lunes, 3 de octubre de 2022

¿Quién reventó Nord Stream 1 y 2?

Si el sabotaje a los gasoductos es una tremenda oportunidad para los Estados Unidos; si su presidente amenazó con hacerlo ya en febrero, ¿a que viene ahora decir que "hay que hacer una investigación para determinar al autor"? En términos jurídicos diríamos que las "pruebas circunstanciales" no dejan otra autoría, o que el culpable está "convicto y confeso".

¿Qué prueba mejor que el atronador silencio de la Unión Europea? Está acorralada, ahora por completo, pues depende por completo de su "aliado trasatlántico". Que puede poner el precio que quiera al gas, o cortarlo si su "protectorado europeo" no es lo suficientemente sumiso.

Así que ¡a callar!

Un corral de difícil salida.

(Del futuro climático mejor no hablar...)

¿Quién reventó Nord Stream 1 y 2?


El daño sin precedentes a ambos gasoductos es, sin lugar a dudas, un sabotaje, señala el especialista. Queda por saber quiénes han sido los saboteadores, aunque sin olvidar los impactos sociales y los gravísimos daños ambientales y climáticos ocasionados.


ALFONS PÉREZ

30 septiembre, 2022


Ni el mismísimo Andreas Malm, autor del libro Cómo dinamitar un oleoducto, hubiera imaginado un escenario como este. El Nord Stream 1 y 2, las mayores arterias de gas a la Unión Europea, han reventado, hasta el momento, por cuatro sitios. Ya no queda nadie que pueda sostener que es una casualidad. El daño sin precedentes a estos gasoductos es, sin lugar a dudas, un sabotaje. Pero entonces, ¿quiénes han sido los saboteadores?


Putin, Biden y Von der Leyen


Las opiniones encontradas que se están vertiendo en estos días parecen un buen reciclaje de la dialéctica de la Guerra Fría. Por tanto, la cosa se reduce a saber quién golpeó los gasoductos: ¿Ivan Drago o Rocky Balboa?


Por un lado, los políticos y medios occidentales apuntan a Vladimir Putin. Pero, sinceramente, ¿para qué iba a agujerear Putin unos gasoductos de los que tiene la llave de paso? En la historia reciente, ha habido diferentes episodios donde Rusia ha utilizado las llaves de paso como herramienta política. Por ejemplo, en 2006 y 2009, cuando el conflicto por el precio del gas con Ucrania provocó el cierre de la red de gasoductos que circula por la exrepública soviética y alimenta la mayoría de los países de la antigua Europa del Este, causando estragos en pocas horas. Y muy recientemente, en septiembre de 2021, cuando redujo las exportaciones a Europa sin justificación, provocando una escasez artificial y una subida de precios, a la vez que aumentaba la tensión con Ucrania. Para el Kremlin, el sabotaje a los Nord Stream le hace perder una gran parte de esa doble palanca de poder: sobre el suministro y sobre los precios y, por ende, sobre nuestras facturas.


También hay quien asegura que reventar los gasoductos es una medida de fuerza de Rusia, que vuela los puentes con occidente y que, a la vez, busca una mayor cohesión interna acusando a los atlantistas. En todo caso, la demostración de fuerza le saldría bien cara: la inversión en los Nord Stream, compartida entre Gazprom y empresas europeas, se calcula en 18.500 millones de dólares –7.500 millones para el Nord Stream 1 y 11.000 millones para Nord Stream 2–, y el gas perdido en las fugas costará unos 600 millones.


A eso hay que sumarle la imposibilidad futura de utilizarlos y de perder una ruta que le permitía un by-pass a los gasoductos de tránsito en Ucrania –se calcula que el Nord Stream 1 restaba unos 700 millones de dólares anuales a Ucrania en concepto de derechos de tránsito–. Y si se repararan, cosa que presenta serias dudas dados los daños producidos por las explosiones, habría que sumar unos centenares de millones más a la factura.


Por el momento, Rusia tiene responsabilidades contractuales sobre el suministro de gas, pero dependerán de la autoría del sabotaje. Por eso es relevante que esté proponiendo una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar los incidentes, porque desde el inicio de la invasión se ha mostrado reluctante a cualquier tipo de investigación. Puede ser una maniobra sincera o dilatoria, que le permita ganar tiempo en sus responsabilidades de suministro.


En cuanto a la cohesión interna frente al enemigo, no parece que el argumento del ataque occidental a dos gasoductos eurorusos sea suficiente motivación como para frenar el éxodo de miles de reservistas tras la movilización parcial decretada por Putin.


