sábado, 24 de febrero de 2024

"Tiempo de silencio" en tiempos de ruido

Hoy el ruido no nos deja oír los sonidos del silencio. Habrá que prestarles oído y traerlos a la memoria de quienes han sido privados de ella por décadas de desinformación.

En un primer momento, cuando la simple sospecha de no comulgar con el golpe militar podía costarte la vida, el régimen fascista español infundía un pavor que enmudecía cualquier voz salvo la de los suyos. Aquella "imposición del entusiasmo", cuando la simple sospecha de no comulgar fervorosamente con su ideario era peligrosa, se relajó un poco cuando empezó a estar claro que las Potencias del Eje perderían la guerra.

Por eso en 1944 un recién nacido Premio Nadal lo recibió la novela Nada, y su joven autora Carmen Laforet pudo publicarla en 1945: ese año terminaba la Segunda Guerra Mundial.

La novela se alejaba por completo de la triunfalista visión oficial, y adoptando un punto de vista cargado de tristeza, mostraba la miseria que sufría la mayor parte de la sociedad española en aquellos años. Su atormentado existencialismo no era todavía lo que fue el realismo social, que paso a paso se abriría camino en los años siguientes.

Rafael Sánchez Ferlosio publicó en 1956 El Jarama. Considerada «espejo y metáfora del estrangulamiento vital de la España del medio siglo», desarrolla el enfrentamiento de dos mundos contrapuestos, la clase trabajadora urbana y la rural. Aquí entran de lleno los puntos de vista de la clase obrera, y es por eso referencia obligada en este campo.

Ya en 1960, el mucho más comprometido Armando López Salinas escenifica en La Mina la lucha de clases en aquellos años de abandono de la economía autárquica, cuando se daban los primeros pasos hacia el «desarrollismo» económico que insertaría de lleno la España de Franco en la órbita del bloque capitalista.

Podríamos hablar aquí de realismo socialista, aunque se suele dar este nombre al más retórico y triunfalista del periodo soviético. Pero realismo socialista es el de Gorki en La madre, escrita mucho antes de aquella revolución, tal como esta novela fue también escrita lejos de la retórica entusiasta del "socialismo real".

Es muy difícil desprenderse por completo de prejuicios derivados de los criterios estéticos e ideológicos de la guerra fría cultural. El dogmatismo cultural soviético ha sido utilizado una y otra vez para desprestigiar cualquier crítica a nuestros modélicos sistemas políticos y sociales. Por eso muchos están predispuestos para rechazar todo lo que huela a socialismo (en el verdadero sentido de la palabra) sin intentar siquiera investigar en el asunto.

Pero en este caso hay otro motivo, que en el fondo es el mismo, para dejar de lado la novela social de la época, y es que choca de frente con el relato edulcorado de lo que fue el paso de la dictadura a la democracia y sus presuntos protagonistas:

Considerada una de las novelas más significativas del realismo social español, La mina ha sido condenada al silencio y al olvido por la crítica literaria española, y lo ha sido porque molesta, ya que quiebra el relato de la Transición; un relato que se ha construido sobre el mito de que grandes hombres con grandes gestos trajeron a España la democracia, cuando, en realidad, la democracia fue consecuencia de la lucha de miles de hombres y mujeres como los que La mina describe que dieron su vida por la libertad y la dignidad de un pueblo subyugado. La democracia no ha sido una concesión, sino el resultado de años de resistencia y de lucha. Los gérmenes de esa lucha están presentes en La mina de Armando López Salinas.

Años después, en 1962, Luis Martín Santos publicó Tiempo de silencio. En vez de centrarse en la lucha de clases a través de la conflictividad directamente narrada, lo hace a través de la batalla por la supervivencia de los personajes, en sus distintos nichos vitales. Un investigador necesita ratones de laboratorio (¡otra vez las ratas, como en otra novela de Delibes de ese mismo año: otro símbolo de la vida rastrera de aquellos tiempos, y no olvidemos que de mucha gente ahora mismo!).

Para procurárselos, entra en el submundo del lumpen. Son varios grupos sociales diferentes, con problemas semejantes pero visiones distintas, los que aparecen en el relato, tan lineal en su temporalidad como innovador es su estilo, un tanto a la manera del Ulises de Joyce.

