viernes, 8 de marzo de 2019

Carga mental

El tema de la salud laboral es motivo de preocupación, no solo para los trabajadores, sino también para las empresas, porque incide directamente en la productividad.

Por esta razón, el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo ha editado un documento, la carga mental de trabajo, cuyas autoras son Olga Sebastián García y María Ángeles del Hoyo Delgado, del Centro Nacional de Nuevas Tecnologías.

Seguramente no es casual que se trate de dos mujeres, porque de carga mental las mujeres saben un rato.

Explican las autoras:
En cualquier trabajo, el trabajador tiene que poner en funcionamiento mecanismos o procesos tanto físicos como mentales. Estos mecanismos son los que determinan la CARGA DE TRABAJO, que podemos definir como “el conjunto de requerimientos psicofísicos a los que se somete al trabajador a lo largo de su jornada laboral”. 
[La carga mental es] el nivel de actividad mental o de esfuerzo intelectual necesario para desarrollar el trabajo.
Y más adelante:
En un puesto de trabajo deberemos tener en cuenta distintos tipos de exigencias mentales, relacionadas con:  
La información recibida: cantidad de señales que llegan, velocidad a la que llegan, diversidad de las señales, número, dispersión y diversidad de fuentes de las que proceden, variabilidad de los canales sensoriales a través de los cuales se perciben las señales (interferencias, redundancias, lagunas,…), etc. 
El análisis de dicha información: grado de elaboración de la información que se requiere, complejidad de los razonamientos, grado de libertad en las acciones, exigencias de atención, de memorización, de cálculo numérico, de razonamiento lógico, de solución de problemas y toma de decisiones, etc. 
La respuesta: rapidez de respuesta que se exige, libertad en la toma de decisiones, número de alternativas entre las que se ha de seleccionar la respuesta, etc.  
El contenido del trabajo está en función, además, del factor tiempo, es decir, de la organización del tiempo de trabajo, cuya incidencia sobre la carga mental hay que considerar desde dos puntos de vista:  
• El tiempo de que se dispone para elaborar la respuesta.  
• El tiempo durante el cual debe mantenerse la atención.
El documento se centra en la carga mental, aunque no debemos olvidar la carga del trabajo físico. La primera se da especialmente en las tareas creativas y organizativas, la segunda, que también se ve afectada en alguna medida por la primera, en los trabajos ya organizados.

Un fenómeno digno de analizarse es el hecho de que mientras en los trabajos inmersos en el mercado laboral las tareas organizativas están mayoritariamente en manos de hombres, en el ámbito doméstico son desempeñadas casi exclusivamente por mujeres.

¿Por qué un varón que fuera del hogar es capaz de tener en la cabeza toda una compleja trama de responsabilidades entrelazadas se convierte al entrar en su casa en un perfecto inútil, que en el mejor de los casos puede contribuir soportando una carga física, colaborando y compartiendo lo que se le encargue, pero en modo alguno adquiere responsabilidades que le supondrían una fuerte carga mental?

La estructura social capitalista ha heredado de los sistemas que la precedieron la segregación entre las tareas "productivas" que la sostienen y aquellas otras "reproductivas", invisibles para el mercado y por ello "sin valor de cambio". Pero son tareas imprescindibles y están en la base, por debajo de las primeras.

Esta viñeta explica muy bien la situación. Obedecer a "la jefa" y compartir tareas solicitadas no la descarga de la compleja labor de organizar toda la máquina doméstica. Porque la intendencia de una casa es comparable a la de una empresa cualquiera, con la diferencia de que un gerente suele disponer de personal cualificado en el que delegar parcelas de responsabilidad.





La autora de este dibujo, Emma Clit, tiene una página web en la que se pueden encontrar ejemplos muy ilustrativos de la carga mental de las mujeres, incluidas las que además, trabajan en tareas "productivas", sin poder librarse de las reproductivas, a no ser que las deleguen… en otras mujeres, que a su vez en su casa tendrán el mismo problema.

En una entrevista reciente, lo explica:


