No parece difícil explicar que lo que se gana en amplitud se pierde en intensidad, como una de las formas de manifestarse la ley de la conservación de la energía. Esto, que se entiende muy bien para cualquier proceso de transformación en el terreno de la física, es también aplicable a los procesos transformadores en el campo de la ideología y en el de la praxis política. Si para llegar a una gran mayoría hay que adaptarse a las ideas de esa gran mayoría, en esa adaptación pueden seguir dominando las ideas y las prácticas, lenta y difícultosamente cambiantes, de esa gran mayoría.
Podemos, admitiendo que sus propósitos transformadores sean de izquierdas, no los plantea claramente para no alejar a posibles votantes que, como lo vienen demostrando los resultados electorales desde hace muchos años, se sitúan mayoritariamente en una franja que va del centro izquierda al centro derecha. A día de hoy, el único denominador común de esa mayoría es estar coyunturalmente indignados, pero es fácil ver que un cambio de coyuntura favorable a sus situaciones personales los devolvería a un cómodo apoyo al sistema.
Por eso emplea Podemos esos significantes vacíos, que cada cual puede rellenar según sus ideas y deseos, y por eso es dudoso que, si son fieles a sus proclamas de poner siempre en primer lugar lo que exija "la gente", le den lo que efectivamente pida, que puede ser más de lo mismo, pero "renovado".
Si la izquierda que se presume transformadora se diluye en un proyecto como el de Podemos, el control de los cambios que necesariamente han de producirse en un mundo en contracción, se seguirá haciendo bajo la batuta de los intereses oligárquicos, como ha venido ocurriendo hasta hoy, sea con gobiernos liberales o con la socialdemocracia.
Tristemente, los años de bonanza económica también mellaron las propuestas transformadoras de los partidos de izquierda, que en la práctica se conformaron con programas de mínimos de corte socialdemócrata, ganando en extensión (pero poco) lo que perdieron en profundidad.
El posibilismo y los pactos llevados más allá de lo que era aconsejable acabaron por instalar en la izquierda esas "dos almas" que tanto la dividen cuando más necesaria es la unidad. No es ajeno a esto tampoco el acomodo de muchos a confortables puestos en las administraciones, pero no siempre es ese el motivo. Los hay que, honestamente, han creído que la función de la izquierda es servir de muleta a la socialdemocracia.
La unidad para la transformación es necesaria, pero no debe diluir la intención clara y bien establecida de cambiar radicalmente la sociedad. En el sentido fuerte de la idea socialista.
Nueva Tribuna
Izquierda Unida es hoy por hoy, y pese a su esclerosis teórica, confusión política y practica errática, la única alternativa de izquierdas realmente existente |
La fulgurante aparición de Podemos ha puesto en evidencia un hecho que estaba a la vista de todos los que quisieran ver: una parte mayoritaria de la ciudadanía, sacudida por la crisis económica y la corrupción sistémica, se había divorciado de sus tradicionales representantes políticos. La crisis del 2008, con sus terribles secuelas de paro, pobreza, exclusión social, etc. agravada por la corrupción sistémica, ha trastocado la percepción por la ciudadanía de las formas tradicionales de actuación política. Podemos nace tanto como reflejo del desafecto político, como del rechazo al régimen del 78. Y lo hace desde planteamientos populistas, que los mismos dirigentes reconocen, o al menos no rechazan. Populismo bueno, sin el habitual sentido peyorativo del término, inspirado en las teorías de Ernesto Laclau (La razón populista) y Chantal Mouffe (Hegemonía y estrategia socialista) Nos enfrentamos pues a un fenómeno novedoso cuya incidencia en la configuración política española no se puede ignorar o menospreciar. El joven equipo dirigente de Podemos supo captarlo y traducir su análisis en una propuesta de reconstrucción de esos vínculos rotos sobre nuevas bases. En este caso, siguiendo, de una manera más o menos estricta, las teorizaciones sobre el populismo de Ernesto Laclau. Es decir, una propuesta que busca aglutinar la protesta y el rechazo bajo unos significantes (flotantes o vacíos, en la terminología de Laclau) genéricos, asumibles por todos, opuestos o distintos de los términos habituales del discurso político oficial de los partidos tradicionales. Hasta aquí, pocas diferencias con otros movimientos de carácter transversal nacidos en Europa, como el 5 Stelle de Pepe Grillo, creador del término casta. Por todo ello, el éxito in crescendo de Podemos estaba cantado. Y sus consecuencias en el seno de la izquierda también.
