sábado, 14 de diciembre de 2019

La causa de las causas

Aún sin la evidencia añadida del decrecimiento, la tasa de ganancia tiende a disminuir inexorablemente.

Cuanto más gordo es un capital, menos rinde en proporción a su volumen, porque el valor que añade el trabajo a todo lo demás a que se aporta disminuye en proporción a su monto total.

Más aún si el capitalista, para aumentar su beneficio, trata de aumentar la productividad: continuamente necesita más capital fijo (maquinaria, instalaciones, tecnología punta...), y menos capital variable (mano de obra empleada, del gerente al peón, pues a todos intenta sustituir o reducir a la mínima expresión para ganar más; y el que no lo haga que se despida, porque no podrá competir). Pero esa mano de obra es la que le produce el beneficio, y su explotación encuentra un límite, tanto de capacidad como de tiempo.

Además, los robots no consumen, y sin consumo ¿a qué producir?

Lo malo es que si el capitalismo desaparece demasiado tarde, nos llevará a todos por delante.





Luis Casado
Resumen Latinoamericano, 12 de diciembre de 2019

(…)

Karl Marx siempre consideró que su descubrimiento más notable en Economía Política había sido la baja tendencial de la tasa de ganancia, granito de arena que determina la inestabilidad del capitalismo y es la causa de su futura desaparición.


La evolución de la economía capitalista, su desarrollo, dice Marx, trae consigo una funesta tendencia a la baja de la tasa de lucro por unidad de capital. El fenómeno tiene que ver con su composición orgánica, o sea la continua progresión de la parte de capital constante con relación al capital variable: la maquinaria, las herramientas, la tecnología, las instalaciones, adquieren cada vez más importancia frente a la parte que representan los salarios.
De modo que no hay tutía: para sobrevivir cada capitalista tiene que crecer indefinidamente, y apropiarse parte del lucro que generan otros capitalistas. Aun así, no basta. De modo que la mecánica del sistema lo obliga –así sea un pan de dios o una madre Teresa de Calcuta– a encontrarle solución a una cuestión que no la tiene: mantener, y aun aumentar, la tasa de ganancia.
Como en el fútbol, el capitalista cree que la ténica y la tática condusen al ésito como decía un mentiroso con buzo muy dado a los métodos extradeportivos. Se trata de intensificar la explotación de la mano de obra, de capitán a paje, de obrero a gerente, pasando por toda la nutrida escala de capataces, contramaestrespetitmaîtres, mayorales, ayudantes y subalternos, incluyendo a los ‘profesionales’ que creen estar al mando.
Para eso el capital busca mejorar la ‘productividad’ del trabajador, o sea arrancarle más producto por hora trabajada. O bien aumentar las horas de trabajo. O aun, reducir los salarios a un mínimo que no oso llamar vital.
Desafortunadamente, la productividad no crece indefinidamente, ni siquiera al precio del considerable aumento del capital constante (maquinaria, herramientas, tecnología…). En los EEUU, durante décadas, el aumento de la productividad se concentró en sectores como la gran distribución que en Chile llaman retail. Walmart y similares redujeron notablemente la cantidad de trabajadores por m2 de supermercado. Hoy por hoy intentan suprimir hasta las cajeras, pero la treta tiene límites: Amazon lo sabe, y no tiene ni siquiera supermercados.
La productividad está tan acotada que los patrones imaginaron la introducción masiva de robots en los procesos productivos, sin percatarse de que con ello no hacen sino agravar el fenómeno de la baja tendencial de la tasa de ganancia. Isaac Asimov –un novelista– se había dado cuenta. Los economistas pueden decir lo que quieran, pero de la llamada Economía Clásica nadie ha logrado echar abajo la Teoría del Valor: solo el trabajo humano lo genera. Ergo, mientras menos trabajadores haya… menos valor se crea. Detallito suplementario: los robots no cobran. Si no hay distribución de salarios, no hay consumo. Ergo… ¿para qué producir tanto? Jean-Baptiste Say debe estar como pirinola en su tumba.
(...)

De ahí que privaticen todo, eliminen los servicios públicos, vendan o roben el patrimonio del Estado, te obliguen a trabajar más por menos dinero, y prolonguen tu agonía de currante hasta que te mueras.
El Principio de Causalidad se verifica una vez más. Cada país impone lo que precede de acuerdo a su propia realidad. Como laboratorio de la infamia tienen a Chile. Por eso, particularmente en Europa, se habla poco del estallido social que comenzó en octubre: porque explotó el laboratorio.
Los pretendidos éxitos del modelo terminaron en una inmensa hoguera en la que arden las teorías pergeñadas por manadas enteras de desvergonzados economistas funcionales.
Lo peor de todo es que, aun al precio de la pauperización generalizada de miles de millones de seres humanos, el capitalismo no tiene salvación. Sus contradicciones internas terminarán por arrojarlo al abismo. Para colmo de males, destruye radicalmente las condiciones medioambientales que permiten la existencia de la especie humana.

De ahí que no esté tan claro –eso postuló Bernard Maris antes de morir en lo de Charlie Hebdoque haya una salida para la Humanidad.

Pero ese es otro tema. Por lo pronto hemos identificado, gracias a Karl Marx, la causa original de los desastres que vivimos hoy. El estallido social planetario no lo van a parar con balines de goma.

3 comentarios:

  1. "...al sistema no le importa que sus beneficios se hagan a expensas de las personas y del planeta. Vivimos con una población indefensa que observa perpleja la destrucción del clima y la desaparición de innumerables especies. Se trata de un desastre anunciado e impuesto por la fuerza –aparentemente abrumadora– de la sociedad de mercado.

    El neoliberalismo siempre se ha opuesto al “laissez faire” decimonónico, ya que su ideología implica un Estado fuerte e intervencionista al servicio directo del capital y del mercado: lo que James K. Galbraith denominó “un Estado depredador”.
    https://www.lahaine.org/mundo.php/el-capitalismo-ha-fracasado-ique

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  2. "Los datos de desempleo ya no tienen sentido debido al subempleo institucionalizado."

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    1. Supongo que habrá países en los que dichos datos sí se tengan en cuenta. En España desde luego que no tienen sentido, excepto para alimentar chiringuitos y estadísticas absurdas.

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