sábado, 28 de marzo de 2020

La deuda es usura

Recuerdo las entradas con que inicié este blog, hace ya once años. Dos "vídeos básicos" que alimentaron la trayectoria seguida luego bajo la etiqueta "ecología política". He recordado varias veces el segundo, la última muy reciente, sobre la función exponencial. Ahora me parece oportuno recomendar el primero, el dinero es deuda, que desenmascara el crédito bancario y la deuda como motor de la economía. Una deuda que vistos los límites de cualquier crecimiento acaba resultando impagable.

Tanto en el espacio como en el tiempo, la perspectiva agranda los objetos cercanos y minimiza los lejanos. El dedo puede parecer más grande que la Luna, y un problema del año próximo menor que una minucia de hoy mismo. Por eso, trasladar el valor al futuro hace que se consideren equivalentes magnitudes muy dispares. El mercado pretende el "intercambio de equivalentes", pero cuando la equivalencia se considera en tiempos distintos está sujeta a las leyes de la perspectiva.

El mecanismo del crédito se basa en este hecho. ¿Por qué prescindir de un dinero ahora si no es para recibir lo que aprecio como su equivalente en el futuro, que ha de ser una cantidad mayor? Este es el mecanismo de la inversión. Nunca se invierte para tener luego la misma cantidad. Aunque sabemos que el capital nunca se revaloriza a sí mismo, toda la teoría financiera se basa en esa abstracción, que alimenta el préstamo con interés, el crédito y necesariamente el crecentismo.

La capacidad destructiva de este cálculo económico queda al descubierto si se observa a qué niveles de ruindad llega el cálculo económico basado en el negocio del crédito bancario. Todo vale, con tal de mantener "mis" balances. Por desgracia, la cohesión nacional dentro de los países más ricos incorpora, craso error, al pensamiento neoliberal (fraudulento, como ya ha sido denunciado por analistas críticos) a muchos ciudadanos abducidos por la criminal doctrina económica todavía vigente.

El Bundestag en el pleno extraordinario celebrado este miércoles para tomar medidas de emergencia ante la pandemia del coronavirus. EFE/EPA/OMER MESSINGER


Carlos Enrique Bayo

El rescate masivo de empresas, la estatalización de la economía para hacer frente a los gastos y pérdidas causados por el coronavirus, y el cierre de mercados y de fronteras en la mayor parte de países, anticipan
"el fin de la forma de globalización recetada por el dogma neoliberal, que dejó a los individuos y a sociedades enteras incapaces de controlar gran parte de su propio destino", según la describe Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía.

(…)


La ausencia de virtudes solidarias de esa doctrina neoliberal quedó evidenciada hace sólo unos días, cuando los gobiernos de Alemania y de Francia prohibieron la exportación de mascarillas y otros elementos básicos de protección sanitaria a Italia, en el momento en que ese país estaba desbordado por cientos de muertes y miles de contagiados diarios. La respuesta inicial de la Unión Europea fue a todas luces tardía e insuficiente, pero incluso ahora –cuando la mortífera amenaza se ha extendido sin remedio a todos los países miembros– se ve constreñida y entorpecida por el corsé que esa doctrina neoliberal impuso a todos los gobiernos para cumplir el dogma del déficit mínimo.

Alemania sigue imponiendo un dogma que sabe que es falso

Un dogma que Alemania sigue imponiendo a sus socios comunitarios, exigiéndoles condiciones draconianas para cualquier endeudamiento público, a pesar de que fue desmontado en 2013 por un estudiante de doctorado de la Universidad de Massachusetts Amherst, Thomas Herndon, al repasar las hojas de cálculo que emplearon los gurús de la austeridad, Carmen Reinhart y Ken Rogoff –este último, ex economista-jefe del Fondo Monetario Internacional–, para su investigación titulada El crecimiento en épocas de deuda.

Presentado en 2010 ante la conferencia anual de la Asociación Económica Estadounidense, ese ensayo académico establecía que cuando la deuda de un país supera el 90% del Producto Interior Bruto (PIB), el crecimiento de la economía es inviable. Tesis desmentida en la práctica por la realidad de la deuda pública de EEUU –que en noviembre pasado alcanzó el récord histórico de 23 billones de dólares (un 110% del PIB)– pero en la que las autoridades económicas a ambos lados del Atlántico se han apoyado durante una década para imponer la austeridad fiscal y el recorte drástico, incluso dañino y paralizante, del gasto público.

Y lo han seguido haciendo estos últimos siete años, a sabiendas de que los cálculos de esa teoría estaban matemáticamente errados y que no se trataba en absoluto de un principio económico fundamental, sino de una tesis dogmática neoliberal que ha permitido a los países del norte de Europa –sobre todo, Alemania– "disimular que todo el entramado del euro está pensado y diseñado para que esos países absorban la mayor parte del valor y los beneficios que generamos los demás", como sentencia Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.

(...)

Esto es lo que dice el profesor Torres López:


Juan Torres López

A última hora de la noche de ayer martes 24, los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea acordaron proponer al Consejo Europeo que la respuesta financiera a la catástrofe del Covid-19 sea que los países que lo necesiten recurran a un préstamo del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). De todas las alternativas posibles es la peor, la más insuficiente y cruel. Explico por qué.

El MEDE es una entidad financiera creada por los 17 estados miembros de la zona euro en 2012 con el propósito general de proporcionar ayuda financiera mediante préstamos a los gobiernos que lo necesiten.

Pero esta ayuda se considera un "rescate" porque no se da en cualquier circunstancia ni para cualquier fin, sino sólo cuando lo pide un país que experimenta graves problemas de financiación y bajo condiciones muy estrictas.

