sábado, 21 de octubre de 2023

La distribución del voto, la de la riqueza y su modulación política

Desde otra entrada de este blog, sobre voto y conciencia de clase, traigo aquí esta gráfica. Muestra la relación, en las pasadas elecciones, entre nivel de renta o de riqueza e intención de voto. Junto a tendencias generales en los extremos de la pobreza y la riqueza aparecen influencias que alteran lo que se esperaría en principio, debidas seguramente a las diferencias de nivel de conocimientos que se asocian a la prosperidad, como la que hace que el voto de Sumar aumente hasta alcanzar un máximo entre la clase media más acomodada.

El eje de ordenadas muestra el porcentaje de voto mientras el de abscisas ordena a la población según su creciente nivel económico. Nada dice sin embargo sobre cuál es ese nivel para cada percentil de esa población. Para eso se necesita otro diagrama, en el que se considere la riqueza que va acumulando a cada paso la población así ordenada. Esa es la Curva de Lorenz que analizo a continuación.

Esta gráfica refleja los ingresos que va acumulando la población contabilizada, al avanzar un recuento que empieza por los más pobres, hasta que al final la población total recibe la totalidad de los ingresos:

En una sociedad hipotética con una absoluta igualdad económica, toda la población ingresaría lo mismo. No tendría sentido ni sería posible ordenarla con el criterio establecido. A lo largo de todo de recuento la riqueza creada sería proporcional a la población recontada. La línea azul refleja esta utópica situación.

Pero en las sociedades realmente existentes, al empezar por los más pobres, la curva se descuelga, en diferente medida según el grado de desigualdad. Al avanzar el recuento aumenta el descuelgue, hasta llegar a un punto en que empezamos a incluir a gente más próspera, y al totalizar la población totalizamos también su enriquecimiento.

Frente a la total igualdad de esta línea azul tendríamos la total desigualdad en que un único individuo lo acumularía todo y nadie más obtendría nada. Es la otra línea azul del diagrama siguiente:









Todas las sociedades reales presentan gráficas contenidas en la superficie que encierran las dos situaciones extremas. Consideremos la superficie A comprendida entre la línea de igualdad absoluta y la situación estudiada. Si tomamos como unidad el área del triángulo comprendido entre las líneas extremas, el área de A será el coeficiente de Gini.

El valor cero corresponde a la igualdad absoluta y el uno a la extrema desigualdad. El coeficiente toma siempre valores intermedios, tanto más bajos cuanto más igualitaria es la sociedad.

Pondré otros ejemplos tan irreales como los casos extremos pero ilustrativos de los valores que puede alcanzar el coeficiente en situaciones reales. Sea una sociedad compuesta por esclavos sin riqueza alguna, una clase libre totalmente igualitaria y un monarca absoluto que reserva para sí mismo gran parte de la riqueza.

Si la mitad de la población es esclava y el rey se queda con la mitad del producto total, la situación será ésta, y el coeficiente de Gini alcanzará un valor de 0,75:




Si los esclavos fueran un tercio y el rey se quedase un tercio de la riqueza, el coeficiente sería 0,555...:




A una cuarta parte de esclavos y un rey que se conformase con la cuarta parte le correspondería el índice 0,4375:




Y si el soberano se reserva un quinto y los libres e iguales son el 80%, el índice bajará a 0,36:




(Los ejemplos han sido elegidos por su facilidad de cálculo. Los indices obtenidos corresponden a las fracciones 3/4, 5/9, 7/16, 9/25. Curiosamente el criterio nos ha conducido a la serie de cocientes entre los primeros impares y los primeros cuadrados. Interesante propiedad geométrico-aritmética: cada cuadrado puede obtenerse sumando al anterior el correspondiente número impar, formando una progresión aritmética de segundo orden. Pero dejemos eso y pasemos a lo que ha motivado este análisis, que es el problema de la desigualdad). 

Está claro que ninguna de estas situaciones es real: la desigualdad se da también, como mínimo, en los hombres libres. 

Aunque siempre puede haber un solo individuo que se reserve una parte considerable e indigentes absolutos, en la práctica totalidad del diagrama tendremos curvas parecidas a estas, tomadas de un estudio de la Universidad de Granada sobre las Curvas de Lorenz:




Solamente las primeras podrían corresponder a situaciones reales estables. Por encima del índice 0,4 las sociedades se vuelven cada vez más inestables. La siempre presente lucha de clases altera continuamente la situación, y nunca veremos dos diagramas absolutamente iguales.

En la página 107 del libro de Andreu Escrivà Contra la sostenibilidad hay algunos datos interesantes sobre estos cambios:

El Reino Unido había sufrido un incremento rampante de la desigualdad tras los sucesivos gobiernos de Margaret Thatcher (pasaron de un coeficiente de 0,25 a 0,345 de 1979 a 1990), y fue incapaz de redistribuir el incremento de su PIB de 1990 a 2020 para revertir los efectos de la desigualdad: el coeficiente apenas se movió hasta el 0,344. En Estados Unidos, que también vio escalar la desigualdad durante los años ochenta y los mandatos de Ronald Reagan, el coeficiente pasó de 0,382 a 0,415. Pese a que las políticas aplicadas consiguieron disminuir las emisiones aunque no lo suficiente y generar riqueza, se han demostrado incapaces de redistribuirla, y por tanto la aspiración a la sostenibilidad queda más que comprometida.

Volviendo al principio, no existe una relación automática entre la distribución del voto y la de la riqueza. De igual modo que la lucha de clases es compleja, también es manipulable, y quienes tienen poder, que son precisamente los que tienen riqueza, tienen medios a su alcance para que un panorama de por sí distorsionado lo sea todavía más.

¡Pero por favor, que esto no suene a fatalismo!

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