En los ochenta me gustaba contemplar el cielo nocturno desde las playas de la ría de Pontevedra. Entonces era ya difícil ver la Vía Láctea, pero pude aún aprender a distinguir las constelaciones con ayuda de algunos libros de astronomía, y a apreciar el desplazamiento progresivo del Zodiaco. El inexorable corrimiento, noche a noche, de Scorpio y Sagitario me recordaba que el verano se iba acabando...
Recuerdo una frase leída en uno de aquellos libros: ¡devolvednos el cielo que nos habéis robado! La contaminación de los cielos avanzaba pareja con el afán de cada alcalde por demostrar lo bien iluminada que estaba su ciudad.
Ahora, desde Sanxenxo, solo alcanzo a ver Venus, Júpiter y Marte, y unas pocas estrellas de primera magnitud, tan desligadas de sus invisibles constelaciones que resulta difícil conjeturar cuáles son.
¡Menos mal que todavía se ve la Luna!
Hace mucho tiempo empezaron los problemas de visualización en Madrid, pero ahora la contaminación lumínica llega a Calar Alto, a más de 2000 metros de altura en la Sierra de los Filabres.
(Mientras tanto, noche tras noche, las gaviotas surcan los cielos, graznando sin cesar).
Bilbao, Valencia y Barcelona tienen los focos más intensos y algunos pueblos cuentan con la mayor potencia por kilómetro cuadrado
Vicente Aupí Royo
Mires hacia donde mires no tiene remedio: la contaminación lumínica en España se ha disparado de tal forma en los últimos 10 o 15 años que Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Bilbao y muchas otras ciudades manchan el horizonte con su luz parásita a distancias de centenares de kilómetros. Lo demuestran los últimos estudios científicos, con impactantes imágenes en las que el resplandor de las urbes peninsulares contamina el cielo inexorablemente. Canarias es la excepción gracias a la legislación protectora que mantiene a salvo el patrimonio natural de sus noches estrelladas.
La contaminación lumínica en las ciudades
Madrid y las poblaciones de su entorno, por el tamaño de la aglomeración urbana, conforman el gran monstruo de luz que se ve desde cualquier punto de la Península, pero Bilbao es la que tiene el alumbrado más contaminante, según el estudio de un equipo liderado por el astrofísico español Alejandro Sánchez de Miguel, actualmente investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido), con la participación de Rebeca Benayas Polo, de la empresa GEASig, para SaveStars Consulting SL.
La contaminación lumínica en las ciudades
Madrid y las poblaciones de su entorno, por el tamaño de la aglomeración urbana, conforman el gran monstruo de luz que se ve desde cualquier punto de la Península, pero Bilbao es la que tiene el alumbrado más contaminante, según el estudio de un equipo liderado por el astrofísico español Alejandro Sánchez de Miguel, actualmente investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido), con la participación de Rebeca Benayas Polo, de la empresa GEASig, para SaveStars Consulting SL.
La situación es tan alarmante que ya no se trata únicamente del deterioro de la calidad del cielo para los observatorios astronómicos, sino de uno de los problemas de mayor impacto ambiental en España, ya que el exceso de luz afecta directamente a la salud humana y a la flora y fauna, fundamentalmente a insectos polinizadores y aves, que han visto alterada su existencia por la distorsión que causa el derroche de luz nocturna. “No somos los únicos astrónomos del reino animal, por lo que el impacto va más allá y es actualmente un enorme problema ambiental", subraya Sánchez. El estudio, titulado Ranking de la contaminación lumínica en España, acaba de ser publicado en el repositorio científico europeo Zenodo.
El trabajo de investigación analiza la situación en 2.000 municipios españoles, de los que se evalúan numerosos aspectos relacionados con la contaminación lumínica: potencia total emitida hacia el cielo, número de luminarias, densidad de farolas por kilómetro cuadrado, potencia emitida por persona y por superficie, así como otros parámetros con los que se han elaborado varios rankings. En el de potencia total emitida no hay duda: Madrid es la que más luz lanza al espacio y encabeza la lista merced a su tamaño. Sin embargo, el resto del grupo de cabeza no se ajusta exactamente a su población y envergadura, ya que le siguen, por este orden y hasta el décimo puesto, Zaragoza, Sevilla, Barcelona, Valencia, Murcia, Málaga, Cartagena, Vitoria y Córdoba.