"Al sistema le interesa que las mujeres sigan haciendo gratis
el trabajo doméstico"
Usted ha puesto imagen a la carga mental. ¿Quién habló por primera vez del concepto? 
Surge en el contexto laboral, y en los años 80 la socióloga feminista Monique Haicault lo retoma para hablar de la carga mental en el hogar. El trabajo de la casa no está remunerado y esa carga no permite emanciparse. Hace que perdamos independencia, libertad y poder. 
Si no hay nada biológico que lleve a las mujeres a ejercer ese papel, ¿por qué lo asumen? 
La primera razón es porque interesa que las mujeres sigan haciendo ese trabajo gratis. Es lo que permite mantener el sistema. La crianza de los hijos y el trabajo doméstico sitúan a la mujer en ese esquema. De hecho, a menudo la mujer aparece en los medios en su rol de madre y de ama de casa, mientras que a los hombres se les ve en contextos más valorados. Luego está el márketing capitalista: hay juguetes para niños y para niñas y así se vende el doble. Y luego está el modelo que mostramos a nuestros hijos. 
¿Su objetivo es ofrecer herramientas para salir de ese modelo? 
Primero, intento mostrar la importancia de los estereotipos, porque solo se busca una solución cuando se entiende que hay un problema. No es inocente educar a una niña como a una niña y a un niño como un niño, porque de adultos sufrimos las consecuencias. Después doy pistas para una educación no sexista, pero siempre a través de situaciones concretas. No doy soluciones universales. 
Dice que la mujer es la "titular" de la responsabilidad doméstica. ¿Quién le ha dado este título? 
El patriarcado. No son los hombres a título individual, es una sociedad dominada por la clase masculina, que ha tenido el poder político y religioso durante siglos y ha mantenido el control sobre las mujeres, especialmente sobre su capacidad reproductiva, que es un poder esencial.
En este día de la mujer trabajadora traigo esto aquí para señalar algunas cuestiones preocupantes, muy relacionadas entre sí:

  • El trabajo reproductivo, sustraído al mercado, es una gran estafa contra la mitad de la humanidad. Porque es la mayor de las plusvalías, entendiendo como tal, en términos marxistas, la parte de trabajo no pagado en la jornada laboral, que en este caso es la totalidad.
  • La división del trabajo, origen de las desigualdades, separó, desde antes de los tiempos históricos, el trabajo productivo del reproductivo, repartiendo las tareas, incluyendo las organizativas, en dos grandes campos.
  • Los varones casi nunca somos conscientes de ello, y pensamos que la igualdad se reduce a un reparto justo de tareas concretas en el hogar, mientras damos esquinazo a la carga mental que suponen las tareas organizativas.
  • Por último, una pregunta que plantea el economista Manolo Lago: ¿por qué las mujeres cobran menos? Y en efecto, si comparamos los sectores feminizados, como la conserva o la confección, encontramos grandes diferencias salariales con otros de predominio masculino y de complejidad igual o menor, como el cárnico o el metal. ¿Añade la mujer menos valor al producto, o alguien se apropia de unas plusvalías más que jugosas?
Termino con otro artículo sobre el tema:




La labor de planificación, organización y toma de decisiones en el hogar la asumen mayoritariamente ellas. Un trabajo no reconocido que puede aumentar el estrés, la ansiedad y que es la base de muchos conflictos de pareja. 


Rita Abundancia 


Hay un chiste que circula por ahí en el que un marido le dice a otro: “Yo también lavo los platos, hago la compra y paso la aspiradora, pero mi mujer aún pretende que sea a mí a quien se le ocurran esas estúpidas ideas!”. Sí, algunos hombres ya ayudan (o así lo sienten al hablar sobre la corresponsabilidad de las tareas) en casa, pero la mayoría se limita a ejecutar órdenes que, a menudo, deben ser verbalizadas más de una vez y de forma convincente.

En el mundo laboral los hombres siguen siendo, en mayoría, los que ostentan el poder, los que planifican y dictan estrategias. Esos directivos y cabezas pensantes de las empresas, en casa, ese género masculino en las parejas heterosexuales tiene alergia al mando y a la toma de grandes decisiones que deja, casi siempre, en manos de las mujeres. Si comparamos el hogar con una gran compañía veremos que, en la gran mayoría de los casos, ellas son las que programan, prevén, diseñan planes, adelantan posibles fallos o problemas y tienen en cuenta todos los detalles y la interacción de las partes. Pero, además ,de esta labor de ejecutivo, las amas de casa realizan también los trabajos reservados a los empleados, a la mano de obra: cocinan, limpian, cuidan a otros, ponen lavadoras, hacen la compra o bajan la basura

Una labor invisible y poco valorada hace que las cabezas de las féminas no paren de trabajar mientras sus parejas se relajan frente al televisor. La carga mental, es decir, la cantidad de esfuerzo no físico y deliberado que debe realizarse para conseguir un resultado concreto, la asumen casi siempre ellas. La marca de productos para el hogar, Procter & Gamble acaba de publicar una encuesta sobre el tema con datos muy reveladores. En España, 3 de cada 4 mujeres sufre carga mental, aunque un 40% de ellas desconoce el concepto y el 45% nunca ha hablado de con nadie de este asunto.

