No es algo por venir porque ya está aquí. ¿Es que no lo veis?. Cuando al saber científico se suma la evidencia, el negacionismo obstinado ha de tener alguna profunda raíz psicológica.
Desmontar ese obstinado rechazo a saber la verdad es tarea ardua, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero es tarea necesaria. A ello se han dedicado varios números de la siempre interesante revista Nuestra Bandera. El más reciente está especialmente dedicado a encontrar la forma de (sobre)vivir dentro de los límites planetarios.
Destacaré la importante contribución de Jorge Riechmann, que copio aquí y que podéis descargar también en PDF.
La crisis climática ya es la mayor amenaza para la humanidad |
Departamento de Filosofía de la UAM y Ecologistas en Acción-Sierras (Comunidad de Madrid)
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Hay pocos asuntos más deprimentes que mirar de frente ese abismo llamado cambio climático antropogénico. Y, sin embargo, hemos de hacerlo: se trata de una cuestión de vida o muerte.
Sabemos de qué estamos hablando, ¿verdad? Las sociedades industriales (que son sociedades fosilistas) han desequilibrado el clima terrestre lanzando a la atmósfera grandes cantidades de GEI (Gases de Efecto Invernadero), principalmente dióxido de carbono y metano. Estas emisiones se deben a una gran cantidad de prácticas industriales, agropecuarias y domésticas, entre las cuales destacan la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) y los “cambios de usos del suelo” (deforestación, extensión de superficies de cultivo, crecimiento de las ciudades y las infraestructuras, artificialización de los suelos…).[1]
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Así, con la emisión masiva de dióxido de carbono y otros gases, las sociedades industriales vienen modificando la composición química de la atmósfera desde hace más de siglo y medio. Desde los años cincuenta del siglo XX nos hemos ido haciendo conscientes de los tremendos riesgos asociados con este fenómeno. Ya en 1957 los investigadores Roger Revelle y Hans Suess advertían que “en la actualidad los seres humanos están desarrollando un experimento geofísico a gran escala, de un tipo que no podía haberse producido en el pasado, ni podrá repetirse en el futuro. Estamos evaporando e incorporando al aire el petróleo, el carbón y el gas natural que se acumularon en la Tierra en los quinientos millones de años anteriores. Esto puede tener un profundo efecto sobre el clima.”[2]
Sucede que “casi todo lo que sabemos en la actualidad del calentamiento global ya lo sabíamos en 1979. Si había algo de bueno en aquel momento era que se comprendía mejor”[3] (porque las estrategias de desinformación que pusieron en marcha grandes grupos industriales, comenzando por las empresas petroleras, todavía no habían logrado confundir tanto a nuestras sociedades).
La respuesta básica de las sociedades industriales ante las perspectivas apocalípticas que se derivan de la crisis ecológico-social (uno de cuyos aspectos, sólo uno, es la emergencia climática) es un hacer como si.
