El secuestro europeo del avión presidencial boliviano confirma la disposición
estratégica de los nuevos peones imperiales en el tablero geopolítico del
incipiente mundo multipolar. También muestra la insolencia de un poder imponente
que acaba en la impotencia (pues hasta sus propios agentes se le rebelan); por
eso no tiene reparos en humillar a quien se le plazca y, de ese modo, exponer a
los cuatro vientos el verdadero lugar que ocupa una Europa en decadencia: la
nueva colonia gringa está, no sólo para sacrificarse por el dólar, sino que se
presta, como lo hiciera un “housenigger” o esclavo de casa, a hacer el trabajo
sucio del amo.
Después de cinco siglos, Europa regresa a su condición periférica, cuando era nada respecto del mundo civilizado que lo protagonizaban árabes, hindúes y chinos. Es gracias a la invasión y al saqueo del Nuevo Mundo que Europa se proyecta al atlántico, como eje de su nueva condición de centro hegemónico mundial. La modernidad no fue nunca otra cosa que la administración de la centralidad europeo-occidental. La II guerra mundial le sirve a USA para ser ese centro que hereda de una Europa en ruinas. En ese contexto, la guerra fría fue la tercera guerra mundial que la gana USA (y la sufren los países pobres) e impone, desde entonces, un mundo unipolar.
Pero el siglo XXI manifiesta una nueva disposición global; aquél infatuado poder y su desmedida fuerza militar, acabó erosionando las bases de su propia hegemonía. La decadencia actual ya no es sólo del mundo imperial sino del proyecto que hereda y encarna. Cuando expone a una Europa reducida a mero apéndice colonial de una apuesta que ya ni siquiera es “americana”, sino impuesta por burocracias privadas financieras, muestra la fisonomía de una decadencia que, en medio de la más descomunal concentración de riqueza fruto del robo, enfrenta al mundo entero como su enemigo.
La crisis europea es apenas la escena doméstica de la nueva guerra que desata Occidente contra un embrionario mundo multipolar (que ya no se considera su “patio trasero”); no sólo contra los BRICS sino contra toda disidencia en el resto del mundo. La amenaza reclama inmediata obediencia, y lo acontecido con el secuestro del avión presidencial boliviano muestra a una Europa que, aunque acostumbrada a humillar a otros, resulta aún más humillada en su propia casa (pues ni siquiera Alemania abrió el pico en esta flagrante injerencia gringa en plena Europa). El primer colonizador del mundo moderno acaba siendo colonia. Es decir, la otrora cuna del renacimiento y la ilustración, la supuesta misionera de la civilización en el mundo, no halla en sí más argumento que no sea la sumisión y la capitulación a un poder que, para colmo, se encuentra en crisis terminal. Lo que manifiesta su elite gobernante es la pérdida de respeto por sí misma.
Después de cinco siglos, Europa regresa a su condición periférica, cuando era nada respecto del mundo civilizado que lo protagonizaban árabes, hindúes y chinos. Es gracias a la invasión y al saqueo del Nuevo Mundo que Europa se proyecta al atlántico, como eje de su nueva condición de centro hegemónico mundial. La modernidad no fue nunca otra cosa que la administración de la centralidad europeo-occidental. La II guerra mundial le sirve a USA para ser ese centro que hereda de una Europa en ruinas. En ese contexto, la guerra fría fue la tercera guerra mundial que la gana USA (y la sufren los países pobres) e impone, desde entonces, un mundo unipolar.
Pero el siglo XXI manifiesta una nueva disposición global; aquél infatuado poder y su desmedida fuerza militar, acabó erosionando las bases de su propia hegemonía. La decadencia actual ya no es sólo del mundo imperial sino del proyecto que hereda y encarna. Cuando expone a una Europa reducida a mero apéndice colonial de una apuesta que ya ni siquiera es “americana”, sino impuesta por burocracias privadas financieras, muestra la fisonomía de una decadencia que, en medio de la más descomunal concentración de riqueza fruto del robo, enfrenta al mundo entero como su enemigo.
La crisis europea es apenas la escena doméstica de la nueva guerra que desata Occidente contra un embrionario mundo multipolar (que ya no se considera su “patio trasero”); no sólo contra los BRICS sino contra toda disidencia en el resto del mundo. La amenaza reclama inmediata obediencia, y lo acontecido con el secuestro del avión presidencial boliviano muestra a una Europa que, aunque acostumbrada a humillar a otros, resulta aún más humillada en su propia casa (pues ni siquiera Alemania abrió el pico en esta flagrante injerencia gringa en plena Europa). El primer colonizador del mundo moderno acaba siendo colonia. Es decir, la otrora cuna del renacimiento y la ilustración, la supuesta misionera de la civilización en el mundo, no halla en sí más argumento que no sea la sumisión y la capitulación a un poder que, para colmo, se encuentra en crisis terminal. Lo que manifiesta su elite gobernante es la pérdida de respeto por sí misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario