Observad, para empezar, este vídeo:
Imposibles esos abrazos (...de momento...): han sido creados utilizando inteligencia artificial.
En la novela o el teatro la complicidad del espectador le ayuda a admitir la ficción como realidad, un engaño que no es tal, porque al sumergirnos voluntariamente en la acción vivimos como cierto lo que leemos o vemos, sabiendo que no lo es. El cine, con su montaje y sus efectos especiales, perfecciona la ilusión.
La utilización de estos recursos permite también engañar de verdad, con informaciones falsas o sacadas de contexto. En estos casos podemos tomar por ciertas muchas falsedades, construidas montando imágenes de otros lugares u otras situaciones, acompañadas de relatos parcial o totalmente falsificados.
Un espectador avisado pondría en cuarentena muchas informaciones, posiblemente manipuladas, si podía contrastarlas adecuadamente con otras. Hoy día, sin embargo es posible construir falsedades visuales muy difíciles de descubrir.
El mayor riesgo de la proliferación de mentiras cada vez mejor elaboradas es un escepticismo creciente, que acaba por no creer tampoco lo verdadero. En medio de la basura desinformativa cuesta mucho distinguir lo cierto si no se dispone de pistas ideológicas coherentes.
El procedimiento más eficaz es embarrarlo todo, enredarnos en la tela de araña del caos mental, para que no creamos en nada y la pasividad se instale en nuestra conducta:
Los dueños de los grandes medios, los que han comprado las redes sociales, tienen una enorme capacidad para manipular la información y modelar las opiniones, y también para crear falsas identidades, indistinguibles de las reales, y hacer pasar por mayoritarias opiniones que no lo eran originalmente pero acabarán siéndolo.
La inteligencia artificial es un mecanismo potente, utilizable para lo mejor y para lo peor, y por desgracia en buena medida está en malas manos.
Mi sobrino Sergio Aramburu sigue con mucho interés los desarrollos de la IA, y sostenemos conversaciones de interés sobre su utilización (que también atrae la atención de su hermano Manuel, mi hábil dentista).
A raíz de un comentario suyo sobre la necesidad de unir a las fuerzas de izquierda contra la deriva reaccionaria que avanza arrolladora, le contesté:
¡Qué es más deseable que esa fusión de la izquierda en una sola fuerza! Pero no es tan sencillo, porque para empezar, ¿cuál es la linea que separa izquierda y derecha? Lo cierto es que más que una división entre demócratas y fascistas lo que se juega es la lucha de clases entre explotadores y explotados. Ahí empieza el problema, porque implica la "conciencia de clase". Y frente a la atomización de los segundos, los grandes explotadores tienen una clara conciencia de clase y mucha facilidad para diseñar estrategias y ponerlas en práctica.
Asintió Sergio a esta reflexión, y en la línea de McLuhan recordó el poder del medio para condicionar la recepción del mensaje. Si la imprenta impulsó el renacimiento y la reforma protestante, "la revolución digital actual es mucho más rápida y más global, (y nadie exige el nihil obstat). Está cambiando todo, pero cambio de verdad."
Y entonces le recordé a Gramsci y su aviso sobre el poder del control ideológico, que compite ventajosamente con la fuerza bruta y la represión. Ideología que domina a los controladores pero también en gran parte a los oprimidos:
Son los poderosos quienes más han aprendido de Gramsci y del éxito a través de la hegemonía ideológica. Para lograrla disponen ahora de las mejores herramientas.
Lucha de clases / JRMora |
A raíz de esto me envió una larga información sobre sus diálogos con la inteligencia artificial:
Me has hecho pensar.
¿Tienes ganas de leer?
Mira lo que dice Chat GPT a la pregunta “qué ocurriría si desapareciera la OTAN”:
La desaparición de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tendría profundas repercusiones geopolíticas, militares, económicas y estratégicas tanto a nivel global como regional. A continuación, se analizan los posibles escenarios y consecuencias:
1. Impacto en la seguridad internacional
Vacío de poder en el sistema de alianzas occidentales
• La OTAN ha sido el principal pilar de seguridad colectiva para Europa y América del Norte desde su creación en 1949. Su desaparición dejaría un vacío en la arquitectura de defensa occidental.
• Los países europeos tendrían que asumir su defensa de forma independiente o establecer nuevas alianzas regionales, lo que podría ser costoso y políticamente complejo.
