miércoles, 26 de marzo de 2014

Modos de leer a Miguel de Cervantes

El soneto dialogado que reproduzco más abajo lo colocó en su página de Facebook mi amigo y sin embargo poeta Rafa León, y lo compartí en la mía. A cuento de él se me han ocurrido ciertas reflexiones.

José Antonio López Calle publicó, en el lejano abril de 1989, en El Catoblepas un artículo titulado Marx, Pierre Vilar y el Quijote, en el que polemizaba con el historiador, que había escrito, en el aún más lejano 1956, otro titulado "El tiempo del Quijote".

Cervantes era el novelista predilecto de Marx, junto con Balzac. Sentía una gran admiración por Cervantes y tenía un profundo y detallado conocimiento del Quijote.

Recuerda López Calle que Anselmo Lorenzo, el padre del anarquismo español, en su célebre visita y estancia en la casa de Marx en Londres, con ocasión de la celebración de una conferencia de la Primera Internacional Socialista en 1872, mantuvo con él una larga conversación nocturna hablando de Cervantes y de la literatura española del Siglo de Oro.

Al día siguiente, para mejorar su español, le leyó a su hija mayor, Jenny, el discurso de don Quijote a los cabreros sobre la edad de oro. ¿Fue una casualidad esta elección o quizás estaba relacionada con el coloquio nocturno entre Marx y Anselmo Lorenzo? ¿Quizá Marx había hecho una exégesis socialista de este discurso o la había sugerido el sindicalista anarquista español, de modo que ambos veían en las palabras de don Quijote un repudio de la propiedad privada y una apología del socialismo, aunque de un socialismo que ambos calificarían de utópico? Todo esto no es más que interrogantes especulativos, pero lo cierto es que algunos cervantistas marxistas del siglo XX verán en el discurso de la edad dorada una formulación anticipada de la idea del comunismo primitivo y en don Quijote, e incluso en Cervantes, sus paladines.

Así Pierre Vilar analizaba, desde una óptica marxista, la gran novela, presentada como una novela social, que refleja a la perfección la grave crisis de la sociedad española como sociedad feudal y a la vez la conciencia española de esa crisis.

Oponiéndose a esta interpretación "moderna" que considera equivocada, López Calle refuta algunas de las interpretaciones de Vilar:
  • 1ª. El Quijote no es la conciencia crítica de la aguda crisis de la sociedad española cervantina.
  • 2ª. El Quijote no es una sátira alegórica de una sociedad feudal agonizante.
  • 3ª. Don Quijote no es el símbolo de una sociedad encantada que prefiere soñar en vez de encarar la dura realidad.
  • 4ª. No hubo un espejismo de las Indias, según Cervantes, que fuera la causa de los grandes males de la España de 1600.
Esta crítica a la interpretación del historiador francés es seguramente impecable, si nos atenemos a lo que podría pensar Cervantes, cosa por otra parte imposible de reconstruir. Seguramente el Quijote no es un libro en clave en el que con ironía encubierta expusiera disimuladamente críticas que no se atrevía a decir abiertamente. Aunque en alguna medida también pudo ser así.

Pero no es esa la cuestión. No se trata de interpretar la siempre hipotética intención consciente de un autor. Aún en los más rebeldes, siempre estará enmarcada en las coordenadas de su época. Si eso fuera lo importante, el propio Marx sería para nosotros un autor pasado. No podríamos extraer de él enseñanzas adecuadas para nuestro tiempo, tiempo que no es el suyo. Ni él, ni tampoco Cervantes, pudieron ir más allá.

A ningún autor podemos pedirle que haya viajado en el tiempo hasta nuestros días, asimilado nuestras ideas y vuelto con ellas hasta los suyos, para reflejar, con una conciencia que es la nuestra, lo que fue su época.

Pero las grandes obras de los grandes autores sí que son el testimonio vivo del pasado que les tocó. Y nosotros, con nuestra conciencia, reinterpretamos lo que dijeron incluso cuando no pretendieran decirlo.

Entonces podremos encontrar valiosos análisis sobre el contexto en que el autor era el testigo, contexto que se plasmó en su obra. Tales análisis estaban implícitos en ella incluso contradiciendo su ideología.

