jueves, 20 de julio de 2023

¿Por qué abstenerse? ¿Y por qué no?

Hace cuatro meses se despedía de su escaño en la Asamblea de Madrid el diputado de Unidas Podemos y veterano luchador sindicalista Agustín Moreno, con estas palabras:

Querría hacerles un ruego, un consejo y una reflexión.

El ruego es muy sencillo y evidente: pongan por encima de todo el bien común, el sentido común, el sentido de justicia y de supervivencia. Construyan y rechacen la horrible facilidad de destruir, que decía Paul Valèry. Preocúpense por el futuro, porque es donde van a vivir ustedes y sus descendientes el resto de su vida. Y objetiven los debates partiendo del principio de realidad que es un argumento irrebatible. Sepan que nada de lo importante llega con facilidad y de manera inmediata. No intenten ganar solo con los votos, convenzan con las razones: nos irá mejor a todos.


Ahí va el consejo: creo que las personas nos levantamos todos los días con el propósito de ser mejores. Señorías, estoy seguro de que la mayoría de ustedes son buenas personas. Y eso está bien. Pero no es suficiente: intenten ser personas buenas. Porque si una buena persona es la que no hace mal a nadie, una persona buena es la que nos hace mejores a los demás. No es fácil, claro, pero hay que ambicionar esto último y no creo que haya mejor propósito para toda aquella persona que se dedique a la política.

Una reflexión: dice un amigo que los seres humanos corremos poco, soportamos mal el calor y el frio, no aguantamos sin beber agua y sin comer, pero tenemos una gran virtud: la empatía. No la pierdan nunca, porque si se pierde, estamos perdidos. Tengan conciencia, por ello, de que la vida debe ser algo más que un paseo por la soledad. Por eso, preocúpense del otro, de los demás, cultiven jardines de sueños y conviértanlos en cuidados y en derechos.

Ahora, en medio de la vorágine electoral, reflexiona Agustín sobre las razones de la abstención de tantas personas que abandonan esta modestísima herramienta que es el voto, bien por considerar que el suyo vale poco, bien por objetar una parte de las propuestas, o por un escepticismo que nace muchas veces de la pereza para informarse.

A los primeros habrá que recordarles aquello de que "por un clavo se pierde una herradura".

A los segundos, que "la intersección de todos los conjuntos es el conjunto vacío". Nunca una propuesta satisfará todas nuestras expectativas.

Y para los terceros, una norma jurídica (¡y moral!) que no admite el desconocimiento como excusa: "la ignorancia de la ley no libra del castigo".

El castigo puede ser también por omisión. Por omisión del voto podemos perder mucho. Pensemos que siempre habrá una opción mejor que otras, o si queréis menos mala, que viene a ser lo mismo.

Díaz y Belarra en un acto electoral en Navarra.-IVÁN DELGADO / Europa Press


El disputado voto de la hermana de Ana

19/07/2023

Había enviado a mi compañera Ana un artículo que había publicado sobre las elecciones generales. Me impuse la obligación de escribirlo ante el ambiente de pesadumbre que veía a mi alrededor sobre las posibilidades de la izquierda. En él abundaba en la opinión de García Montero: "los que saben que no es honesto hacer cualquier cosa para ganar unas elecciones, deben saber que tampoco es honesto dejar de hacer lo necesario para no perder unas elecciones". Ana me dijo que se lo iba mandar a su hermana, por si la convencía de que votase el 23 de julio. A partir de ahí, mantuvimos una conversación en WhatsApp:

Se lo he mandado a mi hermana que es de izquierda, pero nunca vota. 

A ver si le ayuda a reflexionar, aunque no es fácil si es por razones ideológicas. 

Eso es lo que le pasa a ella. Es muy maja, trabaja con personas migrantes.

Yo hablo, por ejemplo, con compañeros anarquistas y solo se plantean votar en situaciones muy extraordinarias. Depende de lo grave que la consideren.

—Sí. Mi hermana votó una vez a Podemos y creo que ya.

—Bueno, quiérela igual, seguro que es un alma pura.

—Eso sí, por supuesto. Es mi ejemplo a seguir.

—Pues ya está. No creo que vayan a entrar los bárbaros solo por su voto.

Hasta ahí una conversación normal. El problema vino cuando aquella noche el tema se me metió en el sueño. La izquierda perdía las elecciones ¡por un voto! La verdad es que es tan difícil que parece increíble, pero sucedía (en el sueño). Matemáticamente es posible que un voto decida un escaño en una provincia para el bloque reaccionario y lo pierda el bloque progresista. Cuando me desperté, me vino a la cabeza la vieja historia inglesa del clavo de la herradura del caballo del rey que libraba una batalla decisiva para el curso de una guerra. Que por un detalle insignificante se perdió una dinastía.

La pregunta es ¿por qué personas buenas, progresistas, solidarias, comprometidas con los derechos humanos, y con un alto desarrollo moral, no votan? Al analizar la abstención, aparecen perfiles diferentes. Veamos.