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Veamos. Nuestras sociedades, donde prevalece ampliamente una visión de túnel de carbono (donde las múltiples dimensiones de la crisis ecosocial se reducen a la “emergencia climática”), ¿al menos responden adecuadamente al calentamiento global? Ya que a la Sexta Extinción Masiva o a la toxificación de la biosfera todavía les prestan menos atención…
Tadzio Müller, cofundador del movimiento alemán por la justicia climática Ende Gelände, observa con amarga ironía que “la política climática mundial (…) es probablemente el único ámbito político que no afecta al clima”. Y comentan los coautores de un artículo importante sobre el papel del Estado en (y frente a) la crisis ecológico-social: “En su hipérbole, este comentario apunta hacia una verdad crucial: en los más de treinta años transcurridos desde la creación de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático [en 1992], los Estados han fracasado rotundamente a la hora de detener el implacable ascenso de las emisiones mundiales de carbono”.[4]
Un estudio de 2024 pone números a este fracaso. Annika Stechemesser (del Instituto de Física de la Universidad de Potsdam) y otros investigadores han examinado 1.500 políticas climáticas adoptadas por los 41 países que más CO₂ emiten (juntos dan cuenta del 80% de las emisiones mundiales, que suman unos 38.000 millones de toneladas de ese gas) y, simplemente, han evaluado si han servido para algo desde 1998 hasta 2022. Impresiona constatar que el 96% de esas políticas importan entre poco y nada (sólo se han salvado 63 de las 1.500).[5]
¿Y España? Según los datos del Observatorio de Sostenibilidad que dirige Fernando Prieto, expuestos en rueda de prensa el 18 de diciembre de 2024, las emisiones de GEI aumentaron en España (que se supone está descarbonizándose) un 1% ese año último. “En comparación con el año pasado, en España se consumió mucho más petróleo, combustible fósil detrás del cual está una parte importante del impacto al medio ambiente. En concreto, el incremento interanual fue del 4’2%. Un repunte que de manera significativa se detectó en el transporte por carretera, donde el Observatorio cuantifica en un repunte del 1’6%. También el uso del avión, con el queroseno como combustible contaminante, aumentó…” Transporte y turismo son los sectores principalmente responsables del incremento (cuando las emisiones deberían estar descendiendo al menos el 7% anual).[6] Y todo esto ocurre cuando ha habido incrementos del 44% en la generación eléctrica hidráulica y el 19% en la fotovoltaica, señaló Prieto en la presentación de este informe Descarbonización 2024. Es cierto que las renovables aportaron el 56% de la generación eléctrica en 2024 (una cifra récord), pero el sector eléctrico sólo supone el 11% del conjunto de las emisiones de GEI.
Según el Plan Nacional de Energía y Clima (principal instrumento para desarrollar la Ley de Cambio Climático), en nuestro país deberían reducirse las emisiones un 23% para el año 2030 (con respecto al año de referencia de 1990). Ahora la reducción es sólo de un 3% con respecto a aquel año, por lo que deberían recortarse veinte puntos porcentuales cuando apenas queda un lustro para 2030…
Como resume amargamente con su visión planetaria James Hansen (a quien llamo a veces, en broma, el Climatólogo en Jefe del Planeta Tierra), “lo único que hemos hecho es reconocer que tenemos un problema. Lo reconocimos en 1992 (en la cumbre de Río) y lo volvimos a reconocer en París en 2015 (en la cumbre sobre el cambio climático). Lo que no hemos hecho es acordar cómo solucionarlo. Las promesas de París son papel mojado. Los gobiernos nos han estado estafando desde los años noventa”.[7]
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A causa del cambio climático, “en amplias zonas del mundo, las condiciones ya se están volviendo demasiado extremas y no hay forma de adaptarse”, escribe la ensayista británica Gaia Vince, quien publica El siglo nómada (geoPlaneta, 2024). Pone como ejemplo los anómalos 30°C que se han llegado a registrar en algunas partes de Siberia. También menciona Bangladés, un país que, con un tercio de la población viviendo en una “costa baja y en continua erosión”, se está “volviendo inhabitable”. O naciones como Sudán, a las que se las está comiendo el desierto para volverlas “invisibles”. La escritora científica, que ha trabajado en Nature o Scientific American, recuerda, además, que “se ha duplicado la cantidad de días con temperaturas superiores a 50 grados con respecto a hace 30 años” en todo el planeta Tierra.[8] En el mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 3’6% de la población mundial, a día de hoy, vive fuera de las fronteras en las que nació: existen 281 millones de migrantes internacionales, con una proporción creciente entre ellos y ellas de migrantes climáticos.[9]
Según otro estudio (del centro CICERO para la Investigación Climática Internacional), casi tres cuartas partes de la población mundial pueden sufrir fuertes y rápidos cambios en las temperaturas extremas y las precipitaciones en los próximos veinte años, a menos que se reduzcan drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. La investigación (que publicó en 2024 Nature Geoscience) señala que grandes zonas de los trópicos y subtrópicos, que abarcan el 70% de la población actual, pueden “experimentar fuertes tasas conjuntas de cambio en las temperaturas y precipitaciones extremas combinadas durante los próximos veinte años, en un escenario de altas emisiones”, según la Universidad de Reading (EE.UU.), que cobija a algunas firmantes del artículo.[10]
Debido a los aumentos de temperatura, los cambios en los patrones de lluvia y las elevadas concentraciones de dióxido de carbono en la superficie terrestre, los rendimientos de cultivos básicos como el maíz pueden verse afectados ya desde el decenio de 2030.[11] La conjunción del caos climático con el cénit del petróleo y el gas natural (combustibles fósiles de los que el sistema agroindustrial que prevalece es pesadamente dependiente) hace prever un futuro de hambrunas dantesco.
