Filosofía y Nihilismo fue el tema elegido para la XLI edición de la Semana Galega de Filosofía. Elección oportuna, ahora que el término está "de moda", dicho sea con la trivialidad, propia de este tiempo de espera, que la expresión transmite. Si "nihil" significa algo objetivo, la negación del ser, el nihilismo sugiere cierta adhesión, cierto apego a la nada. Afección contradictoria porque implica la consideración de la "nada" como "algo" a lo que agarrarse.
Se utiliza el nihilismo teórico de los filósofos para justificar el nihilismo práctico de hoy día. Perezoso respaldo del nihilismo político suicida, muy alejado de lo que fue el nihilismo político ruso que rechazaba a los valores tradicionales, defendía al individuo libre y buscaba un cambio social y político a través de la crítica y el cuestionamiento de la autoridad.
Dostoyevski no era nihilista. De hecho, sus obras buscan contrarrestar la filosofía nihilista que consideraba una enfermedad del alma destructiva tanto del individuo como de la sociedad. Sus personajes, como Iván Karamazov en "Los Hermanos Karamazov", exploran las consecuencias de la falta de fe y valores absolutos, mostrando cómo la creencia en "si Dios no existe, todo está permitido" puede conducir a la violencia y el caos.
El nihilismo hunde sus raíces filosóficas muy atrás. La filosofía surge al dejar a un lado los mitos religiosos y plantearse explicaciones distintas para lo desconocido. Es la duda su base, y lo primero es limpiar las creencias del miedo y la sumisión a los dioses. Cuando triunfan las religiones monoteístas, la base moral de la sociedad se apoya en la voluntad divina. El bien y el mal lo son porque Dios así lo quiere. Sin esa barrera todo estaría permitido. Débil barrera, como demuestra la experiencia de tantas atrocidades supuestamente ordenadas por ese Dios.
Los epicúreos enseñaron a perder el miedo a dioses caprichosos. Borrar la pizarra era el primer paso. Una vez liberados de ataduras religiosas, los filósofos enseñaron a dudar. Platón, a dudar de sombras que no eran reales. Sócrates partió de reconocer que no sabía nada. Era una forma de nihilismo como punto de partida para construir algo más sólido.
Pero el triunfo del cristianismo vuelve a anclar el pensamiento libre en la voluntad de Dios. Nuevas interpretaciones de la filosofía anterior reconducen a él.
Descartes, con su duda metódica, vuelve a revisar las creencias ciegas. Poco a poco la episteme va ganando terreno a la doxa, hasta que Nietzsche lanza su "Dios ha muerto", metáfora que expresa la crisis de la fe religiosa y la pérdida de los valores morales tradicionales que la sociedad occidental había construido sobre la base de la religión.
Esta desnudez de valores siempre existió en los círculos del poder. El miedo a los poderosos acompañaba al miedo a la condenación eterna. Pero nunca como hoy la religión es una cáscara vacía, una costumbre más o menos folclórica. De los que todavía se dicen católicos, ¿cuántos no reinterpretan a su medida los dogmas y las normas? Los seis días de la creación, la existencia misma del infierno "como lugar físico", la transubstanciación, etc, etc. son explicados como imágenes de contenido impreciso, acomodable a la voluntad de cada uno.
El nihilismo de hoy es sobre todo manga ancha que cabe dentro de la religión verdadera del liberalismo económico y su único Dios verdadero.
Pero si interpretamos el concepto como un punto de llegada que borra creencias falsas, podemos convertirlo en punto de partida para un saber que sustituya la vieja moral religiosa por una ética basada en el conocimiento de la realidad.
Entre las conferencias de la Semana la de Néstor Kohan me interesó especialmente. Ya ha sido publicada aquí y aquí, pero hacerlo de nuevo me permite recomendar su largo desarrollo, que incluye el coloquio que la siguió y que dio al conferenciante ocasión para desarrollar una idea fundamental.
Se trata de establecer una dicotomía en el pensamiento filosófico, que tiene que ver con el nihilismo interpretado, no como "haz lo que quieras" sino como "borrón y cuenta nueva". Se trata de las dos formas de situarse ante la realidad.
Hay una filosofía que se la plantea como un hecho consumado, con lo que, por activa o por pasiva, se convierte en defensora del statu quo y por consiguiente del sistema que padecemos. Pero la verdadera filosofía no es conformista sino crítica, y tiene que echar por tierra muchas "verdades" falsamente consolidadas que atentan contra nuestro sentido de la justicia y contra la vida misma.
Néstor Kohan (Buenos Aires, 1967) es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investigador del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y el IEALC (Instituto de Investigaciones de América Latina y el Caribe). Profesor de la materia “Filosofía” en la Carrera de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Autor de varias decenas de libros y artículos especializados.
