lunes, 30 de diciembre de 2019

La mano que piensa

El autor de La mano que piensa es arquitecto. Sin embargo, no se trata de un "libro de arquitectura" al uso. Su principal propósito es desplazar la atención, que la teoría arquitectónica, siguiendo un tratamiento conceptualista y descriptivo, suele centrar en lo visual, hacia otro conocimiento sensorial más amplio, basado en la unicidad de la experiencia corporal, de la que la mente es inseparable.

El dualismo dicotómico propio del pensamiento idealista penetra al lenguaje de forma adialéctica y separa artificialmente la mente y el cuerpo. Imaginamos el cerebro como un dictador que gobierna al organismo entero, soslayando que no hay alma sin cuerpo ni pensamiento sin actividad. Conscientemente, y mucho más de forma inconsciente, vivimos el cuerpo en su relación con todo lo que hay afuera. Los sentidos son la parte esencial de esa comunicación, y todo lo que hacemos forma una unidad con cómo lo percibimos. Con todo el cuerpo. Para eso la mano, capaz del trabajo más rudo y del más delicado, es parte esencial.

¡Qué difícil es expresarse verbalmente sin acompañar las ideas con la mímica corporal, y especialmente con el movimiento de las manos! Los predicadores saben mucho de eso.

He aquí dos sinopsis que abundan en esto:
"La mano que piensa analiza la esencia de la mano y su papel crucial en la evolución de las destrezas, la inteligencia y las capacidades conceptuales del hombre. La mano no es solo un ejecutor fiel y pasivo de las intenciones del cerebro, sino que tiene intencionalidad y habilidades propias. Su autor, Juhani Pallasmaa, hace hincapié en los procesos relativamente autónomos e inconscientes del pensamiento y el obrar en la escritura, la artesanía o en la producción de arte y arquitectura. Organizado en ocho capítulos, este estudio explora el entendimiento silencioso que yace oculto en la parte existencial de la condición humana y sus modos de ser y experimentar específicos. En último término, su objetivo es ayudar a sacudir los cimientos del paradigma de conocimiento conceptual, intelectual y verbal, hegemónico en la esfera de la arquitectura, en aras de otro conocimiento: el tácito y no conceptual de nuestros procesos corporales." (Casa del Libro) 
"A lo largo de ocho capítulos, el libro intenta explorar las cualidades que tiene la mano como instrumento para configurar la arquitectura. La mano y todo el cuerpo acumulan unos saberes e inteligencias (que no tienen que ver con la tradición letrada) que intervienen de manera consciente o inconsciente en la elaboración de los proyectos de arquitectura y en la percepción de los espacios. Con este estudio se trataría de dar más consciencia a estos saberes, a veces ocultos, a la hora de hacer o percibir la arquitectura. A través de ejemplos no solo de arquitectura, sino de diseño, arte o música, se va haciendo un repaso a esta modalidad de conocimiento sensorial motriz a lo largo de la historia." (librosebooks.org)
Hace mucho más tiempo, este escrito de Engels ya destacaba el papel de la mano en el proceso de hominización. Todo el sistema nervioso se reconfiguró a partir de la actividad manual, y aventuro que la propia actividad manual y la necesidad de transmitir sus experiencias fue crucial en la aparición del lenguaje hablado (y después, ¡cómo no! del escrito).

Del capítulo séptimo elijo esta sección, en la que se pone el acento en la finalidad de toda acción. De ahí la idea de proyecto. Y el proyecto implica imaginación. Pero el autor señala acertadamente que la actual invasión de imágenes no fomenta precisamente la capacidad de imaginar. Embota los sentidos y la conciencia. La imaginería pasiva nos hace pasivos e impasibles. Como dice el autor:
El dibujo de imágenes creciente que abruma los sentidos y las emociones suprime y embota la imaginación, la empatía y la compasión.

Todo lo contrario de la capacidad de imaginar que proporciona la lectura.