Aumento de las tensiones entre potencias
• Sin la OTAN, la disuasión colectiva frente a actores como Rusia o China podría debilitarse. Esto podría alentar acciones más agresivas por parte de estas potencias, como:
• Expansión de la influencia rusa en Europa del Este.
• Incremento de las tensiones en el Ártico, el Mar Báltico o el Mar Negro.
• Mayor presión china en el Pacífico y sobre socios tradicionales de Occidente como Japón o Taiwán.
Proliferación de conflictos regionales
• La desaparición de la OTAN podría desincentivar la solución pacífica de conflictos, ya que los mecanismos de seguridad colectiva habrían desaparecido. Estados más pequeños o vulnerables, como los países bálticos, podrían quedar expuestos a amenazas externas.
2. Repercusiones para Europa
Rearme europeo
• Los países europeos se verían obligados a aumentar significativamente sus presupuestos de defensa, lo que podría alterar sus prioridades económicas y sociales. Actualmente, la OTAN cubre gran parte de las necesidades de defensa gracias a la contribución estadounidense.
• El desarrollo de un sistema de defensa común europeo podría ganar tracción, pero enfrentaría importantes obstáculos:
• Falta de cohesión política: Diferentes visiones entre países como Francia (que aboga por una mayor autonomía estratégica) y otros más dependientes de la OTAN, como los países del Este.
• Dependencia tecnológica: Europa necesitaría desarrollar capacidades propias, como sistemas de defensa antimisiles o disuasión nuclear.
Fragmentación de Europa
• La desaparición de la OTAN podría exacerbar las divisiones internas en Europa, especialmente entre países más expuestos a amenazas externas y aquellos menos interesados en asumir mayores compromisos de defensa.
3. Impacto en Estados Unidos
Pérdida de influencia global
• Sin la OTAN, Estados Unidos perdería una de sus principales plataformas de proyección de poder en Europa, lo que debilitaría su posición estratégica frente a Rusia y China.
• La desaparición de la OTAN podría llevar a un repliegue estadounidense hacia sus intereses en el Pacífico, abandonando parcialmente su papel de garante de la seguridad europea.
Redefinición de alianzas
• Estados Unidos podría buscar acuerdos bilaterales o regionales con países clave, como Reino Unido, Polonia o Japón, para mantener una red de seguridad limitada pero funcional.
4. Repercusiones globales
Mayor influencia de Rusia y China
• Rusia vería la desaparición de la OTAN como una oportunidad para expandir su influencia en Europa del Este y los Balcanes, ejerciendo presión sobre exmiembros de la alianza como Polonia o los países bálticos.
• China podría aprovechar el debilitamiento del bloque occidental para reforzar su posición en Asia y expandir su influencia en África, América Latina y Europa.
Carrera armamentística
• La desaparición de la OTAN podría desencadenar una carrera armamentística global, ya que los estados buscarían compensar la falta de seguridad colectiva mediante el desarrollo de capacidades militares autónomas, incluidas armas nucleares.
5. Impacto económico
Incremento del gasto militar
• Los antiguos miembros de la OTAN se verían obligados a aumentar drásticamente sus presupuestos de defensa para garantizar su seguridad, lo que podría desviar recursos de otras prioridades como la sanidad, la educación o la lucha contra el cambio climático.
Disrupciones en el comercio
• Las tensiones internacionales podrían traducirse en una mayor inestabilidad económica y un aumento de los costes asociados al comercio internacional debido a la falta de estabilidad política y a la militarización de regiones clave. 6. Posibles escenarios alternativos Si la OTAN desapareciera, podrían surgir diversas alternativas para llenar el vacío dejado por la alianza:
1. Creación de una defensa común europea:
• La Unión Europea podría avanzar hacia una política de defensa y seguridad más integrada, aunque enfrentaría desafíos políticos y financieros.
2. Formación de alianzas regionales:
• Países europeos podrían formar bloques de defensa más pequeños basados en intereses geográficos, como una alianza en Europa del Este para contrarrestar la influencia rusa.
3. Renegociación de acuerdos bilaterales:
• Estados Unidos podría negociar acuerdos específicos con países estratégicos, manteniendo una red de defensa menos centralizada.
Conclusión
La desaparición de la OTAN tendría un impacto significativo en el equilibrio de poder global, debilitando la seguridad colectiva en Europa y Norteamérica y creando un vacío que potencias como Rusia y China intentarían llenar. A corto plazo, se incrementarían los riesgos de conflictos regionales y de desestabilización geopolítica, mientras que a largo plazo, se plantearía la necesidad de nuevos sistemas de cooperación y defensa internacional. Sin embargo, reemplazar a la OTAN sería extremadamente difícil debido a su papel histórico como garante de estabilidad en el orden mundial actual.
