El Mono Azul surgió al comenzar la guerra del 36, tras el golpe de Estado franquista contra la República. Publicó 47 números, y fue respaldada por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, un frente amplio que intentaba dinamizar (internacionalmente) la lucha ideológica antifascista. Resurge con este nombre en nuestros días como suplemento cultural de Mundo Obrero.
El último número publicado rinde homenaje al perfil humano y la poesía de Antonio Machado. La también poeta Ana Moreno Soriano, profesora de la Universidad de Jaén, colabora en él con un certero análisis.
No hay poesía sin sentimiento, y de la sinceridad del sentimiento brota la calidad de la poesía. Por eso este poeta "maldice la poesía de los tenores huecos". Se alejó de los modernistas, pese a no despreciarlos, para poner sus paisajes al servicio del sentir. Un modo de sentir que para él es imposible sin "sentir con otros". Observa Ana:
"En su poesía no hay elementos decorativos, aunque aparezcan las fuentes y los jardines, porque detrás de las palabras que emplea —las campanas, las secretas galerías, las hojas que lleva el viento, el agua y, sobre todo, la tarde— está el poeta consciente de que quiere expresar una emoción compartida."
Sentir-con-otros. El propio lenguaje es un producto social que nace de la relación con los demás. Expresa a través de esta relación humana un vivir y sentir compartido, inmersos en una naturaleza que para Antonio nunca es decoración.
Sentir-con-otros que lo llevó al compromiso, nunca fanático ni dogmático, y le costó la vida.
Palabra en el tiempo. La vida es un camino que solamente "se hace al andar". No me llaméis panfletario (o sí, si os lo parece) si me atrevo a llamarlo "poeta de la praxis". Práctica poética que recorre en el tiempo esos espacios abiertos que contemplamos y amamos con él.
I
ni música ni pintura,
sino palabra en el tiempo.
II
Se canta una viva historia,
contando su melodía.
III
montes de ceniza y plomo,
sotillos de primavera.
IV
que no ha brotado del río,
barata bisutería.
V
la asonancia indefinida.
Cuando nada cuenta el canto,
acaso huelga la rima.
VI
Líbrate, mejor del verso
cuando te esclavice.
VII
y temporal, es la rica.
El adjetivo y el nombre
remansos del agua limpia,
son accidentes del verbo
en la gramática lírica,
del Hoy que será Mañana,
del Ayer que es Todavía.
1924
Palabra en el tiempo, la poesía de Antonio Machado
Antonio Machado en 1928 |
Antonio Machado es el afán por compartir, desde el corazón, una idea de España abierta al futuro, al trabajo y a la cultura… leal a la República, comprometido con el pueblo, constructor de utopías
Antonio Machado es, sin duda, uno de los poetas más conocidos y reconocidos, más admirados y más queridos también. El 26 de julio se cumplen ciento cincuenta años de su nacimiento en Sevilla y, aunque no hace falta una fecha para recordarlo, siempre es bueno volver a andar por el camino que él trazó con su poesía, la poesía que siempre fue para él palabra en el tiempo.
Su infancia en Andalucía, el mar, la luz, la casa familiar… aparecen evocados en sus poemas, pero solo vivió en Sevilla hasta los ocho años, porque la familia decidió trasladarse a Madrid y llegaron a la capital el 8 de septiembre de 1883; unos días más tarde, Antonio, junto a sus hermanos Manuel y José, son escolarizados en la Institución Libre de Enseñanza. Estudia bachiller sin mucho éxito, conoce a los artistas y a los intelectuales de la época, admira a Valle-Inclán, tiene una breve experiencia como actor, colabora en algún trabajo literario… e inevitablemente, se siente atraído por la ciudad que ejercía un gran influjo en todos los jóvenes, París; fue a la capital francesa en dos ocasiones —haría un tercer viaje ya casado con Leonor Izquierdo— para unas breves estancias, pero allí se relaciona con Pío Baroja, descubre a Verlaine, está en contacto con Rubén Darío, con Juan Ramón Jiménez… y, a final del año 1902, tiene en imprenta su primer libro, Soledades, que vuelve a imprimirse en 1904 y, en 1907, sale con un nuevo título: Soledades. Galerías. Otros poemas. Son los años del modernismo en poesía y Machado conoce a los poetas modernistas, pero él, que rompe claramente con la vieja poesía, no se echa en brazos de las nuevas tendencias, sino que más bien da un paso hacia atrás, hacia la poesía del romanticismo melancólica y desgarrada sin estridencias, como encontramos en Bécquer, de quien dice: “La poesía de Bécquer […], tan clara y transparente, donde todo parece escrito para ser entendido, tiene su encanto, sin embargo, al margen de la lógica. Es palabra en el tiempo, el tiempo psíquico irreversible en el cual nada se infiere ni se deduce […] Recordemos hoy a Gustavo Adolfo, el de las rimas pobres, la asonancia indefinida y los cuatro verbos por cada adjetivo definidor. Alguien ha dicho, con indudable acierto: ‘Bécquer, un acordeón tocado por un ángel’. Conforme: el ángel de la verdadera poesía”.
Desde el primer libro, Machado trata de poner la lírica dentro del tiempo y de tocar los universales del sentimiento; su poesía nunca es poesía de evasión; habla de la vida y de la muerte, de la memoria y del mañana, pero los referencia en un aquí y un ahora, e incluso cuando sueña, está en la realidad, una realidad soñada ciertamente:
En su poesía no hay elementos decorativos, aunque aparezcan las fuentes y los jardines, porque detrás de las palabras que emplea —las campanas, las secretas galerías, las hojas que lleva el viento, el agua y, sobre todo, la tarde— está el poeta consciente de que quiere expresar una emoción compartida.