El trabajo de investigación analiza la situación en 2.000 municipios españoles, de los que se evalúan numerosos aspectos relacionados con la contaminación lumínica: potencia total emitida hacia el cielo, número de luminarias, densidad de farolas por kilómetro cuadrado, potencia emitida por persona y por superficie, así como otros parámetros con los que se han elaborado varios rankings. En el de potencia total emitida no hay duda: Madrid es la que más luz lanza al espacio y encabeza la lista merced a su tamaño. Sin embargo, el resto del grupo de cabeza no se ajusta exactamente a su población y envergadura, ya que le siguen, por este orden y hasta el décimo puesto, Zaragoza, Sevilla, Barcelona, Valencia, Murcia, Málaga, Cartagena, Vitoria y Córdoba.
Asimismo, la investigación ha permitido obtener un listado total que puede considerarse como patrón de referencia, ya que se formula a partir de todos los parámetros (no solo tamaño y población), conformando un perfil tipo de los municipios con alumbrado más contaminante. En este caso, curiosamente, Madrid mejora y el peor resultado (la medalla de oro entre los focos más intensos de contaminación lumínica) es para Bilbao, seguida por Hospitalet de Llobregat (Barcelona), Barakaldo (Bizkaia), Valencia, Cádiz, Melilla, San Fernando (Cádiz), Puertollano (Ciudad Real), Parla (Madrid) y Badalona (Barcelona). Por tanto, el problema no atañe solo a capitales de provincia, sino que otros municipios de menor población también tienen alumbrados muy contaminantes.
En cualquier caso, Bilbao, Valencia y Barcelona son las estrellas del estudio, ya que puntúan mal en casi todos los parámetros analizados. En estas tres ciudades se juntan los problemas propios de su gran tamaño con los malos resultados relativos al tipo y número de farolas y a la potencia emitida al cielo por kilómetro cuadrado. En este último caso, los primeros puestos corresponden a municipios comparativamente pequeños: Perafort (Tarragona), Palos de la Frontera (Huelva), Teo (A Coruña), Gozón (Asturias) y Ascó (Tarragona), pero en cuanto se avanza un poco en el listado vuelven a aparecer Valencia, Bilbao y Barcelona.
La temperatura de color contaminante
El estudio de Alejandro Sánchez se ha elaborado con datos del año 2012, ya que los actuales no sirven. El radiómetro VIIRS (acrónimo de Visible Infrared Imaging Radiometer Suite), un instrumento de detección instalado en satélites internacionales, con el que se obtienen muchas de las mediciones actuales sobre contaminación lumínica, es ciego a la luz azul, lo cual presupone que no puede captar una gran parte de las emisiones contaminantes de las luminarias de tipo led que han proliferado extraordinariamente en España en los últimos cinco años. Por ello, para obtener un análisis realista se ha optado por evaluar los datos de 2012, antes de la implantación del led, siempre desde la evidencia de que la situación actual es mucho peor, a pesar de que los datos del VIIRS, al no ser sensible a la luz azul, parezcan sugerir erróneamente una visión más optimista.
El problema del led reside en la creencia generalizada de su mayor eficiencia energética, que se contradice con el extraordinario gasto que supone para las arcas públicas de los municipios que apuestan por él. Y su impacto ambiental es notable, ya que la gran mayoría de bombillas instaladas tienen una temperatura de color muy contaminante, entre el blanco y el azul, que suele superar los 4.000 grados Kelvin.
