¿La democracia extinguirá al capitalismo? ¿Queda tiempo para evitar que lo acompañemos en su extinción?
Un escrito lleno de buenas ideas, que deben competir con la basura que se predica por doquier. El problema es la atención de la mayoría, prendida en lo que le echan de comer los traficantes de malas ideas.
Un escrito lleno de buenas ideas, que deben competir con la basura que se predica por doquier. El problema es la atención de la mayoría, prendida en lo que le echan de comer los traficantes de malas ideas.
El autor, José López es autor de los libros Rumbo a la democracia, Las falacias del capitalismo, La causa republicana, Manual de resistencia anticapitalista, Los errores de la izquierda, ¿Reforma o Revolución? Democracia y El marxismo del siglo XXI
así como de diversos artículos, publicados todos ellos en múltiples
medios de la prensa alternativa y disponibles en su blog para su libre
descarga y distribución.
Miguel Brieva (clic para ampliar) |
La democracia extinguirá al capitalismo
Rebelión
El actual sistema capitalista se pone cada vez más en evidencia a sí mismo. Democracia y capitalismo son realmente incompatibles. Cuanto más nos informamos, cuanto más razonamos, cuanto más analizamos los acontecimientos, más asentamos esta idea básica. El Dios Mercado empieza a ser cuestionado por los humanos, quienes lo crearon y quienes sólo ellos pueden erradicar. Las profundas e irresolubles contradicciones del capitalismo entran en la escena de la historia recurrentemente. Los capitalistas ganan tiempo, eludiendo el posible colapso, pero no pueden evitar que tarde o pronto, dichas contradicciones reaparezcan, de una u otra forma. Ni siquiera cuando un supuesto sistema alternativo fracasa puede el capitalismo afianzarse como el fin de la historia. Hasta el momento, el principal enemigo del capitalismo es el propio capitalismo. Pero éste, probablemente, no caerá por sí solo, y si lo hace, tal vez, arrastre a la humanidad y su hábitat. No podemos arriesgarnos a ello. Debemos derrocarlo cuanto antes.
En este sistema está casi todo del revés. Las personas sirven
a la economía, los mercados mandan, se rescata a los banqueros en vez
de a los desvalidos, la bolsa cae cuando se da voz al pueblo, la
justicia social no es rentable, cuidar el medioambiente es un obstáculo
para el necesario continuo crecimiento postulado por los apóstoles
capitalistas para eludir el verdadero problema, es decir, el reparto de
la riqueza, quienes más responsabilidad tienen son los que menos
responden, la justicia protege a los poderosos mientras se ceba con los
débiles, se privatizan las ganancias mientras se socializan las
pérdidas, pagan menos impuestos quienes más dinero tienen, etc., etc.,
etc. Poco a poco, las clases populares cuestionan el sistema
establecido, pues las necesidades materiales son las que en última
instancia mandan, tarde o pronto al ser humano no le queda más remedio
que expulsar de su mente las alucinaciones colectivas y someterse a la
cruda realidad. El problema es el capitalismo, y no sólo el neoliberalismo.
El sistema capitalista se caracteriza primordialmente por una economía
llamada de libre mercado en la cual teóricamente cualquier persona puede
emprender un negocio. El problema es que en la práctica la igualdad de
oportunidades no existe y la dinámica capitalista hace que el mercado
sea cada vez menos libre, acabe dominado por los oligopolios. Las
empresas, para sobrevivir en la dura competencia en la que se basa este
sistema, tienden a concentrarse. La economía es cada vez más dominada
por menos empresas, las cuales se hacen incluso más poderosas que los
Estados. En cualquier empresa, desde la más grande a la más pequeña,
salvo algunas excepciones, como las cooperativas, no existe la
democracia. Las principales decisiones que tienen que ver con la gestión
de las empresas son tomadas por unas pocas personas, el resto se limita
a obedecer. Por si fuera poco, la democracia política se vacía cada vez
más de contenido, las grandes decisiones se toman cada vez más de
espaldas al pueblo, éste se limita a depositar un cheque en blanco en
las urnas cada x años. Y, lo más dramático, lo más preocupante, el
pueblo pocas veces sabe ejercer la poca responsabilidad que se le
otorga, vota normalmente en contra de sus intereses, se deja comer el
coco fácilmente, se acobarda, se empeña en que otros le saquen las
castañas del fuego, prefiere dejarse llevar. En verdad que el problema es del pueblo.
El capitalismo es la dictadura económica. Una dictadura sofisticada, elaborada, con apariencias democráticas. La dictadura casi perfecta.
La cumbre evolutiva del totalitarismo. No por casualidad los dueños de
las “máquinas” generadoras de la riqueza social son quienes acaparan
fundamentalmente ésta. Inevitablemente, la riqueza tiende a
concentrarse, las crecientes desigualdades sociales son una consecuencia
directa de las leyes que rigen la sociedad capitalista. Por
consiguiente, la lucha de clases es el motor de la historia. Mientras
haya clases sociales, al menos grandes contrastes entre ellas, habrá
lucha social. Por supuesto, antes del capitalismo ya existía la lucha de
clases, pero la originalidad de este sistema reside en las formas que
adopta. El capitalismo se caracteriza por disfrazar la explotación,
consigue que los esclavos casi no se percaten de que lo son, casi no
sientan las cadenas. Pero, por mucho que las élites capitalistas se
esmeren en comer el coco a las masas para aceptar sumisamente el orden
establecido, tarde o pronto, poco o mucho, bien o mal, las clases
explotadas (al menos una parte de ellas) reaccionan ante el permanente
ataque que sufren cuando éste se intensifica. Los capitalistas, adictos
al dinero, insaciables, siempre tiran de la cuerda, nunca se conforman
con lo logrado, y tarde o pronto, y muy a su pesar, provocan la reacción
de los explotados, la cuerda puede romperse. Los ciudadanos corrientes
podemos durante cierto tiempo cerrar los ojos, pero la realidad nos
desborda, en cierto momento no nos queda más remedio que despertar. Nos
abocan a la lucha de clases por mucho que quienes la practican
constantemente proclamen que es algo del pasado.