Parece claro que, aunque admire a Rubén Darío, a su hermano Manuel y a otros modernistas —Manuel Reina, Villaespesa, Eduardo Marquina, Salvador Rueda—, él manifiesta desde joven distintas inquietudes y distintas formas de concebir la poesía: de lo que trata, en su trayectoria poética y humana, es de profundizar en el mundo que le rodea, de comprender que el poeta no está solo, sino que se debe a una comunidad: “El sentimiento no es una creación del sujeto individual, una elaboración cordial del Yo con materiales del mundo externo. Hay siempre en él una colaboración del Tú, es decir, de otros sujetos. No se puede llegar a esta simple fórmula: mi corazón, enfrente del paisaje, produce el sentimiento. Una vez producido, por medio del lenguaje lo comunico a mi prójimo. Mi corazón, enfrente del paisaje, apenas sería capaz de sentir el terror cósmico, porque aún este sentimiento elemental necesita, para producirse, la congoja de otros corazones enteleridos en medio de la naturaleza no comprendida. Mi sentimiento ante el mundo exterior, que aquí llamo paisaje, no surge sin una atmósfera cordial. Mi sentimiento no es, en suma, exclusivamente mío, sino más bien nuestro. Sin salir de mí mismo, noto que en mi sentir vibran otros sentires, aunque su voz sea para mí la voz mejor timbrada. Que lo sea también para los demás, éste es el problema de la expresión lírica. Un segundo problema: para expresar mi sentir tengo el lenguaje. Pero el lenguaje es ya mucho menos mío que mi sentimiento. Por de pronto, he tenido que adquirirlo, aprenderlo de los demás”.
Antonio Machado es el afán por compartir, desde el corazón, una idea de España abierta al futuro, al trabajo y a la cultura; el descubrimiento del alma castellana y del paisaje en Soria, el amor a su esposa y el duelo por su muerte; el encuentro con la Andalucía de los olivos en Baeza; es un viejo republicano en Segovia el 14 de abril y el poeta enamorado de Guiomar; es el profesor que regresa a Madrid y es reconocido por los poetas más jóvenes; el hombre comprometido con el pueblo que defiende el Gobierno del Frente Popular frente al golpe de Estado fascista y que anima la defensa de Madrid; es quien, atendiendo algunos ruegos, se trasladó a Valencia con su familia, acompañado por soldados del Quinto Regimiento; quien dirige un discurso a las Juventudes Socialistas Unificadas y participa en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas; quien inicia el camino del exilio junto a su familia y algunos amigos y pasa una breve estancia en Colliure recordando “Estos día azules y este sol de la infancia”; es quien muere el 22 de febrero de 1939 y es conducido al cementerio a hombros de soldados de la República como un postrer homenaje y quien descansa, en un pueblito de Francia, en una tumba que es lugar de peregrinaje para muchas personas.
De cada momento de su vida dejó constancia en sus poemas y en las reflexiones de Juan de Mairena: sus paisajes están habitados por personas que viven, que sufren, que trabajan…; hay pobres campos malditos, pero también una naturaleza amable de álamos y ruiseñores que da cobijo a los enamorados y hay una esperanza en el hombre del mañana. Espera un milagro de la primavera que expresa en el poema “Al olmo viejo” y un dolor y una desesperación ante la muerte que sobrelleva con la entrega a un quehacer colectivo. En sus versos están los hombres del campo y las mujeres, condenadas siempre a esperar detrás de la reja:
Recuerda, en el poema “A Giner de los Ríos” al maestro que “soñaba un nuevo florecer de España” y llora la muerte de Federico García Lorca en su elegía “El crimen fue en Granada”; dedica sus poemas a Guiomar, separada también de él por la guerra; escribe a los valientes soldados y oficiales del Ejército Republicano —“A Líster, jefe en los ejércitos del Ebro”— y alza su voz contra los bombardeos de la aviación fascista que matan a los niños. Sabe que “La poesía lírica se engendra siempre en la zona central de nuestra psique, que es la del sentimiento. Pero el sentimiento ha de tener tanto de individual como de genérico porque, aunque no existe un corazón en general que sienta por todos, sino que cada hombre lleva el suyo y siente con él, todo sentimiento se orienta hacia valores universales o que pretenden serlo […] porque lo que a usted le pasa, en el rincón de su sentir, que empieza a no ser comunicable, acabará por no ser nada. Una nueva poesía supone una nueva sentimentalidad y ésta, a su vez, nuevos valores […] Lo poético pertenece a las emociones y se percibe por la intuición. La sentimentalidad no es lo mismo que la sensibilidad porque supone una escala de valores, es compartir unas emociones, un sentimiento colectivo y solo alcanza su plena realización en el momento histórico. Poesía es palabra en el tiempo”. Antonio Machado es un poeta, un pensador, un intelectual que busca la verdad, en diálogo consigo mismo y con el otro, antidogmático a ultranza, irónico a veces, traspasado siempre por el amor a sus semejantes, leal a la República, comprometido con el pueblo, constructor de utopías. Vivió para la historia y se fue “ligero de equipaje”, como anunciaba en “Retrato”, el poema que inicia Campos de Castilla; pero sabemos que no se fue: que está vivo en su vida y en su obra y por eso honramos su memoria, desde el corazón y desde la palabra.
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