El Joint Research Centre de la UE recomienda que, si se utilizan luces led, las bombillas sean de temperaturas de color inferiores a los 3.000 grados Kelvin, aunque la comunidad científica recomienda reducirlas a 2.200, es decir, ámbar en vez de blancas, ya que son mucho menos contaminantes. Pese a ello, pocos municipios las instalan y la mayoría opta por led blanco sin tener en cuenta algunas buenas experiencias, como las realizadas en Canarias con bombillas ámbar de baja temperatura, muy eficientes y no contaminantes.
El cambio a led por el que han apostado cientos de municipios españoles implica inversiones de unos 600 euros por farola. Alejandro Sánchez opina que en lugar de eso sería mucho más aconsejable rehabilitar las luminarias con bombillas de sodio, ya que solo implica un gasto de 12 euros por cada una, son igual de eficientes y no contaminan si se regula correctamente el haz de luz hacia abajo. Evidentemente, esta opción es mucho menos rentable para las empresas proveedoras. Sea como sea, se estima que el gasto anual en alumbrado público en España es desorbitante: en torno a 1.600-1.800 millones de euros anuales en los últimos ejercicios. Hasta hace poco se conocían los datos globales de consumo eléctrico, pero estas cifras específicas sobre el alumbrado constituyen una importante novedad para precisar el derroche en esta materia, sobre todo si se compara dicho desembolso con las cuantías que se destinan a otros capítulos necesarios de la inversión pública.
Horizontes demasiado brillantes
Fotografía tomada con una cámara con un objetivo especial del tipo ojo de pez, que obtiene encuadres de horizonte a horizonte. Joan Manuel Bullón |
Alejandro Sánchez, autor de una de las primeras tesis doctorales sobre contaminación lumínica, también es el impulsor del proyecto Cities at night, una iniciativa internacional para concienciar sobre el impacto de la contaminación lumínica mediante el uso y procesado de las fotografías nocturnas de la Estación Espacial Internacional (ISS). Precisamente, las fotos de la Tierra que realizan los astronautas de la ISS podrían servir para lograr la verdadera medida de ese impacto, ya que, a diferencia de las imágenes del VIIRS (acrónimo de Visible Infrared Imaging Radiometer Suite), sí son sensibles a las emisiones de las farolas de led, por lo que constituyen una referencia más fiable y útil.
Desde tierra, no obstante, la fotografía también está contribuyendo a ese objetivo. Joan Manuel Bullón, uno de los astrónomos españoles no profesionales más involucrados en la defensa del cielo nocturno, trabaja actualmente en la elaboración de un atlas sobre contaminación lumínica en España y en un proyecto denominado Horizontes perdidos versus cielos oscuros.
Algunas de sus fotografías recientes son impactantes, como las tomadas este invierno, que ilustran esta información y corroboran los peores augurios. Para medir la calidad de los cielos estrellados, Bullón hace fotos desde diferentes puntos de España mediante una cámara con un objetivo especial del tipo ojo de pez, que obtiene encuadres de horizonte a horizonte.
Estas fotografías constituyen un extraordinario documento, ya que ha conseguido situar con ellas en el mapa los enormes arcos de contaminación lumínica de numerosas ciudades españolas. Aunque parezca asombroso, el contaminante alumbrado de las grandes capitales asoma en los bordes del círculo de la imagen como una inquietante aureola, incluso a distancias de 500 kilómetros.
Hay un libro muy interesante, editado en formato pequeño por Siruela, del japonés Junichirõ Tanizaki titulado "El elogio de la sombra", en el cual se critica los excesos lumínicos.
ResponderEliminarDe dicho libro extraigo esta cita:
"Un año quise ir a contemplarla en barca [a la luna] al estanque del monasterio de Suma, en la quinceava noche, así que invité a algunos amigos y llegamos al lago para descubrir que en el entorno del estanque habían colocado alegre guirnaldas de bombillas eléctricas multicolores: la luna había acudido a la cita, pero era como si ya no existiera.
Hechos como éste demuestran el grado de intoxicación al que hemos llegado, hasta el punto de que parece que nos hayamos hecho extrañamente inconscientes de los inconvenientes del alumbrado abusivo".