En efecto: en 2022 y 2023 tuvimos escasez planetaria de aceite de oliva. En 2024, escasez de café y cacao. Se trata no sólo de la demanda en auge (crece la población humana, y dentro de ella los sectores de lo que cabría llamar “burguesía mundial”), sino de los efectos del calentamiento global, que golpea los cultivos con sequías prolongadas o lluvias torrenciales en mal momento. Cuando en vez de cultivos “de lujo” fracasen las cosechas de trigo o arroz, el resultado no será inflación, sino muerte masiva.[12]
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En el otoño de 2024 se publicó “The 2024 state of the climate report”, un trabajo de síntesis donde algunos de los mejores científicos vivos gritan que “estamos al borde de un desastre climático irreversible”. Hablamos de investigadores como el mayor experto en corrientes oceánicas (Stefan Rahmstorf), el autor principal del trabajo sobre los límites planetarios (Johan Rockström), la autora de la mejor investigación sobre la financiación del negacionismo (Naomi Oreskes)…[13] “Se trata de una emergencia mundial fuera de toda duda. Gran parte del tejido mismo de la vida en la Tierra está en peligro. Estamos entrando en una nueva fase crítica e impredecible de la crisis climática. (…) A medida que aumentan las presiones y se incrementa el riesgo de que el sistema climático de la Tierra pase a un estado catastrófico, cada vez más científicos han empezado a investigar la posibilidad de un colapso de la sociedad. (…) Se han identificado al menos 28 bucles de retroalimentación amplificadores. Un bucle de retroalimentación especialmente preocupante es el del permafrost, en el que el aumento de las temperaturas provoca el deshielo. Este proceso libera más CO2 y metano, ergo, más calentamiento…”[14]
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Un estudio de la Universitat Politécnica de Catalunya concluye que España podría pasar en poco tiempo de un clima mediterráneo a un clima estepario y semidesértico a causa del cambio climático.[15] Si continúa la tendencia de calentamiento experimentada los últimos años, en 2050 se producirá una reducción de las precipitaciones de entre un 14% y un 20% respecto a las actuales. Por este motivo, advierte Blanca Arellano (la autora principal), el calentamiento global provocaría un cambio en el clima español “muy acusado” de cara al 2050, pasando de un clima mediterráneo típico a uno más seco y cálido, estepario e incluso desértico.[16]
2050 está a la vuelta de la esquina.
El análisis de las olas de calor registradas en 2022 y 2023 en el Mediterráneo confirma que el cambio climático se está acelerando y que sus efectos más extremos, previstos para finales de siglo, se estarían adelantando ¡en casi 75 años! (según un estudio liderado por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y publicado en Nature).[17]
A finales del siglo XXI, tres cuartas partes del territorio peninsular pueden ser puro desierto. ¿Dónde creen los biempensantes que irán a vivir?[18]
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Antonio Guterres, Secretario General de NN.UU., declaraba el 6 de septiembre de 2023 (después de un verano terrible de megaincendios como en Canadá, megainundaciones como en Grecia, retroceso de los hielos en todas partes –Antártida incluida–, temperaturas disparadas en tierra, mar y aire): el colapso climático (climate breakdown) ha comenzado.
Y eso sólo con +1’3/ +1’5ºC (de incremento sobre las temperaturas preindustriales), cuando estamos avanzando hacia +3ºC y luego mucho más.
