domingo, 7 de abril de 2024

Contra cualquier negacionismo climático o energético, la verdad contrastada.

Viento Sur










La doble preocupación por el cambio climático y la crisis energética y el encontronazo entre estos problemas, coincidentes en el tiempo, está ocasionando una enorme cantidad de artículos más o menos tecnocientíficos que prometen soluciones mágicas, desde nuevas fuentes inagotables para obtener energía "limpia" hasta técnicas de distribución que optimicen su aprovechamiento.

Lejos de estas ensoñaciones, la revista de debate político y teórico del PCE, Nuestra Bandera, se viene ocupando de ambos problemas desde una postura crítica. Al menos tres números han publicado artículos demostrativos de cómo este partido se plantea el futuro, ajeno al entusiasmo desarrollista que alguna vez abrazó la izquierda.

En el número 244, "Ante la crisis ecosocial, una alternativa anticapitalista, ecologista y feminista" (para el que también preparé un texto), Jorge Riechmann exponía crudamente Capitalismo verde: no (tampoco como "Green New Deal") sino ecosocialismo (descalzo). Más adelante, el número 251, "Socialismo verde: respuestas urgentes ante la crisis" (también aquí colaboré), lo iniciaba Eva García Sempere con su artículo ¿Quién teme al decrecimiento? Podéis imaginar quién es ese "quién".

Ahora llega el número 262, "Reflexiones críticas en torno a la transición energética".

Estas son algunas de las ideas clave que contiene:

  • Una parte del pensamiento y el proyecto de la izquierda ha sido y es crecentista, pero no ha sido así en todo tiempo y lugar. La presión del medio capitalista la obligó a una competencia brutal para evitar su fracaso ante un sistema que no se detiene ante nada.
  • La visión ecológica y el concepto de metabolismo social aparece pronto en la obra de Marx, conocedor de los avances científicos de la época, ante los experimentos de Liebig sobre el metabolismo de las plantas y los factores limitantes de su crecimiento.
  • Si todos los sistemas de la naturaleza se hallan en un equilibrio no siempre estable, son los organismos vivos los que de forma incesante están sometidos a una dinámica de consumo de recursos y eliminación de residuos; subsisten mientras funciona ese metabolismo. Los ecosistemas, como sistemas de organismos vivos, funcionan transformándose, siempre en riesgo de colapsar.
  • Aunque un ecosistema colapse en su interacción permanente con otros, el conjunto se mantiene como un ecosistema global que contiene a todos los demás.
  • Tres sujetos metabólicos podemos encontrar en la obra de Marx. En primer lugar, el más amplio metabolismo planetario, basado en la capacidad terrestre para captar y aprovechar la energía solar transformándola en materia orgánica, materia viva. Dentro de él se sitúa el metabolismo antropológico, social, que transforma la naturaleza en productos con valor de uso. Por último aparece un metabolismo socialcapitalista, cuando el anterior muta, y el dinero, como equivalente universal, es el que se reproduce constantemente, creciendo sin cesar alimentado por el trabajo humano y el de la naturaleza.
  • Mientras los intercambios ecosistémicos "funcionan", se mantiene su equilibrio, pero el último metabolismo, el que sustituye lo útil por lo rentable, es incapaz de detenerse salvo en momentos de crisis destructivas, tras los que rebrota corregido y aumentado hasta que lo detengan definitivamente los límites planetarios, pues inevitablemente se halla inmerso en los metabolismos precedentes.
  • De ahí la contingencia histórica del capitalismo, que ha roto la relación necesaria y transhistórica entre el metabolismo planetario y el antropológico.
  • Ninguna tecnociencia puede superar esta realidad. Siendo el intercambio energético la base de todos los metabolismos, el sistema capitalista intenta optimizarlo, pero no puede lograr que esa optimización se aproveche para reducir los insumos de energía; antes al contrario, los alimenta sin cesar.

Brevemente comentaré alguno de los textos contenidos en la revista, y una nota final sobre un artículo muy reciente sobre la nueva panacea: el hidrógeno.

Jorge Riechmann se extiende sobre energía, transiciones ecosociales y modos de vida. Además de la crudeza con que describe el futuro que nos espera si permanecemos en esta dinámica, deja claro que el mayor problema no es la falta de recursos, sino el exceso de expectativas.

