martes, 31 de enero de 2012

Socialismo o barbarie

A veces tengo la molesta sensación de correr simultáneamente (y a toda velocidad), en dos sentidos opuestos.

Digo correr porque el tiempo apremia y los procesos se precipitan.

¿Y por qué en sentidos opuestos?

Por una parte, estoy convencido de que la transformación social que se precisa va en el sentido que los decrecentistas anuncian: decrecer por las buenas o por las malas.

Pero la mente del hombre común ha sido conformada, y lo sigue siendo (hoy más que nunca), en una idea contraria: la sociedad puede ser cada véz más prospera, y solemos ver la prosperidad en sentido cuantitativo.

Son muchos años (¿siglos?) de utopías de la abundancia las que han ido conformando lentamente nuestro modo de estar en el mundo. Para la inmensa mayoría no es ilusionante el futuro "decrecentista". Y sin una gran dosis de entusiasmo es difícil ponerse en marcha.

El trabajo humano que ha transformado el mundo en un sentido debe ahora invertirse para rehacerlo en otro. Pero el modo de producción capitalista sencillamente NO PUEDE hacerlo. Sin beneficio no hay actividad económica.

Son los trabajadores los que producen el sistema y lo reproducen. Sólo las clases laboriosas pueden hacerse con los mandos de la nave para invertir la marcha. Pero su movimiento real no está gobernado por el largo plazo, sino por lo inmediato.

En sus luchas reales, los trabajadores se unen para salvar sus derechos, pero también una industria concreta, un sector concreto, un país concreto. Y son esas luchas reales las que pueden cambiar la sociedad. Ni indigentes ni parados pueden parar la megamáquina, así se manifiesten en protestas gigantescas. Los trabajadores sí pueden, pero en general no saben, o no quieren. Sus aspiraciones inmediatas no difieren de las del buen burgués.

Así que hay que apoyarse en las LUCHAS REALES para crear conciencia. Lo inmediato cuenta mucho, porque el trabajador tiene que subsistir cada día. Hay que entenderlo.

Pero es imprescindible TRASCENDERLAS.

Al mismo tiempo hay una tremenda confusión sobre lo que significan términos como decrecimiento y austeridad. Y nos los quieren aplicar, y encima hacer que lo aceptemos, los que NI DECRECEN NI SON AUSTEROS.

Si les hacemos casos, el destino que nos preparan es, literalmente, el exterminio programado. Para hacer un mundo a su medida, más pequeño pero igualmente horrendo.

Tenemos poco tiempo para procesos que exigen mucho tiempo. La clase obrera (siempre se llamó así: rescatemos nuestro lenguaje) tiene que proseguir su lucha por mejoras y al mismo tiempo reorientarla. Ahora, más que del aumento de la riqueza creciente, se trata del reparto de bienes cada vez más escasos.

Y hay que meter el tiempo largo dentro del tiempo corto.

Corramos, que el tiempo apremia, en ambos sentidos pero con una sola dirección.




(Interpretad bien el doble sentido de la sola dirección).

No nos dejemos engatusar por los que gobiernan el mundo y el discurso. O nos salvamos todos o no se salva ni dios. Por eso era tan lúcido como necesario el viejo lema:

¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!

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