Así presentaba el autor su conferencia:
En las historias convencionales de la filosofía, en los diccionarios y manuales escolares, suelen distinguirse diversas dimensiones o ángulos del “nihilismo”. Habría un nihilismo gnoseológico-epistemológico, uno metafísico, otro ético-moral y finalmente uno existencial. Esas distinciones se presentan cómo tajantes y excluyentes. Habitualmente responden a las materias académicas dedicadas a esta disciplina.
En nuestra exposición sostenemos que a partir del “giro lingüístico”, el postestructuralismo, el posmodernismo, el posmarxismo y sus derivados incurren en una hipóstasis metafísica otorgando a los discursos, el lenguaje y las narrativas el carácter de demiurgo absoluto de toda realidad social. De este modo el nihilismo (acompañado de relativismo, escepticismo extremo y el abandono de todo sentido histórico) se expandió sin límites, contaminando un segmento importante de las ciencias sociales y el pensamiento teórico de nuestros días, pretendiendo deslegitimar cualquier crítica al sistema capitalista actual.
Según la teoría crítica marxista, el nihilismo de las metafísicas “post” confunde groseramente y sin rigor algún relativismo con dialéctica histórica; fragmentando al movimiento popular y esforzándose por neutralizar o directamente cancelar cualquier posible resistencia frente al auge de las nuevas-viejas derechas extremas, contrainsurgentes y neofascistas.
Catalizado por el primer párrafo del artículo “Esperanza y derrotismo” de Turiel, pretendo hacer de este comentario, que dirijo también al artículo “Nestor Kohan en la Semana de Filosofía” de Guirado, un revuelto de ideas a partir de una cita literaria, de María Oruña, que empieza el capítulo 15 de “Lo que la marea esconde” (Ed. Destino, 2021) diciendo “La esperanza es como un susurro invisible que nos abriga en las playas desiertas, que nos ofrece una posibilidad en ese horizonte que dibuja la línea del océano. Allí, justo allí, en la línea infinita, sabemos que quizás, tal vez, nos espere un trozo de luz. Pero no confiamos con la fe ciega y carente de argumento de los optimistas, sino con la ilusión de los niños, que saben que acaban de comenzar a leer el libro del tiempo.”
ResponderEliminarPorque la esperanza de que habla y parecen exigirle a Turiel que infunda, no sería más que ilusión, pero no la ilusión inocente de los niños a que se refiere Oruña, sepan o no leer el libro del tiempo, ya tendrán tiempo -con suerte- de leer a Einstein; sino la ilusión culpable de los que no están dispuestos a cumplir con la obligación moral a que se refiere Turiel en los dos últimos párrafos de su artículo, activismo en pro de la justicia.
No es tiempo de silencios cómplices, el belicismo de los que ocultan el conocimiento de los fundamentos del capitalismo que explican el terrible camino y destino de la humanidad, a partir de la creación, reproducción, acumulación y concentración del valor, se sostiene en parte en las actitudes nihilistas, sean vulgares o filosóficas de diverso tipo a que se refiere Kohan en la charla que nos presenta Guirado. Y me refiero no al belicismo supuestamente ideológico, que no es otro que el belicismo real, criminal y genocida de las 19 guerras que menciona Turiel, o más, y el que sostiene la industria armamentística mundial.
Completa este revuelto de ideas el apunte de algunos artículos interesantes que afectan a la esperanza, la militancia, el compromiso del que decía Saviano “que tiene el sabor de la locura y de la obsesión” y su raíz reconocible “en la mirada de quien ha decidido plantar cara a ciertos poderes” (“Gomorra”, Ed. Random House Mondadori, 207, pg. 250-1.
Artículos como “La izquierda que olvidó a Marx y la derecha que entendió a Gramsci” ( https://observatoriocrisis.com/2025/05/18/la-izquierda-que-olvido-a-marx-y-la-derecha-que-entendio-a-gramsci/ ) de René Ramírez, que remata diciendo en su último párrafo que “La lucha cultural sin crítica de la economía política no es más que performance progresista”; o como -más que un artículo- el estudio “Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa” en https://thetricontinental.org/es/estudios-sobre-dilemas-contemporaneos-4-hiper-imperialismo/ , editado y coordinado por Gisela Cernadas, Mikaela Nhondo Erskog, Tica Moreno y Deborah Veneziale.
Actuemos para que el trozo de luz que, según Oruña, nos espera en la línea infinita del horizonte, no se apague como las ilusiones de tantos niños y niñas asesinadas en Gaza y otros lugares.
Interesantes enlaces para quien se atreva a aprender
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