No se trata solo de que los más poderosos se apropien de la mayor parte del pastel, sino que en los países más ricos es la mayoría la que vive ya por encima de lo sostenible, y es muy difícil renunciar a las comodidades adquiridas. Claro que esto no debería llevar a los trabajadores de nuestro mundo rico a sentirse del lado de quienes los explotan, pero el hecho es que arrastra a muchos a tolerar las tramas ecocidas y genocidas de la derecha, siquiera sea por omisión, y aún a otros a apoyarlas.

Con el señuelo de los puestos de trabajo que se crean (no se cuentan los que al tiempo se dejan de crear) se mantienen y amplían las industrias de guerra, las fábricas de armas que se exportan a putrefactas satrapías, la industria naval que fabrica barcos de guerra para los golfos jeques... del Golfo.

Caracteriza a los metabolismos la apropiación de recursos fuera del organismo y su expulsión al exterior. Lo mismo ocurre con nuestras sociedades. Extraer los recursos y externalizar los problemas alimenta a un ser vivo, pero es también la base de la ganancia extraordinaria de una empresa, de un país, de una clase social. La gentrificación expulsa de los barrios ricos a los anteriores habitantes molestos; los inmigrantes indigestibles son expulsados, los residuos materiales se exportan, al tiempo que se atrae a los potentados a nuestras ciudades, y contra lo que pueda parecer, a los inmigrantes (mejor si son irregulares, porque tienen menos derechos y son más fácilmente explotables), mientras los mercados obligan a los países a producir lo que otros consumirán, aunque sea claramente superfluo.

En el artículo se incluye una cita de Manuel Sacristán, que en una conferencia suya de 1979 decía:

Todo el pensamiento de izquierda probablemente debería hacerse mucho más naturalista de lo que fue. Seguramente recordaréis que [Bertrand] Russell encontraba como principal defecto de la obra de Marx su escasa atención a las ciencias de la naturaleza. El reproche es, en parte, injusto. En parte se debe a que Russell, aunque fue muy longevo, no podía leerlo todo y, desde luego, a Marx no lo leyó y se le nota. Se le nota bastante en las críticas a Marx que no lo ha leído. Pero de todas maneras tiene su punto acertado.

Lo que Russell desconoce es que eso era casi programa de trabajo de Marx. Los que recuerden las primeras páginas de La ideología alemana tal vez tengan presente que en las primeras páginas dice allí:  «La base de todo es la Naturaleza. Lo que pasa es que no me voy a ocupar de ella porque tengo otras cosas que hacer». Punto a parte, y se pone a tratar de otra cosa, pero después de haber dejado dicho al principio que el estudio más fundamental es el cosmológico, incluso para la especie, está hablando de la especie.

Bien es verdad que eso poco se ha rellenado en su tradición. Y lo mismo vale para los anarquistas, dicho sea de paso. En los comienzos, eran mucho más sensibles a los temas cosmológicos. Si alguien ha repasado bibliotecas anarquistas del siglo pasado, notará la eficacia y el entusiasmo admirables con que difundieron buena ciencia de divulgación. Los anarquistas, no los neoanarquistas más frecuentes ahora o por lo menos más visibles, sino los de finales del XIX han hecho un trabajo de educación científica del proletariado de la época admirable. Difundiendo, por ejemplo, la Astronomía de Reclus, a Flammarion, a los grandes materialistas del XVIII y del XIX. Luego, tanto entre anarquistas como entre marxistas, eso ha perdido vigor...

Vigor que ahora estamos obligados a recuperar.