Es
lógico que, en mayor o menor medida, el desconcierto se apoderara de
los partidos tradicionales que veían en Podemos un peligro, bien para su
existencia, como ocurre con Izquierda Unida, bien para mantener su
electorado. De ahí que la mayoría de los partidos trataran de imitar los
exitosos aspectos formales del fenómeno, como el uso de las tecnologías
digitales y las redes sociales de Internet; o adoptando alguna de sus
propuestas más movilizadoras, como la lucha contra la corrupción. Y
hemos visto como se fraguaba una lucha frontal contra Podemos y su patada al tablero electoral.
En Izquierda Unida el desconcierto ha sido mayor porque Podemos era, y
es todavía en gran medida, percibido como una opción de izquierdas con
la que hay que confluir, aunque Podemos no se defina políticamente, sino
que busque la centralidad socialdemócrata. Lo ilusorio de dicha
política se hizo patente en cuanto se plantearon las primeras
confrontaciones electorales, o se buscaron plataformas unitarias. Ahora
todo es confusión y peleas dentro de la organización de izquierdas
histórica en nuestro país. Pienso que será imposible salir del actual
marasmo con medidas disciplinarias, o simplemente organizativas, que
siempre provocan divisiones y fugas, como ya está ocurriendo. La
cuestión debería abordarse, en mi opinión, plateándose con claridad y
sin miedo la pregunta: ¿qué hemos hecho mal? Fase previa para responder a
la cuestión clave: ahora, qué hacer. Responder adecuadamente es para
Izquierda Unida sencillamente vital. Se juega lisa y llanamente su
existencia como fuerza mayoritaria de la izquierda radical. Por eso, me
gustaría contribuir a la solución de los actuales problemas de Izquierda
Unida con unas reflexiones que atañen tanto a la naturaleza y posible
evolución de Podemos, como a las tareas que definen hoy a una
organización verdaderamente de izquierdas.
Cuando un partido de
vanguardia (y lo es todo partido que se propone la transformación de la
sociedad) se ve desbordado por los movimientos sociales, donde se supone
que esta inmerso, es que está en la retaguardia. No debe extrañarle que
una parte de dichos movimientos sociales o le ignoren o le rechacen.
Por lo tanto, la pregunta es: somos un partido de vanguardia. Es decir, ¿tenemos una propuesta de transformación social, una ruta hacia el
socialismo que abarque lo económico, lo político y lo cultural? Y, si la
tenemos, ¿la hemos defendido y propuesto con la suficiente claridad
como para que, cuando las circunstancias sean favorables, como ocurre en
una crisis global del sistema, pueda verse cono la única salida con
futuro? ¿O nos hemos comportado, y eso en el mejor de los casos, como el
pepito grillo de la socialdemocracia, sin mayor operatividad y
con el peligro claro de terminar siendo identificados con ella? Eso por
no hablar de los lastimosos casos de prácticas políticas oportunistas
como ha ocurrido en Extremadura, posibilitando primero y permitiendo
después un gobierno del Partido Popular.
Un análisis riguroso de
nuestra sociedad, sin anteojeras ideológicas reformistas ni voluntarismo
pseudorevolucionario, evidencia que toda propuesta de avance real al
socialismo, que es la razón de ser de la izquierda radical, será
minoritaria mientras el sistema capitalista no entre en una de sus
crisis profundas y sistémicas, como es la actual. Es decir, una crisis
que afecte a todo el sistema social, de forma que la mayoría de la
ciudadanía se plantee la necesidad de un cambio profundo del sistema
económico y la representación política. ¿Debemos por ello renunciar a
plantear dicho camino a la sociedad? Por supuesto que no. Alguien tiene
que hacerlo. No debemos olvidar que ser vanguardia conlleva
necesariamente ser inicialmente minoría. ¿Quiere esto decir que no se
puede hacer política mientras no se alcance la mayoría política?