Quienes luchamos contra este absurdo, ilógico y alienante sistema debemos tener muy claro que la alternativa es la auténtica democracia.
Sólo cuando tengamos plena libertad para conocer en igualdad de
condiciones todo tipo de ideas, sólo cuando todas ellas puedan ser
probadas en la práctica (siempre que no atenten contra los más
elementales derechos humanos), podremos realmente experimentar
suficientemente diversas formas de organizar la economía para resolver
los problemas crónicos (que con el capitalismo no sólo no desaparecen,
sino que tienden, a la larga, a pesar de ciertos altibajos, a
agudizarse) que padece nuestro mundo: el hambre, la pobreza, la
violencia, las guerras, el desastre medioambiental,... La clave para que
nuestra especie avance definitivamente hacia la verdadera civilización,
para que la ley del más fuerte dé paso a la igualdad en las relaciones
sociales, sin la cual la libertad es imposible en la vida en sociedad,
para que el egoísmo dé paso a la solidaridad, para que los derechos
humanos no sean papel mojado, para que la historia avance
inexorablemente hacia adelante, sin posibilidad de volver a la Edad
Media (por muy tecnológica que sea),…, reside en la democracia real.
Sólo cuando el destino de la humanidad esté en manos de toda ella
es cuando podremos sobrevivir a nosotros mismos, es cuando espantaremos
definitivamente el fantasma de la autoextinción. Por supuesto, esto no
podrá lograrse en dos días, pero el inicio del camino hacia una sociedad
más justa y libre, más segura, no puede demorarse más. Realmente ya ha
empezado. Aunque muy tímidamente aún. Esta titánica labor nos incumbe a
todos. Todos somos más o menos responsables, nadie está libre de culpa.
Debemos abrirnos de mente. Practicar el pensamiento crítico. Cuestionar y
contrastar, ser activos intelectualmente en primer lugar, para serlo
también en la práctica cotidiana.
La estrategia a emplear por la
izquierda del siglo XXI creo que es clara: atender a las necesidades
más básicas de la mayoría social y reivindicar más y mejor democracia,
practicándola de camino. Prescindir de etiquetas y centrarse sobre todo
en las ideas, en los contenidos, concretar. Teniendo en cuenta los
prejuicios de la mayoría de los ciudadanos y dándoles a éstos el mayor
protagonismo posible, el cual deberá ir aumentando notablemente en el
tiempo. Esta estrategia es la que está posibilitando que se empiecen a
abrir las puertas del cambio en algunos países. Aunque, por supuesto,
dichas puertas pueden volver a cerrarse. El capitalismo tiene muchas
contradicciones insalvables, las cuales representan su talón de Aquiles.
Necesita, por un lado, evitar la auténtica democracia, pero, al mismo
tiempo, aparentarla. Esta contradicción debe ser explotada todo lo
posible por las fuerzas populares en la lucha política. En nombre de la
democracia será posible superar la actual falsa democracia en la que se
basa la dictadura económica. En primer lugar, pero no en último,
forzando a la burguesía a cumplir en la práctica los postulados teóricos
de su supuesta democracia lograremos tarde o pronto (siempre que
sigamos avanzando en el camino, siempre que el desarrollo de la
democracia no se pare, incluso se acelere) que la “democracia” burguesa
dé paso a la DEMOCRACIA. No sólo habrá que conseguir una auténtica
democracia política sino que la democracia deberá llegar a todos los
rincones de la sociedad, especialmente a su centro de gravedad: la
economía. Allá donde haya convivencia humana deberá haber democracia.
Cuando la democracia se asiente en la política y en la economía el
capitalismo tendrá los días contados. Para ello, una de las primeras
labores de cualquier gobierno transformador deberá ser el posibilitar la
libre circulación de las ideas, acabar con la manipulación informativa
masiva. Con una prensa libre, plural, será posible desintoxicar por
completo a la gente de los prejuicios impregnados por las élites
capitalistas, impulsar el activismo masivo. La verdad sólo puede abrirse
camino enfrentándola abiertamente, en igualdad de condiciones, a la
mentira. El pensamiento único se extinguirá cuando las ideas puedan
competir libremente entre ellas. Pero, para llegar a esa desintoxicación
mental masiva, antes, ahora mismo, cada uno de nosotros, ciudadanos
corrientes, debe poner su grano de arena. Incitemos a nuestro alrededor a
informarse mejor, a contrastar, a razonar. Sólo será posible
transformar el sistema si la gente vota masivamente a otras fuerzas
políticas alternativas y se moviliza constantemente en las calles.
Pasemos la voz: otro sistema es posible, la alternativa se llama democracia.
Sólo entre todos podremos. Con un pequeño esfuerzo de cada uno de
nosotros lo conseguiremos. No se trata de que unos pocos se esfuercen
mucho sino de que muchos se esfuercen un poco. La historia la hacen los
pueblos. Por activa o por pasiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario