Sartor Resartus es el título de una novela de Thomas Carlyle, una sátira sobre el idealismo hegeliano; el título recuerda al quevedesco alguacil alguacilado, o a la mítica película El regador regado, y así sucesivamente...
Este título lo retoma Joan Salvat-Papasseit en un artículo publicado en «Humo de fábrica», una selección de los aparecidos anteriormente en «Los Miserables» y en la «Justicia Social». Era la primera etapa del poeta, cuando aún escribía en castellano y se interesaba en la política activa desde posiciones proletarias, antes de dedicarse por entero a la poesía en catalán.
Reflexiona en él sobre "el hábito que hace al monje", tanto si es utilizado para proclamar el papel social del que lo lleva como si sirve de camuflaje que oculta su intención. En la naturaleza, el camuflaje permite pasar inadvertido, a unos para cazar, para huir a otros. El ropaje vistoso, también, sirve para destacar el vigor y belleza en el cortejo o el carácter venenoso de una posible presa.
Esta misma función tiene el uniforme, que muestra el peligroso respeto que merece el juez o el policía, y cuya ausencia puede disimular la condición del agente secreto.
Encuentro este breve escrito en Escombros con hoguera, el blog de poesía de Conrado Santamaría. No hay versificación pero el verso está ahí. Busco y encuentro el libro y veo que efectivamente es así. Por eso me permito la licencia de restituir la métrica que oculta.
En este blog publiqué hace años la canción que Joan Manuel Serrat dedicara a Joan Salvat-Papasseit, con versos en parte extraídos de lo que este gran poeta catalán pensaba de sí mismo.
Imagen: España, c. 1930. |
Aún hay gentes que visten tal cual son,
pero la mayoría
no lo hace como debe
para que su tocado indique su alma.
Yo no puedo sufrir
que un rey pase a mi lado
vestido igual que yo,
que he sido condenado en nombre de uno.
Ni que dejen la toga los fiscales
al salir a la calle.
Ni que se pida al Papa
que vayan sus soldados como van los seglares.
Ni que los militares, ni que los policías,
puedan ir de paisano.
Yo no puedo tragar no saber con quién voy
cuando subo en el tren o en el tranvía,
si con un asesino, si con un hombre bueno.
En este mundo pobre de cabezas
donde hay tanto animal que cuida su fachada
mejor que su vergüenza y su organismo,
los rufianes confúndense con la gente decente.
Quién es que en el teatro se sienta junto a mí
¿un hombre perseguido, un victimario?
¿Sería mi enemigo si supiese quien soy,
y haría por perderme?
¿Sería hermano mío si me viera en peligro por la Idea?
Esta duda terrible hace que muchos luchen
con poca decisión, porque se creen solos,
y porque ha hecho el mal más súbditos que el bien.
No hace el hábito al monje, como en Castilla dicen.
Ni el traje presidiario hace al malvado.
Pero esto que parece cosa superficial
tiene mucha importancia:
vístense como quieren y como les conviene,
los esbirros:
los oprimidos visten como pueden,
y pueden pocas veces.
La sociedad actual es obra de tiranos,
todo el ambiente es obra de tiranos,
y precisa un talento extraordinario
para saber llamar a cada uno
Contra la libertad está también el sastre,
aunque inconscientemente.
Joan Salvat-Papasseit. Humo de fábrica. Galerías Layetanas, 1918.
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