No es una mera crisis climática: es un final de mundo. Se trata de una ruptura histórica sin parangón con nada que haya conocido antes la especie humana, con la perspectiva de una Tierra inhabitable (para seres como nosotros). Y nuestra sociedad subestima enormemente la dimensión de la crisis ecosocial en curso.
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Irene Lozano no es una cualquiera: escritora, periodista (en El Mundo, en ABC, en El País), política de “extremo centro” (diputada con UPyD, luego con el PSOE; a punto estuvo de serlo con Ciudadanos), cargo público (secretaria de Estado de la España Global, presidenta del Consejo Superior de Deportes, directora de Casa Árabe), amiga de Pedro Sánchez y co-escritora de su famoso Manual de resistencia… En una tribuna de prensa, Lozano escribe: “Vivimos bajo dos narrativas de la extinción: los de izquierdas, en la climática; los de derechas, en la teoría del reemplazo. Sea cual sea tu visión del mundo, hay un futuro peor que la muerte individual: la colectiva”. Y acto seguido viene la frase que resuena y golpea como un mazazo: “Da igual que sea verdad o mentira: son narrativas, y como tales configuran nuestro pensamiento”.[19]
Da igual que sea verdad o mentira: lo mismo vale la mejor ciencia disponible sobre clima que la peor conspiranoia del Gran Reemplazo, todo son narraciones. Que alguien como ella se instale en ese lugar nos hace verificar, otra vez, el grado en que como sociedad nos hemos convertido en materia corrupta. No en cualquier sociedad alguien tan instalado entre las elites del poder (mediático y político) puede aseverar que da igual que sea verdad o mentira, pero en la nuestra sí.
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Recordemos: el presidente valenciano Carlos Mazón cerró, nada más llegar al poder en 2021, la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) y la Agencia Valenciana de Cambio Climático, organismos que su gobierno de coalición con Vox calificó como “chiringuitos” y “ocurrencias” del gabinete anterior.
Tras cancelar la UVE, Mazón concedió 17 millones de euros de subvención al sector taurino.
Luego vino la DANA del 29 de octubre de 2024, con sus cifras impresionantes de muerte y destrucción.[20]
El fascismo es el desprecio, sí, como sugería Albert Camus: el desprecio por la igualdad social. Pero es también el desprecio por la verdad.
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Una manera interesante de abordar el negacionismo es la taxonomía tripartita que presenta Stanley Cohen en States of Denial: Knowing about Atrocities and Suffering (Wiley, 2001): negación literal, interpretativa e implicatoria. La resume así Andreas Malm junto con el colectivo Zetkin: “Si alguien afirma que algo malo no ocurre y no es verdad, su negacionismo es literal; si acepta que ocurre, pero le otorga un significado menor del que tiene –si replantea el evento, ofusca sus efectos, exculpa a los responsables, etc.–, se trata de una negación interpretativa. Pero la forma más insidiosa tal vez sea la tercera, la negación implicatoria. En esta modalidad, se aceptan los hechos y la gravedad del asunto, pero no se actúa. El problema no es el desconocimiento. El daño se admite completamente, pero la obligación de intervenir se suprime mediante alguna técnica cognitiva. Profundizando en las ideas de Cohen, Kari Marie Norgaard argumenta en su obra Living in Denial: Climate Change, Emotions and Everyday Life que el negacionismo implicatorio ha sido la respuesta general a la crisis climática en los países capitalistas avanzados”.[21]
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“El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) definió un escenario que daba un 50% de posibilidades de mantener el calentamiento por debajo de 2ºC; ese escenario es ahora imposible”, afirma James Hansen (quien en febrero de 2025 publicó con su equipo un nuevo trabajo sobre la aceleración en curso del calentamiento global). “El objetivo de 2ºC está muerto, porque el uso mundial de energía está aumentando, y seguirá aumentando”.[22] Según el nuevo análisis, es probable que el calentamiento global alcance los +2ºC ya en 2045.[23]
