lunes, 22 de noviembre de 2021

Píntamelo de verde

Cuesta poco desmontar la insultante tramoya que ha supuesto la COP26, esa "conferencia anual sobre el cambio climático de las Naciones Unidas" que se ha  celebrado en Glasgow este mismo mes.

La atención se centraba en eliminar la producción de gases de efecto invernadero, pero el propio montaje de la conferencia los produjo en abundancia. Los mandatarios no se mueven sin una parafernalia despilfarradora. Además de esa insultante contradicción, los parcos y poco comprometedores acuerdos han demostrado otra vez la falta de voluntad real de afrontar el problema.

Denuncia Thierry Meyssan en la RED VOLTAIRE que el «Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático» (GIEC, también designado ‎como IPCC debido a sus siglas en inglés), fue creado nada menos que por Margaret Thatcher para acabar con los sindicatos mineros de los ‎yacimientos de carbón y promover una nueva revolución industrial, basada en el uso del ‎petróleo del Mar del Norte y en la energía nuclear. También pone en duda de que el calentamiento global, de origen no solo antropogénico, pueda acabar con la especie humana, y opina que hay una gran manipulación para imponer políticas favorables a los intereses de las grandes corporaciones y los gobiernos que las sirven.

De todo ello no me cabe duda, pero habría que añadir que la utilización interesada de los hechos para dirigir las políticas más convenientes a esos intereses no significa de ningún modo que los hechos sean falsos. Aquella nefasta mujer quería acabar con los sindicatos, pero es innegable que el carbón lanza a la atmósfera la mayor proporción de CO2, junto a otros óxidos muy nocivos (los hidrocarburos producen también vapor de agua).

El fluido capitalista se mueve siempre buscando oportunidades de negocio, y las encuentra tanto creando como destruyendo. Las catástrofes naturales y las guerras, las reconstrucciones que las siguen... todo se hace a través de inversiones de capital que producen beneficios a los inversores. No es de extrañar que ahora el gran negocio sea la «transición energética», por falsa que sea.

Podemos considerar exagerado (o no) que el cambio climático pueda acabar con la humanidad como especie zoológica, pero sí puede hacerlo como colectividad mínimamente estructurada, y como consecuencia reducir la población a niveles prehistóricos. Los masivos  éxodos, por esta y otras causas también ligadas al sistema, están siendo muy preocupantes.

El principio de precaución obliga a tomar medidas mucho más duras que ese lavado verde cada vez menos convincente. Y es cierto que los gobiernos las modulan a la mayor conveniencia de las corporaciones.

Cada vez tengo más claro, sin embargo, que a muy corto plazo el principal problema no es el climático, sino el energético. En este momento hay un factor limitante, el diésel que mueve la mayor parte de las mercancías.

Cuando la oferta no puede suplir a la demanda, los compradores pujan por lo que escasea, y en esa subasta sube el precio. Entonces, los que no pueden acceder a pagarlo quedan excluidos y la demanda baja hasta equilibrarse con la oferta. Las dos soluciones ante la escasez son el racionamiento y la exclusión social. Ambas se utilizan, y el liberalismo rampante tiende a la segunda. Este mecanismo es cíclico, y contribuye a estimular la producción, buscando nuevas fuentes, tecnologías más eficientes y nuevas formas organizativas. Pero puede chocar con límites insalvables.

Un artículo publicado en The Oil Crash deja claro el problema energético más inmediato, que es el cuello de botella que supone la falta de un combustible difícilmente sustituible para el transporte a gran escala. Con profusión de datos estadísticos oficiales, que podréis ver en el enlace, demuestra esta realidad que quieren dejar en segundo plano tras la pantalla propagandística de una manipulada lucha contra el cambio climático.

Una última reflexión por mi parte; "si tu herramienta es un martillo, el problema tendrá forma de clavo". El capitalismo financiero todo lo resuelve con inversiones gigantescas, pero repito: dar mucho dinero para comprar lo escaso solamente lo encarece si no lo hay en la cantidad supuestamente equivalente. ¿A qué precio se pagará la piel del último oso blanco o el último tigre?



