sábado, 13 de agosto de 2022

La contaminación mediática


Así lo califica Alberto Coronel Tarancón en este artículo.

¿Hasta cuándo tendremos que aguantar la manipulación mediática?, se pregunta retóricamente. La respuesta la conocemos perfectamente yo, tú y él. Así será mientras los medios sean propiedad de quienes están interesados en manipular. Su logro mínimo es la ocultación de lo importante, disimulado por un cúmulo de banalidades; el máximo, que la mentira y la calumnia desprestigien a quienes estorben sus estrategias.

Cuando Rafael Correa era presidente de Ecuador propuso una ley de medios que consideraba equilibrar, por tercios, los medios de propiedad privada, estatal y comunitaria. La traición de su sucesor impidió estas políticas de saneamiento informativo.

Como la búsqueda crítica de información y el contraste de fuentes escapa a la mayoría de la población, muchos son los que tragan falsedades que una vez puestas en circulación son difícilmente extirpadas.

El tabaquismo es también un problema de salud pública. Para combatirlo, se acordó que los paquetes de cigarrillos debían advertir al fumador que "el tabaco perjudica seriamente la salud". Si bulos y falsedades puestas en circulación en un periódico, radio o cadena de televisión atentan contra la correcta información, ¿por qué no obligarlo a advertir, hasta que dedique un tiempo o un espacio equivalente a desmentir las falsas noticias, que "este medio perjudica seriamente su derecho a estar bien informado"?

Engaña, que algo queda...

El Faro de Ceuta

Nada es más sencillo que destruir la imagen y la reputación de una persona desde un medio de comunicación. Basta con seleccionar sus palabras. Reordenarlas. Invertir el sentido de sus frases y verter el producto tóxico a las fauces de tu audiencia. Miles de voces furiosas e indignadas por muy diversos motivos —incluidos los bots— sabrán aprovechar la oportunidad para insultar, difamar, humillar, amenazar al objetivo de la manipulación mediática. Da igual lo que haga. Da igual lo que haya hecho. La víctima tardará un tiempo en reaccionar. Cuando reaccione, los mismos medios que lanzan la piedra esconderán la mano y guardarán silencio. Si meses o años más tarde todo se llega a aclarar, nadie recordará lo ocurrido, pero permanecerá el odio. Ese era el objetivo.


¿Hasta cuándo tendremos que aguantar la manipulación mediática? En la segunda parte de El Quijote, capítulo décimo, escribió Cervantes que “la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”. El problema es que a veces hay tanta mentira que uno, por más que mire al lago, no encuentra el aceite por ninguna parte.


El último caso de manipulación mediática tuvo por objetivo a la ministra de Igualdad, Irene Montero, a quien, por lo visto, no bastaba con amenazar a las puertas de la casa donde cuidaba a sus hijos recién nacidos. ¿Suficiente? En absoluto. Telecinco, Antena Tres y Onda Cero (Ana Rosa Quintana, Susana Griso y Carlos Alsina, en el mismo orden) consideran que, además de el hostigamiento físico, esta persona merece quedar retratada como una hipócrita que solo denuncia las violaciones de los derechos humanos cuando le conviene. Primero se pidió su opinión, luego se eliminó en la edición del vídeo, por último fue acusada de mantener silencio ante las mismas víctimas para las que pedía apoyo consular y una investigación independiente. A coro, los tertulianos exigen lo que la edición ha sepultado. Nada más falso y pernicioso y, sin embargo, nada nuevo.


Pese a lo frecuente, la contaminación mediática de la figura de Irene Montero es solo un ejemplo entre muchos. Aunque el artículo 20 de la Constitución española reconoce el derecho de la ciudadanía a “recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”, este derecho —fundamental para toda sociedad democrática— es el felpudo con el que se limpian el barro muchos medios de comunicación en este país.


Durante meses fue prácticamente imposible escuchar hablar de Podemos sin que se comentase la supuesta financiación de Venezuela: aquella vez se llegó a demostrar que Interior premió al venezolano que hizo el montaje contra Podemos. En pleno auge de la formación morada, OK Diario publicó un informe policial falso donde se afirmaba que el gobierno de Irán había financiado a su partido. Cuando el objetivo era vincular la escalada de la pandemia a la manifestación del 8M, Irene Montero volvió a ser víctima de un montaje donde (desde cierto ángulo) se la mostraba tosiendo en la cara de la líder LGTBI Boti García. Cuando Alberto Garzón dio su opinión acerca de las macrogranjas, el presentador García Ferreras utilizó tres cuartas partes de su programa para repetir las declaraciones que el Ministro de consumo no había hecho.


En paralelo, Vox se ha pasado los últimos años propagando bulo tras bulo contra sus rivales políticos, desde la imagen de una Gran Vía llena de ataúdes, la acusación de “autoatentado” por parte de Podemos en su sede en Cartagena o la asociación reiterativa de la inmigración con el 69% de las agresiones sexuales grupales cometidas en España. 

2 comentarios:

  1. Y es que: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual”

    Karl Marx

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  2. "Des-cubrimos" esta pertinente cita, cubierta por... la propia contaminación mediática.

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