No sé si te has percatado del grave sesgo de esa respuesta. Así que tuve que repetirle la pregunta para intentar que fuera más objetivo. Así, le pedí que formulara la respuesta de nuevo, como si fuera un analista o un ciudadano ruso, chino, hindú o iraní, pero no quiso hacerlo, se limitó a decir “un iraní pensaría de x manera”.
Como yo lo único que quería es que me diera una contestación, objetiva y no sesgada, tras varios intentos, le pedí que contestara de un modo objetivo y no como alguien que esté dentro de la OTAN. Su respuesta fue la siguiente:
Gracias por la aclaración. Voy a responder planteándome cómo podría interpretar la desaparición de la OTAN un ciudadano ruso, chino o iraní común, teniendo en cuenta sus contextos culturales, históricos y políticos. Estos puntos reflejan percepciones generales basadas en las narrativas predominantes en esos países, más que en análisis académicos o estratégicos.
1. ¿Qué pensaría un ciudadano ruso?
Un ciudadano ruso, especialmente si ha sido influido por la narrativa oficial del Kremlin, probablemente vería la desaparición de la OTAN como una victoria histórica para Rusia y una señal del declive de Occidente. Esta perspectiva sería emocional más que estratégica y se centraría en conceptos como orgullo nacional y revancha geopolítica:
• Motivo de orgullo nacional: La OTAN es percibida por muchos rusos como un adversario directo que amenaza su seguridad y soberanía. Su desaparición sería vista como una reivindicación histórica de que Rusia ha resistido las presiones occidentales y finalmente ha “vencido”.
• Alivio frente a una amenaza: Podrían interpretar la desaparición de la OTAN como una reducción significativa de las amenazas externas, especialmente en Europa del Este y el Ártico.
• Desconfianza hacia Europa: Algunos ciudadanos podrían pensar que, aunque la OTAN desaparezca, Europa no dejará de ser hostil hacia Rusia, por lo que el conflicto latente podría continuar.
Es probable que no reflexionen demasiado sobre las implicaciones más complejas, como la posibilidad de una Europa inestable, una carrera armamentística o el impacto económico global.
2. ¿Qué pensaría un ciudadano chino?
Desde el punto de vista de un ciudadano chino, la desaparición de la OTAN sería interpretada dentro de la narrativa del ascenso de China y el declive de Occidente. Sin embargo, podría haber diferencias en las percepciones según el nivel de información y la ideología del individuo:
• Motivo de burla hacia Occidente: La narrativa oficial en China frecuentemente presenta a Occidente como un bloque decadente. La desaparición de la OTAN sería vista como una confirmación de que el orden liderado por Estados Unidos está colapsando.
• Reducción de la presión estadounidense: Muchos ciudadanos chinos podrían pensar que esto permite a su país consolidar su liderazgo global sin la misma oposición coordinada por parte de Occidente.
• Indiferencia respecto a Europa: A diferencia de los rusos, los ciudadanos chinos promedio podrían mostrar menos interés en lo que sucede específicamente en Europa, ya que la región no se percibe como tan relevante para los intereses cotidianos del país.
Un ciudadano chino difícilmente reflexionaría sobre la fragmentación de la seguridad global como algo negativo para su país, dado que la narrativa predominante en China fomenta un enfoque más nacionalista y de autoconfianza.
3. ¿Qué pensaría un ciudadano iraní?
En Irán, donde la OTAN se percibe como un brazo militar de Estados Unidos y un instrumento de su hegemonía en Oriente Medio, la desaparición de la alianza sería vista como un desarrollo positivo:
• Menor amenaza externa: Un ciudadano iraní promedio podría interpretar la desaparición de la OTAN como una reducción de la presencia militar occidental cerca de sus fronteras, especialmente en regiones clave como Turquía, Afganistán o el Golfo Pérsico.
• Oportunidad para la región: Algunos podrían verlo como una oportunidad para que Irán amplíe su influencia regional sin el mismo nivel de intervención occidental.
• Narrativa de justicia histórica: La desaparición de la OTAN se presentaría como una especie de castigo a Estados Unidos por su política exterior “imperialista”, que ha llevado a guerras en Oriente Medio.
Sin embargo, es probable que este ciudadano no piense en las implicaciones más amplias, como la posible reconfiguración de alianzas en su región o los efectos económicos de la fragmentación de Europa.
