Goebbels resiste y persiste. Bien que vemos ahora mismo la presencia y la potencia de sus 11 principios de la propaganda. Aterroriza pensar que esta propaganda penetra en las mentes y puede transformar a las personas en verdaderos monstruos.
Por poner un ejemplo reciente, mientras cinco mil personas participaron en una manifestación contra el genocidio, cien mil lo hicieron contra la inmigración. Proporción de veinte a uno a favor del racismo y la xenofobia. La propaganda filofascista ha calado hasta el punto de que el gobierno "laborista" de Keir Starmer puede perseguir sin problemas a los defensores de Palestina.
Por eso es más necesaria que nunca la contraofensiva cultural. Enrique Javier Díaz Gutiérrez, catedrático de la Universidad de Leon, combate en esta línea a través de numerosos artículos y en sus libros Pedagogía Antifascista y Guerra cognitiva y cultural. Claves para combatir el auge del neofascismo.
El actual neofascismo utiliza y actualiza la doctrina del ministro nazi de propaganda Goebbels al contexto contemporáneo. En el momento actual a través de las redes sociales como medio de difusión de sus mensajes, utilizando un lenguaje y un estilo populista, con un discurso sustentado en el odio de clase, de etnia y de sexo, mediante mantras y eslóganes simples, directos y fáciles de entender y conectar por su alto contenido emocional.
Las redes sociales, que nacieron como el máximo exponente de la libertad de expresión, se han convertido de esta forma en una jungla donde el extremismo del neofascismo campa a sus anchas, alentado además por sus propietarios, grandes empresarios milmillonarios que han eliminado cualquier tipo de moderación, y el discurso de odio, las narrativas extremistas, las teorías de la conspiración y los perfiles falsos campan a sus anchas sin ningún tipo de control (Forti, 2024). Las redes también le sirven para no depender de los medios de comunicación tradicionales de cara a llegar a sus seguidores y simpatizantes, e interactuar directamente con ellos, sin cortapisas ni censuras, excepto alguna tibia actuación de los administradores de esas redes que, hasta ahora, han consentido casi todo en la difusión de ese discurso de odio e incluso ha sido alentado en algunas redes. No olvidemos que en las redes sociales no hay ningún tipo de control democrático más allá de lo que hace y deshace a su antojo su propietario, puesto que nos han arrebatado el control democrático de la soberanía digital.
Su éxito, más allá de las redes sociales, se debe a que mantienen una estrategia de comunicación férrea, que se centra en lo que ellos denominan la “batalla cultural”, que les proporciona notoriedad e incrementa su audiencia. A través de ellas, por supuesto, extienden esta “batalla cultural” por la hegemonía ideológica, marcando la agenda mediática y política, y adoptando para ello tácticas de provocación constante a través de la propaganda de bulos y fake news que se convierten en virales en las redes sociales, acompañadas todas ellas de eslóganes, simbologías y consignas llamativas y pegadizas.
Los mensajes que difunden se caracterizan por la simplificación, la emocionalidad sin matices ni argumentos y el empleo de un lenguaje provocador, directo y claro, con expresiones beligerantes y de llamada a la acción, que se vuelven virulentas para descalificar y ridiculizar a sus adversarios políticos
Los mensajes que difunden se caracterizan por la simplificación, la emocionalidad sin matices ni argumentos y el empleo de un lenguaje provocador, directo y claro, con expresiones beligerantes y de llamada a la acción, que se vuelven virulentas para descalificar y ridiculizar a sus adversarios políticos: terroristas, bilduetarras, bolivarianos, castrochavistas, ilegítimos, okupas, etc. Expresiones y formas de ataque que son introducidas progresivamente en las instituciones públicas y que van siendo asumidas y utilizadas también por la derecha conservadora, que las replica, y que acaban siendo normalizadas en buena medida por quienes ostentan el arbitraje de las propias instituciones: insultos como «traidor», «corrupto», «sudaca», «tucumano» a «tonto» dirigidos en el parlamento a un diputado, términos como “mafia” aplicados al gobierno, acusaciones de “libertadora de violadores” dirigidos a la entonces ministra de igualdad, etc.
Destaca especialmente su enfoque dirigido a usuarios jóvenes, a través de redes como Youtube, Instagram o TikTok, en las que adapta sus recursos estilísticos para fidelizar a sus simpatizantes y donde los líderes demuestran su carisma. Así como el frecuente y cada vez más abundante uso de desinformación, fake news y directamente mentiras. Con ello pretenden polarizar a la opinión pública, atraer a los jóvenes con su radicalidad y emocionalidad y obtener una amplia visibilidad: de ahí su estrategia de constante utilización de ofensas, amenazas, insultos, un lenguaje peyorativo, afirmaciones guerracivilistas y tergiversaciones de la verdad. El neofascismo se ha asentado así con una ideología de escaso contenido teórico, pero monolítico, y una asombrosa penetración y comprensión de las redes sociales.
Su neolenguaje está consiguiendo resignificar términos y conceptos tradicionales vinculados a la izquierda en el debate público, como el de libertad, que pasa de la capacidad de construir un proyecto que satisfaga las necesidades del ser humano a definirse como la libre elección de un individuo frente a la autoridad gubernamental
A todo lo anterior se añade otra característica, ligada a la difusión de sus mensajes: es el “neolenguaje” que utiliza, al estilo orwelliano. Está consiguiendo resignificar muchos de los términos y conceptos tradicionales vinculados a la izquierda en el debate público. Por ejemplo, el concepto de libertad, que ha pasado en el imaginario colectivo de ser un concepto construido por aquellas sociedades que desean alcanzar una convivencia plena y constructiva para el beneficio de todas las personas que las componen, como se contempla en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a ser la “libertad de comprar donde quieras y cuando quieras” o «la defensa de la tauromaquia es hoy más que nunca la defensa de la libertad», frases popularizadas por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, un icono de la extrema derecha. En 2021, su programa electoral sólo contenía esa palabra: libertad. Una libertad que gira en torno a ella y a su conveniencia. Y quien no lo entienda es un enemigo de esa libertad. Se trata de crear un mundo a su medida, a la medida de sus intereses. Frente a la libertad en positivo, la capacidad de construir un proyecto que satisfaga las necesidades del ser humano, defiende la libertad en negativo, es decir, el impedir cualquier obstáculo a la libre elección de un individuo por parte de cualquier agente gubernamental, como proclama Milei, otro icono de la extrema derecha con su eslogan y frase de campaña “¡Viva la libertad, carajo!”. Y han vendido el relato de tal forma que sus oponentes han acabado comprando en buena medida el marco de su discurso y debaten con estos “personajes” en torno a su marco mental e ideológico y a expensas de su agenda política.
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