lunes, 6 de junio de 2011

El techo electoral de Izquierda Unida y el mundo del trabajo

Condiciones objetivas y subjetivas se entrelazan en los resultados de cualquier proceso. No podemos basar los análisis en una sola pata de este par dialéctico. ¿Derivan los problemas de Izquierda Unida de sus titubeos políticos, o es al revés? Es fácil culpar, como es fácil exculpar, pero eso no resuelve los problemas.

Carlos Martínez señala los continuos retrocesos sociales como causa básica, que no única, del estancamiento de la federación de izquierdas. Conviene tener esto en cuenta. La autoflagelación, pese a lo que piensan los chiítas y los "empalaos" de la semana santa, no es camino de salvación.


Sin minusvalorar ningún tipo de reivindicación, es evidente que la política laboral, la independencia económica, las pensiones, la sanidad y la educación son los pilares sobre los que gravita nuestra vida diaria. Es cierto que el nuevo modelo social por el que hay que luchar tiene que estar basado en la sostenibilidad ecológica y políticas de decrecimiento del “primer mundo”. Sin socialismo no habrá justicia ni democracia, pero sin economía planificada tampoco se podrá hacer un uso equitativo y sostenible de los limitados recursos naturales. También, y en esta línea de pensamiento, el poder político cada vez se encuentra en mayor desventaja frente a los poderes económicos que sí que tienen carácter internacional.

Esta es la situación en la que nos encontramos y cuando el gobierno o “los mercados” anuncian una nueva medida para transferir rentas de los trabajadores a los capitalistas, predomina la fatalidad de lo inevitable, el desánimo generalizado y la desesperanza, que impide o dificulta cualquier tipo de movilizaciones y allana el éxito de las contrarreformas. 

Gran parte de la responsabilidad de que estas “condiciones subjetivas” primen en la clase trabajadora recaen en los dos sindicatos mayoritarios. Es cierto, son burócratas, acomodados, todo lo que digamos se queda corto... pero cuando llamaron a la huelga general y a la huelga del sector público, con el apoyo del resto de sindicatos a su izquierda, el seguimiento de los trabajadores no fue el que se merecía. Se piensa que los sindicatos son los que movilizan a los trabajadores, pero también una mayor concienciación y combatividad de los trabajadores podría movilizar a los sindicatos.

De lo que se puede responsabilizar a nuestros dirigentes sindicales de finales de los 70 e inicios de los 80 es de que no se dieron cuenta de que el cambio de modelo de organización del trabajo, del empleo estable al precario, no sólo perjudicaba los derechos de los obreros, sino que significaba la condena a muerte de un sindicalismo fuerte y combativo. Es muy recomendable releer sobre este tema, el “Informe Petras” que no ha envejecido con el transcurso de los años. 

Ineludiblemente el futuro de IU o de la izquierda transformadora está asociado al mundo del trabajo y sindical. La pérdida de los sindicatos de clases tendrá como consecuencia asociada la pérdida de la izquierda en las instituciones, véase el caso de EE.UU.


La esperanza es el factor más movilizador. La esperanza de conseguir mejoras para los trabajadores, para nuestros hijos y nuestros mayores es el motor de las luchas obreras. En Venezuela la población no estaba organizada ni participaba de la vida política de aquél país hasta que llegó Hugo Chávez, que alimentó la esperanza y a los desheredados de Venezuela, se sintieron partícipes del cambio de un modelo, dejaron de perder siempre para comenzar a ganar. Sólo la existencia de una esperanza puede ayudar a entender que miles de personas habitantes de surburbios de Caracas que no participaban en política ni votaban comenzaran, no sólo a votar, sino a manifestarse casi diariamente en defensa de un proyecto político.


En Europa, en el mundo rico pero lleno de pobres, sigue siendo más atractiva para la mayoría de la población la solución individual que la colectiva

(...)

Para combatir el desánimo, en primer lugar, debemos fortalecer las organización sindical en los centros de trabajo, esa es la principal vía de entrada a la militancia política. Y, posteriormente, plantearnos alguna meta con un contenido social inequívoco y organizarnos para conseguirla. El movimiento “Democracia Real Ya” nos ha demostrado que se puede sumar en base a objetivos comunes. Recuperar una inercia positiva pasa por organizar a los trabajadores y conseguir alguna victoria, por pequeña que sea.

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