“El problema está en que hay una falta de conciencia absoluta respecto a esta cuestión”, afirma Violeta Alcocer, psicóloga con consulta en Madrid, que ha supervisado este estudio. “Dentro de esta investigación se incluye un experimento en el que se le pide a varias parejas reales que apunten en sus teléfonos móviles todas las tareas de casa que han hecho durante una semana. Aunque el 46% de las parejas creen que comparten estas labores, el resultado es revelador porque los hombres hacen muy pocas anotaciones. Son muchos y muchas los que nunca han oído hablar de este concepto y se sorprenden cuando descubren que sobre ellas recae no solo la mayor parte de las tareas, sino también la labor de estrategia”, afirma esta psicóloga.


Una carga silenciosa, doblemente pesada

La carga mental es silenciosa, y esa cualidad la hace doblemente pesada. La sociedad no la reconoce porque no valora ni remunera los cuidados domésticos, a pesar de ser un pilar fundamental de la economía. Históricamente, además, la gestión del hogar ha sido entendida como algo esencialmente femenino, que ellas hacen casi por instinto. Y la reciente asunción de tareas domésticas por parte de los varones, les ha proporcionado la coartada perfecta para demostrar su corresponsabilidad y dar el tema por zanjado.

La ilustradora francesa Emma Clit fue una de las primeras en poner el dedo en la llaga con su cómic Me lo podías haber pedido, en el que habla de esta asignación, casi bíblica, de tareas femeninas. En una entrevista a El Periódico Clit declaraba, “no hay nada biológico que lleve a las mujeres a ejercer ese papel, pero interesa que sigan haciendo ese trabajo gratis. Es lo que permite mantener el sistema. La crianza de los hijos y el trabajo doméstico sitúan a la mujer en ese esquema gracias al patriarcado. Una sociedad dominada por la clase masculina, que ha tenido el poder político y religioso durante siglos y ha mantenido el control sobre las mujeres, especialmente sobre su capacidad reproductiva, que es un poder esencial”.

Maite (40 años) pareja de Toni (42), es madre de dos niños, de 6 y 4 años, y vive en Palma de Mallorca. Aunque ambos desconocían el término de carga mental, estaban al tanto de la problemática, solo que con términos distintos. Era “el runrún obsesivo” de ella, la “master & commander”, en palabras de Toni, y “la habilidad innata para el escaqueo” o, directamente, “el morro” de él, según Maite. Pero la cosa estalló con el nacimiento de su segundo hijo. “Entonces yo tenía más responsabilidad en el trabajo y se me juntó todo”, cuenta Maite, “tenía mucho estrés, me sentía sola pero pensaba: no debe ser para tanto. Hay muchas madres que también trabajan. Tras peleas y disputas, la solución pasó por el reparto, no solo de tareas sino también de asuntos. Creamos unos ‘ministerios’ y cada uno se ocupaba de todo lo relativo al mismo. Por ejemplo, el ministro de salud debía gestionar los asuntos médicos de los miembros de la familia. Estar al tanto de visitas, revisiones, compra de medicinas, etc. Aunque si alguien necesitaba ayuda, por supuesto, podía pedirla. Otro de los aspectos que no me gustaba del régimen anterior es que el hombre se suele quedar con las faenas más glamurosas, que yo siempre ejemplifico con el símil de la barbacoa. La organización recaía siempre sobre mi (invitar a la gente, hacer comida, comprar, limpiar), mientras que él se limitaba a cocinar la carne. Resultado: él siempre recibía elogios; yo jamás, porque mi trabajo era invisible”, cuenta Maite.

Madres, las campeonas en levantamiento de carga 

En opinión de Alcocer, “la carga mental está detrás de muchas peleas, crisis de pareja y hasta rupturas, ya que genera mucha desigualdad y descontento. Sentimientos de angustia que no se saben muy bien de dónde vienen. En parejas sin hijos, es común que estas disputas se tapen contratando a una persona que venga a limpiar unos días a la semana. Es una forma de ocultar el problema, pero cuando llegan los niños es ya más complicado, porque es más difícil delegar en otro la crianza y educación de los hijos. Hay momentos clave en la vida de las personas donde la carga mental se hace evidente. La post-maternidad, o cuando los padres se hacen mayores y requieren más cuidados, o incluso vienen a vivir a casa. No es casualidad que las mujeres consuman más antidepresivos y ansiolíticos que los hombres”.

En el equipo femenino, las madres son el grupo que más carga mental soporta. Según el estudio anterior, el 63% de las mamás españolas afirman que todos los días tienen en mente un listado infinito de cosas por hacer, frente al 25% de padres que experimentan esta misma sensación. Un 87% de las madres se pintan como las principales responsables de que todo fluya adecuadamente en la casa, y un 69% reconoce que sus parejas colaboran, pero que hace falta pedírselo. Los hijos perciben también de forma inconsciente esta desigualdad de tareas; ya que solo un 12% de los padres afirman que son las personas de referencia para las necesidades diarias de sus hijos, frente al 70% de las madres. Otro dato curioso es que solo el 14% de los padres están en el chat del colegio, frente al 65% de las mamás.

