viernes, 19 de marzo de 2021

El punto ciego

Los economistas, desde que en sus escuelas impera el pensamiento neoliberal, no han dejado de decirnos que el capitalismo es el único sistema posible, y que siempre sale fortalecido (y también transformado, naturalmente) después de las crisis que su propia dinámica provoca.

Cuando la realidad se lo impone, el capitalismo se transforma. Se agotó el liberalismo clásico, luego el keynesianismo y ahora es el neoliberalismo el que se cuestiona. El sistema falla porque excita unas aspiraciones que no puede satisfacer. Para mantener su ganancia, aumenta la explotación de quienes la producen, disminuyendo la demanda solvente mientras lucha por mantener incesantemente la oferta. Se aproxima al límite porque tiene dificultades para crecer y lo necesita imperiosamente para sobrevivir.

Hasta aquí llega la mayoría de sus críticos. Pero son muchos los que no se atreven a asomarse a la causa fundamental, el límite insalvable, seguramente porque, en su negativa a aceptar otra forma de vida, no quieren ver que el decrecimiento no es una opción sino una realidad que se impone.

La impone, y a un plazo muy corto, la falta de energía, dado el agotamiento inexorable de la fósil. A un plazo muy corto. Por eso la "solución" que se propone es la fantasía de que "la tecnología lo resolverá todo". Una mayor eficiencia en el uso, nuevas fuentes disponibles, otros motores, la transformación digital de la economía. Ya hace tiempo que se viene hablando de la desmaterialización de la economía, mientras su materialización no ha dejado de crecer.

Mientras la mayoría de los economistas lo pasan por alto, hace ya bastantes años que algunos buenos conocedores del tema energético vienen alertando de las soluciones ilusorias que se están proponiendo, y que en el fondo solo alimentan los intereses del capital que, con grandes inyecciones de dinero público, encuentra en estos desarrollos nuevas oportunidades de negocio.

Antonio Turiel, a cuyo blog The Oil Crash recurro con frecuencia, por la información contrastada que siempre ofrece, alerta, en El futuro digital sobre tres fuertes limitaciones de esta tecnología:

  • El final de la ley de Moore: Desde la década de los 70 del siglo pasado se ha [había] observado que la cantidad de transistores que se podía integrar en un chip se duplicaba cada 18 meses aproximadamente [crecimiento exponencial insostenible].
  • Consumo de energía de Internet: Un estudio de la Universidad de California Berkeley del año pasado [2011] cifra el consumo de energía de internet (entendido no sólo la red física, sino todos los dispositivos a ella conectados, y contabilizando la energía de fabricación de los diversos aparatos) en entre un 1 y un 2% de toda la energía (atención: no solo eléctrica; toda la energía) que se consume en el planeta. La cifra es impresionante, porque siendo realistas en el largo plazo el ser humano podrá mantener una fracción de toda la energía que consume ahora mismo, quizá un 10% y eso si juega bien sus cartas, con lo que la factura de internet a esta escala tendría un peso muy grande.
  • Impacto del silicio en los microchips: Los chips de microelectrónica se fabrican con silicio, que es uno de los minerales más abundantes en la corteza terrestre (la arena común es básicamente óxido de silicio). Sin embargo, las obleas de silicio con las que se fabrican tienen que tener una pureza de silicio extrema, del 99,9999%, lo que requiere salas especiales en condiciones de limpieza excepcional (salas blancas), lo cual obliga a un gran gasto energético, que es tanto mayor cuanto menos puro es el material de partida.
En otro artículo, Tecnología no es energía, avisa:
"En suma, asumimos que la tecnología salvará cualquier obstáculo, siendo igual las limitaciones de la energía. A crear esta visión han contribuido mucho los economistas, que han desarrollado una bella teoría sobre la utilización de los recursos que, por supuesto, no incorpora límites. De hecho no deja de ser chocante que cuando se discute sobre las limitaciones energéticas de nuestro futuro los primeros que te empiezan a hablar de soluciones tecnológicas maravillosas aunque no las comprendan son los economistas. Todo antes de aceptar que hay límites, que no sólo de ingenio industrial se vive, que la economía no puede crecer siempre, y que esta crisis no acabará nunca".

Y sobre la esperanza puesta en la economía del hidrógeno pueden consultarse estos artículos:

Santiago Niño-Becerra, economista que sí entiende de límites, ha escrito un interesante libro en que se atreve a poner fecha de caducidad al sistema capitalista. El programa radiofónico Futuro abierto ha debatido sobre él este domingo bajo un interrogante ¿fin del capitalismo?

Vislumbra el autor un futuro un tanto distópico, con soluciones tecnológicas, renta básica y población anestesiada, que recuerda a clásicos como 1984, Un Mundo Feliz o Matrix. Parcialmente en la línea tecnolátrica y deshumanizada que también dibuja en sus libros Yuval Noah Harari.

Incluso este economista crítico no plantea el tema energético, que será la mayor limitación a un plazo muy corto, en toda su crudeza.

Indudablemente este es un punto ciego para cualquier economista. Posiblemente porque no ven la manera de abordar el problema de modo "realista".

Y yo me pregunto: ¿es posible que los think tanks que asesoran a las corporaciones y a los gobiernos no lo sepan?

Y digo yo: ¿no será que lo saben y creen que no hay remedio dentro del sistema y que no creen (ni quieren) que haya nada posible fuera de él?

Y esto me lleva a pensar: ¿será que su solución es precisamente una drástica reducción "por abajo" de la población humana, lo que de alguna forma ya están haciendo con guerras programadas, exclusión social y abandono de los más miserables?

La lista de sobrantes es larga y sigue creciendo. El ecofascismo acecha. Si no hay recursos para todos, reservémoslos para "los mejores", que naturalmente somos "nosotros". El contenido de este "nosotros" es variable. Las religiones suelen hablar de "el pueblo de Dios", "el pueblo elegido" o designado por "el destino manifiesto". Otros, con ínfulas científicas, de "la raza superior". En el fondo son engaños, dirigidos a convencer a su "nosotros" y resignarlos a "ellos".

¡No más ceguera!


1 comentario:

  1. "Más prosperidad"... Vale, pero ¿para quienes, cómo y a qué precio? El propio concepto es de dudoso valor universal.

    Excelente entrada, como es habitual en este blog.

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