Naturalmente que no. La izquierda radical construye su mayoría
movilizando y presionando para que se realicen las mayores reformas y
mejoras sociales posibles, lo que exige tener la capacidad de realizar
una acción política hábil, pero sin olvidar los planteamientos
estratégicos y la pedagogía transformadora. No tengo datos
suficientes como para saber si esto es lo que se ha tratado de hacer en
Andalucía durante el gobierno de coalición. En cualquier caso, la
estancia en el gobierno andaluz de Izquierda Unida se ha saldado
electoralmente con un sonoro fracaso. Por eso, en mi opinión, lo que
Izquierda Unida debe analizar antes que nada es si tiene una propuesta
clara, científicamente elaborada, de avance al socialismo, o si el
pragmatismo del día a día de la actividad parlamentaria se ha impuesto,
diluyendo sus presupuestos estratégicos. Sin complejos ni disfraces. Lo
mismo que el neoliberalismo no los tiene cuando afirma, sin recato, que
su política es la única posible.
Todo lo cual nos lleva al tema
central de este artículo. ¿Cómo enfrentar el fenómeno Podemos? Y para
hacerlo con garantías de éxito es necesario tener claro lo que es y
significa Podemos en la actual situación de crisis de representación. Si
no, el dilema puede ser: integrarse y desaparecer o convertirse en una
organización marginal. Este es, en realidad, el debate que se está
desarrollando en Izquierda Unida, en mi opinión de una manera
desordenada, acuciados por la velocidad de los acontecimientos. Dice con
razón Llamazares que hay que pasar página en la discusión de la convergencia con
Podemos, entre otras cosas porque, con buena lógica, Podemos no quiere
converger, salvo en las próximas elecciones municipales, y eso por
cuestiones tácticas coyunturales. Hay que tener previsto lo que vamos a
leer cuando pasemos página. Y eso obliga a una reflexión profunda y
rigurosa sobre lo que queremos ser, de acuerdo a la evolución de nuestra
sociedad desarrollada y los nuevos desafíos de la globalización y el
capitalismo financiero. O, lo que es lo mismo, el modelo de sociedad que
vamos a proponer. Tal vez la confusión venga de nuestra percepción del
fenómeno Podemos. Confusión inexplicable ya que sus dirigentes han
dejado bien claro cual es su propuesta y en que principios se basa.
Parece que no queremos escuchar, entre otras cosas, porque muchos de
esos mismos dirigentes proceden de las propias filas de Izquierda Unida.
Son de izquierdas, aunque lo disimulen para aglutinar el mayor número
de votos, por lo tanto será fácil converger. La negativa de Podemos ha
debido de dejar a mas de uno en blanco, incluido Julio Anguita, que en
el mitin de las elecciones en Andalucía afirmó rotundamente que ellos son de los nuestros, y había que tender la mano.
No
discuto que, en lo personal, los dirigentes de Podemos sean de
izquierdas, o mejor dicho, pretendan ser de izquierdas. Pero su
planteamiento no lo es, algo que se encargan a menudo de recordar,
aunque sea por su insistente negación de la dicotomía derecha-izquierda.
Como saben -al fin y al cabo son profesores de políticas en la
universidad- que en España (y en el conjunto de Europa) la mayoría
social se ubica, a lo sumo, en el centro izquierda, y que esa mayoría ni
siquiera es suficiente para un cambio de paradigma social, se acogen a
la teoría del populismo elaborada por Ernesto Laclau para construir su
alternativa mediante un discurso performativo (que no se limita a
describir un hecho sino que la misma acción de expresarlo lo
realiza [1]) capaz de abarcar a todos los afectados por la crisis:
indignados, decepcionados, incluso disgustados, creando un nuevo sujeto
político. De ahí que su planteamiento sea de todo o nada, de mayorías
absolutas que garanticen su acceso al gobierno. Y en ese proyecto no
cabe Izquierda Unida, precisamente por ser claramente de izquierdas. Y
encima parte del régimen del 78. De Izquierda Unida solo quieren, y
necesitan, sus cuadros y organizaciones convenientemente disueltas.
Aquí quien se engaña es porque quiere. Naturalmente, Izquierda Unida
puede apostar también por el modelo populista de Laclau (con toques de
Lacan, y una mala interpelación de Gramsci y su concepto de hegemonía)
en cuyo caso lo mejor es apoyar a Podemos con todas sus consecuencias.
Consecuencias que significan la disolución de Izquierda Unida y de
cualquier otra alternativa de izquierdas en nuestro país. En pocas
palabras, el triunfo de Podemos significa la desaparición de Izquierda
Unida o su transformación en un partido residual, como ya ha empezado
apuntarse en Andalucía, precisamente uno de los bastiones de Izquierda
Unida.