Lo que jamás debería ocurrir se encuentra cada vez más cerca de nosotros: recurrir la geoingeniería para tratar de frenar el calentamiento global. Se utilizarían aerosoles atmosféricos especialmente diseñados, con métodos como lanzar partículas reflectantes a la atmósfera —a la estratosfera, situada aproximadamente a entre 10 y 50 kilómetros de altura— con el fin de disminuir la incidencia de la luz solar sobre la superficie terrestre. “Sin embargo, existen serios problemas para decidirse a emplear esta u otras técnicas, y los científicos son muy conscientes de ello, como se vio en la reunión de la Sociedad Geofísica Americana celebrada en Washington D.C. el pasado diciembre, en donde se discutió el asunto. ¿Cuántas partículas habría que inyectar en la estratosfera para conseguir una determinada reducción de temperatura? ¿Cuántas y dónde diseminarlas? Y ¿qué efectos puede tener en la dinámica del clima, en la biodiversidad o en la salud humana, el “contaminar” —pues eso es lo que es— la atmósfera con productos ajenos a ella? Menos aún se conocen las consecuencias de otras posibles tácticas para reflejar la radiación del Sol, como lanzar a la atmósfera aerosoles procedentes de la sal marina…”[24]
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La geopolítica militarista aleja cualquier perspectiva seria de descarbonización.
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Sólo en un año, 2019, se extrajeron más materiales de la corteza terrestre que la suma de todo lo extraído desde el arranque de la historia humana hasta 1950 (es lo que tienen los crecimientos exponenciales en la Gran Aceleración). Y eso, cabría preguntar, ¿es mucho o poco? Depende, todo depende, cantaba Jarabe de Palo… Si nos consideramos la última o penúltima generación que ha de vivir en la Tierra, no nos parecerá mucho.
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En la mini-cumbre climática de Nueva York, el 20 de septiembre de 2023, decía Antonio Guterres, secretario general de NN.UU.: “La humanidad ha abierto las puertas del infierno”.[25] (Bueno, más bien las naciones industriales y sobre todo sus clases dominantes que la humanidad… pero eso ya no puedo desarrollarlo en este artículo.)
Los plutócratas y tecno-oligarcas nos conducen, sin dudarlo ni un instante, al infierno (climático y ecosocial). Les basta con que ellos tengan reservadas unas cuantas suites de lujo en el infierno, y puedan durante algún tiempo seguir dando algunas órdenes a los diablos atormentadores…
Otra vez Guterres: “El colapso climático ha comenzado. Todavía podemos evitar lo peor del caos climático. No tenemos un momento que perder.”[26]
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Hace unos meses Ariadna Martínez, periodista de eldiario.es, me pidió opinión cuando ella estaba escribiendo un artículo con este enfoque: cómo afrontar el miedo que sentimos ante un clima que está cambiando (en base a la catástrofe que ha ocurrido con la DANA en Valencia). Le envié estas notas sobre el qué hacer:
1) Abrir los ojos (cuidando de esquivar la depresión, para lo cual, enseguida iré a ello, lo esencial es poder elaborar lo traumático en comunidad). Comprender la situación histórica absolutamente excepcional en que nos encontramos (para lo cual hace falta estudiar un poco).
2) Asumir la realidad: climática, energética, alimentaria… Perspectivas de colapso ecosocial: ecocidio más genocidio. Tenemos duelos por elaborar: la destrucción presente, los buenos futuros que hubieran sido posibles y ya no están a nuestro alcance…
3) No quedarnos solos: el peso de esa realidad que tratamos de asumir es insoportable para individuos aislados. Hemos de acompañarnos y elaborar en grupo: ayuda mutua. ¿Qué grupos hospitalarios tengo cerca? (En mi caso, por ejemplo, estoy en Ecologistas en Acción y en Anticapitalistas.) Si no hay ninguno ¿puedo fundar un grupo con gente cercana? (Junto con otros compañeros y compañeras, fundamos Ecologistas en Acción Sierras -Comunidad de Madrid en 2019.) Recordemos la auto-organización desde abajo y desde lo cercano en 2020, con la pandemia de coronavirus…
4) No podemos limitarnos a funcionar como grupos de autoayuda (aunque ya eso sea importante). La idea básica es ayuda mutua desde abajo y desde lo cercano: barrios, pueblos… Para resistir, pero también para (desde ese ámbito, y en la medida de nuestras fuerzas) transformar. Una herramienta posible: informe sobre Transición Ecosocial Justa del Foro Transiciones (y su Guía metódica).[27]
5) Desarrollar otras formas de hacer las cosas: vivir, en lo posible, de otra manera. Pre-figurar las formas de vida buena, aunque sea en los intersticios. Acción intersticial. Economía social y solidaria, cooperativas, etc.
