Continúa la exposición sobre el ecosocialismo de Manuel Sacristán y su revisión de antiguos textos que mostraban la existencia de importantes atisbos ecológicos en Marx.
Habrá que superar el punto ciego mantenido durante mucho tiempo por socialdemócratas y comunistas, ambos empeñados en la dura lucha por superar al capitalismo (no tanto el capitalismo), compitiendo todos en el desarrollo desbocado de "las fuerzas productivas".
La competición en la carrera desarrollista fue durante un tiempo el éxito espectacular del sistema soviético, pero finalmente desembocó en un fracaso que muchos vieron como el triunfo definitivo del capitalismo, cuando realmente era solo la avanzadilla del agotamiento de toda una civilización.
El ecologismo apareció desconectado de los movimientos de emancipación de la clase obrera y de las luchas de los pueblos colonizados. Ahora empezamos a entender mejor que estas luchas son inseparables, cuando el optimismo revolucionario, por un tiempo desarrollista, ya no es el motor de un entusiasmo imposible que cambie la sociedad.
Hoy hemos de sustituir las ilusiones de prosperidad infinita por un cierto pesimismo consciente, motor necesario dirigido no ya hacia el paraíso sino hacia la supervivencia.
La convergencia, más bien reconexión, entre ecologismo y marxismo fue la tarea temprana que se propusieron quienes lanzaron las revistas Materiales y mientras tanto.
| Fuerzas productivas y época de decadencia capitalista |
Las revistas Materiales y mientras tanto
Puede que Martínez Alier no considerara aún mientras tanto una revista ecosocialista, o quizás no creyera que tuviera repercusión internacional por publicarse en castellano (y, ocasionalmente, en catalán). O quizás simplemente se olvidó mencionar sus amigos ecologistas de Barcelona que habían empezado a reflexionar sobre el socialismo ecológico bastante antes que casi cualquier otra persona del mundo anglosajón [7]. El primer número de mientras tanto se publicó en noviembre de 1979, precisamente por las mismas fechas en que se celebraba el seminario en la Facultad de Economía antes mencionado, con un artículo de Sacristán donde proclamaba lo siguiente:
Por el modo como hemos aprendido finalmente a mirar la Tierra, sabemos que el agente no puede tener por tarea fundamental el «liberar las fuerzas productivas de la sociedad», supuestamente aherrojadas por el capitalismo. Hemos dejado de admitir la mística coincidencia entre el desarrollo objetivo de la sociedad y los fines comunistas, coincidencia en la que aún creyó Lenin, por ejemplo. Ahora sabemos que hemos de ganarnos integralmente la nueva Tierra con el trabajo de nuestras manos.
Y añadía que:
La revisión necesaria de la concepción del sujeto revolucionario en las sociedades industriales tendrá que basar la conciencia de clase trabajadora no exclusivamente en la negatividad que una parte de la clase ha superado en esos países, con sus luchas y con la evolución del sistema, sino también en la positividad de su condición de sustentadora de la especie, conservadora de la vida, órgano imprescindible del metabolismo de la sociedad con la naturaleza [8].
También en 1979, Manuel Sacristán fue entrevistado con motivo de la primera gran manifestación contra las centrales nucleares organizada en las calles de Barcelona. En aquella entrevista, afirmaba que «el socialismo va al desastre si no asimila la motivación ecológico-revolucionaria, aunque ésta también, a su vez, debe asimilar y comprender que es necesaria una revolución social» [9]. En otra entrevista realizada por la revista mexicana Dialéctica, publicada por la Universidad de Puebla en 1983, resumió el proyecto ecosocialista de la revista mientras tanto con las siguientes palabras:
«En el primer plano, en el centro de las cosas que estoy haciendo ─no sólo yo, sino todo un colectivo─ está la revista mientras tanto, con la cual intentamos, muy modestamente ─pues nunca hemos vendido más de 3.500 ejemplares de un número─, preparar el camino para pensar desde un punto de vista socialista problemas nuevos de la civilización contemporánea, problemas no previstos, y acaso no previsibles, por los clásicos y determinados por el desarrollo de ciertas fuerzas productivo-destructivas modernas, en particular tecnológicas» [10].
La revista Materiales, también fundada por Manuel Sacristán y publicada entre 1977 y 1978, había precedido a mientras tanto. Publicó la crítica de Rudolf Bahro al «socialismo real» desde la perspectiva de Alemania del Este, y también tradujo al castellano un análisis del influyente libro de James O’Connor, «La crisis fiscal del Estado», realizado por el Bay Area Group de Estados Unidos. Dos autores muy relevantes desde una perspectiva ecosocialista también aparecieron en Materiales: Wolgang Harich y Barry Commoner.