Todo mi respeto para los que así piensan de buena fe,
hartos de la inoperancia de la izquierda clásica. Yo creo, y trato de
demostrarlo en mi próximo trabajo La sinrazón del populismo, que
Podemos es, en el mejor de los casos, un epifenómeno, obligado tras las
elecciones a optar por una configuración de partido normal,
aunque sea con métodos participativos avanzados, dotado de una ideología
populista y propuesta concretas reformistas en línea con las
socialdemocracias de los países nórdicos, que ha conseguido dar cauce
político a la indignación, sacando de la abstención crónica a colectivos
marginados o desengañados. No está mal y puede rendir frutos
progresistas. Pero en las sociedades complejas, de intereses cruzados,
la transversalidad dura poco: lo que tarda en tener que dar soluciones
concretas a problemas inversos no lineales [2]. Es decir, hasta
que se empieza a hacer política práctica. La hegemonía, necesaria para
conquistar el poder político, no consiste en diluir los diferentes
intereses de clase y grupo en un planteamiento general vago (vacío)
sino en ganar a la mayoría de la población, para una salida política
concreta, el socialismo, porque encarna la superación del capitalismo,
sus crisis cíclicas y su desigualdad crónica. Para construir la
hegemonía es necesario plantear, sin disfraces tácticos, un modelo de
sociedad socialista para nuestro tiempo y lugar, como hacen el
conservadurismo liberal y la socialdemocracia. Y es lo que debe hacer
Izquierda Unida.
Mientras, Podemos se encuentra ante una
encrucijada, una vez fallido su intento populista de mayoría social:
puede optar por configurarse como una forma renovada de socialdemocracia
(no debe extrañar su llamamientos a los antiguos votantes de Felipe
González, cuyo papel en 1980 tratan de emular) o preferir convertirse en
un partido nítidamente de izquierdas, como lo es Syriza en Grecia, en
cuyo caso Izquierda Unida debe jugar un papel importante en el necesario
proceso de unidad. Pero para eso hace falta que cuando llegue el
momento, tras la elecciones generales, Izquierda Unida siga viva y
entera.
El problema para Izquierda Unida, y la izquierda en general, no estriba tanto en que los presupuestos y las expectativas de Podemos sean irreales unos y exageradas otros, lo que las próximas elecciones pondrán de manifiesto, como en su incidencia, que puede ser catastrófica para un planteamiento serio de avance al socialismo, es decir marxista. Podemos puede generar confusión, división y frustración. Lo que no significa negar los efectos beneficiosos de su aparición, así como de su posible papel positivo, impulsando reformas, cuando conquiste parcelas de poder. Pero, insisto, pretender construir una mayoría de cambio (salvo que sea cosmético) sobre significantes vacíos (un oxímoron tan disparatado como el Yo subconsciente de la pseudociencia psicoanalista) como casta, arriba y abajo, gente común, dignidad nacional, etc., es una utopía en el mejor de los casos, y una traba para la verdadera emancipación en el peor.
Resumiendo,
Izquierda Unida es hoy por hoy, y pese a su esclerosis teórica,
confusión política y practica errática, la única alternativa de
izquierdas realmente existente. Y solo por eso, merece la pena
defenderla, ayudándola en el urgente e inevitable proceso de revisión,
reorganización y cambio necesarios para que pueda enfrentarse al desafío
que ha supuesto la aparición de Podemos. Y para no dejar huérfanos a
los trabajadores de una opción política socialista.
__________________
Notas:
[1] John Langshaw Austin. Cómo hacer cosas con palabras: Palabras y acciones. Paidós
[2] Concepto matemático utilizado en ciencias naturales para hallar
soluciones desde los datos del problema, expresados en la fórmula d =
G(m). En la sociedad todos los problemas son inversos no lineales, como
las crisis económicas. De ahí que sean irresolubles o tener distintas
soluciones. Son irresolubles en el marco del sistema capitalista, por lo
que solo queda superar dicho marco capitalista o aceptarlas como
inevitables, y procurar, en el mejor de los casos, paliar sus efectos.
Son las opciones reformista y revolucionaria (para una ampliación del
concepto, ver: https://grupobunge.wordpress.com/2006/07/20/119/)
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