6) Si en esta tarea de construcción desde abajo se puede obtener algo de ayuda y recursos desde lo institucional (un ayuntamiento, por ejemplo), estupendo. Pero se trata de construir autonomía colectiva sin hacernos dependientes de las instituciones de representación política, que han fallado y fallarán más veces. El Estado capitalista no es una herramienta neutral que podamos reconvertir para fines revolucionarios.
7) Construcción institucional desde abajo que aspira a ganar hegemonía: asambleas ciudadanas (también conocidas bajo otros nombres: mini-populus de Dahl, Núcleos de Intervención Participativa, etc.). Las tradiciones consejistas del movimiento obrero.
8) Nos han transformado en sujetos neoliberales (“materia corrupta”, diría el Maquiavelo de los Discorsi) y no es fácil ver cómo podría surgir lo que más necesitamos: un sujeto ecosocial revolucionario en tiempo y forma. Pero la vía, si hubiera una, está en esa articulación desde abajo: construir vínculo social en el barrio, el centro de trabajo, la asociación de vecinos… Las formas antiguas y también las nuevas, que vamos inventando sobre la marcha (PAH, sindicatos de inquilinas, nuevos colectivos feministas, etc.).
9) Lo prepolítico y lo político no bastan: cultivar nuestra humanidad terrestre y común (ecoespiritualidades). La importancia del cambio cultural profundo (cosmovisiones).[28]
10) Aguardamos, y tratamos de construir, coyunturas revolucionarias.
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NOTAS
[1] Expliqué esto con cierto detalle en Jorge Riechmann, “El cambio climático”, capítulo 12 de Joaquim Sempere y Jorge Riechmann, Sociología y medio ambiente, Síntesis, Madrid 2000.
[2] Roger Revelle y Hans Suess, “Carbon dioxide exchange between atmosphere and ocean, and the question of an increase of atmospheric CO2 during the past decades”, Tellus 9, 1957, p. 18-27.
[3] Nathaniel Rich, Perdiendo la Tierra. La década en que podíamos haber detenido el cambio climático, Capitán Swing, Madrid 2020, p. 13. En 1979 se celebró en Ginebra la I Conferencia Mundial sobre el Clima, que puso en marcha el Programa Mundial del Clima. Científicos de cincuenta países acordaron de forma unánime que “es urgentemente necesario actuar”.
[4] Ilias Alami, Jack Copley y Alexis Moraitis: “The ‘wicked trinity’ of late capitalism: Governing in an era of stagnation, surplus humanity, and environmental breakdown”, Geoforum, 153, artículo 103691, 2023. https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2023.103691. Hay traducción al español: https://contracultura.cc/2023/08/10/la-perversa-trinidad-del-capitalismo-tardio-gobernar-una-era-de-estancamiento-humanidad-sobrante-y-colapso-ambiental/
[5] Da cuenta de ello Javier Sampedro (quien, por cierto, apenas parece entender nada de la crisis ecológico-social) en su artículo “El Homo quejumbrensis”, El País, 24 de agosto de 2024; https://elpais.com/opinion/2024-08-24/el-homo-quejumbrensis.html. Véase Chris Stokel-Walker, “Most climate policies do little to prevent climate change”, New Scientist, 22 de agosto de 2024.