El otro gran actor, Estados Unidos, es el gran beneficiario comercial y geopolítico. El sabotaje le permite seguir ganando posiciones como socio energético estratégico en la Unión Europea. Aunque ya existía un compromiso del mes de abril para la exportación de 15.000 millones de metros cúbicos de gas que podrían llegar hasta 50.000 millones para 2030, la inutilidad de los Nord Stream podría aumentar los volúmenes de exportación. Pero también dependerá de si es capaz de poner en pleno funcionamiento la planta de exportación Freeport LNG tras el accidente que sufrió el pasado mes de junio, y de sus propias reservas de gas, en su mayoría extraído a través del fracking.


A nivel geopolítico, EE. UU. siempre había mostrado una posición hostil frente a los Nord Stream. Las lentes de la geopolítica ven los gasoductos como uniones soldadas de relaciones e intereses y la alianza germano-rusa era una amenaza para Washington. En febrero de este mismo año, la Reserva Federal sometió a sanciones a la promotora del proyecto Nord Stream 2 AG, el conglomerado de empresas europeas y Gazprom con sede en Suiza.


Con todo ello, Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, unos días antes de los incidentes en los gasoductos, aseveraba en su discurso del Estado de la Unión: “Es una guerra contra nuestra energía, contra nuestra economía, contra nuestros valores y contra nuestro futuro. (…) No permitiremos que ningún caballo de Troya de ninguna autocracia ataque nuestras democracias desde dentro”.


Von der Leyen, poco después de las explosiones, subía el volumen afirmando: “Rusia ha llevado la invasión a un nuevo nivel y estamos determinados a hacer pagar al Kremlin el precio por esta nueva escalada”. Sacudiendo los argumentos de la guerra híbrida, justificaba un nuevo paquete de sanciones a Rusia. Por cierto, los paquetes de sanciones que, tras un inicio de depreciación del rublo, han comportado una revalorización de éste muy por encima de los valores anteriores a la guerra y, por encima de todo, una apreciación del dólar respecto del euro, el yen y la libra esterlina.


Además, hay quien apunta a Polonia o Ucrania como parte saboteadora. Está claro que los intereses de Morawiecki y Zelenski son coincidentes, y desde el primer momento acusaron a Rusia, pero se pone en cuestión su capacidad de organizar semejante maniobra.


Seguridad energética. ¿Para qué y para quién?


Entre todo el ruido de la autoría del sabotaje, se invoca con frecuencia la seguridad energética. Señalarla no es cualquier cosa, pues activa todo el aparato de defensa de las políticas securitarias que habilitan un apagón democrático y una orientación temporal a cubrir sus necesidades.


Sin duda, la pérdida de los Nord Stream es un problema mayúsculo para la seguridad del suministro del gas para la Unión Europea. Eso sí, el Nord Stream 2 nunca se había puesto en funcionamiento y por el Nord Stream 1 no circulaba gas desde junio. Los escenarios para afrontar el invierno en la UE ya planteaban ese escenario. Nada nuevo bajo el sol en el sentido estricto del suministro de gas por esta ruta.


Quizás lo más sorprendente, que no genera el mismo grado de preocupación política o mediática, es cómo en un mar Báltico altamente monitorizado que contiene una infraestructura estratégica extremadamente sensible en un contexto de guerra, se puede sabotear de manera tan certera y luego se necesite “abrir una investigación” para, en semanas o meses, determinar la autoría. En los términos a los que se refiere la Comisión cuando habla de seguridad energética, ¿no es este un hecho preocupante? ¿no muestra una imprevisión y una fragilidad comprometedora?


En este punto se vuelven a abrir las especulaciones sobre quién tiene la capacidad de realizar dicho sabotaje con explosivos en unos gasoductos a 100 metros de profundidad, de manera sumamente sigilosa y con una sincronía casi perfecta con la apertura del gasoducto Báltico. Tal vez la explicación de todo sea el video de una rueda de prensa de Biden en febrero, donde afirmaba que si Rusia invadía Ucrania no habría más Nord Stream 2. La contundencia de su respuesta suscito la pregunta de una periodista: “¿Pero cómo serán capaces de hacerlo?” A lo que el mismísimo presidente estadounidense contesto: “Te prometo que seremos capaces de hacerlo”.


El otro sabotaje y la otra movilización


Sea como sea, el análisis geopolítico seguirá llenando portadas. La parte invisible de todo esto serán los daños ambientales y climáticos, con las afectaciones a la biodiversidad marina y las emisiones de grandes cantidades de metano –entre 200.000 y 300.000 toneladas con un potencial de calentamiento global de 82 veces el del CO2 para 20 años–. Y el otro reventón, el otro sabotaje, es el de las facturas energéticas, que nos afectaran a todas y, en especial, a las personas en situación de vulnerabilidad.


De momento, se ha convocado movilizaciones en varias ciudades de Alemania Oriental y la República Checa, con una presencia remarcable de la extrema derecha. De ahí la urgencia de subrayar la agenda social y organizar la movilización desde otras posiciones que den respuesta a los discursos excluyentes y a tanta retórica de escalada bélica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario