domingo, 4 de diciembre de 2022

Completar lo incompleto

Puzle-De-Puzles
Puzle de puzles

Comparando lo conocido con una esfera y lo desconocido con un "afuera", cuanto más sabemos, más sabemos que es mucho más lo que desconocemos. La superficie que separa estos ámbitos, el contacto con lo desconocido, crece con el conocimiento.

Pero además, nuestro conocimiento no es un continuo. Está lleno de espacios por rellenar, que forzosamente completamos con suposiciones inciertas, apoyadas en los recursos de que vamos disponiendo. 

Dejando a un lado las humoradas de Berkeley, sabemos que ese "todo" que hay fuera de cada uno de nosotros nos incluye inexorablemente. No conocemos sus límites, pero sabemos por lo menos que sabemos muy poco de él. Sócrates, otro humorista, sabía por lo menos eso (y algunas cosas más).

Gustavo Bueno definía la filosofía como "un saber sobre la totalidad de la realidad, demostrativo y racionalmente ordenado", notas que lo diferencian del saber vulgar, carente de ese rigor, y del saber científico, que estudia parcelas segregadas de la totalidad.

El carácter sistémico del conocimiento que la filosofía aspira a realizar, cerrado, totalitario, choca con el hecho de que ella misma está sujeta a las particularidades del tiempo y el lugar en que el filósofo la elabora. La filosofía que ignora esto puede convertirse en un sistema autorreferencial, de escasa influencia sobre la estructura real que está en su misma base. Atendiendo a esto, Marx, en la undécima de sus Tesis sobre Feuerbachapuntaba que los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

El historiador Carlos Barros, autor de La base material de la nación, inicia este libro con la siguiente observación:

Marx no dejó escrita una teoría acabada de la nación desde el punto de vista materialista, desde la posición metodológica que le es propia, consustancial con el marxismo. Incluso en temas que precisaron más su atención, como las clases sociales y el Estado, tampoco encontramos en la obra de Marx un desarrollo explícito y sistemático de los respectivos conceptos materialistas. Engels, tan preocupado por las exposiciones didácticas y sintéticas, escribía en los borradores del Anti-Dühring: 

"El sistematismo, según Hegel, es imposible. Es claro que el mundo es un sistema unitario, es decir, un todo coherente; pero el conocimiento de ese sistema presupone el conocimiento de toda la naturaleza y la historia, conocimiento que los hombres no consiguen nunca. Por eso el que construye sistemas tiene que rellenar con sus propias invenciones las innumerables lagunas, es decir, tiene que fantasear irracionalmente, tiene que hacer ideología."

Pese a ello, Hegel quiso dejar un cuerpo teórico consistente, aunque ensimismado en un idealismo que, contradiciendo su propia idea de la dialéctica, se imponía por completo a lo material. Consciente de estas dificultades, Marx nunca se planteó elaborar una teoría acabada, no ya de la nación, sino de los propios conceptos de clase social y Estado. Es claro que le preocupaba más la influencia del pensamiento en la realidad que el cierre sistémico del mismo.

El riesgo de cierre autorreferencial es permanente, y no siempre se han librado de él los marxistas.

A esto se refería Louis Althusser en una conferencia que organizó la célula "Antonio Gramsci" del PCE de Granada, y que en un incierto y agitado marzo de 1976 congregó a miles de personas. Hallo la noticia en El Salto:

(...)

La conferencia de Granada se abre planteando una paradoja que atraviesa la tradición marxista. Tenemos noticia de la existencia de una filosofía marxista, de un pensamiento cuya apuesta materialista no ha dejado de generar efectos intelectuales y políticos revolucionarios desde su irrupción histórica. No obstante, esta filosofía nunca habría sido producida como tal en los textos de Marx. No la encontramos ni bajo la forma clásica del diálogo, ni bajo la del tratado o autocontenida en una serie de proposiciones sistemáticas. Tampoco poseería un objeto filosófico propio, ya se trate de la idea, la esencia, el ser o el sujeto trascendental –por poner algunos ejemplos–. Estaríamos, por tanto, ante un discurso cargado de consecuencias políticas y filosóficas que no se deja apresar fácilmente dentro del marco de la filosofía tradicional y sus figuras acostumbradas. Para descifrar esta enigmática paradoja, Althusser elabora un profundo análisis del discurso filosófico en sí mismo, explorando sus funciones teóricas y sociales en tanto que saber o disciplina históricamente instituida.

(...)

Lo que Althusser rescatará de las intervenciones de Marx, Engels, Lenin y Gramsci es cómo con ellas la práctica irrumpe en el campo de la filosofía, mostrándole que tiene un afuera. Pues la filosofía tradicional, en la medida que busca absorber el todo en su discurso y enunciar su verdad, pretende no tener un exterior. Y sin embargo lo tiene, aunque busque dominarlo y reprimirlo a través de sus diferentes problemáticas y conceptos. Así, la práctica es la otra cara de la moneda: el envés que vive agazapado en la retaguardia del pensamiento.

La incompletitud es una nota adherida permanentemente al conocimiento, y así como en las disciplinas científicas la práctica investigadora va completando y depurando contínuamente sus contenidos, la filosofía que pretenda acercarse (solo acercarse) al conocimiento de la totalidad de la realidad habrá de someterse siempre al criterio de la práctica.

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