[6] Mikel “Más petróleo, más coches, más aviones: España ya ha emitido más gases de efecto invernadero que en 2023”, El Independiente, 18 de diciembre de 2024; https://www.elindependiente.com/economia/2024/12/18/mas-petroleo-mas-coches-mas-aviones-espana-ya-ha-emitido-mas-gases-de-efecto-invernadero-que-en-2023/. Véase también Antonio Cerrillo, “Las emisiones de CO2 crecen el 1% y alejan a España de su meta climática”, La Vanguardia, 19 de diciembre de 2024.
[7] Entrevista a James Hansen, 23 de junio de 2018; https://www.eldiario.es/theguardian/cientifico-NASA-supuestos-esfuerzos-climatico_0_784622438.html
[8] Raquel Nogueira “La ‘nueva gran migración’ ya ha comenzado: ¿cómo reconfigurarán el mundo los refugiados climáticos?”, El Español, 26 de agosto de 2024; https://www.elespanol.com/enclave-ods/historias/20240826/nueva-gran-migracion-comenzado-reconfiguraran-mundo-refugiados-climaticos/879912192_0.html
[9] Eso sin contar, como explicaban en el último informe sobre Tendencias globales de desplazamiento forzado de ACNUR, con las cifras oficiales de personas refugiadas y desplazadas a nivel mundial, que no dejan de crecer. Se trata de aquellas que no migran, sino que solicitan asilo en el exterior o huyen de la violencia o las inclemencias climáticas dentro de las fronteras de su propio país.
[10] Redacción EFE Verde, “Sin las medidas adecuadas hasta un 70 % de la población mundial podría sufrir clima extremo en 2050”, 10 de septiembre de 2024; https://efeverde.com/sin-medidas-adecuadas-poblacion-mundial-clima-extremo-2050/
Si las emisiones se reducen lo bastante como para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, la población que podría tener que enfrentarse a riesgos climáticos extremos bajaría al 20%.
[11] Ellen Gray, “Global climate change impact on crops expected within 10 years, NASA study finds”, 2 de noviembre de 2021; https://climate.nasa.gov/news/3124/global-climate-change-impact-on-crops-expected-within-10-years-nasa-study-finds/
[12] En 2024, la producción de maíz en Rumanía (el principal productor europeo, junto con Francia) cayó un 30% respecto de 2023. La fuerte sequía, junto con altísimas temperaturas (40ºC durante la polinización en julio), ha llevado la producción a mínimos históricos tanto en cantidad como en calidad. Véase Raúl Sánchez Costa, “El maíz rumano hace un roto a la Unión Europea”, El País/ Negocios, 17 de noviembre de 2024.
[13] Me valgo en este resumen de un hilo de tuits de Juan Bordera: https://x.com/JuanBordera/status/1843705577123524637
[14] William J. Ripple y otros: “The 2024 state of the climate report: Perilous times on planet Earth”, BioScience, 8 de octubre de 2024; https://doi.org/10.1093/biosci/biae087
[15] El trabajo “Spain: towards a drier and warmer climate?” se presentó el jueves 5 de septiembre de 2024 en el Congreso Internacional de Meteorología de la European Meteorologial Society (EMS) en Barcelona; analiza la evolución de las temperaturas y las precipitaciones del 1971 al 2022 en toda España y hace una proyección del clima peninsular-balear hasta el 2050.
