viernes, 12 de noviembre de 2021

Sueñan los androides con coches eléctricos

Parece que en esta sociedad cada vez más verde, gobiernos nacionales y organismos internacionales ven en el coche eléctrico una gran ayuda para la eliminación de las emisiones de gases de efecto invernadero. El legislador parece dispuesto a eliminar por completo los motores de combustión interna y sustituirlos por motores eléctricos.

La opinión pública y los medios de comunicación están casi unánimemente acordes con esta idea. Si buscamos artículos sobre el tema encontraremos comentarios sobre las ventajas de estos vehículos, junto con algunos inconvenientes aún no resueltos, pero que sin duda lo serán cuando esté a punto la tecnología correspondiente. Uno de ellos es La autonomía del coche eléctrico, porque las actuales baterías, además de grandes y pesadas, requieren largos tiempos de recarga, además de lo que escasean los lugares de repostaje.

Otro artículo, ¿Es el coche eléctrico el futuro?, analiza sus ventajas y desventajas. Entre las primeras la que sirve de base a las demás, que son de carácter más político y administrativo. Esa ventaja inicial pregonada es que no emite CO2 ni óxidos de nitrógeno. Además, los motores eléctricos son más eficientes que los de combustión interna, porque la mecánica es mucho más simple y la pérdida de energía en la transmisión a las ruedas es menor. Las otras ventajas derivan de políticas monetarias y urbanísticas: beneficios fiscales, ayudas para la compra, facilitación del acceso y aparcamiento en las ciudades...

Se espera que los inconvenientes mencionados se superen con la extensión de la infraestructura de recarga y la optimización de las baterías. Otro problema es el precio. Se espera que vaya descendiendo. De momento, para fomentar la sustitución, además de políticas coercitivas se aplican ayudas para comprar un coche eléctrico. No es evidentemente una solución real, sino una más de las políticas fiscales y crediticias que disimulan y aplazan los problemas.

Algunos datos que encuentro en un artículo de Joaquín Rábago publicado en el Faro de Vigo el día 7 del presente mes, nos redirigen a la raíz de la espinosa cuestión de fondo, esa que la mayoría no ve, seguramente porque no quieren que vea, y que tanta gente tampoco se atreve a afrontar:

  • Un automóvil mediano con motor de gasolina genera una tonelada de CO2 en un recorrido de 7.000 kilómetros.
  • Su equivalente con motor eléctrico ha lanzado ya a la atmósfera, antes de ponerse en marcha, más gases de efecto invernadero de los que generaría el primero en 80.000 kilómetros.
  • La fabricación de un coche eléctrico consume más energía y emite más CO2 que un hogar medio de cualquier país centroeuropeo en un período de diez años.
  • La producción de millones de automóviles eléctricos, subvencionada por cierto por los gobiernos con miles de millones de euros, expulsará a la atmósfera decenas de millones de toneladas de CO2.
  • Se equivocan o directamente nos engañan quienes aseguran que las energías renovables van a permitirnos prevenir la catástrofe sin tener que cambiar de modo de vida y de pautas de consumo.

La fabricación de un coche eléctrico emite tanto CO2 porque en su producción se emplean combustibles fósiles que ya escasean, como escasean algunos minerales imprescindibles. Una doble espiral energética y climática que el sistema económico capitalista intenta retrasar lo más posible sin cambiar sus reglas.

En uno de los episodios de la película Pajaritos y Pajarracos, una madre que no puede dar de comer a sus hijos los engaña haciéndoles creer que aún no amanece cuando despiertan hambrientos. Cierra las contraventanas de la habitación y les repite: "¡dormid, todavía es de noche!".

Ahora tendremos que gritar alto y claro: "¡despertad, que anochece!".


El espejismo del coche eléctrico

Joaquín Rábago

Se nos trata de vender el coche eléctrico como el milagro tecnológico que nos ayudará a luchar con eficacia contra el cambio climático, pero se trata de una falsa ilusión, de un espejismo.

La simple fabricación de un vehículo dotado de motor eléctrico es responsable de la emisión de unas doce toneladas más de CO2 que la de un coche con motor de combustión interna, de las que siete corresponden sólo a la batería.

Y si un automóvil mediano con motor de gasolina genera una tonelada de CO2 en un recorrido de 7.000 kilómetros, su equivalente con motor eléctrico ha lanzado ya a la atmósfera, antes de ponerse en marcha, más gases de efecto invernadero de los que generaría el primero en 80.000 kilómetros.

La fabricación de un coche eléctrico consume más energía y emite más CO2 que un hogar medio de cualquier país centroeuropeo en un período de diez años.

La producción de millones de automóviles eléctricos, subvencionada por cierto por los gobiernos con miles de millones de euros, expulsará a la atmósfera decenas de millones de toneladas de CO2.

¿Tiene algo que ver esto con la lucha contra el cambio climático?, se pregunta el ingeniero y sociólogo alemán Jürgen Tallin, cofundador de la asociación ciudadana Nuevo Foro, de Leipzig (1).

¿Cómo va a contribuir a resolver ese problema un vehículo cuya fabricación lleva ya aparejada una pesada "mochila" de CO2 y que va a recorrer luego durante años miles de kilómetros gracias a la electricidad generada en parte gracias al carbón o al hidrógeno a partir del gas natural?

Se equivocan o directamente nos engañan quienes aseguran que las energías renovables van a permitirnos prevenir la catástrofe sin tener que cambiar de modo de vida y de pautas de consumo.

La simple descarbonización y electrificación de las estructuras actuales no será en ningún caso suficiente. Y ello, sin tener en cuenta que no habrá energías alternativas en cantidad suficiente para cubrir todas nuestras necesidades.

Será preciso, por el contrario, reducir drásticamente el consumo de energía y de materias primas tanto en la industria como en la vida cotidiana, algo a lo que parece que muchos no están dispuestos.

En lugar de continuar como hasta ahora dependiendo del coche particular para la mayoría de nuestros desplazamientos, habrá que fomentar el transporte público tanto en las ciudades como en las cada vez más abandonadas zonas rurales.

No tiene tampoco sentido que, por culpa, entre otras cosas, de la carestía de la vivienda en el centro de las grandes ciudades, millones de personas se vean obligados a vivir a kilómetros de distancia de donde desarrollan su actividad y tengan que coger diariamente el coche para ir al trabajo.

Hay que escuchar advertencias dramáticas como las del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, sobre la imperiosa necesidad de reducir las emisiones globales de CO2, de la que el mundo rico es el principal responsable.

De no cambiar de comportamiento, de seguir como hasta ahora, en lugar de alcanzar esas emisiones una reducción del 45 por ciento para el año 2930, podrían crecer en más de un 30 por ciento. Se lo debemos a las próximas generaciones.

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(1) En la revista mensual Blätter für deutsche und internationale Politik.

3 comentarios:

  1. "Se equivocan o directamente nos engañan quienes aseguran que las energías renovables van a permitirnos prevenir la catástrofe sin tener que cambiar de modo de vida y de pautas de consumo". He ahí la clave de este peliagudo asunto. Se necesita pues un "comandante" que llegue y mande parar esta locura suicida.

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  2. Al margen de la contaminación, tal y como se están poniendo los precios de los combustibles los coches eléctricos son una opción más que rentable. Yo estoy mirando uno porque además del tema de la sostenibilidad, estoy pensando en el ahorro en diesel que voy a tener, he visto algunos en https://www.driveris.es/coche-electrico-hibrido-segunda-mano y en los próximos meses haré el cambio sin duda alguna

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