Manuel Sacristán apreciaba las obras de Harich sobre literatura y política, y conocía bien su situación como marxista disidente, condenado en Alemania Oriental a diez años de cárcel en 1957 por sus críticas a la represión militar contra las revueltas de 1956 en Polonia y Hungría. Se interesó de inmediato por el controvertido libro de Harich, ¿Comunismo sin crecimiento? Babeuf y el Club de Roma, publicado en 1975 y traducido al castellano por Materiales en 1978. En su prólogo, Sacristán destacaba que «todo comunista que vea en el problema ecológico el dato hoy básico del problema de la revolución (como es el caso de Harich) se ve obligado a revisar la noción de comunismo» [11]. Sin embargo, Sacristán discrepaba profundamente de la perspectiva autoritaria que Harich consideraba inevitable para satisfacer las necesidades humanas de forma igualitaria en un contexto económico-ecológico donde detener el crecimiento de las «fuerzas productivo-destructivas» se vuelve imperativo. Si el reconocimiento de la crisis ecológica llevó a Harich, un disidente antiestalinista, a «eliminar el elemento de libertad y compensar su pérdida incrementando el elemento igualitario», la opción de Sacristán —junto a Giulia Adinolfi desde una perspectiva marxista-feminista— fue abordar el problema del poder político desde una perspectiva gandhiana, no violenta, federal y más libre. Como afirmó Sacristán en un debate público con Harich celebrado en Barcelona en 1979:
[…] lo principal es quizás el asimilar una concepción estratégica que solió ser despreciada bajo el rótulo de gandhismo. Pues conviene decir crudamente cosas bastante claras ya; principalmente, que a estas alturas del siglo XX, ateniéndonos a los países industriales, esto es, sin pretender incluir en estas consideraciones a los pueblos que soportan en última instancia la opresión y la explotación imperialistas, ha sonado y hasta pasado ya la hora de reconocer que la capacidad revolucionaria, cualitativamente transformadora, de las tradiciones más robustas del movimiento obrero ha resultado escasa. Por decirlo un tanto provocativamente; no se ve que la III Internacional (ni la IV para el caso) se haya acercado a sus objetivos doctrinales más que el gandhismo a los suyos. Pero, además, el aprovechamiento de las experiencias de las que por abreviar estoy llamando gandhianas puede servir para dar forma a la necesaria revisión de las concepciones revolucionarias en un sentido que les añada consciencia de alternativa radical [12].
En su prólogo al libro de Harich, Sacristán se refirió también a algunos autores socialistas que empezaban a reconsiderar la adherencia al crecimiento económico como palanca de transformación social:
«Desde hace unos cinco años son muy visibles corrientes de pensamiento comunista marxista que coinciden en una revisión del modo o la medida en que los clásicos del marxismo toman como simples datos ciertas características de la civilización capitalista, en particular el crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas materiales, la ricardiana producción por la producción en la que Marx vio en un momento la dinámica básica de la libertad».
Señaló específicamente a «los escritores de la parte marxista de la revista norteamericana Science for the People, aunque no todos» [13]; y vale la pena recordar que Materiales publicó en 1978 un artículo de Barry Commoner sobre «El plan energético del presidente Carter: nuestro sombrío futuro» [14]. Es probable que la lectura temprana de Ciencia y supervivencia (1970, traducida al castellano en 1975), y de El círculo que se cierra (1971 y 1973, respectivamente), de Barry Commoner, ayudara a Sacristán a formular explícitamente la crisis ecológica como una cuestión socialista clave [15].
Sin embargo, su preocupación personal por el medio ambiente precedió a cualquier compromiso político y lo acompañó después. Probablemente surgió de su práctica del senderismo con una atenta observación del paisaje y el trabajo campesino en él, así como de su amor por las culturas y las luchas de las Primeras Naciones cazadoras-recolectoras de América, como las de Gerónimo (Goyaałé) y los apaches mescalero-chiricahuas [16]. En una reflexión introspectiva de sus notas de trabajo de campo de una caminata en 1973, expresó del siguiente modo la atracción que sentía por el trabajo campesino comparado con otras formas más alienadas de trabajar en el capitalismo:
Creo que finalmente sé cuál es la raíz de los rasgos suyos por los que me resultan más gratos que los productores capitalistas (incluidos los obreros y aún más los empleados): recolectores, cazadores, pastores y labradores obran directamente para el sustento (y el cobijo). No así el productor industrial (por lo general). Y cuando lo hacen (industria de la construcción, agricultura industrializada), la generalización de la mercancía hace que sólo por casualidad él vaya a comer o usar algo de lo que produce, ni a trocarlo materialmente por nada. Creo que lo repugnante es el trabajo abstracto, ya «antes» (lógicamente, pero acaso también históricamente –esclavos—) de una división plena [17].