Por eso Marx pudo hallar una utopía comunista en el discurso de Don Quijote, y nosotros podemos leer la obra como un gran retablo de la decadencia de la sociedad española, de sus retrasos históricos (y por supuesto también de sus adelantos) y de las luchas de clases, que no siempre se dan según el esquema simplificador de "burgueses contra proletarios", sino que transcurren bajo la apariencia de luchas religiosas, étnicas, etc. Incluso, como en nuestros días mismos, en el seno de alianzas contra natura.

Se comprende entonces que Marx considerase que su otro autor favorito, Balzac, reaccionario legitimista, era el que mejor había retratado la sociedad burguesa, a la que enfrentó a un espejo en que mirarse, sin que eso hiciera de él un revolucionario.

Las obras literarias tienen vida propia. Lejos de ser un testimonio muerto fijado para siempre, evolucionan, más allá de su autor y a pesar de él mismo y de sus aparentes intenciones, con la conciencia de los lectores.

El autor, más allá del momento del parto, no es el propietario de su obra (mal que le pese a la SGAE), que una vez dada a luz pertenece al común.

Ni después del parto, ni en el parto ni aún antes del parto. Esto es tan cierto, que durante la gestación un autor no puede transformar a sus personajes en cualquier sentido. Desde luego, el personaje evoluciona a lo largo de la obra, como le ocurre a Don Quijote, y más aun a Sancho.

Una obra literaria, si no es un aborto, es un ser vivo. El autor es una madre que la concibe, fecundada por numerosos e inciertos padres, entre los que no cabe excluir al Espíritu Santo.

Pero desde el momento de la concepción el nuevo ser tiene vida propia y se desarrolla con cierta autonomía. El autor no puede hacer lo que quiera con sus personajes, so pena de hacerlos falsos e increíbles.

Despues del parto ya ha escapado definitivamente de sus manos. Y la criatura, si nace sana y conserva su vitalidad, se hace adulta, y muestra lo que tenía oculto en sus genes con independencia de los deseos de la madre.

Este mismo escrito ya no es lo que yo quise hacer cuando lo inicié. Tal vez quería hacer de Cervantes un premarxista, cuando ni siquiera era un cervantista, como Marx no era un marxista. Pero me encontré con los análisis contradictorios de Vilar y López Calle. Ahora comparto con éste último que Marx no estaba en la mente de Cervantes, pero de la obra de Cervantes se puede extraer un análisis marxista, como hace Vilar.

¿Tenemos derecho a ser marxístas después de Marx, que no lo era? Desde luego que sí, como los cristianos a serlo después de Cristo, que tampoco era cristiano.

Por supuesto que tampoco Cervantes era cervantista.


´´´´´´
Mi visión previa del soneto y mi escueto "análisis marxista" de su contenido. Me gustaría extraer de él otras sustancias. No voy a hacerlo ahora, dejo la tarea "al que leyere":
¿Sabemos leer a Cervantes desde nuestro tiempo? ¿Fue de algún modo un precursor del materialismo dialéctico? Algo así pudo pensar Carlos Marx... 
Dos caballos hablan.

Dos explotados, con visiones contrapuestas.

El caballo bien tratado, respetuoso con los amos en general.

El caballo maltratado, crítico con su amo concreto.

Aristocracia obrera integrada y rebelde realismo proletario.

 El Cid sobre Babieca

       
                 Diálogo entre Babieca y Rocinante
―¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
―Porque nunca se come y se trabaja.
―Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
―No me deja mi amo ni un bocado.

―Anda, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
―Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréis verlo? Miradlo enamorado.

―¿Es necedad amar? ―No es gran prudencia.
―Metafísico estáis. ―Es que no como.
―Quejaos del escudero. ―No es bastante.

¿Cómo me he de quejar, en mi dolencia,
si el amo o escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?
. . . . . . . . .
Preciso es traducir a hoy, desde el antes,
otras luchas de clases, del pasado.
Que la velada pluma de Cervantes 
leamos con los ojos despejados


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