Esto es lo que podréis encontrar en este memorable número de la revista teórica y política del PCE, Nuestra Bandera. Recomiendo encarecidamente su lectura y, sin ánimo partidista (¿o sí?, ¿cómo estar seguro?) que os suscribáis, porque nunca decepciona.
El artículo de Jorge Riechmann que reproduje hace pocos días y que también podéis descargar es solo uno de los muchos que incluye este número 267 del segundo trimestre de 2025.
Para abrir boca, aquí está la introducción y presentación que hace su directora Marga Sanz.
Vivir dentro de los límites planetarios: otro paradigma es posible
MARGA SANZ
Sin un cambio de los valores de relación con la naturaleza, cualquier proyecto de transformación social está abocado al fracaso. El “comunismo del decrecimiento” exige de una producción cooperativa en la que los recursos naturales se controlen en común en interés de la sociedad actual, pero también de las generaciones futuras.
El título se refiere al tema central que abordamos en el número 267 de Nuestra Bandera del 2º trimestre del año, impulsado por el Grupo de Ciencia y Tecnología del PCE, y coordinado con la redacción de la revista, concretando las obras de diversos autores y autoras que aportan al análisis de la construcción del socialismo dentro de los límites planetarios una gran rigurosidad a la vez que pedagogía.
Citando en su centenario a Manuel Sacristán, el conjunto del trabajo reivindica y deja claro que en el fondo de la obra de Marx y Engels subyace una idea primigenia, que no por no explicitarse deja de tener menos fuerza y resonancias en aquellos que nos consideramos sus herederos: que la clase obrera, y el género humano en general, somos habitantes de un planeta que tiene una serie de límites finitos que condicionan su capacidad de crecimiento. Un análisis que constata que, desde hace tiempo y de manera polémicamente interesada, ha sido atribuida al pensamiento marxista una visión productivista que para nada responde a la orientación de sus clásicos.
Si algo ha quedado claro al movimiento comunista a lo largo de la historia es que la construcción del nuevo mundo requiere ser capaces de transcender los valores del viejo mundo, lo que significa la construcción de una nueva manera de ver el ecosistema.
La concepción del socialismo no puede ser la de una sociedad de crecimiento ilimitado y acumulación infinita, que hoy es inviable como nos demuestra el propio capitalismo; la negación implícita de los límites naturales lleva a una ruptura de lo que se define en El Capital como la ruptura metabólica. Y es que Marx trató a la naturaleza como una extensión del cuerpo humano, quien dijo que debe mantener un diálogo continuo con ella o de lo contrario morirá. De ahí su feroz crítica al extractivismo de los latifundios que “agotaban” la tierra, sin llegar a imaginar el nivel que alcanzaría hoy en día.
Queda claro, y los trabajos lo señalan, que la única manera de afrontar esa ruptura del metabolismo entre la sociedad y la naturaleza, es superar el modo de producción capitalista, eliminando la necesidad intrínseca de crecimiento ilimitado. Es decir, si el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas es destructivo, el comunismo debe implicar la renuncia a una parte de estas fuerzas productivas.
Como diría Kohei Saito, marxista japonés, lo que defiende Marx en sus últimos tiempos podría definirse como un “comunismo decreciente”: una idea provocadora y heterodoxa que tenemos que analizar porque, contrariamente a lo que se viene defendiendo, que decrecimiento conlleva generalmente una disminución de riqueza, el investigador demuestra lo contrario, que la apropiación de las tierras comunes en el proceso de fin del antiguo régimen por parte de la burguesía llevó a que la riqueza pública desapareciera y apareciera la escasez. Es decir, la noción de abundancia o escasez es una noción social: el desarrollo de las fuerzas productivas bajo relaciones capitalistas de producción puede conducir al aumento la escasez social. Una sociedad que aspire a superar la escasez, debería basarse en la abundancia de los bienes comunes.
Por ello, sin un cambio de los valores de relación con la naturaleza, cualquier proyecto de transformación social está abocado al fracaso. El “comunismo del decrecimiento” exige de una producción cooperativa en la que los recursos naturales se controlen en común en interés de la sociedad actual, pero también de las generaciones futuras.