La profesión del autor, médico y psiquiatra, se manifiesta en la capacidad para penetrar en la mentalidad de personajes tan diversos. Como comenta su hijo Luis Martín Santos Laffón:

"Se dice que cambió el rumbo de la narrativa nacional, que estaba, de alguna manera, estancada en un realismo un poco monótono y crudo. Abrió la novela, abrió nuevos caminos. Ese realismo, lo convirtió en un realismo dialéctico. Detrás de él salieron escritores como Marsé, por ejemplo.

Realismo dialéctico de un militante socialista anterior a la renuncia al marxismo y cambio de definición que forzó Felipe González:

"La verdad fundamental que subraya la prioridad del mundo real no puede ser una negación de los conocimientos subjetivos. Conocer no es solo "reflejar" el mundo real, sino también alterarlo e interpretarlo en algún modo. Hay una relación dialéctica entre el mundo real que conocemos y nuestra subjetividad."













'Tiempo de silencio', la novela que cambió el realismo literario para recrear la España casposa el franquismo

Seix Barral edita de nuevo la novela de Luis Martín Santos cuando se celebra el centenario del escritor, mientras que Galaxia Gutenberg publica una recopilación de textos inéditos del escritor fallecido en un accidente de tráfico en 1964

Pepa Blanes

Tiempo de silencio fue una novela clave para la literatura española. Luis Martín Santos logró publicarla en 1962 y marcó un punto de inflexión en la cultura española envuelta en ese marco protector y casposo del franquismo y en medio del inicio de una contestación civil que se iría consolidando y que sería, parafraseando al cantante Raimon, sorda y constante, desde entonces. "Se dice que cambió el rumbo de la narrativa nacional, que estaba, de alguna manera, estancada en un realismo un poco monótono y crudo. Abrió la novela, abrió nuevos caminos. Ese realismo, lo convirtió en un realismo dialéctico. Detrás de él salieron escritores como Marsé, por ejemplo. Digamos que mi padre abrió nuevos caminos", cuenta en la Cadena SER, Luis Martín Santos Laffón, el hijo del escritor.

La novela se publicó en un tiempo donde la moda literaria se acercaba al realismo social. Martín Santos lo superó calificando su estilo de realismo dialéctico, a través del personaje de un joven médico que necesita ratones para poder seguir experimentando en el laboratorio. Una corriente literaria influenciada por el marxismo y el psicoanálisis, cuyo primer objetivo sería la descripción de una realidad social y, la segunda, la creación de una mitología para uso de la sociedad. De este modo, hacía un guiño o una referencia a su militancia en el partido socialista, por aquel entonces cercano al marxismo y a esa dialéctica que explicó Karl Marx. De hecho, hay algo de esa pobreza, podredumbre y del fracaso de quien quiere combatirla en la propia historia de este investigador que quiere hacer ciencia y no puede.

"Hay muchísima crítica social. Habla de una España casposa, de precariedad, habla de un científico que no puede salir adelante precisamente por falta de medios y después de hacer una un viaje epifánico hacia hacia las tinieblas del Madrid más pobre y profundo. De alguna manera, yo creo que puede conectar", explica Elena Ramírez, editora de Seix Barral que publicó entonces la novela y presenta ahora una nueva edición con prólogo de Enrique Vila-Matas. "De no haber perdido Martín-Santos la vida en 1964 en accidente de automóvil, habría podido abrir una vivificante y divertida vía nueva en la narrativa española", dice el escritor.

Luis Martín Santos estudió psiquiatría, quedó marcado de niño por la enfermedad de su madre, la esquizofrenia, igual que sus hermanos. Fue mientras trabajaba en Madrid en su doctorado cuando empezó a frecuentar el ambiente literario de la ciudad, junto a sus mejores amigos, Juan Benet e Ignacio Aldecoa, con los que asistía a las famosas tertulias literarias de la época. Primero escribió un poemario y después esta novela. Su militancia socialista impidió que la novela ganase el Premio Pío Baroja de novela en 1961, que quedó finalmente desierto. También de que hubiera pasado por la cárcel, lugar donde fue más fácil escribir.

Fue Carlos Barral el encargado de llevarla a las librerías, pero no pudo hacerlo tal y como Luis Martín Santos la concibió, puesto que la censura cortó veinte páginas, cuatro capítulos y un fragmento del prostíbulo. "Fue censurada, pero mi padre iba con copias de las partes que faltaban y la iba regalando entusiasmado a los amigos para que la leyesen en su versión completa. Es importante que la gente entienda el contexto en el que se escribió y cómo eran esos años. La realidad de España era muy diferente, había censura, represión, la gente era perseguida", cuenta Martín Santos de una novela que refleja precisamente ese clima de tensión y desesperanza y, a la vez, la manera de seguir adelante de sus personajes.