[16] El estudio puede consultarse en https://www.upc.edu/ca/sala-de-premsa/pdfs/arellano_roca_zheng_towards_drier_warmer_climate_spain.pdf. Véase también https://www.ecoavant.com/medio-ambiente/clima-en-espana-sera-estepario-en-2050-a-causa-del-cambio-climatico_13976_102.html
[17] Ana Tuñas Matilla, “El calentamiento se acelera, los efectos extremos se adelantan unos 75 años”, Efe Verde, 24 de septiembre de 2024; https://efeverde.com/el-calentamiento-se-acelera-y-los-efectos-extremos-se-adelanta-unos-75-anos/
[18] Joel Guiot y Wolfgang Cramer (2016): “Climate change: The 2015 Paris agreement thresholds and mediterranean basin ecosystems”. Science, 354, 465-468. https://doi.org/10.1126/science.aah5015 . https://science.sciencemag.org/content/354/6311/465
Ramin Skibba: “Climate change could flip Mediterranean lands to desert. Warming beyond 2 ºC could send the region’s forests moving north, and cause extensive drying”. Nature, 27 de octubre de 2016; https://www.nature.com/news/climate-change-could-flip-mediterranean-lands-to-desert-1.20894
[19] Irene Lozano, “Ahora que todo el año es septiembre”, El País, 7 de septiembre de 2024; https://elpais.com/opinion/2024-09-07/ahora-que-todo-el-ano-es-septiembre.html
[20] El 21 de marzo de 2025 Francisco José Gan Pampols, vicepresidente segundo del Consell (Generalitat valenciana), presentó el Informe de Diagnóstico del Plan de Recuperación Económica y Social de la Comunitat Valenciana (sin mencionar el cambio climático, como sí lo había hecho en otras ocasiones antes del pacto de Mazón con Vox que se había sustanciado la semana anterior). Los números que evalúan los daños son una prueba inequívoca de la magnitud de la tragedia: 225 muertos (a los que hay que sumar tres desaparecidos), 306.000 personas afectadas, 141.000 vehículos siniestrados, unos 10.000 ascensores (el 60% aún sin reparar), 800 kilómetros de carreteras, 350 kilómetros de cauces, 16.000 toneladas de cañas, 275.000 trabajadores, 64.104 empresas… En total, Gan Pampols ha estimado en 17.800 millones de euros el impacto económico de la DANA, un cálculo similar al proporcionado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), de 17.000 millones. Ferran Bono, “La dana golpeó más a los vulnerables: la mitad de los 306.000 afectados son mayores y migrantes”, El País, 22 de marzo de 2025; https://elpais.com/espana/comunidad-valenciana/2025-03-21/la-dana-golpeo-mas-a-los-vulnerables-la-mitad-de-las-306000-afectados-son-mayores-y-migrantes.html
El estudio de atribución del proyecto europeo ClimaMeter, en el que han participado dos investigadoras españolas, señala que la variabilidad climática natural no puede explicar por sí sola la cantidad de precipitación registrada con esta terrible DANA. Sus autores inciden en la importancia de una gestión eficaz de las alertas tempranas ante este tipo de eventos extremos. Eduardo Robaina, “Un segundo estudio reafirma el papel del cambio climático en esta DANA”, Climática, 4 de noviembre de 2024; https://climatica.coop/estudio-atribucion-dana-climameter-cambio-climatico/
Véase también José Albelda, Lorena Rodríguez Mattalía y Jorge Riechmann: “¿Aprender de las catástrofes? Reflexiones tras la dana en Valencia”, ecologista 122, diciembre de 2024.
[21] Andreas Malm y colectivo Zetkin, Piel blanca, combustible negro, Capitán Swing, Madrid 2024, p. 571-572.
[22] Damian Carrington, “Climate change target of 2C is ‘dead’, says renowned climate scientist”, The Guardian, 4 de febrero de 2025; https://www.theguardian.com/environment/2025/feb/04/climate-change-target-of-2c-is-dead-says-renowned-climate-scientist
[23] James E. Hansen y otros, “Global warming has accelerated: Are the United Nations and the public well-informed?”, Environment 67/1, enero de 2025; https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/00139157.2025.2434494
[24] José Manuel Sánchez Ron, “¿Será la ciencia la que frene el cambio climático?”, El Cultural, 31 de enero de 2025.
[25] El País, 21 de septiembre de 2023; https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2023-09-20/antonio-guterres-secretario-general-de-la-onu-la-humanidad-ha-abierto-las-puertas-del-infierno.html
[26] https://twitter.com/antonioguterres/status/1699408389934084169
[28] Sobre esto he discurrido en mi libro Ecoespiritualidad para laicos, El Desvelo eds., Santander 2024 (2ª edición actualizada en 2025).
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