Este número de Nuestra Bandera pretende ser una contribución en este debate abierto, ya que nos aporta una batería de análisis y propuestas que deben ser centrales en el futuro e incorporarse en el programa político de transformación que estamos permanentemente construyendo.A este debate destinamos la Sección Política y la de Autor Invitado, dando el título principal a la revista.
Contamos con el trabajo de Irene Calvé y Paula Navascués centrando los 9 umbrales que ponen en peligro la continuidad de la vida tal y como la conocemos en el planeta Tierra. Le sigue el artículo de Maria Iglesias Caballero que nos relaciona en su artículo la acidificación con la lucha de clases.
El agujero de la capa de ozono es el asunto del escrito de Carlos Morales, que analiza la complejidad del equilibro planetario en su conjunto. La crisis hídrica y la necesidad de una transición justa a un nuevo modelo de gestión centran las líneas escritas por Leandro del Moral.
El secretario general de VerdsEquo-Compromis, Natxo Serra, ofrece una visión certera sobre lo que significa los cambios de usos del suelo, relacionándola magistralmente con la DANA del 29 de octubre del pasado año. La pérdida de diversidad y sus efectos son el motivo del artículo de Pablo Jiménez, “Biodiversidad y (de)crecimiento”.
Joan Benach, Ferran Muntané y Humberto Jiménez, escriben sobre contaminación química indicando que es un problema global y no localizado puntualmente. Representa una realidad material que estructura y condiciona la vida y la salud contemporánea:
A continuación, este límite planetario es desarrollado también por Paula Navascués, que hace un profundo análisis sobre los contaminantes emergentes, sus causas y consecuencias, las actuales limitaciones para abordarlos y la lucha anticapitalista como respuesta.
El impacto en la salud de la crisis ecosocial, en el que Héctor Tejero analiza. Sin olvidar los nuevos riesgos en salud laboral.
Cerrando la sección, Elena Krause da una visión general del momento actual, sin ocultar las tremendas amenazas a las que nos enfrentamos señalando que la salida de esta encrucijada está en nuestras manos.
Y, finalmente, el Autor Invitado, Jorge Riechmann hace un exhaustivo repaso de lo que viene a significar el Cambio Climático Antropogénico, sus causas y sus perspectivas de futuro. Pero, lo más importante, también plantea alternativas, el qué hacer.
Siguiendo con los contenidos del número, la Sección de Cultura nos trae de la mano de Alfredo Iglesias Diéguez, un estudio sobre la contribución de Faustino Cordón a la comprensión de la emergencia del pensamiento humano.
En A vueltas con los Clásicos, Nuestra Bandera rinde homenaje al pensador Carlos París Amador (1925-2014), catedrático de Filosofía en las universidades de Santiago, Valencia y Madrid, militante comunista. De su quehacer ofrecemos una valoración muy completa por parte del profesor Francisco J. Martínez, catedrático emérito de la UNED y colaborador habitual de NB. En su faceta humana hemos solicitado la colaboración de su hija Inés, reputada cineasta, y de Lidia Falcón, su última compañera vital, con sendas aportaciones.
La Sección de Libros cierra con tres reseñas y una presentación de obras. Javier Moreno reseña el libro Negociación Colectiva, de Ramón Rueda López y Jaime Aja Valle. Manuel González presenta su obra, La huelga más larga. La reseña de Francisco Sierra Caballero sobre el libro de Werner RÜGEMER Una amistad condenada. La conquista de Europa por los Estados Unidos y, finalmente, contamos con el trabajo de Eloina Terrón Bañuelos sobre libro de Enrique-Javier Díez-Gutiérrez Guerra cognitiva y cultural: la nueva “batalla cultural” del neofascismo.
Como siembre, esperamos que sea de interés.
MARGA SANZ
Nos freirán en la sartén si no tomamos el mango.
ResponderEliminarHabrá que darles un buen sartenazo
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