jueves, 12 de diciembre de 2024

Una entrevista escondida a Antonio Mairena

El pasado 2 de diciembre, el programa radiofónico nuestro flamenco estuvo dedicado a Antonio Mairena en Ritoevocando algunas actuaciones del artista que se pueden encontrar también en Rito y geografía del cante.

En el centenario de su nacimiento se publicó el monográfico Antonio Mairena, un cantaor imprescindible. Y no son estos los únicos homenajes que este gran arqueólogo del cante ha merecido.

Aquí podéis ver el documental televisivo que recordaba el reciente audio radiofónico:

A veintinueve minutos del final del podcast citado, el director del programa, José María Velázquez-Gaztelu, recordaba una anécdota que había contado el artista al entrevistarlo para la desaparecida revista, entonces semanal, La Calle.

Desgraciadamente no está recogida en internet esta añorada publicación, que apenas se sostuvo durante cuatro años. Pero como yo también tengo algo de arqueólogo y conservo la revista en papel, buceando en la colección la he encontrado en el número 56, de la semana 17-23 de abril de 1979. Contiene mucha información sobre el cantaor, sobre el pueblo gitano andaluz y su cante, y sobre las circunstancias políticas de su marginación, antes, entonces y ahora.

Me limitaré a detallar la parte de la entrevista a la que se refiere el audio:

GUERRA Y HAMBRE

A partir de mil novecientos treinta y seis, el cante sufre ciertas presiones para que no se manifieste en toda su plenitud, ¿Cuál fue su experiencia en este sentido)

La guerra civil me hizo ver tantos horrores, que no quiero volver a verlos más. En el frente estuvieron mis dos hermanos, Juan y Curro, porque mi padre me reclamó, ya que, de alguna manera, ayudaba al sostenimiento de la casa. Yo tenía que luchar aquí, en Sevilla, buscándome la vida entre aquellos que venían de los frentes y, cuando se marchaban no podíamos saber si iban a volver muertos.

"Por entonces había un señor que, cuando me contrataba para una fiesta, me hacía cantar el "Cara al Sol" por bulerías, aunque a mí me daba miedo meterme en esos berenjenales. No obstante, ya se sabe que en Sevilla el hacer bromas de ciertas cosas puede parecer bien; al menos no era incorrecto. Este señor me llamó cierto día y tenía como invitados nada menos que a una escuadra de Falange de Valladolid. Naturalmente, cuando llegó el momento del obligado "Cara al Sol" por bulerías, a los de Valladolid les pareció una profanación y, sin mas, comenzaron como locos a disparar a la montera de cristales, que se vino abajo estrepitosamente. Como es de imaginar, yo no tuve más remedio que salir huyendo y esconderme en la pensión donde vivía.

"Luego, en la posguerra, todos lo pasamos muy mal. Ni el cante ni el sonido gitano-andaluz tenían mercado. No era el de los discos. Había que vivir de las fiestas de los cuatro señores que llamaban a un gitano porque les gustaba tener al lado a alguien que les cantara algo. A unos les gustaba y a otros no. De todas formas, pasábamos muchas vicisitudes, porque en estas fiestas lo que yo hacía estaba poco menos que prohibido. Encerrado en un cuarto con esos cuatro señores y sus respectivas fulanas, solo había lugar para el cachondeo y cantar tres cupletazos de esos, o fandangos con letras eróticas para excitar al caballero y a su dama. En esas circunstancias yo tenía poco que hacer. Se vivía como se podía. Mal, desde luego. En esa época, que había tanta escasez, yo llegué a estar tres días sin comer, a base de vino y alguna aceituna de vez en cuando. Esos años fueron muy tristes y difíciles para los artistas que nos buscábamos la vida. Había que mirar donde uno ponía los pies, o donde entraba. Una vez hasta me colocaron una pistola en el pecho y me obligaron a cantar un fandango de Huelva. Por supuesto que no canté uno, sino los que quisieron. Todo era violencia y hambre.

La escena en que unos fascistas sin sentido del humor asesinan a la protagonista de ¡Ay, Carmela! tiene un antecedente aquí, aunque esta vez no dispararon directamente al cantaor. Estos falangistas que no se andaban con guasas habrían truncado su carrera, pero por suerte para él y para los aficionados al flamenco se limitaron a romperle unos cristales al señorito de turno.

1 comentario:

  1. Me alegra ver una referencia a la revista LA CALLE y que tienes la colección completa. Buscando el número 56 para leer el resto de la entrevista, resulta que tengo sólo del número 58 (1-7 mayo 1979) al 199 (13-19 enero 1982), los anteriores me los robaron. Recomiendo a quien le interese conocer aquella época que consulte la revista en bibliotecas. Una alegría leer esa cita, gracias.

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