Pasan los años y la horma va ahormando la blanda piel de los sufrientes. Así Zapatero, que inesperadamente se encontró a la cabeza de una protesta social no prevista, hubo luego de aplacar las iras imperiales tras la retirada de Irak, tragando sapos y culebras.
Tiempo después, tras una ducha de agua fría económica, recibió alguna conminativa orden de recortar lo que fuere, y decidió por la vía de urgencia bajar el sueldo a los funcionarios. A los tales se nos puso cara de zapato, pero nadie osó protestar más de lo políticamente correcto, es decir, en voz bajita. Casi a renglón seguido, otra llamada de la superioridad obligó a romper y zurcir el artículo 135 de la constitución.
Sigamos sin salir de este sufrido país de países. ¿Qué le dirían a Pedro Sánchez para que, presa del pánico, hiciera aquella ridícula oferta a Maduro para que convocara elecciones "en el plazo de ocho días"? En privado tal vez se sonroje. En público lo debe ocultar bajo una espesa capa de maquillaje.
Maquillaje electoral que, una vez más, lo llevó a proponer los consabidos "cambios" que ahora se quedan en papel mojado (¿con qué fluido?), luego de que el miedo al rampante cerbero tricípite de la derecha relanzara ese "voto útil" de tan escasa utilidad, que funciona sobre todo si una de las cabezas del perro amenaza con la vuelta a un negro pasado.
Y ahora, fracasado el asalto a los cielos, quiere un gobierno monocolor, de un color mono, alejado del rojo y del morado. Eso sí, exigiendo la cooperación en lo que a él le pete (o le peten) diseñar.
La historia se repite. Aún peor fue el viraje de Tsipras, otro asaltante a los cielos, que se mantuvo en sus trece durante mucho tiempo, hasta convocar un referéndum sobre las exigencias de la troika (otro can cerbero), para en pocas horas profanar los resultados del primero y plegarse a los dictados de la segunda.
De este modo, se van alternando gobiernos reformistas que reforman al revés y derechistas que consolidan lo reformado. Y los de la blanda piel van abandonando el interés por unas elecciones que en su opinión no sirven para nada.
Así no es...
...
Inmediatamente antes de las elecciones:
Después de tantos sacrificios y recortes, la deuda ha seguido aumentando sin parar
JOAQUÍN ESTEFANÍA
Inmediatamente después de las elecciones:
Nueva Democracia logra la primera mayoría absoluta de un partido griego desde 2009, cuando empezó la crisis
MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO
Unos días después:
Se mira uno en el espejo del país heleno y se dice: allá vamos sin remedio
JUAN JOSÉ MILLÁS
Alexis Tsipras, que llegó a la política para salvar a Grecia del Gobierno conservador que la había arruinado, acaba de cederle el paso a Kyriakos Mitsotakis, representante de aquella derecha despilfarradora y corrupta. No se alternan en el ejercicio del poder, sino en el del salvamento de la patria. Mientras la salvan, sus habitantes se hunden en una miseria cada vez más profunda. Es posible que Yanis Varoufakis, pese a ir en moto y camiseta, tuviera más razón que un santo. Pero Tsipras decidió moderarse donde moderación significaba estrangular al contribuyente. Europa puede estar tranquila.
Y no solo por Grecia. Puede estar tranquila por España también, sumisa a la lógica ultracapitalista que reduce a las clases medias a la mínima expresión en beneficio de las altas, a las que seguimos realizando dócilmente transferencias de renta a través de los sueldos basura, de la subida de los alquileres de los pisos, del IVA, del IBI, de las facturas del gas o la electricidad y un largo etcétera de “medidas sociales” que durante estos años han aumentado la fortuna de los ricos a costa de la pérdida de bienestar material de los asalariados. Nos hallamos en la senda de hostigamiento contra la población trabajadora ensayada con éxito en Grecia. La gente prefiere suicidarse a manifestarse.
Se mira uno en el espejo del país heleno y se dice: allá vamos sin remedio. Y no lo dice por mera intuición, sino porque ha leído informes como el de Oxfam Intermón que parece una novela de terror. De esa novela de terror, cuyo tema es la desigualdad, ha venido a salvarnos Pedro Sánchez. Si fracasa, haremos lo que en Grecia: elegir de nuevo a los que nos hundieron en la corrupción y en la miseria. Votar se va pareciendo, cada vez más, a cambiar de canal.
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