Otro artículo de interés es el introductorio, del profesor de la Universidad Complutense Alberto Coronel Tarancón, titulado precisamente El marxismo decrecentista y la teoría de los metabolismos de Marx, en el que hallo la descripción precisa de los tres sujetos metabólicos antes comentados:

En la obra de Marx es posible diferenciar, al menos, tres sujetos metabólicos en cuyas tensiones descubre la contradicción entre la capacidad de regeneración de la Tierra y el crecimiento capitalista:

  1. El metabolismo planetario, que Marx denomina «el metabolismo universal de la naturaleza», en referencia a la capacidad de la Tierra para transformar la radiación solar en materia orgánica en la base de las cadenas tróficas (aquí la referencia es el debate Liebig-Moleschott).
  2. El metabolismo antropológico entre la humanidad y la naturaleza, o metabolismo social, mediado, como vimos en la cita anterior, por el proceso de trabajo consistente en la transformación de la naturaleza en productos con valor de uso (Marx, 2017a, p.239).
  3. El metabolismo socialcapitalista, entendido como mutación del metabolismo antropológico tras la irrupción y la generalización del modo de producción capitalista en el capitalismo industrial del siglo XIX, y dentro del cual el dinero aparece instituido como equivalente universal que rompe la relación directa entre el ser humano y los medios de reproducción de la vida (Saito, 2017, p.45).

Mientras que la relación entre el metabolismo planetario y el antropológico es necesaria y transhistórica, su mutación en el metabolismo antropológico-capitalista es contingente e histórica, pues, cuando el trabajo metabólico del ser humano queda subsumido por las dinámicas reproductivas del capital, el producto del proceso de trabajo ya no es lo útil (el valor de uso), sino lo rentable (el plusvalor), lo cual activa la orientación al crecimiento ilimitado que no existía en los metabolismos precapitalistas.

Dentro de este esquema triangular, la contradicción capital-trabajo y capital-naturaleza son simultáneas y tangenciales, no paralelas. Cuando crece el proceso de trabajo capitalista aumenta el volumen de sustancias naturales que son metabolizadas por el trabajo humano. Esto agrava la extralimitación productiva, que comienza a consumir y generar residuos por encima de la capacidad regeneradora de la Tierra. Con todo, la teoría de los metabolismos de Marx es más compleja que esto. Lo realmente ambicioso de la teoría metabólica de Marx, como descubrió Saito, fue intentar describir el ciclo metabólico del capital teniendo en cuenta las formas sociales que se implican en ella.

Para los buscadores rigurosos, las citas de Marx y Saito son:

Marx, K. (2017a): El capital. crítica de la economía política. Pedro Scaron y Diana Castro (trads.) Barcelona. Siglo XXI.

Saito, K. (2017): Karl Marx's Ecosocialism: Capital, Nature, and the unfinished critique of Political Economy. NYU Press. Traducción al castellano de Javiera Moncada, 2022: La naturaleza contra el capital: El ecosocialismo de Karl Marx. Barcelona: Bellaterra).

Por último, sobre los engaños de la anestesia tecnocientífica, hago una breve referencia a la aportación de un compañero de fatigas universitarias y políticas, Manoel da Costa, que en colaboración con Irene Calvé Saborit escribe, no sin ironía, Autoconsumo y comunidades energéticas: ¿energía del futuro? (con música y letra).

Frente a un sistema eléctrico interconectado (SEI), del que las grandes compañías tienen el control, se ha planteado la posibilidad de crear comunidades energéticas autosuficientes.

Defienden algunos que la generación descentralizada, con comunidades energéticas autónomas, podría contribuir a la lucha contra el cambio climático, al tiempo que supondría una "democratización de la energía", potenciando lo común y la solidaridad; que disminuiría el poder del "oligopolio eléctrico" y contribuiría a disminuir el coste de "la luz".

Sobre la generación centralizada y las redes de transporte, simplificando mucho la exposición, diremos que hay límites físicos, como la velocidad de la luz, que dificultan la transmisión de energía eléctrica a larga distancia. La red resuelve carencias locales al tiempo que se complica su propio funcionamiento. Soluciones y problemas crecen a la par.

Hay razones para pensar que la electricidad no es la forma más sostenible de aprovechar los recursos energéticos. De hecho, cada proceso de transformación energética implica pérdidas, y siempre será mejor aprovechar las energías naturales del modo más directo.

De estas cuestiones entre muchas otras se ocupa Antonio Turiel en su blog The Oil Crash. De dos clases son los límites de las energías renovables. Por una parte los derivados de las dificultades técnicas que conlleva la complejidad, y de las que no se libra su portabilidad. Por otra, la baja densidad energética en comparación con las fuentes más contaminantes o más peligrosas, además de agotables, como los combustibles fósiles o la energía nuclear.