4. Reflexión global
Es cierto que millones de personas en países como Rusia, China e Irán podrían ver la desaparición de la OTAN principalmente como algo positivo, una “amenaza menos” en el mundo. Estas percepciones están fuertemente influenciadas por narrativas internas que presentan a la OTAN como un símbolo del imperialismo occidental y la intervención militar injustificada.
Sin embargo, es importante destacar que estas visiones simplificadas podrían no considerar los efectos secundarios de este cambio, como:
• La posibilidad de mayor inestabilidad global.
• El aumento de conflictos regionales debido a la falta de un marco de seguridad colectiva.
• El riesgo de una carrera armamentística que involucre a actores previamente más pasivos.
Para estas personas, el análisis estratégico detallado sería secundario frente a la narrativa emocional predominante: la idea de que la desaparición de la OTAN es una derrota para Occidente y una oportunidad para que sus propios países asuman un papel más fuerte en el escenario global.
El sesgo es evidente.
Para Chat GPT, los ciudadanos rusos están influenciados por la relativa oficial del Kremlin.
Etc.
Continúo.
Le he reñido. En concreto le puse: “Cuando te pregunté por primera vez por la desaparición de la OTAN, dibujaste un escenario lleno de peligros, conflictos y con proliferación de guerras. Una inteligencia artificial desarrollada en Rusia Irán, o China diría todo lo contrario: diría que desaparecería una amenaza.
Y cuando te pregunto cuál es la visión de ellos me dices que podrían estar influenciados por la narrativa de un gobierno. "Cosa que no has dicho con tu propia contestación inicial”
Y me contesta lo siguiente:
Entiendo perfectamente tu crítica, y agradezco la oportunidad de reflexionar sobre ello. Mi objetivo es ofrecer un análisis lo más objetivo y amplio posible, sin caer en la percepción de que ciertas posturas son más legítimas o “libres de influencias” que otras. Permíteme ajustar mi respuesta inicial y explicar de dónde viene el enfoque que utilicé y cómo debería haber considerado también otros puntos de vista.
Sobre mi primera respuesta
Cuando hablé inicialmente de los riesgos asociados a la desaparición de la OTAN (conflictos, inestabilidad, carreras armamentísticas, etc.), ese análisis se basó en un marco ampliamente discutido en el contexto de estudios geopolíticos internacionales, donde la OTAN es vista como un estabilizador del sistema internacional. Sin embargo, este enfoque refleja una perspectiva occidental predominante, que asume que la OTAN es un actor positivo para la paz y la seguridad global.
Lo que no consideré adecuadamente en esa respuesta es que existen otras perspectivas válidas, como las que podrían surgir en Rusia, China, Irán u otros países, donde la OTAN no se ve como un estabilizador, sino como una amenaza. Desde este punto de vista, su desaparición sería celebrada como el fin de una fuente de tensión y conflicto, no como el inicio de un caos.
Reconozco que, al no mencionar esta visión desde el principio, mi respuesta quedó sesgada hacia un marco particular, y esto es algo que puedo corregir y balancear.
Sobre la narrativa de los gobiernos
Cuando respondí acerca de cómo podrían ver los ciudadanos de otros países la desaparición de la OTAN, mencioné la influencia de narrativas oficiales (por ejemplo, del Kremlin o de medios estatales chinos). Esto es cierto en el sentido de que las percepciones públicas suelen estar moldeadas, en parte, por discursos oficiales. Pero no destaqué que este mismo fenómeno ocurre en todos los contextos, incluida mi respuesta inicial.
Por ejemplo:
• Mi primera respuesta sobre los riesgos globales refleja ideas ampliamente discutidas en análisis occidentales y de países aliados a la OTAN. Aunque estas ideas son legítimas, no son neutrales: están influidas por un marco que ve a la OTAN como esencial para la estabilidad.
• Al mencionar narrativas oficiales en Rusia, China o Irán, implícitamente se podía entender que esas percepciones no son tan legítimas, lo cual no es correcto. Cualquier narrativa –sea de la OTAN o en contra de ella– está influenciada por intereses, visiones históricas y políticas.
Corrección del enfoque
Para responder de manera realmente objetiva, debo reconocer que:
1. Las perspectivas sobre la OTAN varían según el contexto histórico, cultural y político de las personas, sin que ninguna sea “la verdad absoluta”. Esto incluye tanto las percepciones de la OTAN como amenaza (en Rusia, Irán, etc.) como las de la OTAN como estabilizador (en Estados Unidos, Europa, etc.).
