnia, alimentado con una crisis, de la industria del gas natural.

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