El don de la imaginación


Esta es la singularidad de la condición humana: vivimos en los mundos múltiples de posibilidades que crean y sostienen nuestras experiencias, nuestros recuerdos y nuestros sueños. La habilidad de imaginar y soñar despierto es seguramente la más humana y esencial de todas nuestras capacidades mentales. Quizás, después de todo, somos humanos no gracias a nuestras manos o a nuestra inteligencia, sino gracias a nuestra capacidad de imaginar. En definitiva, no utilizaríamos nuestras manos de un modo significativo sin ser capaces de imaginar el resultado de nuestra acción. No obstante, la invasión de imágenes excesivas, no jerárquicas y carentes de significado en nuestra cultura actual ─"una lluvia interminable de imágenes", en palabras de Italo Calvinoaplasta el mundo de nuestra imaginación. No queda espacio para la imaginación, puesto que todo lo imaginable ya está aquí. En el prólogo de su novela Crash, James Graham Ballard sostiene: "El equilibrio entre realidad y ficción cambió radicalmente en la década de 1970, y los papeles se están invirtiendo. Vivimos en un mundo gobernado por las ficciones de toda índole []. Cada vez es menos necesario que el escritor invente un contenido ficticio. La ficción ya está ahí. La tarea del escritor es inventar la realidad". Asimismo siento que la imaginación arquitectónica actual, asistida y favorecida por el ordenador, está produciendo demasiada ficción arquitectónica y en su lugar necesitamos una "arquitectura de la realidad", parafraseando el título del libro de Michael Benedikt. Ya añoramos una arquitectura que nos devuelva a las realidades concretas de nuestro mundo físico y material. No se trata de una añoranza sentimental por un mundo perdido, sino por un mundo que vuelva a vitalizarse y erotizarse, por una arquitectura que nos haga experimentar el mundo en lugar de sí misma.

La inundación de imágenes televisivas externaliza las imágenes y hace que sean pasivas cuando las comparamos con la imaginería interior y activa que evoca la lectura de un libro. Existe una drástica diferencia entre mirar pasivamente las imágenes por un lado y, por el otro, las imágenes creadas por la imaginación de cada uno. Las imágenes carentes de esfuerzo del entretenimiento imaginan en nuestro nombre. El flujo de imágenes hipnotizantes de la industria de la conciencia separa las imágenes de su contexto histórico, cultural y humano y "libera" así al espectador de investir con sus emociones y actitudes éticas aquello que percibe. Atontados por la comunicación de masas, ya podemos ver la crueldad más escandalosa sin la más mínima respuesta emocional. El dibujo de imágenes creciente que abruma los sentidos y las emociones suprime y embota la imaginación, la empatía y la compasión.

A medida que nuestra imaginación se debilita, nos encontramos a merced de un futuro incomprensible. Los ideales son proyecciones de una imaginación optimista y, en consecuencia, la pérdida de imaginación está ligada también a la aniquilación del idealismo. En mi opinión, la falta de horizonte, de ideales y de alternativas, incluso en el pensamiento político actual, es consecuencia de una atrofia de la imaginación política. Lo más probable es que el sofocante pragmatismo actual y la falta de visiones estimulantes sean consecuencia de una imaginación empobrecida. Una cultura que haya perdido su imaginación solo puede producir visiones apocalípticas de amenaza como proyecciones de su inconsciente colectivo reprimido. Un mundo vaciado de alternativas imaginables debido a la ausencia de imaginación es el mundo de sujetos manipulados descrito por Aldous Huxley y George Orwell.

La obligación de la enseñanza consiste en cultivar y apoyar las capacidades humanas de imaginación y empatía, pero los valores dominantes de la cultura actual tienden a desalentar la imaginación, reprimir los sentidos y petrificar el límite entre el mundo y el yo. Actualmente la idea de una formación sensorial está ligada únicamente a la educación artística propiamente dicha, pero el refinamiento de una cultura y un pensamiento sensoriales tiene un valor insustituible en todas las áreas de la actividad humana.

1 comentario:

  1. Nos arrebataron el tiempo. O mejor dicho, lo mercantilizaron también. Y los sentidos necesitan tiempo libre y gratuito para desarrollar esa facultad, tan necesaria, que es la sensibilidad.

    Todos los animales nacen siendo especialistas en algo. El lince en su capacidad visual, el gamo en su velocidad, el perro en su olfato, el pájaro su vuelo... El ser humano, en cambio, no nace con una especialidad concreta, tiene que conquistarlas todas, y ese no ser especialista en nada ha sido su paradójico éxito. Ha inventado formas de ver, oír, correr y volar que le han proporcionado ventaja sobre cualquier otro animal. En el mundo animal, no tiene más depredador que sí mismo...

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