El autocanibalismo, también conocido como autosarcofagia, es el acto de consumir partes del propio cuerpo, ya sea de forma intencional o como resultado de condiciones médicas o psicológicas.
Anselm Jappe, en su libro La sociedad autófaga, explícitamente subtitulada capitalismo, desmesura y autodestrucción, utiliza el mito griego de Erisictón, legendario rey de Tesalia que, como castigo divino por violar la naturaleza, se autodevoró porque nada podía saciar su hambre,. Metáfora que anticipa el destino de una sociedad condenada a una dinámica insaciable y autodestructiva.
Alcanzados y superados ya algunos de los límites que la realidad planetaria impone, el sistema capitalista va devorando una tras otra las bases de las que se alimenta, tanto más deprisa cuanto más se deterioran.
El caso más fácil de entender es el de los recursos energéticos. Para seguir obteniéndolos hay que seguir gastando parte de ellos, cosa cada vez más difícil. Ha pasado el tiempo en que el petróleo casi brotaba con solo rascar un poco el suelo, y hay que emplear cada vez más energía para obtener menos energía. Cuando se igualan ambas cantidades es absurdo seguir el proceso, porque el gasto superará al ingreso.
Así lo expresa la tasa de retorno energético (TRE), cociente entre la cantidad de energía total que es capaz de producir una determinada tecnología o fuente energética y la cantidad de energía que es necesario invertir para obtener ese flujo de energía. Cada vez esa cifra inexorablemente creciente se aproxima más a la unidad.
Los Estados Unidos son hoy la primera potencia y la más desastrosamente despilfarradora de recursos. No es de extrañar que sean los más atrapados por esta situación insostenible, y también los más angustiosamente sacudidos por las contradicciones de este callejón sin salida.
Encuentro en el blog arrezafe este fragmento extraído del artículo “It's the Energy, Stupid”, de Warwick Powell. Completo en inglés en el siguiente enlace: Warwick Powell's Substack
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Uróboro, la serpiente mítica que se muerde su propia cola, o de cómo el sistema energético-económico puede canibalizarse fácilmente a sí mismo si no encuentra nuevas vías para obtener un mayor retorno energético sobre la energía invertida. |
El Uróboro estadounidense: canibalizarse a sí mismo
La tragedia del actual sistema energético estadounidense reside en que se asemeja a un uróboro, ese antiguo símbolo de una serpiente que se devora la cola. Antaño líder mundial en innovación energética y generación de excedentes, Estados Unidos se encuentra hoy atrapado en un círculo vicioso de canibalismo interno, donde los mismos sistemas que antes generaban abundancia ahora vampirizan la capacidad del país para adaptarse y renovarse.
En el corazón de esta autodestrucción reside la entropía, no sólo en sentido termodinámico, sino sistémico. A medida que los pozos de petróleo de esquisto se agotan rápidamente y su mantenimiento es más costoso, se consume más energía y capital simplemente para mantenerse. La política energética fragmentada y partidista, sumada a los crecientes costos e ineficiencias del esquisto, propicia una mayor asistencia financiera gubernamental a la industria. Al mismo tiempo, las estructuras políticas nacionales se han vuelto cada vez más hostiles a la innovación energética, atrapadas en la nostalgia de un pasado de altas emisiones de carbono.
La ideología del dominio energético, antaño basada en la abundancia, ahora es sujeto protestas. Ciertas circunscripciones, en particular en los estados republicanos ricos en combustibles fósiles, han llegado a ver la descarbonización no como una oportunidad, sino como una traición. El cambio climático se presenta como un engaño, supuestamente urdido por China para debilitar a Estados Unidos. El ambientalismo se considera no como una estrategia para la renovación del excedente, sino como un enemigo cultural. Los lobbistas de los combustibles fósiles ejercen su presión en los círculos de poder. Según Open Secrets, en 2024 los lobbies del petróleo y el gas realizaron actividades por un valor total de más de 153 millones de dólares. Esto es una patología nacional.
Y así, el sistema se retroalimenta: más subsidios para la energía fósil en declive, más resistencia al cambio, más polarización y más deterioro institucional. En lugar de avanzar hacia un plano energético con una TRE (Tasa de Retorno Energético) más alta, Estados Unidos corre el riesgo de caer en un círculo vicioso de degradación, donde la parálisis política se une al agotamiento de los recursos. Las iniciativas que penalizan la transición hacia tecnologías con una TRE más alta no sólo tienen repercusiones distributivas en términos de realpolitik y sectoriales, sino que también obstaculizan la sostenibilidad geopolítica.
Así es como decaen los imperios, no con un colapso dramático, sino mediante la entropía disfrazada de tradición. Y, a menos que rompa el ciclo, el uróboros energético de Estados Unidos podría acabar consumiendo los cimientos mismos de su prosperidad.
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