martes, 18 de julio de 2023

El ecologismo se admite como performance u objeto decorativo

"Predicar en un desierto es trabajillo perdío", decía en una de sus rimas un vate loco; pero habrá que seguir haciéndolo, si queremos desviarnos de esta mucho más loca ruta hacia el castillo de irás y no volverás.

¡Que entre algo de aire en esta campana de vacío para que podamos oír a tiempo el timbre del despertador del apocalipsis!

De ti y de todos los otros tús dependerá que podamos detenernos, aunque sea en el mismo borde de este agujero negro. Por eso mismo este otro poeta-filósofo insiste una y otra vez, tratando de comprender y de ayudar.

Por eso pienso luego insisto, y a ti me dirijo una y otra vez, una y otra vez...

....y aún con la lengua muerta y fría en la boca
he de mover la voz A TÍ debida...

“El que venga detrás que arree”; pero ¿vendrán todavía muchos arreando detrás?








Imagen de Jarmoluk en Pixabay


atravesar el desierto

Jorge Riechmann

I

“El que venga detrás que arree” es el lema siniestro que preside nuestra criminalidad social. Pero quienes vienen detrás ya estáis aquí…

No se contiene a un cáncer hablándole de responsabilidad social corporativa. 

El ecologismo se admite como performance u objeto decorativo. Lo que vaya más allá tropieza con una represión bastante implacable.

II

Extracción a costa de lo que sea.

Producción a costa de lo que sea.

Consumo a costa de lo que sea.

Y por supuesto deyección y contaminación y desgarro de la red de la vida a costa de lo que sea.

Cortoplacismo se nos va quedando corto: en la era de los chutes de dopamina inducidos por smartphone, y la negociación bursátil automatizada casi a la velocidad de la luz, quizá tendríamos que hablar de nanoplacismo. Un ser inteligente sabría reconocer ahí un peligro mortal.

En una sociedad tecnólatra ¿nos atreveremos a ser tecnoagnósticos?

III

Nuestro tiempo es aquel que ha tenido que inventar la palabra omnicidio. Sólo eso ya apunta hacia una época histórica del todo excepcional…

Dos mil años y se recupera el paisaje. Veinte millones de años y se recupera la biodiversidad. Pero los plazos de la vida humana, y los de la historia humana…

“Los cambios radicales instantáneos no son viables”, nos dice el muy sensato Vaclav Smil en su muy documentado ensayo sobre Cómo funciona el mundo. Y, sin embargo, esos son precisamente los cambios que necesitaríamos para evitar futuros infernales…

Nuestro gran no apenas se ve compensado por un sí muy frágil: es la apuesta herida por un futuro humano que quizá nunca existirá.

IV

Escucha uno esta expresión frecuente: “Y eso, ¿cómo lo aterrizamos?” Se está preguntando cómo concretar en nuestra cotidianidad ese asunto, el que sea, que ahora consideramos. Pero, a estas alturas de la historia humana, uno casi sólo puede comprender aterrizar en sentido literal: poner los pies en la Tierra, en este nuestro planeta simbiótico. (Tal es el sentido en que Bruno Latour titula su libro ¿Dónde aterrizar?).

V

Un paso más allá de la resiliencia, eso que los biólogos llaman hormesis: cuando se expone un organismo a condiciones de daño (un veneno químico, radiaciones ionizantes, un medio ambiente degradado…) que el metabolismo tiene que combatir, a veces el estado final de tal organismo puede ser mejor que el inicial. Como cuando prospera la vida animal silvestre en los alrededores de la central nuclear de Chernóbil, a pesar de la radiación que sigue infestando el lugar.

VI

Dogen, el maestro zen japonés del siglo XIII, cuenta la profunda impresión que le produce el encuentro con un anciano monje cocinero que está secando al sol setas shitake, cuando él tiene 23 años. Y le interpela: pero, anciano, ¿no sería mejor que ese trabajo lo realizara algún monje joven, y así tú podrías consagrarte a tu búsqueda espiritual, en estos postreros años de la vida? El cocinero le da una lección profunda al contestarle: “Los demás no son yo. Yo no soy los demás. Ésta es mi tarea y sólo yo puedo realizarla”.

¿Cuál habrá sido mi tarea? Seguramente la que enuncia el título de mi blog: tratar de comprender, tratar de ayudar. Tratar de abrir los ojos y contribuir a que los demás puedan hacerlo que podamos hacerlo en común.

VII

Poliamor, sin duda. Amor a los árboles, amor a las nubes, amor a los libros, amor a Casandra y al Barón de Münchhausen, amor a los seres humanos que se buscan y se aman.

VIII

A la actriz Nathalie Poza, su psicoanalista le espetaba: “¡La vida no tiene sentido, asúmelo! Pero vive como si lo tuviese o como si fuese posible que lo tuviese”.

Un pasito más allá de la filosofía del como si: la vida para un animal como Homo sapiens tiene el sentido que logremos darle.

En mi caso diría: reintegrarnos de forma consciente en la vida de Gaia, reduciendo la dominación, la violencia y la crueldad en todo cuanto esté a nuestra mano. Y así superar el tribalismo hacia formas de convivencia inclusivas y amorosas más allá de lo humano…

Participación, nos decía el antropólogo Lévy-Bruhl. Consideración, insiste la filósofa Pelluchon. Conexión y amor compasivo para rehacer nuestro vínculo con los diez mil seres.

IX

Cuenta Edgar Morin (en su conferencia “A propósito de los siete saberes”) que un enólogo le preguntó al astrofísico Michel Casser qué veía en la copa de vino que acababa de ofrecerle. Y la respuesta fue:

“Veo las primeras partículas que se formaron en los primeros segundos del universo, veo el átomo de carbono que se creó en la fragua de un sol anterior al nuestro, veo las moléculas que se constituyeron en la Tierra y se unieron, veo el nacimiento de la vida, veo el desarrollo del mundo vegetal, la aparición de la viña salvaje, veo su domesticación en el mundo mediterráneo y además veo ahora las técnicas electrónicas que verifican la vinificación, y además… ¡Ya está bien! ¡A vuestra salud!”

X

“¿Cada vez que ves un desierto sales corriendo? Cuando aparezca un desierto, atraviésalo” dice el maestro Ailton Krenak.

“El sonido del agua que fluye es el gran discurso de Buda”, dice el maestro Eihei Dogen.

Y la conversación de los pájaros, añadimos.

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