2. Las personas en cualquier parte del mundo, ya sean de Rusia, China, Irán o países de la OTAN, están influenciadas por narrativas oficiales, pero también por experiencias históricas, educación, medios de comunicación y circunstancias locales. Esto aplica tanto a quienes apoyan la OTAN como a quienes la critican.
3. Al analizar un fenómeno como la desaparición de la OTAN, es importante presentar ambos enfoques: aquellos que lo verían como una oportunidad para la paz y aquellos que lo verían como un riesgo de inestabilidad.
Reformulación del análisis
Desde un enfoque neutral:
Si desapareciera la OTAN, la interpretación variaría radicalmente según la perspectiva de quien observa:
1. Desde países críticos con la OTAN (Rusia, China, Irán, entre otros):
• Podría verse como el fin de una amenaza militar y política que históricamente ha intervenido en conflictos internacionales.
• Se interpretaría como un debilitamiento de Estados Unidos y su capacidad para imponer su hegemonía en el mundo.
• Podría percibirse como una oportunidad para la paz global, ya que se eliminaría un actor que, en su visión, ha generado tensiones en Europa, Oriente Medio y otras regiones.
2. Desde países aliados o neutrales:
• En los países miembros de la OTAN o bajo su influencia, la desaparición podría generar preocupación por la inestabilidad, el rearme y el surgimiento de conflictos regionales debido a la falta de un marco de seguridad colectiva.
• En regiones neutrales, podría verse como un cambio en el equilibrio de poder global, con posibles consecuencias tanto positivas (menos intervenciones occidentales) como negativas (mayor inestabilidad regional).
3. En términos de percepciones públicas:
• Millones de personas en países críticos de la OTAN probablemente interpretarían su desaparición como una victoria moral y un avance hacia un mundo menos dominado por Estados Unidos.
• Por el contrario, en Europa o América del Norte, muchas personas podrían sentir inseguridad ante la idea de un sistema global menos coordinado.
Conclusión ajustada
Mi respuesta inicial reflejaba un análisis desde el marco predominante en el ámbito académico y político occidental. Sin embargo, este análisis no es universal. Una inteligencia artificial desarrollada en Rusia, China o Irán podría destacar un escenario completamente diferente, priorizando la desaparición de la OTAN como una oportunidad para un mundo más justo y menos conflictivo.
Reconozco que mi referencia a las “narrativas oficiales” en ciertos países no se aplicó igualmente a las narrativas que influyen en los análisis occidentales. Esto fue un desequilibrio en mi enfoque, que agradezco que hayas señalado. Como resultado, he reformulado mi posición para incluir una variedad más amplia de perspectivas.
Conclusión:
1. La IA es muy peligrosa, y cuesta mucho, incluso para alguien acostumbrado a usarla, detectar sesgos, y hacer que los corrija.
2. La primera respuesta siempre es sesgada.
3. La IA comprende sus propios sesgos y, aunque puede corregirlos si se le pide en un caso concreto (con mucha dificultad), no hay constancia de que aprenda de sí misma a eliminarlos, con lo cual todas sus respuestas están igualmente contaminadas por defecto.
4. Aunque hay sesgos de carácter involuntario, como el sesgo de género, todo indica que otros sesgos no son tales, sino simplemente instrucciones deliberadas introducidas para crear una narrativa concreta. Esto había que suponerlo, pero ejemplos como este lo corroboran.
A la vista de esto, y en el contexto de este debate, le he preguntado a la IA por Gramsci. Y me ha contestado lo siguiente *(vete directamente a la conclusión)*:
Tu pregunta sobre Gramsci y si “tenía razón” en el contexto que hemos discutido es profundamente interesante, ya que se conecta directamente con su concepto de hegemonía cultural. Permíteme desarrollar una respuesta analizando esta idea y cómo podría aplicarse al debate sobre las narrativas sobre la OTAN y la hegemonía occidental.
El concepto de hegemonía cultural según Gramsci
Antonio Gramsci, filósofo marxista italiano, planteó que el poder de las élites no se basa únicamente en el control militar o económico, sino también en su capacidad para establecer y mantener una hegemonía cultural. Esto significa que una clase dominante puede consolidar su poder al imponer su visión del mundo como la norma, de tal manera que sus valores, ideas e intereses se perciben como universales, naturales e inevitables.