1. Está el grupo del "Yo paso de política" es seguramente el más numeroso. Frente a ello ya advertía Antonio Machado a los jóvenes: "Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros, y, naturalmente, contra vosotros". A través de las emociones se busca desde el poder que estos electores voten en contra de sus intereses o, al menos, que se abstengan. En este sentido, la teatralización de la política y las mentiras (Feijóo y Ayuso son unos genios) además de engañar, buscan alejar de la política a la ciudadanía, excepto a la hinchada propia. En la guerra de dominio de los menos sobre los más, abstenerse o votar a favor de las élites refleja que, cuando la frustración individual y colectiva se proyecta hacia los de al lado y no contra los de arriba, hay una grave falta de conciencia. La única solución es acercarse al pueblo con la política para que juegue su función civil y forme parte de la discusión pública.

2. Hay otro grupo de personas que llevadas por el desacuerdo por alguna ley concreta (por ejemplo, la necesaria ley trans) o por cómo se han construido los proyectos políticos, se plantean no votar. Son personas con criterio y estoy seguro de que no actuarán como aquel soldado del chiste al que no le gustaba la comida del cuartel y que, para vengarse, hacía y decía: ¡Qué se joda mi capitán que no como rancho! Autolesionarse para tener razón sería un disparate y ninguna persona seria lo puede hacer. Por fortuna, creo que el nivel de apasionamiento se ha reducido. Y digo afortunadamente, porque se generan energías negativas y se pierde autoridad para reconstruir nada luego.

3. Están también los de la máxima exigencia democrática. Si no votan no es porque piensen que "todos son iguales". Ellos exigen mucho más y con razón a las opciones políticas de izquierda. Piden ética, participación real, cumplimientos de los compromisos. Suelen tener un alto desarrollo personal que les hace distinguir lo importante de lo interesante, lo estructural de las modas, y saben que, si no se abordan grandes temas como el cambio climático, la humanidad va a pasarlo muy mal. También pueden plantearse no votar por ideología personas anarquistas que rechazan el Estado y la democracia burguesa. Aunque a veces se saltan estos principios, cuando hay conciencia clara de que está en juego algo grande.

Estamos hablando de buena gente, con conciencia y bien informadas. Que mantienen una integridad personal que se la piden también a los políticos. Que pueden dudar de la democracia, pero su moral no permite la ambigüedad ni la irreflexión. Esta ciudadanía generosa es exigente con la democracia y hacen bien. Para ellos, la izquierda debe asegurar un planteamiento ético en la política, la participación en la toma de decisiones, la cercanía a los ciudadanos, capacidad de escucha y dar cauce a los problemas de la gente. Y piden fraternidad: la izquierda no puede ser una cesta de cangrejos, debe demostrar que es capaz de funcionar de manera plural y democrática en favor del bien común o no tendrá crédito.

Son como la hermana de Ana y su voto no duda entre la derecha o la izquierda, sino entre la izquierda y la abstención. A personas con estos valores y nivel de conciencia, poco se les puede decir. Quizá solo tres apuntes. Por un lado, nuestros amigos abstencionistas bien intencionados y reflexivos deben intentar comprender que el juego electoral es tramposo, busca emocionar a los propios y disuadir a los adversarios; es decir, se aplica descaradamente una estrategia para la desafección política. Por otro lado, a veces, por querer lo mejor, no debemos renunciar a lo posible. Y cuando vemos desperezarse un fascismo que creíamos muerto, debemos centrarnos en lo esencial y entender que en la pureza no está la virtud. Lo más revolucionario hoy no es pensar en tener el Gobierno de nuestros sueños, sino defender la democracia, los derechos humanos y luchar contra la desigualdad. Por último, si no gusta cómo se están haciendo las cosas, siempre está la opción de participar directamente para cambiarlas por personas que suelen implicarse en las luchas sociales.

Hay mucha incertidumbre en las encuestas, aunque apuntan la victoria de las derechas ultras, precisamente por el engranaje de desmovilización de la izquierda puesto en marcha. No obstante, hay algunas cosas claras: a) nada está decidido y depende de estos últimos días de campaña; b) quien convenza a la hermana de Ana (al abstencionismo de izquierdas) inclinará la balanza a su favor; c) la involución democrática con Feijóo-Abascal sería muy peligrosa por la derogación de los avances de la legislatura y porque la ultraderecha intentará agarrar el poder no solo por cuatro años. Por ello es decisivo el voto a Sumar para continuar con la transformación sociopolítica y frenar el gobierno ultra, porque si gana la tercera posición inclinará la balanza hacía el bloque progresista frente al reaccionario.

Por todo lo anterior, hay que hacer un esfuerzo para superar las dudas, hablar con nuestros amigos y amigas abstencionistas, y votar en defensa propia. No hacerlo no exime de la responsabilidad de lo que venga. Ganar o perder unas elecciones debería ser normal en el juego de alternancia política en una democracia. Lo malo sería que perder unas elecciones nos metiera en una larga noche de retroceso, mediocridad y desastre. Por eso no podemos quedarnos al margen el 23 de julio. "No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos", decía Martin Luther King. A ver quién le quita la razón.

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