viernes, 24 de octubre de 2014

Charlie y la fábrica de chocolate

Desde las viejas democracias griegas, la política ha sido siempre un asunto de reparto de la riqueza y el trabajo, y de la relación entre uno y la otra. Eso está ahora enmascarado por el tema omnipresente de la libertad, olvidando que esta es siempre libertad para actuar, y que por eso mismo está radicalmente limitada para los insolventes: quien no paga, nada tiene, y nada hace. No vive.

Interesantes pinceladas: hay que recuperar ese "maniqueísmo" de que se habla aquí. No valen esas posiciones mediadoras que pretenden entenderlo... sin entenderlo.

La tragedia de la política de los pobres es que su marco es la política de los ricos, y no puede ser otra si se acepta totalmente ese marco. "Esencial y más", en este caso, ponderar las variables del juego mediático para desenmascarar sus escalas de valores, e irrumpir en medio de ellas con un "maniqueísmo" que no se deje arrastrar a la admisión de su validez.




Rebelión

1. ¿Qué es la política? Como bien se sabe, la política es el espacio de relación entre los muchos, razón por la cual es un asunto de múltiplos. No es circunstancial que la corrupción, siempre una cuestión de números, es tanto más evidente, después una cuestión política, cuanto más números a la derecha incluye, no siendo casual que sea un asunto de ricos pues todo rico es ladrón, a la derecha; y todo pobre, a la izquierda, es robado. 

2. Pero, igual, qué es la política? Es una pregunta, escucho decirlo en épocas nihilistas, eminentemente maniquea. El problema, pues, de la política es la existencia de ricos y de pobres. No hay otro. Y todo lo demás que esconde o tergiversa esta pregunta es falsa ideología al servicio de los ricos.

3. Hay dos maneras de entender y de vivir la política. La política de los ricos y la política de los pobres. Las mediaciones o lo que viene en el medio (y todos estamos en medio de esto) no son otra cosa que juego/lucha ideológica entre la política de los pobres y de los ricos, orquestada en términos de relaciones de poder realmente existentes.

4. Como vivimos en una sociedad oligarca, es la política de los ricos la que prevalece por todos lados. Esa es la razón por la que los pobres no pueden atascarse en las relaciones de poder para actuar o dejar de actuar políticamente. Decir que no es posible tal o cual cosa porque las relaciones de poder no son favorables es, precisamente, hacer el juego a la política de los ricos.

5. Cuando las relaciones de poder son totalmente desfavorables, tenemos la obligación de actuar. Pero no de cualquier modo. La acción política no puede estar jamás separada de la inteligencia, del conocimiento de las tácticas y estrategias de la política de los ricos, en este o en aquel acuerdo socio-histórico.

6. La política de los pobres, siempre revolucionaria, lo es verdaderamente cuando actúe a partir del conocimiento científico (y todo es ciencia) en la política de dominación oligarca de los ricos, estableciendo así directrices y marcos de referencia para teorizar y, colectivamente, orquestar, actuar.

7. Con miles de años de historia oligarca en las espaldas, jugando con nosotros, no existe una política espontaneísta. Cierta filosofia contemporánea (que leo y bebo en la fuente) gusta de alimentarnos de espontaneísmo, teniendo en cuenta un romanticismo revolucionario que es parte y contraparte de la tragedia liberal de la y en la actualidad, pues se alimenta de rostros aislados como si fuesen los protagonistas de la política de los pobres pero que, igual que no lo quieran, tenderán a ser fatalmente transformados en mediadores de la política genocida de los ricos.

8. Los espontaneísmos son dispositivos mágicos que afectan, primero que todo, a las clases medias y estas no son nada más que mediadoras entre los ricos y los pobres: ya se cuelgan de un lado, el de los ricos, ya del otro, el de los pobres, la clase sospechosa por excelencia.

9. Esta no es aún una definición precisa de la clase media, como clase mediadora. Es y no es. En lo hondo y en la superfície, todos, los pobres, son clase media que son definibles así, como mediación entre ricos y pobres, precisamente porque cumplen la función ideológica de dividirse, como pobres, para permitir mejor la dominación de los ricos.

10. Las clases medias, por lo tanto, sólo por existir, son los pobres que no se aceptan como tales. Es por ello que, como clases medias, tendrán que luchar, ser o no ser, para decidir entre los ricos y los pobres.

11. Otra forma de definir las clases medias es esta: son agregados de los ricos, comprendidos como los propietarios de los medios de producción en un contexto planetario en el que existe hegemónicamente un unidimensional modelo productivo mundial: el de la civilización burguesa, esta multinacional que se expande y se apropia de todos los otros medios de producción: naturales, económicos, sociales, subjetivos, simbólicos, así como de las producciones de clases sociales.

