martes, 28 de enero de 2025

Poesía culta y poesía popular en el cante flamenco

El flamenco pasó, de ser menospreciado por la baja extracción social de los que malvivían de él cantando y bailando, a la entusiasta exaltación con que lo descubrieron los poetas de la generación del 27. Bajo lo que antes parecía vulgar latón aparecieron pepitas de oro.

Claro que esos mismos poetas no apreciaban por igual todo el cante, porque distinguían entre su gran variedad los cantes "puros", los "cantes jondos" de vena trágica, y el "flamenco", más alegre por lo general y relacionado con formas folclóricas anteriores.

Esta radical dicotomía es hoy insostenible. Sabemos del carácter híbrido de todas las culturas, y el flamenco es una de estas formas culturales mestizas y cambiantes. Entronca con la cultura popular campesina, y sus orígenes se pierden en el tiempo, con raíces insondables en las muchas civilizaciones que han pasado por el sur peninsular. Insondables en lo musical, porque muchas letras de la cultura popular sí han sido recogidas. Pero de su música poco podemos saber antes de los primeros registros sonoros. Recordemos la nostálgica pregunta que se hacía Lorca: "entre italiano y flamenco, ¿cómo cantaría aquel Silverio?"

Pero es seguro que una de las fuentes que imprimieron su carácter al cante primitivo andaluz está en el pueblo gitano. No en todo el pueblo gitano, sino en aquellos que se asentaron en Andalucía hace siglos y que mezclaron sus aires ancestrales con las demás influencias de la música popular.

Hace cinco años que Nuestro flamenco, dedicó uno de sus programas a El flamenco y la generación del 27. Recientemente ha vuelto sobre el tema de la poesía en el cante, ahora en busca de la autoría de muchas de las letras en dos programas sucesivos, Los poetas y las letras flamencas (I) y (II). Presentábanse en ellos sendos libros, Antología poética de la copla flamenca y Las letras del cante.

Corrí ávido en su busca y puedo decir que no me han decepcionado.

Fue Demófilo, el padre de los poetas Manuel y Antonio Machado, uno de los primeros estudiosos del arte flamenco, fuente para muchos de los que luego se dedicaron a investigar el tema. Sin embargo, el Primer cancionero de coplas flamencas lo compuso un ecijano semianalfabeto llamado Manuel Balmaseda y González. Su tristísima vida se refleja en las letras de estas canciones, obras de un verdadero poeta bastante olvidado, aunque da nombre a una calle en la Ronda del Ferrocarril, en el que trabajó y que ya no pasa por Écija.

De esta y otras muchas cosas me he enterado con estas lecturas, pero lo más importante para mí ha sido la reflexión sobre esa distinción entre poesía culta y poesía popular, que como esa otra que diferencia entre cante grande y cante chico, contiene un error de base, porque así como no hay cantes grandes y chicos, sino cantaores de distinto tamaño, toda obra poética ha tenido un autor, conocido o anónimo, y el carácter popular, aunque pueda modularlo el pueblo con sus interpretaciones y variantes, procede de un autor, aunque no lo conozcamos.

Manuel Machado es autor de letras flamencas y abunda en esto que digo:

LA COPLA

Hasta que el pueblo las canta, 
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.



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