martes, 14 de enero de 2014

Argumentos a favor de una estrategia alternativa que contemple la salida del euro


Hic Rhodus, hic salta

Salvador López Arnal, en El Viejo Topo, hizo una reseña del libro de Costas Lapavitsas, Crisis en la eurozona. De ella extraigo algunos fragmentos.

En mi anterior entrega de este blog, Guía de los Perplejos, cité de pasada el debate del euro, dentro de esos temas que resultan inciertos para la izquierda de este país, y otros países periféricos, porque el cálculo dudoso sobre los pros y contras de una definición clara retrae la toma decidida de posición. Aunque más que de ventajas e inconvenientes habría que hablar de inconvenientes e inconvenientes mayores.

El XIX Congreso del PCE albergó cierto debate sobre esto, y supeditó la salida del euro u otras medidas alternativas sobre la moneda a una actuación conjunta en los países de la periferia de la zona, ante los riesgos de cualquier salida unilateral.

Yo utilizaría la conocida metáfora de la rana hervida para defender también la salida (mejor en formación que solos) de esta moneda-dogal. Convendría saltar cuanto antes.

SLA se pronuncia por la salida, y cita argumentos de otros autores:

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Crisis en la eurozona pretende abonar, pues, la consideración de Vicenç Navarro en su columna “Dominio Público” del pasado 31 de octubre de 2013. Este escrito, apunta el profesor de la UPF, “señala la necesidad y urgencia de debatir los méritos y deméritos de permanecer en el euro, con el análisis de los beneficios y costes que ello implicaría, comparándolo con los costes y beneficios de mantenerse en él.” Es urgente que se abra un debate en España sobre el mérito o demérito de salirse del euro. Es muy criticable, señala VN; “que apenas exista debate sobre este tema. Incluso en amplios sectores de izquierda apenas aparecen artículos que cuestionen la permanencia de España en el euro. De ahí que tal debate debería darse con especial énfasis entre las izquierdas, sin insultos, sarcasmos o sectarismos”. Entre nosotros, Pedro Montes o Alberto Montero Soler (y en ocasiones Juan Torres López) apoyan la misma consideración. 
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En la parte final incluye algunos de los argumentos del libro de Lapavitsas:
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La salida progresista de la zona euro –“una salida sujeta a una reestructuración drástica de la economía y la sociedad”- es vista en los siguientes términos (una opción que no se niega que por supuesto supondría un importante choque económico): “se produciría una devaluación, la cual descargaría parte de la presión del ajuste al mejorar la balanza comercial, pero también dificultaría sobremanera el hacer frente a la deuda exterior”. Serían, por todo ello, necesarias la suspensión de pagos y la reestructuración de la deuda. “El acceso a los mercados internacionales se volvería extraordinariamente complicado. Los bancos se encontrarían bajo una fuerte presión y teniendo que hacer frente a la quiebra. La cuestión es, sin embargo, que estos problemas no tienen que ser afrontados de la habitual manera conservadora” (p. 110).

Y no, claro está, no tienen por qué serlo. “La combinación de banca pública y controles sobre la cuenta de capital plantearía inmediatamente la cuestión de la propiedad pública sobre áreas de la economía. Los puntos débiles subyacentes a la productividad y la competitividad amenazan ya la viabilidad de sectores completos de actividad económica en los países periféricos”. La propiedad pública, una vieja identidad de la izquierda transformadora no cooptada por el neoliberalismo, sería necesaria para evitar el colapso. “Los ámbitos específicos que se colocarían bajo propiedad pública e incluso la forma que esta tomaría dependerían de las características de cada país. Pero los servicios públicos, el transporte, la energía y las telecomunicaciones serían los principales candidatos, por lo menos con el fin de respaldar al resto de la actividad económica” (p. 111).

De hecho, tal como se ha señalado, la manera correcta de tratar el tema del euro no pasa por plantearse los costes económicos y sociales de la salir de la moneda única. No, no es este el punto. “Ese es el planteamiento de las fuerzas conservadoras y en particular de los poderes económicos. Tenemos que empezar por analizar los costes de permanecer en la eurozona porque después de aceptar la dura medicina de los recortes salariales, la reducción del gasto público, la subida de impuestos, las privatizaciones y la destrucción del Estado de bienestar seguimos con una perspectiva de estancamiento económico a largo plazo”. Para CL es imprescindible abandonar el euro para evitar este estancamiento, “el aumento de la pobreza, la pérdida de derechos democráticos y de soberanía nacional en los países periféricos”. No hay ninguna duda desde su punto de vista de que el euro es insostenible a largo plazo. “La Unión Económica y Monetaria representa un fracaso histórico gigantesco, que se ha intentado mantener asumiendo enormes costes sociales durante los tres últimos años”. En lugar de seguir adoptando medidas basadas en la austeridad (neoliberal) y contra el interés de los trabajadores y trabajadoras, “hay que tomar el control de la banca y los flujos de capital, lo que es perfectamente posible porque la propia UE lo hizo en el caso de Chipre”. Se puede, se puede. Una medida, añade, que evitaría también los ataques de los mercados y la fuga de capitales, “una amenaza real pero con la que tampoco se debe exagerar”.

Urge CL a las organizaciones de izquierda que quieran seguir siéndolo a que se replanteen su visión sobre Europa, así como también el papel de los Estados modernos y la forma más adecuada para crear “un internacionalismo más eficaz para enfrentar este ataque, sin precedentes, del capitalismo”. El internacionalismo, otra noción clave de la izquierda. Hace más de treinta años, Manuel Sacristán se expresaba en estos términos:
“El marxismo se ha convertido en un fenómeno universal, más como método de solución a todos los problemas. En estos momentos, la tendencia es hacia una interiorización, hacia una nacionalización de la política... No obstante, el marxismo no ha entendido ni las autonomías, ni los nacionalismos y mucho menos los elementos subjetivos, psicológicos de las sociedades. ¿Cree usted que esta crisis del marxismo es definitiva?” se le preguntó. Su respuesta:

“La nacionalización de la política es uno de los procesos que más deprisa pueden llevarnos a la hecatombe nuclear. El internacionalismo es uno de los valores más dignos y buenos para la especie humana con que cuenta la tradición marxista. Lo que pasa es que el internacionalismo no se puede practicar de verdad más que sobre la base de otro viejo principio socialista, que es el de la autodeterminación de los pueblos... Todo lo demás que dice usted en esta pregunta es pura moda neorromántica irracionalista, efecto de la pérdida de esperanzas revolucionarias”.
En la página final del libro se recoge una cita de David Graeber: “Si la Historia muestra algo es que no hay mejor manera de justificar las relaciones basadas en la violencia, de hacerlas que parezcan morales, que redefinirlas en el lenguaje de la deuda, sobre todo porque inmediatamente hace que parezca que la víctima es quien está haciendo algo malo”. No está mal, nada mal, para cerrar este excelente ensayo ni siquiera esta pobre aproximación que aspira, básicamente, a llamar la atención sobre la importancia de este trabajo de Costas Lapavitsas y de sus compañeros del RMF (Research on Money and Finance).
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Termina su escrito SLA con este post scriptum:
PS: Me permito recomendar como lectura complementaria, más esencial y fructífera por supuesto que este comentario, el reciente artículo de Alberto Montero Soler “Salir de la pesadilla del euro” (http://www.mientrastanto.org/boletin-120/notas/salir-de-la-pesadilla-del-euro), otro de nuestros economistas esenciales, otro de los economistas-más-que-economistas hispánicos que navegan lúcidamente contra la corriente (por el momento) más mayoritaria.

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