12. Es en este sentido que es posible decir que todos tendemos a volvernos clases medias de la civilización burguesa, porque todos somos sus agregados, incluso los dueños de los medios de producción, ya que en alguna medida igualmente nos producimos al interior del capital, por el capital, para el capital.

13. Esta definición de clase media como agregado de la civilización burguesa y esta generalización de todos como pertenecientes a las clases medias agregadas de un modelo productivo planetario, medios de medios, en la plus-valía del y para el capital, distingue al imperialismo gringo del europeo e igual de otros poderes de la y en la modernidad.

14. Los Estados Unidos emergieron como potencia imperialista dominante porque transformaron a la propia civilización burguesa en una empresa mundial de producción de subjetividades, de humanos, de vidas.

15. El momento histórico de esa metamorfosis integral de la civilización burguesa en una empresa planetaria de biopoder, ocurrió en la II Guerra Mundial. Lo que en esta realmente estaba en disputa era el protagonismo imperialista de la empresa mundial del capital, capaz de convertir todo en mercancía, inclusive y hasta, primero que todo, al humano —así como a ella misma.

16. La victoria del imperialismo gringo no se dio, bajo este punto de vista, durante la guerra, ya que la batalla es siempre anterior. Los Estados Unidos son el país por excelencia de la civilización burguesa, entendida como modelo de auto-realización de sí mismo como empresa mundial de producción de vidas, porque emergieron como potencia imperialista experimentalmente apta para ocupar el trono de la civilización burguesa en su esencia, que es en verdad su artifício: suponiendo que el soberano de la civilización burguesa es ella misma como empresa mundial de producción de sí misma, sin cesar.

17. Una película singular para analizar la civilización burguesa, como una industria mundial de sí misma bajo la égida del imperialismo gringo, es La fantástica fábrica de chocolate (2005), dirigida por Tim Burton. En su trama, el excéntrico personaje Willy Wonka (representado por el actor Johnny Depp), dueño de la misteriosa fábrica de chocolate, resuelve dar cinco invitaciones a cinco niños que los encuentran en los chocolates producidos por la empresa, entonces tenida y considerada como la más asombrosa del mundo. El deseo de conocer la fábrica de chocolate por dentro fue publicitariamente explotado porque nadie hasta entonces sabía cómo funcionaba. Una fiebre de compra de chocolates ocurre y en la medida que los invitados son encontrados, el sistema mediático posibilita una amplia divulgación de los afortunados, con una especificidad: de los cinco niños, apenas uno, por ser pobre, no detenta el perfil consumista: es el personaje Charlie Bucket (representado por el actor Freddie Highmore), no siendo casual que la versión del libro que inspiró el filme, publicada en 1964, sea Charlie y la fábrica de chocolate, la cual, para este ensayo, puede traducirse como Charlie, el pobre, y la civilización burguesa.

18. Con excepción, pues, de Charlie, los demás niños tienen los siguientes rasgos: un niño gordo que no para de comer; una niña presumida que se jacta de batir sucesivos récords en masticar un mismo chicle; otra niña mandona, hija de un empresario al que siempre le exige que colme sus deseos narcisistas de consumo; y un cuarto niño que pasa la mayor parte de su tiempo en video-juegos de guerra, teniendo “vocación” para las ciencias. Como se nota, cada niño representa un biotipo a ser producido/reproducido por la civilización burguesa.

19. El filme tiene un narrador irônico, para no decir cínico, que se ocupa ya en narrar los recuerdos infantiles y edípicos de Willy Wonka, ya en narrar los avatares de los cinco niños al interior de la fábrica. El momento en que esta abre el portón para que los cinco “suertudos”, acompañados de sus respectivos padres, entren en la fantástica fábrica de chocolate, todos son sorprendidos por una especie de carrusel de muñecos (¿los cachorros humanos de la civilización burguesa?) moviéndose al ritmo de una música hasta que finalmente se incendian, situación que simultáneamente es seguida por la gradual aparición de un trono vacío, que permanece intacto, sin ser mínimamente afectado por las llamas que derriten los muñecos como si fueran carne podrida.

20. De pronto, entre los invitados escogidos, aparece el dueño de la fábrica, Willy Wonka. Entonces un niño le pregunta: “¿Por qué el señor no está en el trono?”. A lo que Wonka responde: “Si estuviera en el centro del trono no los vería desde múltiple ángulos”, respuesta que interpreto teniendo en cuenta el siguiente argumento: el trono de la civilización burguesa, la era del imperialismo yanqui, es ella misma, sin centro, de manera que solo así sea posible que la civilización burguesa, como una fábrica fantástica, pueda fabricarnos como se fabrican barras de chocolate, con sus contornos multidimensionales —el famoso diseño.