El pico del diésel: edición de 2021

(...)

En una economía de mercado la escasez de un producto provoca su encarecimiento debido a la competencia entre demandantes, porque el precio no lo fija el vendedor sino el comprador, como si de una subasta se tratase. Un producto vale lo que un comprador está dispuesto a pagar por él. La escasez del diésel provoca su aumento de precio y éste es repercutido en absolutamente todos los productos, lo que provoca un recalentamiento de la economía hasta tal punto que, superado un cierto umbral, se vuelve inasumible por el sistema y éste entra en recesión. Muchos consumidores dejan de consumir productos que se han vuelto demasiado caros y muchas empresas no pueden operar ya que se quedan sin márgenes de beneficio al ser éstos cada vez más ajustados, lo que equivale a que haya destrucción del tejido productivo y la consecuente reducción de la demanda del combustible. Es la famosa espiral de destrucción de la demanda y de la oferta. Esta reducción es forzada, no lo olvidemos.

Estamos muy cerca, si no lo hemos rebasado ya, del umbral de dolor que una economía puede soportar sin entrar en recesión, a pesar de encontrarnos lejos de los 110 o 120$ por barril de crudo, y es que hay que tener en cuenta que no es el precio del petróleo lo que encarece la vida, o mejor dicho, no es sólo el precio del petróleo el que puede llevar a una sociedad a la recesión. Al fin y al cabo, lo que nos afecta directamente es el precio del diésel, que es el factor clave, porque como decía al principio, el diésel es la sangre del sistema.

Todavía no notamos que falte diésel en las gasolineras. Al menos no en nuestras gasolineras pero lo que está claro es que, en nuestro sistema económico de mercado, si el precio está subiendo es muy posible que sea a que, en la competencia por el producto, haya gasolineras en algún lugar que no tengan diésel. ¿Es posible que haya gasolineras sin diésel?

Pues sí, es posible. China está racionando el diésel en algunas zonas del país, lo que está provocando problemas logísticos importantes, que se suman al resto de problemas que está teniendo relacionados con la falta de carbón para sus centrales térmicas, que desemboca en cortes de electricidad en gran parte del país. Pero los problemas de China son los problemas de todos y su falta de diésel para consumo interno provoca que tampoco tenga combustible para exportar, así que Corea del Sur está comenzando a temer por su economía.

Podríamos pensar que China está lejos, que China es muy grande, que los chinos son malísimos y que China hace las cosas muy mal, o eso dicen muchos, porque son comunistas o lo fueron. Podemos buscar la excusa que queramos pero resulta que en los Estados Unidos, considerado por la mayoría como un polo opuesto a China, también están teniendo problemas de suministro de diésello han tenido que empezar a racionar. ¡Quién lo iba a decir! Los adalides del “libremercado” racionando un bien. Quizás la mano invisible del mercado no está siendo capaz de proveer un sustituto.

Seguramente será un problema local, muy puntual y para nada representativo o quizás no, porque estás cosas se sabe cómo comienzan pero no como acaban, o sí. Lo que sí sabemos es que las reservas de diésel de los Estados Unidos se encuentran muy por debajo de lo que sería deseable y de lo habitual para esta época del año, tanto como que en los últimos 20 años nunca habían sido tan bajas. Así que quizás los problemas de escasez no sean tan puntuales, locales o pasajeros como algunos cuentan y les gustaría.

La verdad es que el problema de la escasez de diésel va en serio. De momento, abróchense los cinturones, que esto parece que no ha hecho nada más que comenzar y no será divertido.

Rafael Fernández Díez

1 comentario:

  1. El artículo de Thierry Meyssan ilustra ciertos aspectos (históricos) relacionados con el medio ambiente que no siempre se tienen en cuenta. Sin embargo, no estoy de acuerdo con él cuando niega la magnitud de la amenaza que para el conjunto de la humanidad supone el actual modelo capitalista.

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