“La carga mental de las madres hace que el verbo conciliar sea más difícil de conjugar para ellas, e influye en la desigualdad por géneros del mundo laboral”, apunta Maite Egoscozabal, socióloga del Club de Malasmadres. “Según nuestro estudio Somos Equipo (2017), que ahonda en las causas de la imposibilidad de conciliar”, continúa Maite, “el 58% de las mujeres, después de ser madres, toman decisiones que implican una cierta renuncia (reducción de la jornada laboral, excedencia o abandono del trabajo) en su carrera profesional, frente al 6,2% de los hombres. Y en estas actitudes hay dos causas, los factores externos, sociales y legales, que favorecen que la mujer aparque su trabajo en aras de sus hijos; y las barreras internas, que ellas mismas se autoimponen. Porque, incluso antes de tener hijos, ya saben que ellas son las que van a cuidarlos y, aunque los dos ganen igual (siempre está la excusa de que mi marido gana por, por eso renuncio yo a mi trabajo), es casi siempre ella la que recorta su vida profesional”.

Estrategias para repartir el peso

Antes que nada, hay que sacar del armario a ese peso invisible, esa labor incorpórea que vaga como un fantasma, ensombreciendo la vida del que la soporta. “En su mayoría mujeres, aunque también hay casos de hombres que son los que llevan la carga mental, pero en menor medida”, señala Violeta Alcocer. Un ejercicio útil, como propone el estudio de Procter & Gamble, “es visualizar el hogar como una empresa en la que hay diferentes departamentos: de ropa, comida, limpieza, educación o decoración. Acto seguido hay que cuestionarse quién dirige y coordina cada uno (aunque luego todos aporten su granito de arena en el ejercicio de las tareas), quién conoce lo que se hace en ellos y quién es más probable que diga cosas como: “He pensado que hay que hacer esto”, “¡Acuérdate de comprar tal o cual cosa!” o “¿Hiciste lo que te pedí?”.

“Una vez que se ha detectado a la persona que soporta más carga mental, el primer paso lo debe dar el que está más cómodo y comprometerse a ser más activo en la parte estructural y organizativa”, señala Alcocer. “Pero esto va a necesitar de un periodo de ajuste y, es probable que la persona que entra en juego se equivoque y cometa fallos, por lo que hay que tener paciencia y darle su tiempo”.

Saber delegar es una cualidad que no todo el mundo posee. Según el estudio anterior, solo un 24% de las mujeres son capaces de olvidarse de la tarea que han dejado para otros, mientras que el 72% declara que critica y supervisa cómo los demás hacen las cosas. “¡Déjalo!, ya lo hago yo, que acabo antes”, “me voy, pero os he dejado comida preparada en la nevera”, “ si no sabes dónde está algo, llámame” deberían se frases prohibidas en el vocabulario de cualquier aspirante a tirar por la borda su carga mental. “Aunque también hay mujeres que pueden ver en la equidad una pérdida de poder. Al menos, en la casa mandan ellas. Pueden ser perfiles de gente con trabajos poco gratificantes o valorados; que sienten que, al menos en casa, son imprescindibles”, señala esta psicóloga.

1 comentario:

  1. En su conocida obra "Masa y poder", Elías Canetti escribe:

    «Una orden es una orden»: puede que el carácter definitivo e
    indiscutible propio de la orden sea la causa de que se haya
    reflexionado tan poco sobre ella. La aceptamos como algo que
    siempre ha existido tal cual es, nos parece tan natural como
    indispensable. Desde pequeños estamos acostumbrados a escuchar órdenes, ellas configuran buena parte de lo que llamamos educación; toda la vida adulta está también impregnada de ellas, ya se trate de las esferas del trabajo, de la lucha o de la fe. Apenas si nos hemos preguntado qué es propiamente una orden; si en realidad es tan simple como parece; si a pesar de la rapidez y facilidad con que obtiene lo que espera, no deja otras huellas más profundas, quizá incluso hostiles, en la persona que la ejecuta".

    De este pasaje en concreto cabe deducir la importancia de la educación, del aprendizaje del que, mediante "la orden", ambos géneros se imbuyen. Hombres y mujeres han de liberarse de esas "ordenes" con las que son asaeteados desde su nacimiento para no transmitirlas a las generaciones venideras. Pero eso no será posible mientras instituciones como la Iglesia y la monarquía impongan sus arcaicos modelos sociales, su bélica mitología y su patriarcal concepción social.

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