Tiempo de silencio es un grotesco retrato del Madrid de la posguerra donde su protagonista, un joven científico, descubre la marginación, la disfunción de los lazos familiares, la soledad, la impotencia, el odio y silencio que marcó la vida de tantas personas desde la posguerra hasta la democracia. El silencio reflejado en una historia que pasea por el Madrid histórico, pero también por esos poblados que empezaban a surgir en la periferia de la capital, de aquellos emigrantes que dejaban el campo para encontrar una vida mejor y encontraron, sin embargo, miseria, lumpen y odio. "Son 48 horas en la ciudad de Madrid en los años 50, descritas con crudeza, pero también con humor, con crítica. Vemos Madrid, pero es el el país entero, es el alma de esa España, con sus contradicciones y con sus contrastes y su riqueza también", explica Martín Santos.

Madrid no ha cambiado tanto ahora. Esos poblados están a 16 kilómetros de la ciudad, nadie les mira, aunque les dejen sin luz. La pobreza es signo también de nuestro tiempo y la ciencia ha mejorado, pero muchos científicos no pueden investigar por falta de recursos. Son algunas de las conexiones de esta novela que trascendió el costumbrismo, pero describía una época y un lugar concretos. "Es una manera original, retadora, muy moderna, es imposible que esa forma de escribir pase de moda, y puede ser muy estimulante para los lectores, también para los nuevos lectores", incide Ramírez sobre la actualidad de la novela con la sociedad actual. "Es una novela que destila inteligencia, con ironía y sarcasmos, con profundidad en los análisis, en cómo desmenuza a los personajes y sus situaciones, con sentido del humor. Eso no pasa de moda, sigue vigente", apunta Martín Santos de una novela que logró trasladar a la realidad española las innovaciones narrativas de autores como James Joyce o Faulkner a quienes su padre leía en esas tertulias literarias madrileñas.

El uso del lenguaje es una de las características más señaladas de la novela. Martín Santos usa el lenguaje médico y científico en los soliloquios de su protagonista, Pedro, que vive algunas aventurillas que él mismo vivió, como reconocía su hijo. Para la dueña de esa pensión y su hija usa un lenguaje pomposo, propia de aquellos que querían ocultar su origen de clase. Por último, tenemos el lenguaje de la calle, un argot cercano al caló que hablan esos personajes que consiguen los ratones para el científico. Martín Santos inventa algunos términos, como aicecrim, que significa ice cream, helado en inglés. O balenciagamente, que alude al modisto donostiarra Balenciaga.

El propio texto explica que hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos... Una descripción de un Madrid que no suena tan lejano, como decimos. Pero la importancia de la novela tuvo que ver también con la forma. "No solamente es una una fotografía importante de un tiempo que tenemos bastante reciente, que tiene que ver con ese franquismo, es también cómo lo escribe de una manera feroz de crítica social, con ironía, con juego", incide la editora que insiste en que es un privilegio esta reedición. "Es un privilegio volver a publicar una de las joyas históricas del catálogo de Seix Barral".

Tiempo de destrucción y el resto de obras del autor

Solo en 1980 se pudo leer completa, pero para entonces el autor ya había fallecido. Murió en trágico accidente de coche un año después de publicar Tiempo de silencio. Dejó una novela inconclusa, Tiempo de destrucción, que justo hace un año sus hijos editaron junto con Galaxia Gutenberg en un intento de recuperar la figura de su padre que este 2024 cumple cien años de su nacimiento. "Estamos emocionados porque es la oportunidad de recuperar la figura de nuestro padre. Llevamos desde 2019 trabajando en el proyecto y en la recuperación de la figura y su obra de mi padre".

La editorial, que ya publicó en 2020 un libro de relatos de Marín Santos y de su amigo Juan Benet, El amanecer podrido, va a publicar este año, además, otras obras del autor. Un primer volumen titulado Obras completas, que reúne narrativa breve, gran parte de la cual permanecía inédita. Se trata de más de un centenar de relatos, escritos entre 1945 y 1964, donde se observa la manera que tenía el autor de diseccionar lo grotesco de la humanidad y la crítica moral a un tiempo político concreto que le tocó vivir y enfrentar. En esos textos, además del feroz escrutinio a la realidad social, se observa un humor muy característico de Luis Martín Santos. Además, los lectores podrán acceder a Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial, un ensayo sobre la que fue su otra profesión, la de psiquiatra, para la que estudió y trató de sacar unas oposiciones.

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