21. A partir de estos argumentos, para retomar el hilo anterior, supongo que es posible argumentar que somos todos agregados de la civilización burguesa, porque somos el producto o el diseño de su fábrica mundial de producción de mercancías. Bajo el trono vacío del imperialismo gringo, la promesa demagógica para los agregados del mundo es: los pobres, representados en el filme por el personaje Charlie, pueden volverse los dueños o el trono de la fantástica fábrica de chocolates de la civilización burguesa, bastando, para ello, que crean en el dulce, al margen de todos los sentidos, de sus productos, tal como ocurre en la escena en la que el propio Charlie dice: “La fábrica no tiene que tener sentido, ya que el caramelo está más allá de toda comprensión”.

22. Los pobres, pues, heredarán la civilización burguesa cuando no la entiendan y cuando, por lo tanto, sólo desearen el dulce demagógico de la promesa de que su vacío trono puede ser ocupado por cualquiera, esto es, por los pobres —los verdaderos agregados a ser conquistados, capturados, una vez que las clases medias, como los otros niños del filme, son sus agregados naturales, razón suficiente para ser presentados, en el filme, como caricaturas desechables.

23. La fantástica fábrica de chocolate de la civilización burguesa, por lo tanto, sabe conocer el interlocutor a ser capturado, endulzado: los pobres. Su semántica de producción de endulzadas ausencias de sentido, o sinsentido, tiene como objetivo principal eliminar los maniqueísmos entre pobres y ricos, razón por la cual la política de los pobres, en su sentido revolucionario, es aquella que debe restituir los maniqueísmos a partir de la destitución misma de los endulzados malabarismos mágicos de la fantástica fábrica de la civilización burguesa.

24. Para tal fin, es preciso saber identificar al Willy Wonka de ocasión: el imperialismo yanqui, que nos observa desde todos los ângulos, de arriba para abajo, a través de las tecnologías ópticas, propias para vernos al mismo tiempo de lejos y de cerca, como las que existen en los aviones no tripulados [o drones: Nota del Trad.], en los satélites, por ejemplo; y también a través de tecnologías táctiles, que son las digitales del y en el teclado del computador, las diversas versiones de celulares, las redes sociales, porque sólo así somos vistos por todos los lados, más allá de representados por la industria cultural como el producto de la captura al mismo tiempo óptica y táctil —las azucaradas mercancías humanas del capital.

25. Si se considera la elección para presidente en Brasil, disputada en segunda vuelta por la actual mandatária, Dilma Rousseff y por el oligarca Aécio Neves, lo que vuelve a Dilma Rousseff vulnerable en los debates transmitidos por las TVs corporativas, es precisamente esto: no asumir plenamente el punto de vista de la política de los pobres, teniendo en cuenta dos variables sin las cuales toda política tenderá a transformarse en política de los y para los ricos, cuales sean: 1. La variable de que el principal tema latente de una elección para presidente en todos los países es la relación que el candidato tendrá con los Estados Unidos, en el caso de ser elegido; y una segunda variable anclada en una crítica radical al sistema mediático corporativo, por funcionar como tecnología al mismo tiempo óptica y táctil de captura de los pobres, a fin de entregarlos al carrusel en llamas del imperialismo estadounidense.

26. El principal tema de campaña, por lo tanto, es el trono vacío del imperialismo gringo. Dilma Rousseff debe, pues, llenarlo argumentando, por ejemplo, que las sucesivas campañas mediáticas de denuncias de corrupción en Petrobras tienen como objetivo simplemente el siguiente: entregar nuestro petróleo a las transnacionales americanas.

27. Llenar este trono, por lo tanto, es la única salida para que Dilma Rousseff pueda distinguirse nítidamente de Aécio Neves, dejando claro que el candidato del PSDB no es más que un Willy Wonka al servicio de la fábrica de chocolate del imperialismo yanqui.

28. Sólo así Dilma Rousseff podrá transformar el sinsentido de los debates en producción de sentido político comprometido con los pobres del Brasil, de América Latina y del mundo.

5 comentarios:

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  2. La traducción de este ensayo, que no se ha citado, es de Luis Carlos Muñoz Sarmiento, escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Muchas gracias de antemano por introducir la corrección.

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  3. Pido perdón por la ausencia de la cita en el texto. Lo cierto es que no lo creí necesario, puesto que enlazaba con el artículo en la fuente de donde lo tomé. Lo veo hoy y lo tendré en cuenta para el futuro.

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  4. Disculpe, Juan José, si no lo creyó necesario no es que no lo sea: es imprescindible citar no sólo la fuente de la que fue tomado el texto, sino, en caso de haber sido traducido, citar también al co-autor, es decir, al traductor. Que, contra lo que se dice, no siempre es "traidor", jejeje.

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  5. Disculpe, Juan José, si no lo creyó necesario no es que no lo sea: es imprescindible citar no sólo la fuente de la que fue tomado el texto, sino, en caso de haber sido traducido, citar también al co-autor, es decir, al traductor. Que, contra lo que se dice, no siempre es "traidor", jejeje.

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