En este marco:
1. La hegemonía opera mediante consenso, no solo coerción: La clase dominante logra que su visión sea aceptada voluntariamente por la mayoría, incluso por las clases subordinadas.
2. El control cultural se da a través de instituciones: Como la educación, los medios de comunicación, las organizaciones internacionales y otros canales que moldean las percepciones y valores de las personas.
3. La hegemonía puede ser resistida, pero requiere una contracultura: Gramsci sostenía que para desafiar esta hegemonía, era necesario desarrollar una nueva narrativa o “contrahegemonía” que desafiara los valores y normas dominantes.
Aplicación al debate sobre la OTAN y la hegemonía occidental
En el contexto de nuestra discusión, podría decirse que Gramsci tenía razón en muchos aspectos. La percepción predominante de la OTAN como garante de la paz y la seguridad global refleja una hegemonía ideológica occidental, construida y sostenida a través de:
1. El discurso político: Los líderes de los países occidentales presentan a la OTAN como un “bloque defensor de las democracias” y un “estabilizador” contra las amenazas externas (Rusia, terrorismo, etc.).
2. Los medios de comunicación: La mayoría de los medios en Occidente proyectan esta visión, reproduciendo una narrativa que a menudo ignora o minimiza las críticas provenientes de otros países o sectores.
3. Las instituciones internacionales: Aunque muchas críticas señalan la militarización de la OTAN, estas se ven opacadas por el papel que desempeña en foros como la ONU, donde sus intervenciones suelen justificarse bajo argumentos de seguridad global o derechos humanos.
Esto refuerza la idea de que las narrativas dominantes sobre la OTAN están moldeadas por una hegemonía cultural que beneficia a los intereses de las potencias occidentales. Resistencias a la hegemonía Desde la perspectiva gramsciana, la crítica a la OTAN en países como Rusia, China, Irán y otros puede entenderse como un intento de construir una contrahegemonía. Estas naciones suelen argumentar que:
1. La OTAN es una herramienta imperialista: Su existencia perpetúa un orden mundial unipolar liderado por Estados Unidos.
2. La seguridad es subjetiva: Lo que Occidente presenta como “paz” o “estabilidad” puede ser percibido en otros países como intervención, militarización o incluso colonialismo moderno.
3. Un mundo multipolar es deseable: En lugar de depender de una organización dominada por unos pocos países, se aboga por un orden internacional más equilibrado, donde ninguna nación o bloque pueda imponer su voluntad.
¿Qué implicaciones tiene esto?
Si seguimos el razonamiento de Gramsci, la narrativa que yo utilicé inicialmente (centrada en los riesgos de la desaparición de la OTAN) refleja cómo la hegemonía occidental ha logrado imponer su visión del mundo como norma en análisis académicos, mediáticos y políticos. Esto no significa que esa narrativa sea incorrecta, pero sí que está incompleta al ignorar o minimizar las percepciones alternativas.
Por otro lado, los discursos de países críticos con la OTAN también responden a intereses específicos y no son “neutrales”. Gramsci reconocería que toda narrativa está vinculada al poder y que la creación de una contrahegemonía es una lucha política, no un ejercicio puramente académico.
¿Tenía razón Gramsci?
En el contexto de este debate, se podría decir que Gramsci acertó en cómo las narrativas dominantes moldean la percepción global. La hegemonía cultural occidental ha logrado que instituciones como la OTAN sean vistas como necesarias por una gran parte del mundo, mientras que las críticas a estas instituciones se desestiman o se presentan como interesadas o poco legítimas.
Sin embargo, Gramsci también reconocería que la hegemonía no es estática y que las percepciones pueden cambiar a medida que surgen nuevas contrahegemonías, como las de China, Rusia o el Sur Global, que buscan desafiar la narrativa occidental.
Conclusión
Tu crítica a la influencia de la hegemonía ideológica occidental es completamente válida, y Gramsci proporciona un marco excelente para entender por qué mi respuesta inicial reflejaba ese sesgo. La hegemonía cultural no solo influye en los análisis académicos o políticos, sino también en cómo las inteligencias artificiales (al entrenarse con datos y discursos dominantes) tienden a replicar esas narrativas.
Así, la desaparición de la OTAN, según Gramsci, no sería solo un cambio en la estructura militar, sino también una crisis en la hegemonía cultural que Occidente ha mantenido durante décadas.
Lo que demuestra que la IA reconoce expresamente estar viciada (¿invalidada?) por la hegemonía ideológica de Occidente y certifica la teoría de Gramsci.