El préstamo puede ser con interés por debajo de los del mercado y con un plan de amortización suave que puede variar según los casos, de modo que puede resultar, ciertamente, más barato que acudir a la banca privada en una situación apurada.

Sin embargo, esta ayuda está no es automática ni incondicional. La solicitud del país rescatado deber ser evaluada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y si es posible también por el Fondo Monetario Internacional. Y el préstamo formaliza mediante el llamado MoU (Memorandum of Understanding o Memorándum de Entendimiento) que es un documento en el que se imponen al país una serie de condiciones de obligado cumplimiento en materia de política económica y fiscal.

Las razones por las que me parece que este mecanismo es indeseable para hacer frente a los problemas económicos gravísimos que va a producir la pandemia que sufrimos son varias.

En primer lugar, porque, se quiera o no, recibir un préstamo del MEDE es un estigma. Significa que un país es rescatado y, por tanto, que de alguna manera ha fracasado en su política de estabilización macroeconómica.

Es evidente, sin embargo, que las necesidades financieras que plantea una emergencia sanitaria no son iguales que las derivadas de una mala gestión macroeconómica (suponiendo que entonces estuviera justificado aplicar un mecanismo como este que sacrifica y humilla a quien lo recibe).

Que no se engañe nadie: lo que hay detrás de esta propuesta que parte de los países de centro y norte Europa es aprovechar la ocasión para mostrarse superiores a los de la periferia, haciendo creer que las consecuencias letales de la epidemia son consecuencia de nuestra condición inferior y de nuestra incapacidad para gobernarnos con eficacia y sin despilfarro. Quieren castigarnos de nuevo para disimular que todo el entramado del euro está pensado y diseñado para que esos países absorban la mayor parte del valor y los beneficios que generamos los demás.

En segundo lugar, establecer que cada país acuda al MEDE por su cuenta para hacer frente a una emergencia sanitaria que afecta a todos los países es renunciar a principios elementales de cooperación y solidaridad, al esfuerzo común y a la complicidad que se supone que deben sostener a los estados miembros de una unión económica y política como la europea (e incluso más una unión monetaria como la Eurozona). Recurrir al MEDE no sólo es ofensivo sino que traiciona el espíritu europeo y proclama de facto que Europa se construye a partir de ahora a base del sálvese quien pueda. Si no hay esfuerzo mancomunado ni apoyo mutuo en medio de una emergencia que provoca la muerte de miles de europeos ¿cuándo los habrá?

En tercer lugar, porque el MEDE no puede proporcionar toda la financiación que sería necesaria para que una crisis sanitaria, humana, y económica como la que estamos viviendo se resuelva suficientemente bien.

Los ministros de Economía y Finanzas han propuesto utilizar unos 238.000 millones de euros para ofrecer líneas de crédito preventivas de hasta un 2% del PIB de cada país (algo menos de 25.000 millones en el caso de España).

Su insuficiencia es patente si se tiene en cuenta que sólo el plan de apoyo inmediato de Inglaterra es de 400.000 millones, que el de Dinamarca representa el 13% del PIB o que Estados Unidos acaba de aprobar una intervención de 2 billones de dólares. O si se considera que un grupo de expertos españoles valoraba ayer mismo como muy positivo que España recurriera al MEDE si la ayuda que recibiera fuese de 200.000 millones, casi todo lo que ha propuesto utilizar el Eurogrupo para todos los países.

En cuarto lugar, la alternativa del MEDE es la más cruel de todas las posibles por una razón muy sencilla. El Memorándum de Entendimiento sería sin lugar a duda la vía torticera que obligaría a España a aplicar de nuevo las políticas de recortes y desmantelamiento que son justamente las que han ocasionado que nuestros servicios públicos tengan ahora tantas dificultades para enfrentarse a la emergencia sanitaria. O digámoslo claro, las que han condenado a muerte a muchas personas y las que seguirían haciéndolo con el único objetivo de que el capital privado siga multiplicando sus beneficios.

Naturalmente, se me puede decir que los líderes europeos pueden ahora saltarse el Tratado del MEDE y dar los préstamos sin condiciones pero, si se pueden saltar los tratados, como de facto está ocurriendo cuando el Banco Central Europeo financia por la puerta de atrás a los gobiernos, ¿por qué no saltárselos entonces para que sea el BCE quien financia directamente en esta situación de emergencia?

El acuerdo del Eurogrupo es una auténtica vergüenza para Europa, un verdadero escándalo que la puede hacer saltar por los aires.

Como he explicado en otros artículos, hay otras posibles medidas que son menos costosas económicamente, más seguras, más solidarias y coherentes con el espíritu europeo y más respetuosas con la dignidad, con la soberanía y con el bienestar de las naciones europeas.

La exigencia de contar ahora con financiación extraordinaria no es el resultado de un derroche ni de un incumplimiento de normas previas sino de una emergencia que está matando a miles de personas.
Actuar como están haciendo los líderes europeos, con egoísmo y sin diligencia, debería considerarse como algo peor que un simple escurrir el bulto. Su comportamiento comienza a parecerse a un crimen económico contra la humanidad. La austeridad que impusieron en la anterior crisis mató a miles de personas y parece que siguen dispuestos a que eso vuelva a ocurrir.

Espero que se imponga la razón y que los Jefes de Estado y de Gobierno que se reúnen mañana jueves vayan más lejos, rompan los grilletes de la insolidaridad que está atenazando a Europa y que corrijan este acuerdo. La emisión de eurobonos en mucha mayor cantidad de la prevista por el Eurogrupo o la intervención directa sobre empresas y familias del Banco Central Europeo son las alternativas únicas y urgentes. El MEDE no lo es.

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