El autoconsumo y las comunidades energéticas descentralizadas no se libran de estas limitaciones. Las grandes compañías también aprovecharán las oportunidades que les ofrece su control sobre la disponibilidad tecnológica.

Conviene recordar que en este sistema económico globalizadocualquier optimización de un recurso nunca ha reducido su consumo, sino facilitado su expansión.

Tras analizar los planes que se proponen para esta optimización y que son aplaudidos con las orejas, el artículo nos baja del Olimpo:

Esperamos que lo expuesto a lo largo de estas páginas haya servido para formar nuestro propio criterio acerca de la vigencia o n de los cuatro principales argumentos a favor de la generación descentralizada y, en base a estos criterios, cuáles son las respuestas a las siguientes preguntas:

  • ¿Cuál es la utilidad real del sistema de generación distribuida en la lucha contra el cambio climático?
  • El sistema de neneración descentralizada (GD) ¿realmente representa una «democratización» de la energía, potencia lo común y la solidaridad? 
  • ¿La GD lucha contra el «oligopolio eléctrico» o forma parte de su estrategia de negocio?
  • ¿La GD representa una disminución del coste de «la luz»? En ese caso ¿cuál es el principal beneficiario de ese menor coste?

¿Con esto queremos decir que estamos en contra de la generación distribuida? Por supuesto que no, porque no estamos, en principio, contra cualquier tecnología que tenga como propósito mejorar las condiciones de vida de los seres humanos. Estamos frontalmente en contra del «modelo de negocio» que representa y que se quiere ocultar bajo el paraguas de ese ecologismo que consiste en pintar de verde las cosas para que parezcan otras, y estamos claramente a favor de las soluciones solidarias con los más desfavorecidos.

Finaliza así el artículo:

Vertebrando todo lo expuesto, los modelos de generación más o menos distribuida, el autoconsumo y las comunidades energéticas, podemos encontrar, en definitiva, fundamentalmente tres corrientes de pensamiento, tres concepciones de la sociedad: una continuista y dos que pretenden cambiarla. 

Una que podríamos denominar corriente libertaria, en la que partiendo de la base de que el Estado es la forma de opresión de una clase sobre otra clase, plantea la autoorganización de la sociedad para la construcción de un sistema alternativo de generación, sin transporte ni operación, que se supone más «barato» para los consumidores. Evidenciados, tras las primeras experiencias, los problemas de no estar conectados al SEI (sistema eléctrico interconectado), pretenden obtener de su enemigo natural unas condiciones favorables para su actividad. 

Y last but not least, nuestra corriente de pensamiento: la corriente comunista, en la que, partiendo de la consideración de la energía como un derecho, planteamos como parte de una solución global el control estatal del SEI actual para adaptarlo a un sistema garantista y planificado, para lo cual es necesario ir avanzando hacia la nacionalización de la generación, el transporte, la operación del sistema, la distribución y la comercialización de la energía eléctrica. 

¿Quiere plantearse con esto que debemos estar en contra de todos los intentos de autoorganización de la sociedad para intentar paliar los efectos de las subidas? ¡En absoluto! El mercado no es sabio, pero sí que es astuto y sabe que, si mata a los esclavos de hambre, en poco tiempo ya no tendrá a quién explotar, y que, si nosotros queremos dar una alternativa a ese mercado, tendremos que ser más rápidos de pensamiento y acción, evitando las recetas y aplicando en toda ocasión el aguzado bisturí del pensamiento científico.

Las comunidades no pueden aislarse unas de otras, su forzosa coordinación es una necesidad, so pena de sustituir la lucha entre individuos por el enfrentamiento entre ellas, aunque pretendan ser muy democráticas ad internum. Esta idea es lo que expresa el no siempre bien entendido concepto de centralismo democrático, que implica obligaciones.

El propio Manoel da Costa me envía un interesante enlace sobre la cuestión que nos ocupa:

¡El Hidrógeno geológico nos salvará!

De nuevo, otro órgano del PCE se ocupa de un tema que tantos quieren ocultar para tranquilizarnos y anestesiarnos,  en un camino sin salida hacia el desastre, denunciando las falsas soluciones.

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