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Notas
[7] Martínez Alier publicó bastantes artículos en la primera etapa de mientras tanto, cuando en su consejo de redacción estaban Manuel Sacristán y Paco Fernández Buey: «L’anàlisi energètica i la ciencia económica», nº 12, 1982, pp. 47-57; «Réplica a mis críticos», nº 23, 1985, pp. 37-43; «La base social del ecologismo de izquierda: ¿un neopopulismo ecológico?», nº 25, 1985, pp. 21-28; «Utopismo ecológico: Popper-Lynkeus y Ballod-Atlanticus», nº 33, 1987, pp. 71-85; (con Antonio Flores Galindo) «Agricultura, alimentación y medio ambiente en Perú», nº 34, pp. 79-89; «El marxismo y la economía ecológica», nº 35, 1988, pp. 127-147; damos cuenta de ellos en Enric Tello y Manuel González de Molina, «Agrarian Metabolism and Socio-ecological Transition to Agroecology Landscapes», en Sergio Villamayor-Tomas y Roldan Muradian (eds.), The Barcelona School of Ecological Economics and Political Ecology. A Companion in Honour of Joan Martinez-Alier, Springer Cham Open, 2023, pp. 93-107.
[8] Manuel Sacristán, «Comunicación a las Jornadas de Ecología y Política de Murcia», mientras tanto, nº 1, 1979, pp. 19-24; reproducido en Pacifismo, ecología y política alternativa, op. cit., pp. 9-17 (la cita en las pp. 12-14).
[9] «Manuel Sacristán, o el potencial revolucionario de la ecología. Entrevista con Tele/Exprés (1979)», en Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal (eds.), De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán, La Catarata, Madrid, 2004, pp. 115-125 (cita en p. 122).
[10] «Manuel Sacristán habla con Dialéctica. Dialéctica (1983)», en De la Primavera de Praga al marxismo ecologista, op. cit., pp. 147-177 (la cita en la p. 152).
[11] El prólogo fue después incluido en Manuel Sacristán, Intervenciones políticas. Panfletos y materiales, Vol. III, Barcelona, Icaria, 1985, pp. 211-231 (las citas son de la p. 227).
[12] «Una conversación con Wolgang Harich y Manuel Sacristán (1979)», mientras tanto, nº 8, 1981, pp. 33-52 (la cita en p. 38). Manuel Sacristán tradujo al castellano y publicó en 1980 el llamamiento pacifista antinuclear de Edward P. Thompson, «Protesta y Sobrevive», mientras tanto, nº 5, pp. 33-54, y nº 6, pp. 85-106. E. P. Thompson visitó a Sacristán para invitarlo a participar en el debate europeo Este-Oeste con la Carta Checa 77, y publicó su artículo «Changing the Nature of Politics» en el Journal of European Nuclear Disarmament, vol. 19, 1986, pp. 21-22 (siendo el primer texto de Manuel Sacristán publicado en inglés).
[13] Manuel Sacristán, Intervenciones políticas…, op. cit., p. 221.
[14] En el nº 9, 1978, pp. 5-16.
[15] Salvador López Arnal considera que su debate de 1979 con Wolfgang Harich no marcó ningún momento inicial en el que la relevancia de las cuestiones ecológicas cobrara una importancia capital en su pensamiento, pues ya existían atisbos previos que se remontaban a 1972; véase Salvador López Arnal y Pere de la Fuente (eds.), Acerca de Manuel Sacristán Luzón, Barcelona, Destino, 1996, p. 131. Las mejores biografías cortas de Manuel Sacristán son la introducción de Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal al libro De la primavera de Praga al marxismo ecologista, op. cit., pp. 9-31; y la de Joaquim Sempere, «Manuel Sacristán: una semblanza personal, intelectual y política», publicada inicialmente en mientras tanto, nº 30-31, 1987, pp. 5-31, revisada y actualizada en el nº 242, 2025 (https://mientrastanto.org/242/ensayo/manuel-sacristan-una-semblanza-personal-intelectual-y-politica/). También vale la pena leer Juan-Ramon Capella, La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política (Madrid: Trotta, 2005); y, en inglés, la de Renzo Llorente (ed.) en The Marxism of Manuel Sacristán. From Communism to the New Social Movements, Brill, Leiden-Boston, 2014, pp. 1-22.
[16] Manuel Sacristán tradujo y editó cuidadosamente el libro de Samuel M. Barrett (ed.), Gerónimo. Historia de su vida (Barcelona, Grijalbo, 1975). Juan-Ramón Capella documenta su amor por el senderismo, así como su interés por la biografía de Gerónimo (La práctica de Manuel Sacristán, op. cit., pp. 177-183).
[17] Reproducido en La práctica de Manuel Sacristán, op. cit., p. 179. En la misma línea, Giulia Adinolfi argumentó que el trabajo doméstico era superior al trabajo mercantilizado, en su «Esquema sobre el trabajo doméstico», mientras tanto, nº 3, 1980, pp. 19-21.
(continuará)
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